CAPÍTULO 51
Viernes, 11 de junio de 2010
La viuda
Cuando el equipo de televisión se marcha, me siento en silencio a esperar las noticias vespertinas. El señor Tele me ha dicho que mi entrevista las encabezará y así es. «La viuda del caso Bella habla por primera vez» es el texto que aparece en la pantalla y luego se ve mi salón con una música de fondo. Por fin ahí estoy, en la tele. En realidad, no dura mucho, pero emiten el momento en el que digo que no sé nada de la desaparición de Bella y que tan solo sospecho que Glen tuvo algo que ver. Digo muy claramente que no lo sé a ciencia cierta y que él no llegó a confesármelo, que el periódico que ha publicado la entrevista conmigo ha tergiversado mis palabras.
He contestado sus preguntas con calma, sentada en el sofá. He admitido que el periódico me ofreció una compensación económica pero que la he rechazado al descubrir lo que ha publicado. Luego han emitido una sucinta declaración del Post y unas imágenes de Kate y Mick saliendo de mi casa. Eso ha sido todo.
Espero las llamadas. La primera es de la madre de Glen, Mary.
—¿Cómo has podido decir esas cosas, Jeanie? —me pregunta.
—Tú lo sabes tan bien como yo —contesto—. Por favor, no finjas que no sospechabas de él, porque sé que lo hacías.
Ella se queda callada y finalmente me dice que ya hablaremos mañana.
Luego me llama Kate. Su tono es formal y me dice que incluirá mi declaración televisiva en su artículo para que pueda ofrecer mi «versión de la historia».
Yo me río ante su desfachatez.
—Se suponía que tú ibas a escribir mi versión —digo—. ¿Siempre mientes a tus víctimas?
Ella ignora mi pregunta y me dice que puedo llamarla al móvil a cualquier hora. Yo cuelgo sin despedirme.
A la mañana siguiente, recibo el periódico en el buzón de la puerta. No estoy suscrita, así que me pregunto si no habrá sido Kate quien me lo ha hecho llegar. O un vecino. El titular reza: «LA VIUDA CONFIESA LA CULPA DEL ASESINO DE BELLA», y me sobreviene un temblor tal que me impide abrir el periódico. En la portada aparece una fotografía en la que estoy mirando al infinito tal y como me pidió Mick. Lo dejo en la mesa de la cocina y espero.
El teléfono no deja de sonar en toda la mañana. Los periódicos, la tele, la radio, la familia. Me llama mi madre llorando por la humillación que les estoy causando. De fondo, oigo cómo mi padre dice a voces que él ya me advirtió que no me casara con Glen. No lo hizo, pero supongo que ahora desearía haberlo hecho.
Yo intento tranquilizar a mi madre y le digo que el periódico me ha citado mal y que ha tergiversado mis palabras, pero no sirve de nada y al final cuelga.
Después de eso, me siento agotada, así que desconecto el teléfono y me tumbo en la cama. Me pongo a pensar en Bella y Glen. Y luego en los días previos a la muerte de este.
Había comenzado a preguntarme qué pensaba hacer.
—¿Vas a abandonarme, Jeanie? —decía, y yo le contestaba:
—Voy a prepararme una taza de té. —Y lo dejaba ahí plantado. Demasiadas cosas en las que pensar. Traición. Decisiones. Planes.
Y no volvía a hablar con él a no ser que fuera esencial.
—Es tu madre al teléfono. —Lo mínimo.
Él me seguía por toda la casa como si se tratara de un fantasma. Solía pillarlo mirándome desde detrás del periódico. Ahora estaba bajo mi dominio. No sabía qué haría su Jeanie y eso lo aterraba.
Esa semana, Glen no me dejó ni un momento sola. Allá adonde fuera, él venía detrás. Puede que temiese que fuera a ver a Bob Sparkes. Esto se debía a que no me entendía para nada. Yo no tenía ninguna intención de contarle nada a nadie. No para protegerlo, no me hagas reír.
El sábado en cuestión, salió del Sainsbury’s detrás de mí y vi cómo miraba a una niña que iba en un carrito. No fue más que un vistazo, pero percibí algo en sus ojos. Algo muerto. Y lo empujé para alejarlo de la niña. Fue un empujón mínimo, pero él tropezó con el bordillo y cayó a la calzada. Justo en ese momento, apareció el autobús. Sucedió todo muy rápido y, mientras Glen yacía inmóvil sobre un pequeño charco de sangre, recuerdo que pensé: «Bueno, con esto terminan sus tonterías».
¿Me convierte eso en una asesina? Me miro en el espejo e intento averiguar si se me nota en los ojos, pero no lo creo. En el fondo, Glen salió bien parado. Podría haber estado sufriendo durante años, sin dejar de preguntarse cuándo sería descubierto. He oído que la gente como Glen no puede controlarse, así que en cierto modo lo ayudé.
Voy a vender la casa tan pronto como pueda. Primero, claro está, ha de finalizar la investigación, pero Tom Payne dice que se trata de una mera formalidad. Solo tengo que decirle al juez de instrucción que Glen tropezó y todo habrá terminado. Podré volver a comenzar de cero.
Llamo a una agente inmobiliaria para averiguar cuánto podría obtener por la casa. Le doy mi nombre y ella no parece reconocerlo (aunque no creo que tarde en hacerlo). Le digo que quiero venderla rápido y ella me dice que vendrá a verla mañana por la mañana. Me pregunto si su vínculo con Glen hará que el precio suba o baje. Alguna persona macabra puede que esté dispuesta a pagar un poco más. Nunca se sabe.
Todavía no sé adónde iré, pero seguro que dejaré Londres. Miraré lugares en internet. Puede que me vaya al extranjero, o quizá a Hampshire. Para estar cerca de mi pequeña.