CORTEJO
WATERHOUSE HA
ESTADO MASCANDO exóticos sistemas de códigos nipones a un
ritmo de más o menos uno por semana, pero después de ver a Mary
Smith en el salón de la casa de huéspedes de la señora McTeague, su
tasa de producción cae casi hasta cero. Podría argumentarse incluso
que es negativa, porque en ocasiones cuando lee el periódico por la
mañana, el texto llano se convierte a sus ojos en un galimatías, y
es incapaz de extraer cualquier información útil.
A pesar del desacuerdo entre él y Turing sobre si el cerebro humano es una máquina de Turing, debe admitir que Turing no tendría demasiados problemas para escribir un conjunto de instrucciones que simulasen las funciones cerebrales de Lawrence Pritchard Waterhouse.
Waterhouse busca la felicidad. Lo consigue rompiendo sistemas de códigos nipones y tocando el órgano. Pero como los órganos no abundan, su nivel de felicidad acaba dependiendo por completo de la actividad de romper códigos.
No puede romper códigos (y por tanto, no puede ser feliz) a menos que tenga la mente clara. Ahora supongamos que designamos la claridad mental como Cm, que está normalizada, o calibrada, de tal forma que siempre se da el caso
0 ≤ Cm < 1
donde Cm=0 indica una mente totalmente ofuscada y Cm=1 es una claridad divina, un estado divino inalcanzable de inteligencia infinita. Si el número de mensajes que Waterhouse descifra en un día se designa por medio de Ndescifrados entonces dependerá de Cm más o menos de la siguiente forma:
La Claridad mental (Cm) se ve afectada por diversos factores, pero con diferencia el más importante es la calentura sexual, que podemos designar por medio de o, por evidentes razones anatómicas que Waterhouse, en su estado actual de desarrollo emocional, encuentra divertidas.
La calentura se inicia en cero y en el momento t=t0 (inmediatamente después de la eyaculación) y aumenta desde ese momento como función lineal del tiempo:
σ α (t-t0)
La única forma de hacer que vuelva a ser cero es arreglárselas para tener otra eyaculación.
Hay un límite crítico ac de forma que si σ > σc a Waterhouse le resulta imposible concentrarse en nada, o, aproximadamente,
lo que es lo mismo que decir que, en el momento en que se eleva por encima del límite σc es totalmente imposible que Waterhouse rompa sistemas criptográficos nipones. Eso le hace imposible alcanzar la felicidad (a menos que haya un órgano disponible, que no lo hay).
Normalmente, después de una eyaculación se requieren dos o tres días para que o sobrepase σc:
Por tanto, la habilidad de eyacular cada dos o tres días es muy importante para mantener la cordura de Waterhouse. Siempre que pueda resolverlo de tal forma, a muestra la clásica forma en dientes de sierra, con los picos de forma óptima en o cerca de σc [véase la gráfica siguiente], y las zonas grises representan periodos en los que es completamente inútil para el esfuerzo bélico.
Hasta aquí la teoría básica. Ahora bien, cuando estaba en Pearl Harbor, descubrió algo que, pensándolo ahora, debería haber sido extremadamente preocupante. Tal fue que la eyaculación obtenida en un prostíbulo (a saber, administrada por una hembra humana de verdad) parecía llegar a un nivel de σ por debajo del que Waterhouse podía conseguir ejecutando un Cambio Manual. En otras palabras, el nivel de calentón posterior a la eyaculación no era siempre igual a cero, como supone la teoría ingenua propuesta anteriormente, sino una cantidad que dependía de si la eyaculación había sido inducida por Yo u Otra: σ = σyo después de la masturbación pero σ = σotra después de abandonar el lupanar, donde σyo > σotra, una desigualdad a la que podían atribuirse directamente los notables éxitos de Waterhouse en romper códigos navales nipones durante su estancia en la Estación Hypo, en que el gran número de prostíbulos convenientemente cercanos le hacía posible pasar un periodo de tiempo mayor entre eyaculaciones.
Aprécíese el periodo de doce días [gráfica anterior], 19-30 de mayo de 1942, con una única y breve interrupción en la productividad, durante el que (algunos podrían argumentar) Waterhouse ganó personalmente la batalla de Midway.
Si lo hubiese pensado, le habría incomodado, porque las implicaciones de σyo > σotra son problemáticas, especialmente si los valores de esas cantidades con respecto a la muy importante σc no son fijos. Si no fuese por esa desigualdad, entonces Waterhouse podría actuar como una unidad autónoma e independiente. Pero σyo > σotra implica que, a la larga, depende de otros seres humanos para obtener su claridad mental y, en consecuencia, su felicidad. ¡Vaya un coñazo!
Quizá ha evitado pensar en ello precisamente por ser tan problemático. La semana después de conocer a Mary Smith comprende que va a tener que pensar un poco más en esos detalles.
Algo en la llegada a su mundo de Mary Smith ha alterado por completo todo el sistema de ecuaciones. Ahora, cuando eyacula, su claridad mental no da el salto hacia arriba de antes. Inmediatamente vuelve a pensar en Mary. ¡Así no hay muchas esperanzas de ganar la guerra!
Va en busca de prostíbulos, con la esperanza de que la vieja y fiable σotra le salve el culo. Lo que trae sus problemas. Cuando se encontraba en Pearl, era fácil y no despertaba mayor interés. Pero la casa de huéspedes de la señorita McTeague se encuentra en un vecindario residencial que, si contiene algún lupanar, al menos se molesta en ocultarlo. Así que Waterhouse debe dirigirse al centro, lo que no es fácil en un lugar en el que los vehículos de combustión interna están propulsados por barbacoas en el maletero. Más aún, la señorita McTeague le vigila. Conoce sus hábitos.
Si empieza a regresar del trabajo cuatro horas tarde, o sale después de cenar, tendrá que dar algunas explicaciones. Y mejor que sean convincentes, porque parece estar protegiendo a Mary Smith bajo un ala temblorosa y gelatinosa y se encuentra en posición de envenenar la mente de la pobre chica contra Waterhouse. No sólo eso, tendría que dar todas sus excusas en público, sentado alrededor de la mesa de la cena, que comparte con el primo de Mary (cuyo nombre de pila resulta ser Rod).
Pero bueno, Doolittle bombardeó Tokio, ¿no? Waterhouse al menos podría conseguir llegar hasta una casa de putas. Le lleva una semana de preparativos (durante la cual es totalmente incapaz de realizar trabajo útil por los elevadísimos niveles de σ), pero lo consigue.
Ayuda un poco, pero sólo en el apartado de administración de niveles de σ. Hasta hace poco, ese era el único nivel y por tanto todo hubiese estado en perfectas condiciones. Pero ahora (como llega a comprender Waterhouse por medio de largas reflexiones durante las horas en que debería estar rompiendo códigos) un factor nuevo ha penetrado en el sistema de ecuaciones que controla su comportamiento; tendrá que escribirle a Alan y contarle que habrá que añadir una nueva instrucción a la máquina de Turing de simulación de Waterhouse. Ese factor nuevo es FpMS, el Factor de Proximidad de Mary Smith.
En un universo más simple, FpMS sería ortogonal a σ, que es lo mismo que decir que ambos factores serían totalmente independientes el uno del otro. Si así fuese, Waterhouse podría continuar con su habitual programa de administración de eyaculaciones en forma de sierra sin realizar ningún cambio. Además de eso, tendría que conseguir mantener frecuentes conversaciones con Mary Smith para mantener FpMS lo más alto posible.
¡Qué desgracia! El universo no es simple. Muy lejos de ser ortogonales, FpMS y σ están entrelazados, de forma tan compleja como las estelas de dos aviones en un duelo aéreo. El antiguo plan de control de σ ya no funciona. Y una relación platónica en realidad haría que FpMS fuese a peor, no a mejor. Su vida, que antes consistía en un conjunto simple de ecuaciones básicamente lineales, se ha convertido en una ecuación diferencial.
Todo eso lo comprende durante la visita al puticlub. En la Marina, ir de putas es tan polémico como mear por el imbornal cuando estás en alta mar, lo peor que se puede decir es que en otras circunstancias podría parecer vulgar. Así qué Waterhouse lleva años haciéndolo sin sentir la más mínima inquietud.
Pero se aborrece a sí mismo durante y después de su primera visita post-Mary-Smith a un prostíbulo. Ya no se ve a sí mismo a través de sus propios ojos sino a través de los de ella, y, por extensión, los de su primo Rod y la señora McTeague y toda la sociedad de gente temerosa de Dios a la que, hasta ahora, no ha prestado ni la más mínima atención.
Parece que la intrusión de FpMS en su ecuación de felicidad no es más que el borde afilado de una cuña que deja a Lawrence Pritchard Waterhouse a merced de un vasto número de factores incontrolables, y le exige que se relacione con la sociedad humana normal. Es horripilante, pero ahora se encuentra preparándose para ir a un baile.
El baile lo organiza una asociación de voluntarios australianos: ni conoce ni le importan los detalles. Está claro que la señora McTeague cree que el alquiler que gana de sus inquilinos la obliga, aparte de a darles de comer y de acomodarlos, a encontrarles esposa, así que les acosa para que vayan y lleven acompañantes femeninas si es posible. Al final Rod consigue cerrarle el pico anunciando que asistirá con un grupo amplio, que incluirá a su prima del campo, Mary. Rod mide como unos ocho pies de alto, así que será fácil localizarlo en una pista de baile abarrotada. A continuación, con suerte, la diminuta Mary estará en sus proximidades.
De tal forma asiste Waterhouse al baile, registrando su mente en busca de frases que pueda emplear para iniciar una conversación con Mary. Se le ocurren varias posibilidades.
—¿Sabes que la industria nipona sólo es capaz de producir cuarenta excavadoras al año? —Seguida de—: ¡No me sorprende que necesiten esclavos para construir sus defensas! O quizá:
—Debido a limitaciones inherentes al diseño, en la configuración de la antena, los sistemas de radar naval nipón tiene un punto ciego en la parte de atrás… Por tanto es conveniente que te acerques exactamente por la popa. O quizá:
—¡Los códigos menores, de más bajo nivel, de la marina nipona son en realidad más difíciles de romper que los importantes de más alto nivel! ¿No es irónico? O quizá:
—Así que vienes del campo… ¿Enlatáis buena parte de vuestra comida? Quizá te interese saber que un pariente cercano de la bacteria que estropea la sopa enlatada es responsable del gas gangrena. O quizá:
—Los acorazados nipones han empezado a estallar de forma espontánea, porque los explosivos de los proyectiles que llevan en las santabárbaras se vuelven químicamente inestables con el paso del tiempo. O quizá:
—El doctor Turing de Cambridge dice que el alma es una ilusión y que todo lo que nos define como seres humanos puede reducirse a una serie de operaciones mecánicas.
Y muchas más en la misma vena. Hasta ahora, no ha dado con nada que le dé garantías absolutas de que Mary Smith vaya a arrodillarse frente a él. En realidad, no tiene ni puñetera idea de qué dirá en realidad. Que es como siempre ha ocurrido con Waterhouse y las mujeres, que es la razón por la que nunca ha tenido en realidad una novia. Pero en esta ocasión es diferente. Ahora está desesperado. ¿Qué hay que decir del baile? Una gran sala. Hombres uniformados, en su mayoría con aspecto más elegante que aquel al que tienen derecho. En su mayoría, con aspecto más elegante que Waterhouse. Mujeres con vestidos y peinados. Carmín, perlas, una banda, guantes blancos, peleas a puñetazos, un poquito de besuqueo y un pizquitín de vomitona. Waterhouse llega tarde, el transporte ha vuelto a traicionarle. Toda la gasolina disponible se emplea para mover grandes bombarderos por la atmósfera y poder así arrojar potentes explosivos contra los nipones. Mover un cilindro de carne llamado Waterhouse por toda Brisbane para que pueda intentar desvirgar a una doncella no está muy alto en la lista de prioridades. Tiene que andar mucho rato embutido en unos rígidos y brillantes zapatos de cuero que acaban siendo algo menos brillantes. Pero cuando llega está seguro de que los zapatos sólo actúan como torniquetes que previenen que muera desangrado por culpa de un incontrolable flujo arterial a través de las heridas que ellos mismos han causado.
Ya muy avanzada la noche, al fin encuentra a Rod en la pista de baile y le sigue, durante varios bailes (a Rod no le escasean las compañeras de baile), a una esquina de la sala donde todos parecen conocerse, y todos parecen estar pasándoselo de maravilla sin la intervención de Waterhouse.
Pero finalmente identifica el cuello de Mary Smith, que le parece igualmente erótico visto por detrás a través de treinta yardas de denso humo de cigarrillo como de lado en el salón de la señora McTeague. Lleva puesto un vestido y un collar de perlas que adorna muy bien la arquitectura de su cuello. Waterhouse cambia de dirección para dirigirse hacia ella y marcha como un marine cubriendo las últimas millas hasta un fortín nipón donde sabe con toda seguridad que va a morir. ¿Puedes recibir una condecoración póstuma por ser derribado envuelto en llamas en un baile?
Está sólo a unos pasos de distancia, todavía acercándose aturdido hacia la blanca columna del cuello, cuando de pronto se acaba la música y puede oír la voz de Mary y la de sus amigos. Charlan felizmente. Pero no hablan inglés.
Finalmente, Waterhouse localiza el acento. No sólo eso: resuelve otro misterio, relacionado con el correo entrante que ha visto en la casa de la señora McTeague, dirigido a alguien llamado cCmndhd.
La cosa es así: ¡Rod y Mary con qwghlmianos! Y su apellido no es Smith, suena vagamente como Smith. Realmente es cCmndhd. Rod se crio en Manchester —sin duda, en un ghetto qwghlmiano— y Mary pertenece a una rama de la familia que se metió en problemas (probablemente por sedición) hace un par de generaciones y fue Transportada al Gran Desierto Arenoso.
¡A ver cómo lo explica Turing! Porque esto demuestra, más allá de toda duda, que existe Dios, y más aún, que Él es amigo personal de Lawrence Pritchard Waterhouse y le ayuda. El problema de la frase inicial queda resuelto, con tanta elegancia como un teorema. Q.E.D., muñeca. Waterhouse avanza lleno de confianza, sacrificando otro centímetro cuadrado de epidermis al altar de sus zapatos voraces. Tal y como lo reconstruyó a posteriori, se interpone, sin querer, entre Mary cCmndhd y su cita de esa noche, y quizá golpeó a este último en el hombro y le obligó a escupir su bebida. Es una maniobra alarmante que silencia a todo el grupo. Waterhouse abre la boca y dice:
—Gxnn bhldh sqrd m!
—¡Eh, amigo! —dice el acompañante de Mary. Waterhouse se vuelve en dirección a la voz. La sonrisa sentimentaloide que tiene colgada de la cara sirve de diana, y el acompañante de Mary la golpea infalible. La mitad inferior de la cabeza de Waterhouse queda entumecida, la boca llena de un fluido templado que sabe a nutritivo. De alguna forma, el amplio suelo de cemento salta al aire, gira como una moneda y le golpea a un lado de la cabeza. Los cuatro miembros de Waterhouse parecen estar clavados al suelo por el peso del torso.
Parece estar produciéndose algún escándalo en el plano remoto que ocupan la mayoría de las cabezas de la gente, a cinco o seis pies por encima del suelo, donde tradicionalmente tienen lugar las interacciones sociales. El acompañante de Mary está siendo apartado a un lado por un tipo con aspecto fuerte; es difícil reconocer los rostros con la cara de lado, pero Rod sería un buen candidato. Rod grita en qwghlmiano. En realidad, todo el mundo está gritando en qwghlmiano —incluso lo que hablan en inglés— porque el centro de reconocimiento del habla de Waterhouse sufre un ataque severo de ganglios discordantes. Mejor dejar esos detalles avanzados para más tarde y concentrarse en aspectos filogéneticos más básicos: estaría bien, por ejemplo, volver a ser un vertebrado. Después de eso, la locomoción cuadrúpeda podría ser útil.
Un tipo animado, qwghlmiano-australiano, con uniforme de la Real Fuerza Aérea Australiana se acerca y le agarra por la aleta anterior derecha, obligándole a trepar por la escala evolutiva antes de que esté listo. No está tanto haciéndole un favor a Waterhouse como poniendo la cara de Waterhouse allí donde pueda estudiarse mejor. El tipo de la RAAF le grita (porque la música ha empezado de nuevo):
—¿Dónde aprendiste a hablar así?
Waterhouse no sabe por dónde empezar, dios no permita que vuelva a ofender a esa gente. Pero no tiene que hacerlo. El tipo de la RAAF retuerce la cara de asco, como si acabase de ver una tenia de seis pies que intentase escapar por la garganta de Waterhouse.
—¿Qwghlm Exterior? —pregunta.
Waterhouse asiente. Los rostros confundidos y horrorizados que tiene al frente se convierten en máscaras de piedra. ¡Qwghlmianos del interior! ¡Claro! Los isleños del interior están continuamente puteados, por eso tienen la mejor música, las personalidades más divertidas, pero se les envía constantemente a Barbados a cortar caña de azúcar, o a Tasmania a perseguir ovejas, o a… bien, al suroeste del Pacífico a dejar que les persigan nipones hambrientos a través de la jungla cargando con bombas mochila.
El tipo de la RAAF se obliga a sonreír, le da un tirón en el hombro. Alguien del grupo tendrá que aceptar el desagradable trabajo de hacer de diplomático, eliminando los obstáculos, y con el instinto de un verdadero qwghlmiano del interior para los trabajos de mierda, el chico de la RAAF acaba de ofrecerse voluntario.
—Para nosotros —le explica con una sonrisa—, lo que has dicho no se considera un saludo amable.
—Oh —dice Waterhouse—, entonces, ¿qué he dicho?
—Dijiste que mientras estabas en el molino para presentar una queja por un saco con una costura débil que se abrió el jueves, se te hizo comprender, por el tono de la voz del propietario, que la tía abuela de Mary, una solterona de mala reputación cuando era joven, había contraído una infección de hongos en las uñas de los dedos de los pies. Se produce un largo silencio. Luego todos hablan simultáneamente. Al final, una voz de mujer se abre paso por entre la cacofonía:
—¡No, no! —Waterhouse la mira; se trata de Mary—. Yo lo que he entendido es que estaba en el pub, y que se encontraba allí para pedir trabajo como cazador de ratas, y que era el perro de mi vecino el que había contraído la rabia.
—Se encontraba en la basílica para pedir confesión… el sacerdote-angina… —grita alguien desde atrás. Luego todos hablan a la vez:
—El muelle… la medio hermana de Mary… lepra… miércoles… quejándose por el ruido excesivo de una fiesta.
Un brazo fornido pasa sobre los hombros de Waterhouse apartándole de la cacofonía. No puede volver la cabeza para ver quién es el dueño del miembro, porque ha perdido de nuevo la columna vertebral. Supone que es Rod, tomando como un caballero al pobre y confuso yanqui bajo su protección. Rod se saca un pañuelo limpio del bolsillo y se lo pone a Waterhouse en la boca, luego aparta la mano. El pañuelo se queda pegado al labio, que a estas alturas tiene la forma de un globo.
No es el único gesto de amabilidad. Incluso le trae una copa y le busca una silla.
—¿Sabes lo de los navajos? —le pregunta Rod.
—¿Eh?
—Los marines emplean indios navajos como operadores de radio… hablan entre ellos en su propia lengua y los nipos no tienen ni idea de qué coño están diciéndose.
—Oh. Sí. Lo he oído —dice Waterhouse.
—Winnie Churchill oyó lo de los navajos. Le gustó la idea. Quería que las fuerzas de Su Majestad hiciesen lo mismo. Nosotros no tenemos navajos. Pero…
—Tenéis qwghlmianos —dice Waterhouse.
—Hay dos programas diferentes —continúa Rod—. La Marina Real emplea qwghlmianos del exterior. El Ejército de Tierra y las Fuerzas Aéreas emplean del interior.
—¿Cómo os va?
Rod se encoge de hombros.
—Más o menos. El qwghlmiano es una lengua muy concisa. No tiene ninguna relación con el inglés o el celta… sus parientes más cercanos son el !Qnd, que lo habla una tribu de pigmeos de Madagascar, y el aleutiano. En todo caso, cuanto más conciso mejor, ¿no?
—En todos los sentidos —dice Waterhouse—. Menor redundancia… hace que el código sea más difícil de romper.
—El problema es que no es ni de lejos una lengua muerta. De pronto se encontró tendida con la cara en el suelo y un sacerdote encima haciendo el signo de la cruz. ¿Comprendes?
Waterhouse asiente.
—Así que cada uno lo escucha de una forma ligeramente diferente. Justo como ahora… escucharon tu acento de Qwghlm Exterior y dieron por supuesto que ibas a lanzar un insulto. Pero yo sabía que estabas diciendo que creías, según un rumor que habías oído el martes pasado en el mercado de carne, que la convalecencia de Mary era normal y que en una semana estaría recuperada.
—Intentaba decir que estaba preciosa —protesta Waterhouse.
—¡Ah! —dice Rod—. Entonces deberías haber dicho «Gxnn bhldh sqrd m!».
—¡Eso es lo que dije!
—No, confundiste la glotal media con la glotal frontal —dice Rod.
—¿De verdad —pregunta Waterhouse— podéis distinguirlas hablando por radio?
—No —dice Rod—. En la radio nos centramos en lo más básico: «Ve allí y toma ese fortín o te juro que te mato.» Y ese tipo de cosas.
No mucho después la banda ha terminado la última canción y la fiesta se acaba.
—Bien —dice Waterhouse—, ¿le dirás a Mary lo que pretendía decir de verdad?
—Oh, estoy seguro de que no es necesario —dice Rod con toda confianza—. Mary es muy buena juzgando a las personas. Estoy seguro de que sabe cuál era tu intención. Los qwghlmianos destacan en la comunicación no verbal.
Waterhouse apenas puede controlarse para no decir Supongo que no os queda más remedio, lo que probablemente le ganaría otro golpe en la cara. Rod le estrecha la mano y se va. Waterhouse, atrapado por los zapatos, parte con dificultad.