MANSIÓN QWGHLM
WATERHOUSE
DESFILA arriba y abajo por la tranquila calle lateral,
echando vistazos a las placas de metal fijadas a sólidas casas
blancas:
SOCIEDAD PARA LA UNIFICACIÓN DEL HINDUISMO Y EL ISLAM
SOCIEDAD PARA LA SOLIDARIDAD ANGLO-LAPONA
ASOCIACIÓN DE FULMINANTES
SOCIEDAD CHANG TZSE DE LA MUTUA BENEVOLENCIA
COMITÉ REAL PARA LA MITIGACIÓN DEL DESGASTE DEL CIGÜEÑAL MARINO
FUNDACIÓN PARA LA PROPAGACIÓN DE LA LIBÉLULA BOLGER
LIGA ANTIGALES
KOMITÉ DEL KAMBIO ORTOGRÁFIKO
SOCIEDAD PARA LA PREVENCIÓN DE LA CRUELDAD CON LAS ALIMAÑAS
IGLESIA DE LA CONCIENCIA CUÁNTICA ÉTICA VÉDICA
COMITÉ DE LA MICA IMPERIAL
Al principio confunde la Mansión Qwghlm con el gran almacén más pequeño y peor situado del mundo. Tiene un escaparate arqueado que se alza sobre la acera como la embestida de un trirreme, engalanado con adornos Victorianos, y que contiene un despliegue bastante humilde: un maniquí descabezado vestido con algo que parece haber sido tejido con estropajo (¿quizás un tributo a la austeridad en tiempos de guerra?), un montón de porquería pálida con una pala clavada, y otro maniquí (una adición reciente relegada a una esquina) vestido con un uniforme de la Marina Real y que sostiene un rifle de cartón.
Waterhouse encontró un ejemplar comido por los gusanos de la Encyclopedia Qwghltniana en una librería cerca del Museo Británico y lo ha estado llevando en el maletín desde entonces, absorbiendo una página o dos de cada sentada como si fuesen dosis de una medicina muy fuerte. Los temas primordiales de la Enciclopedia son tres, y dominan cada párrafo tan totalmente como los Tres Sgrhs dominan el paisaje de Qwghlm Exterior. Dos de esos temas son lana y guano, aunque los qwghlmianos les dan otros nombres, en su lengua antigua y muy sui géneris. De hecho, actúa la misma híper especialización lingüística que supuestamente se da con los esquimales y la nieve y los árabes y la arena, y la Encyclopedia Qwghltniana nunca emplea las palabras inglesas «lana» y «guano» excepto para difamar las versiones inferiores de esos productos que se exportan desde lugares como Escocia en un pérfido intento de confundir a los compradores ingenuos que aparentemente dominan los mercados mundiales de materias primas. Waterhouse tuvo que leer la enciclopedia casi de cabo a rabo y usar todas sus habilidades criptoanalíticas para deducir, por inferencia, qué productos eran esos.
Como ha aprendido tanto sobre ellos, le fascina haberlos encontrado tan orgullosamente exhibidos en el corazón de una ciudad cosmopolita: un montón de guano y una mujer vestida de lana[9]. El traje de la mujer es completamente gris, siguiendo la tradición qwghlmiana que desprecia la pigmentación como una innovación odiosa y chabacana de los escoceses. La parte superior del conjunto es un suéter que parece estar hecho de fieltro. Un examen más de cerca revela que está tejido como cualquier otro suéter. La oveja qwghlmiana es el producto evolutivo de miles de años de muertes sucesivas relacionadas con el clima. Su lana es famosa por su densidad, sus fibras enroscadas y su inmunidad a todos los procesos químicos para alisarla. Crea un efecto enmarañado que la enciclopedia describe como supremamente deseable y para la que hay un extenso vocabulario descriptivo.
El tercer tema de la Encyclopedia Qwghlmiana se insinúa con el maniquí del rifle.
Apoyándose contra la pared, cerca de la entrada del edificio, hay un guarda vestido con una antigua variación del uniforme de la Milicia Nacional, con sus pantalones cortos. Las pantorrillas están embutidas en formidables calcetines fabricados con una variante de la lana qwghlmiana, y sujetos en su sitio, justo bajo la rodilla, con torniquetes hechos con gruesos cordones tejidos en un patrón vagamente celta (en casi cada página, la enciclopedia reafirma que los qwghlmianos no son celtas, pero sí inventaron los mejores aspectos de la cultura celta). Esas ligas son el ornamento tradicional de los verdaderos qwghlmianos: los caballeros las llevan ocultas bajo los pantalones. Tradicionalmente se fabricaban con las largas y delgadas colas de skrrgh, que es el mamífero predominante nativo de las islas, y que la enciclopedia define como: «un pequeño mamífero del orden rodentia y del orden muridae, común en las islas, que subsiste principalmente de huevos de aves marinas, capaz de multiplicarse con gran rapidez cuando se le suministra otra comida, admirado e incluso emulado por los qwghlmianos por su resistencia y adaptabilidad».
Después de que Waterhouse llevase allí unos momentos disfrutando de un cigarrillo y examinando esas ligas, el maniquí se movió ligeramente. Waterhouse cree que está cayéndose por un golpe de viento, pero a continuación comprende que está vivo, y no se cae sino que cambia el peso de un pie a otro.
El guarda nota su presencia, sonríe oscuramente, y emite algunas palabras de saludo en su lengua que, como ya ha quedado claro, es incluso peor que el inglés para transcribirla al alfabeto romano.
—¿Qué tal? —dice Waterhouse.
El guarda dice algo más largo y más complicado. Después de un rato, Waterhouse (ahora en su papel de criptoanalista, buscando sentido entre el azar aparente, con su circuito neuronal explorando las redundancias en la señal) comprende que el hombre le está hablando en un inglés de fuerte acento. Concluye que su interlocutor decía:
—¿De qué parte de los Estados Unidos viene?
—Mi familia se ha trasladado mucho —dice Waterhouse—. Digamos que Dakota del Sur.
—Ahh —dice el guarda con ambigüedad mientras se arroja contra la puerta. Después de un rato la puerta comienza a moverse hacia dentro, las bisagras de hierro fijadas a mano rechinan ominosas al pivotar sobre los agujeros de una pulgada de ancho. Finalmente, la puerta choca contra algún tipo de tope inmenso. El guarda permanece apoyado contra ella, formando con el cuerpo un ángulo de cuarenta y cinco grados, evitando que vuelva a cerrarse y aplaste a Waterhouse, quien entra corriendo. En su interior, una diminuta antesala se ve dominada por una escultura: dos nínfulas ataviadas con diáfanos velos dando de patadas a una arpía, titulada Fortaleza y Adaptabilidad Expulsando a la Adversidad.
La misma operación se repite algunas veces con puertas que son sucesivamente más ligeras pero están más decoradas. La primera sala, queda claro, era realmente la preantepenúltima sala, así que pasa un buen rato antes de que pueda decirse que están definitivamente en la Mansión Qwghlm. Para entonces le parece que está en el centro de la manzana, y Waterhouse medio espera ver pasar el metro. En lugar de eso, se encuentra en una habitación sin ventanas cubierta de madera, con una araña de cristal dolorosamente brillante pero que en realidad no parece iluminar nada. Sus pies se hunden tanto en la alfombra chillona que casi se rompe un ligamento. El otro extremo de la sala está protegido por un Escritorio sólido con una Dama robusta detrás. Por aquí y allá hay grandes sillas Windsor de ébano, con el aspecto larguirucho pero peligroso de los aborígenes.
Hay diversas pinturas colgando de las paredes. A primera vista, Waterhouse las clasifica entre las que son más altas que anchas y las otras. La primera categoría está compuesta por retratos de caballeros, los cuales parecen compartir un penoso defecto genético que informa la geometría de sus cráneos. La última categoría son paisajes o, en la misma proporción, marinas, todos del tipo desolado y agreste. Esos pintores qwghlmianos aprecian tanto la pintura verde azulada de fabricación local[10] que la aplican a paletadas.
Waterhouse lucha con las greñas de la Alfombra hasta que está cerca del Escritorio, donde recibe el saludo de la Dama, quien le da la mano y compone el rostro en una especie de alusión a una sonrisa. Se produce un largo intercambio de charla amable y superficial de la que Waterhouse sólo recuerda «Lord Woadmire le recibirá pronto» y «¿Té?»
Waterhouse dice sí al té porque sospecha que esa dama (ha olvidado su nombre) no se está ganando el sueldo. Claramente contrariada, eyecta de la silla y se pierde en las regiones más estrechas y profundas del edificio. El guarda ya ha vuelto a su puesto en la fachada.
Hay una fotografía del rey colgando de la pared tras el escritorio. Waterhouse no había sabido, hasta que el coronel Chattan se lo recordó discretamente, que el título completo de Su Majestad no era simplemente Rey de Inglaterra por la Gracia de Dios, sino Rey del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del norte, la Isla de Man, Guernsey, Jersey, Qwghlm Exterior y Qwghlm Interior P.L.G.D.D.
Junto a ella hay una pequeña fotografía del hombre con el que va a encontrarse. Ese tipo y su familia aparecen bastante esquemáticamente en la enciclopedia, que ya tiene varias décadas, por lo que Waterhouse ha tenido que investigar un poco por su cuenta. El hombre está emparentado con los Windsor de una forma tan intrincada que sólo puede expresarse empleando vocabulario genealógico avanzado.
Nació Graf Heinrich Karl Wilhelm Otto Friedrich von Übersetzenseehafenstadt, pero cambió su nombre a Nigel St. John Gloamthorpby, también conocido como Lord Woadmire, en 1914. En la fotografía tiene totalmente el aspecto de un von Übersetzenseehafenstadt, y está completamente libre del problema geométrico craneal tan evidente en los retratos más antiguos. Lord Woadmire no está emparentado con la línea ducal original de Qwghlm, la familia Moore (forma inglesa del nombre de clan qwghlmiano Mnyhrrgh), que terminó en 1888 por una combinación espectacularmente improbable de esquistosomiasis, suicido, antiguas y supurantes heridas de la guerra de Crimea, rayo, cañón fallido, caída de caballo, ostras indebidamente enlatadas y olas traicioneras.
El té tarda un poco en llegar y Lord Woadmire tampoco parece tener mucha prisa en ganar la guerra, así que Waterhouse se da una vuelta por la habitación, fingiendo preocuparse de los cuadros. El mayor de ellos representa a varios romanos magullados y lacerados arrastrando sus tristes culos por una costa rocosa y desagradable mientras los restos de su flota de invasión flotan empujados por las olas. De frente y en el centro hay un romano que no ha perdido la nobleza pese al desgaste y las penalidades. Está sentado con aspecto fatigado sobre una alta roca, porta en la débil mano una espada rota y mira ansiosamente a través de varias millas de mar tumultuoso hacia una isla reluciente y paradisíaca. La isla está ricamente bendecida con altos árboles, prados en flor y pastos verdes, pero incluso así puede ser identificada como Qwghlm Exterior gracias a los Tres Sghrs en lo alto. La isla está protegida por un par de formidables castillos; sus playas pálidas, casi caribeñas, están cubiertas con las coloristas banderas de los defensores que (es preciso asumir) acaban de dar a los romanos una lección que tardarán en olvidar. Waterhouse no se molesta en inclinarse para leer la placa; sabe que el tema de la pintura es el fallido, y probablemente apócrifo, intento de Julio César de añadir el archipiélago Qwghlm al Imperio Romano, lo más lejos de Roma que llegó nunca y la peor idea que nunca tuvo. Decir que los qwghlmianos no han olvidado el asunto es como decir que los alemanes son un poco irritables.
—Donde César fracasó, ¿qué esperanza tiene Hitler?
Waterhouse se dirige hacia la voz y descubre a Nigel St. John Gloamthorpby, también conocido como Lord Woadmire, también conocido como Duque de Qwghlm. No es un hombre alto. Recorre la alfombra como un ganso para darle la mano. Aunque el coronel Chattan le informó de la forma adecuada de dirigirse a un duque, Waterhouse tiene tantas posibilidades de recordarlo como de dibujar el árbol genealógico de la familia ducal, por lo que decide estructurar todas sus declaraciones de forma que evite referirse al duque mediante nombre o pronombre. Será un juego divertido y hará que el tiempo pase más rápido.
—Es una pintura espléndida —dice Waterhouse—, maravillosa.
—Descubrirá que las islas en sí no son menos extraordinarias, y por las mismas razones —dice el duque tangencialmente.
Para cuando Waterhouse se da cuenta de lo que está pasando, ya está en la oficina del duque. Tiene la impresión de que durante el camino se ha producido cierta conversación rutinaria, pero nunca se ha visto impelido a prestar atención a ese tipo de cosas. Le ofrecen té, y lo acepta, por segunda o tercera vez, pero no se materializa.
—El coronel Chattan está en el Mediterráneo, y me han enviado en su lugar —le explica Waterhouse—, no para malgastar el tiempo tratando detalles logísticos, sino para transmitir nuestra enorme gratitud por la generosa oferta con respecto al castillo. ¡Conseguido! Sin pronombres, sin fallos.
—¡En absoluto! —El duque se lo está tomando como una afrenta a su generosidad. Habla con la cadencia digna y pausada de un hombre que está consultando mentalmente el diccionario alemán-inglés—. Incluso dejando de lado mis… obligaciones patrióticas… aceptadas con alegría, por supuesto… casi está… terriblemente de moda tener a todo… un equipo… de… personas uniformadas y chismes corriendo por la despensa… de uno.
—Muchas de las grandes casas de Inglaterra están realizando su aporte a la guerra —admite Waterhouse.
—Bien… no faltaba más, así que… utilícenlo! —dice el duque—. ¡Nada de… reticencias! ¡Utilícenlo… por completo! ¡Denle un buen… repaso! Ha… sobrevivido… a un millar de inviernos de Qwghlm y sobrevivirá… a lo peor que puedan hacerle.
—Tenemos la esperanza de enviar pronto un pequeño destacamento —dice Waterhouse amablemente.
—¿Podría… saber… para satisfacer… mi propia… curiosidad… qué tipo…? —dice el duque y deja de hablar.
Waterhouse está preparado para esa pregunta. Está tan preparado que debe contenerse durante un momento y fingir discreción.
—Huffduff.
—¿Huffduff?
—HFDF. Radiogoniómetro de alta frecuencia. Una técnica para localizar transmisores de radio lejanos triangulando desde varios puntos.
—Yo pensaría… que sabrían… dónde están… todas las emisoras alemanas.
—Lo sabemos, excepto por los transmisores en movimiento.
—¿Movimiento? —El duque frunce el ceño de forma tremenda, imaginándose un gigantesco transmisor de radio, torre y todo, montado sobre cuatro raíles paralelos como el Gran Berta, arrastrándose por la estepa, tirado por ucranianos enganchados.
—Piense en los submarinos —dice Waterhouse con delicadeza.
—¡Ah! —dice el duque explosivamente—. ¡Ah! —Se reclina sobre la chirriante silla de cuero, examinando una imagen totalmente distinta en su mente—. ¿Salen… no, y envían… mensajes de radio?
—Lo hacen.
—Y ustedes… escuchan.
—¡Si pudiésemos! —dice Waterhouse—. No, los alemanes han empleado esa famosa habilidad matemática que les caracteriza para inventar cifrados que son totalmente imposibles de romper. No tenemos ni la más mínima idea de lo que dicen. Pero usando huffduff podemos descubrir desde dónde lo dicen, y establecer la ruta de nuestros convoyes de acuerdo a esa información.
—Ah.
—Así que lo que pretendemos hacer es montar grandes antenas rotatorias en el castillo, y llenar el lugar con expertos en huffduff.
El duque frunce el ceño.
—¿Tendrán las medidas de seguridad… adecuadas contra los rayos?
—Naturalmente.
—¿Y son conscientes de que pueden… esperar… tormentas de hielo… hasta en agosto?
—Los informes de la Real Estación Meteorológica de Qwghlm, en todo su conjunto, no dejan demasiado a la imaginación.
—¡Entonces bien! —suelta el duque, aceptando la idea con entusiasmo—. Entonces, ¡usen el castillo! ¡Y denles… denles un infierno!