La amenaza amarilla

Pero aparte de la ineptitud, la ceguera o la codicia de muchos, existen otras explicaciones para la crisis de la deuda soberana en Europa. Son muchos los que creen que las desmesuradas y alarmantes reacciones de ese extraño objeto no identificado al que hemos dado en denominar «el mercado» son fruto de un ataque orquestado y premeditado contra Europa por parte de aquellos que pueden ver más afeada su conducta si se toma como modelo el Estado del Bienestar europeo: los Estados Unidos, donde conceptos tan básicos de protección social como un servicio nacional de salud son cuestión de ciencia ficción, y, sobre todo, China, que basa su modelo de crecimiento en tratar a su imponente masa laboral como mano de obra esclava. En este sentido ponen los pelos de punta las declaraciones de un personaje desconocido que, sin embargo, tiene una tremenda influencia en la economía mundial, Jin Liqun, presidente del fondo soberano chino CIC, que mueve la friolera de 300.000 millones de euros. Este personaje, crecido por los éxitos de la economía de su país, no duda en escupir el desprecio que le produce occidente en general y, de manera muy particular, Europa: «Si se miran los problemas de Europa, se ve que han sido causados exclusivamente por la acumulación de problemas de la sociedad del bienestar, donde las leyes laborales inducen a la pereza y a la indolencia en lugar de al trabajo duro». Las cifras cantan y lo cierto es que el bueno de Jin Liqun tiene todos los argumentos a su favor a la hora de sacar pecho. China se ha convertido en el taller del mundo. El ordenador con el que estoy escribiendo estas líneas, el monitor que tengo ante mí, el teléfono que está en mi mesa y el móvil de mi bolsillo, parte de la ropa que llevo puesta y un número incontable de objetos que tengo al alcance de mi vista ahora mismo han sido fabricados en China a pesar de estar firmados por prestigiosas y exclusivas empresas occidentales.

Ya nadie se libra. Fender es una de las firmas más emblemáticas y con mayor tradición en el artesanal sector de los instrumentos musicales, fabricante de productos de una gran calidad que se han vuelto míticos en manos de artistas como Jimi Hendrix, Eric Clapton o Mark Knopfler. La única pega es que se trata de instrumentos que no están al alcance de todas las economías. Una guitarra Fender fabricada en Estados Unidos viene a rondar los 1.000 euros en sus series más baratas, y de ahí en adelante. A pesar de tener una segunda marca que fabrica en Asia instrumentos de menor calidad, Fender deseaba expandir su mercado y abaratar sus productos, haciéndolos más accesibles al público. Así, abrió una factoría en México, cuyos productos se comercializan aproximadamente a la mitad del precio de sus equivalentes norteamericanos. Siguiendo esa dinámica, la firma acaba de sacar una serie de instrumentos, con las exigencias de calidad necesarias para llevar impresa la marca Fender, pero a un precio de tan solo unos 350 euros. Por supuesto, estas guitarras están fabricadas en China. Se trate de guitarras o de cualquier otra cosa, los precios ridículos que en muchas ocasiones se pagan por los artículos fabricados en China no provienen, en contra de la creencia general, de recortes en el apartado de la calidad. Al contrario: los inspectores de calidad que patrullan las factorías chinas que tienen contratos con empresas occidentales son temidos y odiados por los trabajadores, que conocen su fama de inflexibles y exigentes, fama que se ha cimentado en las múltiples ocasiones que han mandado retirar partidas enteras de género por algún detalle nimio. El iPhone de Apple, posiblemente la pieza de tecnología más codiciada de la actualidad, se fabrica en China y, desde luego, nadie puede afirmar que sea un producto que no muestre una calidad exquisita en cada detalle. Entonces, ¿de dónde proceden esos increíbles precios de las manufacturas chinas que les están llevando a conquistar el mundo? Pues se consiguen a costa de explotar a unos trabajadores pésimamente pagados que trabajan como animales de tiro en condiciones precarias, por no decir infrahumanas. Con unos costes de mano de obra reducidos a su mínima expresión es lógico que China arrase y se haya convertido en el país con mayor liquidez. En una economía financista como la actual no importa ni la capacidad productiva, ni la calidad, ni el I+D.

Así se explican muchas cosas, como la difícil coyuntura en la que se vio el gobierno español cuando, apenas unos días antes de las elecciones generales, la prima de riesgo de la deuda española sobrepasó los 500 puntos, colocándola en zona de riesgo de rescate. Tres días antes de las elecciones, el mercado exigía una rentabilidad del 7 por ciento. De hecho, la situación era tal que, sencillamente, España no podía pagar su deuda. En opinión del economista Rubén Manso, uno de los expertos contables más reconocidos, hacía tiempo que España se encontraba en zona de rescate, que es «cuando un país no es capaz de pagar los intereses de la deuda». Según algunos cálculos, España destina cada día 75 millones de euros a pagar los intereses y las amortizaciones de su deuda. Los presupuestos del Estado para este año prevén una partida de 27.420 millones para ese fin.

El Tesoro Público de España ha conseguido colocar 3.562 millones de euros en obligaciones a diez años, pero con un tipo de interés que superaba el 7 por ciento, que es el más alto desde el año 1997 —cuando el Tesoro colocó obligaciones a diez años con un interés del 7,26 por ciento—. La prima de riesgo ofrecida a los inversores por los bonos españoles a diez años respecto a los alemanes ha llegado a tocar los 500 puntos básicos tras conocerse los resultados de la subasta, con un rendimiento del 6,762 por ciento, frente al nivel de 466,9 puntos básicos de la apertura.

La troika y los 40 ladrones
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