CAPÍTULO 39
Jueves, 21 de enero de 2010
El inspector
La casa de Manor Road se veía más limpia y ordenada. Los juguetes de Bella estaban guardados en una caja junto al televisor y el salón se había convertido en el cuartel general de la campaña «ENCUENTREN A BELLA». Sentados a una mesa, había unos voluntarios abriendo el correo —«Hay días que recibimos hasta cien cartas», dijo Dawn orgullosa— y dividiendo las misivas en tres pilas: posibles avistamientos, admiradores bienintencionados y pirados. La pila de estos últimos era mucho más alta que las otras dos, pero Sparkes no hizo ningún comentario.
—Mucha gente nos envía dinero para ayudarnos a buscar a Bella —dijo Dawn. Estos fondos los utilizaban para colocar anuncios en periódicos de todo el mundo y, ocasionalmente, pagaban a algún detective privado para que siguiera una pista.
—Vamos a algún lugar tranquilo, Dawn —dijo el inspector, la guio por el codo hasta la cocina y cerró la puerta tras ellos.
Al oír el nombre de Matt, ella rompió a llorar.
—¿Cómo lo habéis encontrado? ¿Qué os ha dicho sobre mí? ¿Y sobre Bella?
—Dijo que pensaba que era su padre. Estamos esperando los resultados de la prueba de ADN.
—¿Tiene más hijos?
—Sí, Dawn.
—¿Se parecen a ella?
—Sí.
Ella se puso a llorar todavía más.
—Vamos, Dawn, tenemos que hablar sobre otra cosa que Matt Evans nos contó. Al parecer, te vio en un chat de internet.
Eso hizo que dejara de llorar.
—¿Matt me vio en un chat? Yo no lo vi a él.
—Pero ¿es cierto que visitabas chats?
—Sí, pero no eran lugares como los que mencionasteis en el juicio. No eran desagradables ni de temática sexual.
Sparkes se quedó un momento callado y luego preguntó:
—¿Por qué no nos dijiste que habías visitado chats?
Dawn se sonrojó.
—Me daba vergüenza. Nunca se lo dije a nadie cuando lo hacía porque pensaba que la gente creería que los utilizaba para buscar sexo. Y no era así, inspector Sparkes. Simplemente, estaba sola. No hacía otra cosa que charlar sobre lo que había pasado en EastEnders o en I’m a Celebrity… Jamás quedé con nadie en la vida real. La verdad es que no pensaba que mereciera la pena mencionarlo.
Sparkes se inclinó hacia delante para darle unas palmaditas a la mano que Dawn tenía en la mesa de la cocina.
—¿Hablaste sobre Bella con algún usuario de los chats, Dawn?
Ella se lo quedó mirando y contestó con dificultad.
—No. Bueno, sí, un poco. A otras chicas. Pero decía cosas como que Bella no me había dejado dormir esa noche o contaba algo divertido que hubiera hecho. No eran más que conversaciones intrascendentes.
—Pero otras personas podían seguir esas conversaciones, ¿no?
Dawn parecía que fuera a desmayarse y Sparkes rodeó la mesa para situarse a su lado, echar la silla de la mujer hacia atrás y colocarle la cabeza en el regazo. Cuando se volvió a incorporar, Dawn seguía estando mortalmente lívida.
—¿Se refiere a él? —preguntó ella—. ¿Siguió mis conversaciones sobre Bella? ¿Así es como supo de ella?
No hacía falta decir ningún nombre. Ambos sabían a quién se refería con «él».
—No podemos estar seguros, Dawn, pero necesitamos que hagas memoria e intentes recordar con quién hablaste en los chats. También miraremos tu ordenador.
Un voluntario entró en la cocina para hacerle a Dawn una pregunta y, al ver su rostro lloroso, retrocedió de inmediato.
—No, por favor, quédese —dijo Sparkes—. ¿Puede ocuparse de Dawn un momento? Ha sufrido un shock y probablemente le sentaría bien una taza de té.
El inspector salió afuera y llamó a Salmond.
Sparkes cogió el maltrecho portátil de Dawn y se lo llevó a comisaría, y al mismo tiempo la sargento tomaba declaración a la desolada madre. El inspector quería estar presente mientras analizaban las páginas web visitadas cuando apareciera OsoGrande, o cualquier otra enfermiza alusión infantil que Taylor hubiera utilizado.
La atmósfera en el laboratorio era fétida; olía a algo así como a una mezcla de vestuario y pizza abandonada. Los agotados técnicos cogieron el ordenador y se dispusieron a rastrear y a catalogar los datos. Se alegraron de que la actividad que debían analizar fuera mucho menor que en anteriores ocasiones, pero aun así tardarían bastante en obtener una lista de los chats visitados y los contactos.
Cuando finalmente tuvieron la lista, esta consistía en el familiar batiburrillo de nombres fantásticos y estrafalarios y, rápidamente, Sparkes la repasó por si veía los avatares conocidos de Taylor.
—Debe de haber utilizado otro nombre —le comentó a Fry.
—Tenemos todas las identidades que utilizó en su portátil, señor.
—¿Estamos seguros de que solo tenía un portátil?
—No hay señales de ningún otro, pero sin duda acudía al menos a un cibercafé. Puede que también a otros en sus viajes.
El técnico suspiró.
—Tenemos que descartar todos los usuarios que podamos y luego acotar un poco la búsqueda.
Sparkes cogió la lista y condujo de vuelta a la cocina de Dawn Elliott.
Ella todavía estaba llorando. Salmond sostenía su mano mientras le hablaba en voz baja.
—No te vengas abajo ahora, Dawn. Estás haciéndolo muy bien.
»Lo está haciendo muy bien, señor.
Dawn levantó la mirada hacia el inspector. Este se hallaba de pie en la puerta como el día en el que Bella desapareció. La sensación de déjà vu fue sobrecogedora.
—Tengo una lista de la gente con la que interactuaste en el chat. Echémosle un vistazo juntos a ver si recuerdas algo.
El resto de la casa estaba en silencio. Los voluntarios se habían marchado hacía rato, ahuyentados por la sensación de fatalidad y el sufrimiento de Dawn.
Ella fue repasando con el dedo la lista de nombres, página tras página.
—No sabía que había hablado con tanta gente —dijo ella.
—Seguramente no lo hiciste, Dawn. La gente puede unirse a un chat, decir hola y luego limitarse a escuchar.
Mientras examinaba la lista, la mujer se iba deteniendo para contarle a Salmond pequeños detalles que recordaba de golpe, provocando con ello continuos sobresaltos en el pulso de Sparkes.
—Gaviota vivía en Brighton y quería conocer cuáles eran los precios de las casas en mi zona… BillieJean era una gran seguidora de Michael Jackson y no dejaba de hablar sobre él… Pelirroja100 estaba buscando amor. Me pregunto si lo llegó a encontrar.
La mayoría de las conversaciones habían sido tan mundanas que Dawn apenas recordaba nada, pero al llegar a DesconocidoAltoyMoreno se detuvo un momento.
—Lo recuerdo. Me reí mucho cuando vi su nombre. Menudo cliché. Creo que nos escribimos uno o dos correos electrónicos fuera del chat. Nada romántico. Una vez estaba algo decaída y me sentó bien hablar con él, pero no mantuvimos el contacto.
Sparkes salió de la cocina y llamó a Fry.
—Busca a DesconocidoAltoyMoreno. Podría ser él. Se escribieron correos electrónicos fuera del chat. Envíame un SMS si encuentras algo.
Tardó un poco, pero finalmente su teléfono emitió un pitido.
«Lo he encontrado», era el mensaje.
Uno de los técnicos del equipo informático forense estaba esperando a Sparkes cuando este llegó.
—Hemos localizado los correos electrónicos entre Dawn Elliott y DesconocidoAltoyMoreno: son solo tres, pero se menciona a Bella.
Sparkes no era muy dado a agitar los brazos en el aire en señal de victoria, pero en ese momento estuvo a punto de hacerlo.
—El siguiente paso consiste en vincular la dirección de correo electrónico de DesconocidoAltoyMoreno con Taylor, señor.
También examinaron a fondo la página de Facebook de Dawn. En ella había cientos de fotografías de Bella, pero Dan Fry estaba ayudando a revisar las imágenes colgadas antes del secuestro y examinando a todos los amigos en busca de señales de su hombre.
«Es la versión contemporánea del trabajo de campo», pensó Sparkes mientras observaba al equipo.
Un técnico de aspecto cansado fue a verlo a última hora.
—Tenemos un problema, señor. Dawn Elliott no activó la seguridad de su página de Facebook hasta que la pequeña hubo desaparecido, así que cualquiera podría haber visto su información y sus fotografías sin ser amigo suyo.
—Dios mío. ¿Lo hemos examinado de todas maneras?
—Sí, claro. No aparecen ni Glen Taylor ni ninguna de sus identidades. Lo extraño es que Jean Taylor sí lo hace. Es amiga de la campaña de «ENCUENTREN A BELLA».
—¿Jean? ¿Está seguro de que es ella?
—Sí, para entonces la seguridad de la página ya había sido activada. No solo marcó el botón de «Me gusta» sino que escribió un par de mensajes.
—¿Mensajes?
—Sí, uno diciéndole que esperaba que Bella apareciera sana y salva y otro el día en el que Bella cumplió cuatro años.
Sparkes se quedó anonadado. ¿Por qué se haría Jean Taylor amiga de Dawn Elliott?
—¿Estamos seguros de que es ella y no alguien haciéndose pasar por ella?
—La dirección de correo electrónico es una que utiliza, y la dirección IP concuerda con la de su zona de Londres. No podemos estar seguros al cien por cien, pero desde luego todo apunta a que sí lo es.
Sparkes consideró las posibilidades. Podría ser que su marido se hubiera hecho pasar por ella, pero este contacto había tenido lugar después del secuestro. Puede que solo estuviera intentando enterarse de toda la información posible sobre la búsqueda de la niña.
—Buen trabajo. Sigamos indagando —le dijo al técnico y cerró la puerta de su despacho para tener algo de espacio para pensar.
Tenía que hablar con Glen y con Jean. Por separado.