El mejor amigo del dictador
Las decisiones del banco hasta el hundimiento del bloque soviético han seguido los siguientes criterios:
- Evitar el mantenimiento de modelos autárquicos.
- Financiar grandes proyectos que permitan aumentar las exportaciones de los países industrializados.
- Negar ayuda a los regímenes considerados como amenazas por el Gobierno de los Estados Unidos y otros accionistas.
- Debilitar la cohesión del bloque soviético. Por ejemplo, se le concedió apoyo a Yugoslavia, que se había retirado del bloque dominado por Moscú, o a Rumanía a partir de la década de 1970, en el momento en que Ceaucescu estaba más alejado del Pacto de Varsovia.
- Apoyar a los aliados de los Estados Unidos sin importar los deméritos que hubieran hecho para merecer ese apoyo. Sobran ejemplos: Indonesia; el Zaire de Mobutu; Filipinas bajo Marcos; el Brasil de la dictadura; la Nicaragua de Somoza; la Sudáfrica del apartheid.
- Impedir el acercamiento de los gobiernos al bloque soviético o China, por ejemplo; mantener a la URSS lejos de India o de Indonesia en los tiempos de Sukarno.
La forma de llevar a cabo esta política por parte del banco no es que fuera precisamente el colmo de la sutileza: eran bastante más flexibles con los gobiernos de derechas, exigiéndoles medidas mucho menos duras e impopulares que a gobiernos de izquierdas confrontados a una fuerte oposición de la derecha, con los que solían cebarse en sus exigencias, intentando que se debilitasen y favoreciendo el acceso de la derecha al poder. Por contra, al ser menos exigentes con los gobiernos de derechas se dificulta el acceso de la izquierda al poder. Así que la ortodoxia de la institución fue sospechosamente maleable y las recetas aplicadas dependían mucho de factores políticos y geoestratégicos.
El banco no dudó en apoyar a dictaduras sumamente crueles. De hecho, durante la década de 1980 parecía que el apoyo de la institución era inversamente proporcional al respeto de los derechos humanos. Es más, países en los que la represión había sido muy dura veían esfumarse buena parte de sus ayudas cuando se volvían «más blandos» con sus disidentes. Cuando Bangladesh y Filipinas pusieron fin a la ley marcial, sus ayudas del banco también disminuyeron. Chile, bajo el gobierno democráticamente elegido de Allende (1970-1973), no recibió ni un solo préstamo del banco, pero bajo el gobierno de Pinochet, tras el golpe militar de 1973, el maná de la institución comenzó a llegar al país.
En Brasil, en 1958, el presidente brasileño Kubitschek intentó negociar un préstamo de 300 millones de dólares por parte de los Estados Unidos, pero el presidente no tuvo más remedio que rechazar las durísimas condiciones impuestas y dejar de lado el préstamo, lo que le dio una gran popularidad.
Su sucesor, Goulart, había anunciado una reforma agraria radical y la nacionalización de las refinerías de petróleo. Demasiado para los tiempos que corrían: fue derrocado por los militares. Al día siguiente del golpe los Estados Unidos reconocían al nuevo régimen militar. Un poco de tiempo después el Banco Mundial reanudaba sus préstamos a cambio de la abolición de las medidas económicas citadas. Sin embargo, el PIB bajó el 7 por ciento en 1965 y miles de empresas quebraron, lo que no supuso ni una sola crítica por parte del banco. El régimen organizó una fuerte represión, prohibió las huelgas, provocó una importante caída de los salarios reales, suprimió las elecciones por sufragio directo, decretó la disolución de los sindicatos y recurrió regularmente a la tortura sin que el banco presentara la menor objeción.
En Nicaragua el clan de los Somoza llevaba en el poder desde la década de 1930 gracias la intervención militar de los Estados Unidos. El 19 de julio de 1979 los rebeldes sandinistas tomaron el poder tras una larga guerra provocando la huida del dictador Anastasio Somoza. En los últimos tiempos la dictadura se había visto privada de la ayuda estadounidense por culpa de uno de esos inconvenientes imprevistos que a veces surgen de la manera más inesperada. El brutal asesinato del periodista Bill Stewart, filmado por sus compañeros, conmocionó de tal forma a la opinión pública estadounidense que su gobierno no pudo seguir respaldando a la dinastía dictatorial y sanguinaria que había sometido y expoliado al pueblo nicaragüense durante cuarenta años. Hasta ese momento el gobierno de Somoza había sido respaldado mayoritariamente por los republicanos, ya que argumentaban que era un baluarte en contra del comunismo. Casi cuatro semanas más tarde, el 19 de julio de 1979, sin el apoyo de Estados Unidos, el dictador cayó.
Los Somoza se habían apoderado de una gran parte de las riquezas del país y habían favorecido la implantación de grandes empresas extranjeras, sobre todo estadounidenses. La dictadura de Anastasio Somoza había disfrutado de numerosos préstamos del Banco Mundial. A partir de la caída de la dictadura se puso en pie un gobierno de alianza que agrupaba a la oposición democrática y a los revolucionarios sandinistas, que no ocultaban su simpatía por Cuba ni su disposición a emprender ciertas reformas económicas (reforma agraria, nacionalización de empresas extranjeras, confiscación de las tierras del clan Somoza, programa de alfabetización). Washington, que había sostenido a Anastasio Somoza hasta el final, consideró que este nuevo gobierno hacía pesar una amenaza de contagio comunista en América Central. La administración Carter, en funciones en el momento del derrocamiento de la dictadura, no adoptó inmediatamente una actitud agresiva. La traición llegó cuando Ronald Reagan comenzó a financiar a la Contra para que se enfrentara al gobierno sandinista. La Guardia Nacional, de la que formaba parte el asesino de Stewart, fue la que encabezó la acción armada financiada por los contribuyentes norteamericanos que tiempo antes se habían horrorizado ante la violencia homicida de sus integrantes.