EL NUEVO RUMBO DE LA EVOLUCIÓN

Si después de todo lo que has leído te has convertido al Neodarwinianismo más ortodoxo, ves diminutos Replicantes y obedientes máquinas de supervivencia hasta debajo de tu cama; si en este momento estás temblando de miedo mientras te preguntas si eres o no un buen partido genético, hay algo que debo pedirte con la mayor urgencia…

¡CORTA EL ROLLO!

Es hora de coger todo lo aprendido y aparcarlo en una esquinita de tu mente. Como referencia, nada más.

¿Por qué?

Porque, querido amigo, esos pequeños Replicantes que habitan dentro de ti y de mí, me temo que han perdido un poco los papeles. En otras palabras, se han quedado un tanto anticuados. El nuevo milenio ha llegado sin que ellos se enteren y, aunque es lo último que esperan, lo ha puesto todo patas arriba. Como diría una amiga mía, los pobres «no saben ya ni pa donde tirar».

SOMOS MÁQUINAS OBSOLETAS

Por definición, la selección natural es un mecanismo evolutivo sin fallos. Lo peor adaptado desaparece sin dejar huella, en tanto que lo mejor adaptado permanece y se replica, dando pie a futuras y mejores adaptaciones. Como es lógico, un entorno estable tiene que acabar produciendo máquinas perfectas para dicho entorno.

Es gracias a esta selección natural que tú y yo estamos aquí. Es gracias a ella que nuestros genes han podido diseñar sofisticadas máquinas de supervivencia. Máquinas, querido amigo, prácticamente perfectas. Sí, perfectas…

Perfectas para habitar en la sabana africana, en pequeñas comunidades de 50 a 150 individuos, hace unos 100.000 años.

¿Me sigues?

Desde entonces, las cosas han cambiado un poquito, ¿no crees?

La cuestión es que, cuando las condiciones cambian, la especie debe evolucionar para adaptarse a ellas.

Y sí, la selección natural es perfecta. El único problema es que la evolución que se lleva a cabo a través de ella lleva tiempo. Muuuuucho tiempo…

Y a ti y a mí nos ha pillado en medio. Bueno, ¿qué digo, en medio? A decir verdad, el cambio nos ha pillado «en bragas». La selección natural que debería tener lugar a partir de estas nuevas condiciones ni siquiera ha dado sus primeros bostezos.

¿QUÉ ESTÁ ANTICUADO?

Muchas cosas, amigo mío. Muchas cosas.

Para empezar, nuestro circuito emocional, que es de la época de María Castaña. A la mayoría de los seres humanos, por ejemplo, nos motiva más evitar el fracaso que perseguir el éxito. Esto venía bien en el pasado, cuando el fracaso era muy costoso y, a veces, suponía hasta la muerte. En el mundo actual, con menos peligros y mayor abundancia, hay menos que perder, y mucho que ganar. Puedes fracasar cientos de veces, levantarte ileso y como mínimo haber aprendido algo. Puede que te quede trauma, cierto, pero eso es solo porque tus genes obsoletos creen, equivocadamente, que asociando traumas a tus fracasos te están ayudando. De hecho, está más que demostrado que, en la situación actual[48], los optimistas lo tienen estadísticamente mucho mejor que los pesimistas para prosperar. Sin embargo, por el momento y hasta que los optimistas no nos barran a todos de la faz de la Tierra, la mayoría seguimos siendo pesimistas.

Otra cosita: ¿sabes por qué, cada vez que te encuentras con una TB que no conoces, sientes un gran deseo de abordarla y, a la vez, un pánico que te hiela la sangre? Sencillamente, porque hace 100.000 años te la jugabas cada vez que te acercabas a una mujer desconocida. Forzosamente, esta pertenecía a otra tribu, y lo más probable es que un grupito de Machos Alfa te esperasen sonrientes con guijarritos de treinta kilos en las manos y la amigable intención de abrirte con ellos la cabeza. Pues bien, esta situación debió de darse tantas veces que, aquellos individuos que nacieron con un miedo instintivo a abordar nenas extrañas, acabaron por extenderse y ocupar el lugar de aquellos más «sociables». Así que, la próxima vez que maldigas tu timidez, ya sabes de dónde viene.

Por supuesto, este también es un mecanismo obsoleto. De hecho, en el mundo actual se está más seguro abordando mujeres que al volante de un coche. Al menos estadísticamente[49].

En general, todo lo que se conoce por miedos irracionales es probable que tenga que ver con programaciones emocionales obsoletas. Y lo mismo podría decirse de muchas formas de estrés, de ciertas clases de ira, tristeza, depresiones, etc.

MÁS COSAS ANTICUADAS

Hay muchas, así que las que mencione tómalas solo como ejemplos para abrir tu mente.

Por ejemplo, ¿de qué te sirve ahora ser un goloso glotón? Aunque en el pasado tuvo su importante razón de ser, en nuestra sociedad industrial y sedentaria puede traerte, sobre todo, problemas de salud.

Y aún cuando nos centremos únicamente en temas sexuales o relacionados con la atracción, nuestros genes parecen continuar anclados en el pasado.

Por ejemplo, ¿qué sentido tiene ahora que te atraigan los pechos grandes y firmes, cuando un cirujano plástico puede hacer que cualquier mujer los tenga? Este tipo de objeciones es extensible, lógicamente, a todo lo que guarde relación con la cosmética y el mercado de la belleza artificial.

Y dime, ¿cómo beneficias a tus genes cuando te masturbas? ¿Y cuando haces el amor con un preservativo?

Otro elemento que te puede hacer reflexionar es que, antiguamente, solía ser una buena estrategia para los genes de un Hombre Alfa el que este se acostara con muchas mujeres. A menudo, ocurría que los ingenuos Beta que se hacían cargo de ellas criaban también a los hijos de su rival, tomándolos por suyos. Pero dime, con las pruebas de paternidad de que disponemos y la legislación vigente, ¿no crees que dicha estrategia puede resultar un tanto costosa en nuestros días?

En cuanto a la mujer, ¿le resulta ya tan útil su obsesión por la fama, el poder, la belleza o el dinero? En nuestro mundo, cualquier imbécil puede heredar una fortuna de una tía lejana o ganar la lotería y hacerse rico de la noche a la mañana, sin que uno solo de sus genes haya tomado cartas en el asunto. Con la televisión, los grupos pop basura, etc., cualquier idiota puede también obtener una fama rápida y, genéticamente hablando, inmerecida. Y, por último, cualquier imbécil con un poco de voluntad y decisión puede pincharse unas cuantas tabletas de esteroides, comer como una lima, beber batidos proteínicos y ponerse en pocos meses como el armario de tu abuela. Si además toma rayos uva y alguien le asesora un poco con la ropa, tendrás la viva réplica de un Macho Alfa en menos que canta un gallo. Si el imbécil, además, resulta ser el mismo al que le ha tocado la lotería, podrá incluso comprarse una motaza, un deportivo descapotable y ponerse la cara de Brad Pitt. Y no digamos ya si al imbécil le da por tocar la guitarra eléctrica y montar una banda pop dirigida a las quinceañeras[50].

Por último, ¿le sigue perjudicando a la mujer, desde un punto de vista biológico, el ser promiscua? Aunque sus genes obsoletos la han programado para que se sienta mal por adoptar dicha actitud, basta que use anticonceptivos en sus relaciones para que esta aprensión resulte irracional. Hoy en día, y con medidas adecuadas, ser promiscua es como estar a favor del nudismo o ser gay[51]. Es decir, puede estar mal visto por algunos, pero no importa realmente.

EL FUTURO

Ya sabemos cómo funciona la selección natural. Apto, no apto. Sobrevive, muere. Deja descendencia, no lo hace.

Para que me entiendas, funciona a base de sangre, sudor y lágrimas.

Ahora bien, ¿es esto lo que tiene que ocurrir durante millones de años hasta que nuestra especie sea reemplazada por otra que «funcione» correctamente?

A fin de cuentas, tanto la estrategia reproductiva del hombre como la de la mujer están claramente anticuadas. Por muchísimas razones, parece razonable anticipar que, de seguir así las cosas, el futuro debería ser más homogéneo que el presente en lo que respecta a las diferencias sexuales. En nuestro entorno, diferencia tan marcada entre sexos parece carecer por completo de sentido. De hecho, ni siquiera existirá una razón para que todo el mundo no sea bisexual u homosexual.

Como ocurre con tantas otras cosas, solo el tiempo dirá si la especie en su conjunto tomará un camino promiscuo, como el de los hombres actuales, o más selectivo, como el de las mujeres actuales. O incluso uno mixto.

En cualquier caso, muchas cosas han dejado ya de tener sentido en nuestros días. La prueba más extrema de esto la encontramos en la propia selección natural, de la que no hay razón para pensar que no se vea pronto reemplazada por otra artificial, la cual se llevaría a cabo por humanos y desde criterios estrictamente humanos[52].

Si algo así ocurre finalmente, cabe preguntarse qué será del sexo. ¿Desaparecerá dada su inutilidad o decidiremos conservarlo como diversión? Personalmente, me parecería una lástima perder el contacto con nuestras raíces de una forma tan radical. Pero, por supuesto, la decisión no está en mis manos.

LA REBELIÓN DE LAS MÁQUINAS

Los seres humanos somos las únicas máquinas del universo conocido que han tomado conciencia de su propio origen evolutivo. Además, somos las únicas también que han adquirido la reciente capacidad de rebelarse.

Después de todo, una persona que se suicida, que usa anticonceptivos al practicar la cópula o simplemente se masturba, puede que no esté ayudando de la mejor manera posible a sus genes. ¿Tenemos que interpretar estas capacidades como imperfecciones en nuestro diseño que serán corregidas con el tiempo? ¿O debemos más bien pensar que el ser humano ha conseguido emanciparse de sus creadores y tomar para siempre las riendas de su propia evolución?

Con el reciente descubrimiento de la ingeniería genética, parece que lo segundo es más que posible. De ser así, podríamos decir que la evolución se basó, al principio, en la supervivencia de lo estable. Después, de lo más apto y mejor adaptado. Ahora parece que ha llegado el momento de que tome un nuevo giro, protagonizado por el ser humano mismo.

La única pregunta que cabe formularse es si sabremos estar a la altura de este reto. En cualquier caso, todo indica que hemos atravesado ya el umbral de una nueva era. La era en que los seres humanos habrán de poner los genes a su servicio, y no al revés.

PON LOS GENES A TU SERVICIO, NO AL REVÉS

Aunque aún nos condicionan enormemente, los intereses de los genes pueden transgredirse sin renunciar a la felicidad. Si se sabe cómo hacerlo, claro.

En muchos casos, por supuesto, no nos convendrá llevarles la contraria. En otros, hacerlo no solo nos convendrá a nosotros, sino también a ellos.

El entorno ha cambiado tanto, que algunas de las instrucciones que nuestros viejos programadores nos han dado están —como hemos visto— anticuadas y resultan más dañinas que beneficiosas para ellos. Asombrosamente, somos nosotros los responsables de haber operado dicho cambio en el entorno. Más asombrosamente aún, ahora tenemos el poder de tomar nosotros mismos las riendas de la evolución. Entre tanto, tú y yo seguimos siendo máquinas programadas para prestarles lo que ellos interpretan, a menudo erróneamente, como el mejor servicio. Aunque estén desfasados, ni tú ni yo no podemos librarnos de ellos. Podemos pues decir que, en general, nos espera una vida de infelicidad si ignoramos por completo sus propósitos básicos. Por otra parte, tampoco vas a ir por ahí hiperpoblando el mundo de hijos tuyos. A menos que te vaya realmente la vida familiar, claro está.

Entonces, ¿en qué debe consistir nuestro camino?

Mi respuesta es simple: en engañarlos.

¿CÓMO SABER SI ERES UN VERDADERO MACHO ALFA?

La respuesta es: «no puedes». La buena noticia es: «no importa».

No importa que genéticamente seas o no un Macho Alfa, porque: En este preciso instante hay numerosos hombres que desde una perspectiva estrictamente genética no deberían considerarse verdaderos Machos Alfa, pero que se acuestan con mujeres como si lo fueran. Paralelamente, en este momento hay verdaderos Machos Alfa, Machos Alfa genéticos, que se están masturbando como auténticos betas, gammas o… incluso epsilones. Como se desprende de capítulos anteriores, serlo o no a un nivel genético resulta prácticamente irrelevante.

Seguramente, en otro tiempo jugó un papel importante a la hora de decidir la vida sexual de los hombres. Hablo de una época en la que existía una relación directa entre genética del hombre y éxito con las mujeres. Por supuesto, también la había entre genes y Estatus social: ser más fuerte, inteligente, mejor líder, más motivador o persuasor, etc.… implicaba mayor Estatus y, por lo tanto, mayores ventajas y adicional VSR. Cosas, a su vez, que se traducía en más oportunidades de apareamiento.

Pero las cosas han cambiado, y esta relación se rompió hace tiempo.

El Estatus ya no se gana siempre. A menudo se hereda o te toca por azar. Y aquel que llega a alcanzar un elevado Estatus exclusivamente por sus propios méritos, demostrando así una buena predisposición genética, es a menudo demasiado viejo para sacarle el mejor partido cuando lo consigue.

Aunque el vínculo aun no se ha roto por completo, la relación directa entre Estatus y genética ha dejado de existir. Y, aun cuando no lo hubiese hecho, ya hemos visto que la ingeniería genética hará que pronto carezca de utilidad. Esta, la planificación familiar y los anticonceptivos, han descargado al verdadero Macho Alfa de su deber para con la especie.

Dicho más claramente: su función ha quedado obsoleta. Tanto como muchas de las programaciones que nos han instalado nuestros genes[53]. Así, cuando hablamos de Alfa, recuerda que lo importante no es serlo a un nivel genético, sino comunicar que lo eres. Y ni siquiera tienes que utilizar un lenguaje «correcto» para hacerlo. Mejores resultados te dará utilizar algo —lo que quiera que sea— que haga llegar el mensaje al anticuado robot que tienes en frente. Tan anticuado como tú[54].

En definitiva, céntrate en la percepción, porque, hoy en día, ser percibido como Macho Alfa basta para optar a la vida sexual de un Macho Alfa[55].

En otras palabras, el Macho Alfa ha dejado de ser una realidad objetiva para convertirse en un rol que, en un momento dado, prácticamente cualquier hombre podría adoptar.

Y hacerlo es, entre otras cosas, algo que vas a aprender en este libro.

LA GUERRA DE SEXOS HA PASADO A SER UN JUEGO

Con la aparición de los anticonceptivos, el sexo se ha ido desvinculando de la reproducción. De hecho, hoy en día no solo se puede tener sexo sin reproducirse. Es posible reproducirse sin sexo.

Una mujer que mantuviera una relación sexual con el hombre equivocado, o un hombre que no lograra encontrar una mujer dispuesta a darle hijos, se jugaban mucho. Básicamente, la supervivencia y replicación de sus genes.

Hoy en día, por lo general solo nos jugamos emociones negativas o positivas. Emociones suministradas por mecanismos viejos y anticuados.

JUGANDO CON MÁQUINAS ARCAICAS

A causa de las antiguallas de nuestros genes, nuestros respectivos mecanismos de atracción siguen ahí. Pero apenas tienen ya validez biológica.

El proceso de cortejo puede verse ahora como un juego: el Juego de la Atracción. Un juego en el que vale casi todo. Un juego en el que verás recurrir a trampas y artimañas por ambas partes.

Verás mujeres que se operan. Mujeres que se pasan horas maquillándose para «venderle la moto» a sus pretendientes. Mujeres, incluso, que se ponen rellenos en los pechos. O mujeres que interpretan el papel de virgencitas o de diablesas, según mejor les convenga.

Verás hombres que mienten sobre su trabajo o sus aficiones. Hombres que cuentan batallitas, que «vacilan» a las chicas. Hombres que se sobrealimentan, se pinchan hormonas y levantan pesos sobrenaturales en el gimnasio. Y hombres que, a menudo con mal juego, juran fidelidad y amor eterno a una completa desconocida.

El juego es dinámico y vivo, por lo que constantemente ocurrirán cosas que te sorprenderán.

Pero lo dicho: la atracción, hoy en día, es solo un juego. No dejes que te afecte. Si pierdes, será solo porque te falte experiencia o no hayas estudiado lo suficiente. Nada, pues, que no pueda cambiarse.

La atracción es un juego… ¡A jugar!

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