El efecto Ponzi
El predominio del capital financiero, según ha expresado el periodista francés Jean Daniel, ha provocado que la sociedad entera se transforme en una bolsa de valores que ya solo puede optar entre un individualismo cínico y un latrocinio organizado.
Luego, cuando hay que pagar las deudas, las burbujas revientan y los acreedores intervienen, junto a los organismos internacionales, para imponer severos ajustes que exprimen las condiciones sociales para generar un excedente y poder cobrar. Es entonces cuando se manifiestan claramente las contradicciones que se han ido acumulando, de un lado, entre el Estado y las sociedades a las que representan y, por el otro lado, el capital financiero que opera a escala global. Tal vez la idea sea que en un régimen democrático los ciudadanos tienen que avalar sin chistar las acciones de quienes gobiernan y que también deben respaldar los excesos especulativos de los bancos y los criterios correctivos de los burócratas internacionales. La experiencia dice, desde una visión superficial, que las economías se recuperan de los ajustes. Pero los datos no muestran, por ejemplo, las condiciones en las que queda la gente que pierde su empleo, las familias que ven reducidos sus patrimonios, las empresas pequeñas y medianas que en el mejor de los casos se estancan o simplemente, cierran, o la degradación de los patrones de consumo.
Habrá que irse preparando para el siguiente episodio de crisis, ya que no solo son recurrentes, sino que tienden a surgir cada vez a intervalos más cortos. No es la primera vez que suceden cosas así, aunque sí es la más grave. Un hecho significativo por su semejanza con la crisis actual es la conocida «burbuja inmobiliaria de Florida». La euforia especulativa de la década de 1920, que terminó con el Crack del 29 y sumió al mundo en la Gran Depresión, surgió en Florida de la forma más insospechada posible: con el atractivo de un clima soleado y la proximidad del mar se comenzaron a vender terrenos para construir viviendas y centros de vacaciones que mes tras mes iban aumentando de precio, de manera que nuevos y cada vez más voraces inversores entraron en el juego de la compraventa, multiplicando los precios, hasta que finalmente los fraudes (se vendieron sobre el papel terrenos presentados como idílicos y no eran más que pantanos infestados de cocodrilos) y un par de huracanes agotaron a los compradores crédulos de la base de la pirámide y la burbuja se rompió en 1926.35
Uno de los participantes en el boom de Florida, a pesar de haber sido condenado antes por fraude, fue Carlo Ponzi, creador de la pirámide conocida con su nombre, antecedente directo de la estafa de Bernard Madoff, expresidente de NASDAQ (la otrora poderosa bolsa de acciones tecnológicas), cuyo fraude por más de 50.000 millones de dólares, descubierto a finales de 2008 tras el suicidio de uno de sus socios, afectó en España, entre otros, a los clientes del Grupo Santander por más de 2.330 millones de euros. Cuando surge una oportunidad de dinero fácil, los estafadores acuden como moscas a la miel.
Otro buen ejemplo de este tipo de especulaciones sin fundamento que terminan llevando al abismo a economías enteras es el de la «tulipomanía» que afectó a los Países Bajos en las décadas de 1620 y 1630, cuando los precios de los bulbos de tulipán —una flor recién introducida en esta zona de Europa— alcanzaron niveles desorbitados en una espiral de ofertas y demandas que hizo que muchos productores y comerciantes se endeudaran e hipotecaran para dedicarse al cultivo y comercialización de la flor, incluyendo notas de crédito, apalancamientos, introducción en la bolsa y hasta mercados de futuros. Otro caso clásico es el del escocés John Law, que a comienzos del siglo XVIII montó en Francia un tinglado para vender acciones de futuro de las minas de oro que supuestamente se encontraban en Luisiana. Las consecuencias fueron desastrosas para la vida económica francesa. Pero nada de esto es comparable a la burbuja especulativa actual, cuyas dimensiones exceden todo lo imaginable. Aunque nadie se atreva a decirlo en voz alta, el problema se ha vuelto tan difícil de manejar que ya sería hora de pensar seriamente en su disolución negociada o bancarrota ordenada y en la erradicación de tales prácticas especulativas.
Aunque la tendencia en los mercados es hacer creer que no ha pasado nada, el colapso de las hipotecas subprime fue solo el primer cañonazo de una crisis estructural de grandes dimensiones que nadie vio venir. Por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional únicamente preveía un 25 por ciento de posibilidades de que el crecimiento global cayera por debajo del 3 por ciento o menos en 2008 y 2009.