Gobierno Sachs
Atenas incurrió durante una década, con la ayuda de Wall Street en general, de Goldman Sachs en particular y de Draghi en especial, en prácticas que le permitieron disimular los límites de deuda establecidos por Bruselas. Incluso cuando la crisis fiscal de Grecia estaba en un punto de no retorno, los bancos de Wall Street estaban buscando mecanismos para ayudar a ese país a evitar preguntas incómodas por parte de Bruselas y de los países de la zona euro. De hecho, tres meses antes de que Atenas se convirtiera en el epicentro de la preocupación global por la mala situación de sus cuentas públicas, un equipo de Goldman Sachs llegó a la capital griega con una propuesta «muy moderna» bajo el brazo para gobiernos con dificultades para afrontar sus gastos. Los banqueros, liderados por el presidente de Goldman, Gary Cohn, ofrecieron a Grecia un producto financiero que permitiría a ese país redistribuir parte de la deuda de su sistema sanitario para que no tuviera que hacerle frente hasta mucho más adelante. Atenas no aceptó la última propuesta de Goldman Sachs, pero cabe preguntarse a cuántas propuestas similares accedió previamente.
Al igual que en la crisis de las subprime, los productos financieros de derivados desempeñaron un papel fundamental en la fase previa a la crisis de deuda de Grecia. La Agencia Estadística Europea, Eurostat, no conocía estas transacciones, pero rápidamente se puso al corriente de los hechos y lo que descubrió bajo la alfombra griega puso los pelos de punta a más de uno. Cuando se conoció por fin la verdad de las cuentas griegas, ya en 2009, cundió el pánico en la Eurozona: fue el inicio formal de la crisis europea, que empezó en Atenas, siguió en Irlanda y Portugal e infectó tanto al conjunto de la UE que aún amenaza con llevarse por delante hasta la construcción europea misma.
Los griegos ya están dando más del 53,5 por ciento de sus ingresos fiscales anuales a los bancos para servir una deuda artificial que crece exponencialmente, en vez de reducirse. En 2009 el nuevo ejecutivo griego del socialista Yorgos Papandreu se encontró de sopetón y sin esperárselo con los trucos contables creados por Goldman Sachs. Su primera medida fue colocar al frente de la Agencia de Deuda Pública griega a Petros Christodoulou, que no solo había trabajado en Goldman Sachs, sino que en 2006 era el responsable de Mercados y Banca Privada del Banco Nacional de Grecia, la entidad privada que a partir de ese año vehiculó el swap griego diseñado por Goldman Sachs a través de una cuenta en Delaware (Estados Unidos), territorio considerado un paraíso fiscal.
Su nombramiento no impidió que el antiguo responsable de mercados del Banco Nacional de Grecia se encontrara en el centro de una investigación de la Reserva Federal de Estados Unidos sobre los contratos relativos a la deuda griega que implicaban a Goldman Sachs y otras empresas con tratos fraudulentos con el gobierno de Atenas. En especial, el instituto de emisión estadounidense se interesaba precisamente por la función desempeñada por Petros Christodoulou.
Christodoulou fue el primero de los «Sachs Boys» que comenzaron a acaparar cargos públicos, más o menos visibles, en puestos relacionados con la crisis de la Eurozona. No es un club de fútbol, pero Goldman Sachs puede presumir de fomentar una de las canteras más prolíficas del mundo. No son chavales ilusionados, sino prestigiosos economistas cuya reputación florece rápidamente tras trabajar para uno de los mayores bancos de inversión del mundo.
Los expertos procedentes de Goldman Sachs forman una auténtica red, a la vez oculta y pública, que gracias a sus agendas de contactos tienen abiertas las puertas de presidencias y cancillerías. En muchas ocasiones trabajan como consejeros, contratados con gran esmero y a precio de oro, y conocen hasta las más mínimas sutilezas de los entresijos del poder en el seno de la Unión Europea. ¿Quiénes son los miembros de la vertiente europea del «gobierno Sachs», como se suele denominar al banco por su poder de influencia en Washington? En el Reino Unido Goldman Sachs cuenta con lord Griffiths, consejero de la exprimera ministra Margaret Thatcher, y en Alemania con Otmar Issing, antiguo miembro de la dirección del Bundesbank y execonomista jefe del Banco Central Europeo. Mario Monti, también excomisario europeo, es asesor internacional de Goldman.
Y por supuesto, el recién ascendido a la cúspide del BCE, Mario Draghi, fue vicepresidente de Goldman Sachs International entre 2002 y 2005. Nombres todos ellos con importantes cargos que no supieron, o no quisieron, ver la relación de Goldman Sachs con el destrozo económico que ahora afronta Grecia.26 Así no es de extrañar que Goldman Sachs supere todas las previsiones de beneficios año tras año. The Washington Post escribe al respecto: «El banco de inversión neoyorquino se benefició del torbellino financiero, de la ausencia de sus antiguos rivales y el continuo apoyo del gobierno federal». Los tentáculos del banco no solo se extienden por Europa. Los operadores financieros del Gobierno de Estados Unidos, muchos de los cuales son exejecutivos de la compañía, tienen mucho que ver con estos éxitos. En un controvertido artículo, el periodista Matt Taibbi denunció cómo Goldman Sachs ha estado detrás de las últimas burbujas financieras manipulando el mercado a su favor. Según Taibbi, Goldman Sachs ha logrado desestabilizar el mercado a voluntad debido a la influencia de sus exdirectivos en los diferentes gobiernos: han estado detrás de las decisiones financieras más importantes de los últimos tres presidentes de Estados Unidos y de algunos de los casos que han terminado desembocando en la crisis de la Eurozona. Taibbi sostiene que Henry Paulson dejó morir a Lehman Brothers, uno de los últimos competidores reales de Goldman Sachs, sin ayuda financiera del gobierno mientras un día después prestaba 85.000 millones de dólares a la aseguradora AIG, la cual le pagó 13.000 millones que le debía a Goldman, que de esta forma fue recompensada por sus malas apuestas.
Henry Paulson, secretario del Tesoro en el último mandato de George W. Bush, fue antes presidente ejecutivo de Goldman Sachs durante ocho años, donde compartió despacho con Robert Rubin y Jon Corzine, otros destacados cargos públicos estadounidenses durante la década de 1990.