Capítulo 41

Rosalía, tras una seña de Reyes, se dirigió a un maletín confeccionado en cuero marrón y extrajo de su interior un pequeño aparato reproductor. Se lo entregó a Reyes, quien apretó el PLAY:

TRASCRIPCIÓN DE LA GRABACIÓN

JANA: ¿Josep?

JOSEP: Sí. Soy yo.

JANA: No esperaba tu visita. Aguarda un momento, abro enseguida.

JOSEP: Has tardado tanto en responder que pensé que no estabas.

JANA: ¡Qué mal aspecto tienes!, pareces cansado. Dime, ¿quieres que te prepare algo? Voy a ponerme una tila y tomaré una píldora de Serc, ando de nuevo con los vértigos. Dime, ¿qué te pongo?

JOSEP: Nada. No te molestes. Deberías mirarte la espalda y dejar esas píldoras. Yo llevo demasiados años tomándolas y lo único que me han producido es adicción.

JANA: Lo sé, sin embargo, las necesito.

JOSEP: Veo que ya tienes el equipaje hecho.

JANA: Sí. Pero, dime, habíamos quedado en el aeropuerto, ¿cómo es que has venido a casa?

JOSEP: Sé que has estado en el convento. Que has hablado con la madre Vasallo.

JANA: ¿Qué tiene de peculiar que lo hiciera? ¿Qué es lo que pasa?

JOSEP: Sabes que Enrique no quiere conocer nada del pasado de su padre. Desde siempre se ha negado a indagar sobre ello. No entiendo cómo tú, conociendo sus deseos, te has atrevido a ir al convento. Quiero que me digas qué estás buscando allí y lo que las religiosas te han contado.

JANA: Lo que yo haga o deje de hacer no es de tu incumbencia.

JOSEP: Te equivocas. Todo lo que se relacione con él es importante para mí y, por lo tanto, me concierne. ¿Qué estás buscando? Si no lo haces, le diré quién eres en realidad. El engaño del que ha sido objeto, se lo diré todo.

JANA: No sé a qué te refieres, yo no le he engañado, jamás lo hice y jamás lo haré.

JOSEP: Tú y tu hermana, ¿qué habéis pensado? Desde que comenzaron vuestras investigaciones os tienen vigiladas. Cada uno de vuestros movimientos es archivado, grabado, medido y analizado. Desde que Reyes metió el dedo en este asunto, vuestras vidas están marcadas. Esto no es como ella piensa, no se reduce a seguir el vestigio del pasado de su padre y buscar justicia. Tras todo lo sucedido en el convento hace más de tres décadas hay asuntos que podrían costaros la vida.

JANA: Si por un momento piensas que me vas a intimidar, te equivocas. No le tengo miedo a nadie ni a nada. Seguiré con mis investigaciones os guste o no. Lo haré aunque me deje la vida en ello. Creo que tras todo este sucio asunto solo hay un puñado de personas con unos intereses muy concretos que, como suele ser habitual, esconden beneficios económicos y poder. Ya sabemos que el poder lo da el dinero, ¿verdad, querido zapatero? Tus cuentas corrientes gozan de una salud impresionante, he tenido acceso a ellas hace unas horas y me sorprende lo que un «remiendasuelas» puede llegar a ganar. Lo curioso es que las transferencias están efectuadas desde Italia, desde el mismo Piamonte, ¿crees que es una casualidad que tus facturas de zapatero remendón sean pagadas desde Italia? ¿O es que en Piamonte o en cualquier lugar de Italia no hay zapateros remendones que se encarguen de ponerle suelas a los zapatos de sus lugareños?

JOSEP: La ironía sobra entre nosotros. Ambos sabemos bien lo que andamos buscando. Claro que tú sabes menos que yo. Todavía no has percibido con claridad el motivo de mi visita. Puedes haber tenido acceso a mis cuentas corrientes, pero te garantizo que no sabes de la misa la media.

JANA: ¡Ah no! Y, según tú, ¿qué es lo que sé?

JOSEP: Lo único que me preocupa es la salvaguarda de Enrique. Él es como mi hijo. No permitiré que, por culpa de la obsesión enfermiza de tu hermanastra, de su inconsciencia, a él le suceda algo. Si le perjudicas, yo te perjudicaré a ti.

JANA: Entonces los dos estamos en el mismo barco.

JOSEP: He limpiado mucha basura vuestra, pero ya no puedo seguir haciéndolo.

JANA: ¿Insinúas que eres el bueno de esta película? ¡Déjame que me eche unas risas! ¿Piensas que no sé que estuviste en el convento cuando estaban en cuarentena los forenses?, no olvides que hablé con sor Vasallo.

JOSEP: Algún día te darás cuenta de que me sitúas en el bando equivocado; lo triste es que de seguir en esa postura, será demasiado tarde. Os he hecho muchos favores. Sí, Jana, he barrido vuestros desperdicios día tras día, desde que te pusiste en contacto con Enrique. Gracias a mí, aún estáis con vida. Nunca se temió por lo que tu hermana pudiera saber de lo sucedido en el convento. Ella era hija ilegítima, no reconocida y repudiada por su propio padre. La repudió bajo confesión y por escrito. Salas sentía tanto rencor y arrepentimiento por aquella relación y el fruto de la misma que llegó a arrancar las teclas de la máquina de escribir con la que confeccionó las cartas de arrepentimiento. Le dijo a su confesor que era tal su vergüenza que hasta las teclas con las que había transcrito las cartas estaban manchadas de deshonor y que no quería que nadie, ni tan siquiera él, volviera a utilizarlas.

JANA: Eso no es cierto. Salas adoraba a mi hermana, era su hija y pensaba reconocerla. Si no lo hubieran asesinado lo habría hecho. Tengo pruebas de ello que, como imaginarás, no pienso darte.

JOSEP: Después de aquellas miserables cartas, lo más honroso, lo más loable para una dama, era que tu hermana no se interesase por su padre biológico, y tu madre menos aún. Pero ya veo que ni una ni otra tenían honor ni vergüenza. Las cartas de Salas, para cualquier mujer, habrían sido un insulto, una mezquindad. En realidad, Salas era un mezquino, un esquirol al que solo le importaba él mismo. Era tan egoísta que llevó a la muerte al grupo de forenses, a sus colegas. Siempre anduvo metiendo las narices en lo que no le incumbía, siempre. Ahora, su hija, fiel fotocopia genética, está haciendo lo mismo, jugando con la vida de los demás sin importarle nada ni nadie. La historia se repite, desgraciadamente es así.

JANA: No solo eres cruel en tus actos, tu forma de hablar hiere. Y lo más terrible es que parece darte lo mismo el daño que tus palabras pueden hacer.

JOSEP: Soy igual de cruel que tú al casarte con él. Pero, al menos, yo le protejo. Llevo años intentando que no recuerde nada, que no se relacione con nada que le vincule con lo sucedido en el convento. Pero llegaste tú y jodiste todo. Le vigilé, y cobré por ello, aún sigo haciéndolo. Si dejo de hacerlo me matarán. Me importa poco que lo creas o no. Velo por su seguridad. Si él no tiene información, si no indaga, si todo permanece donde está, nada sucederá. Pero vosotras habéis estado metiendo los dedos en todo una y otra vez, sin importaros nada. Cuando Reyes tuvo la estúpida idea de acelerar los temores de Enrique con aquellas llamadas telefónicas en las que le preguntaban por la identidad de pi, se os localizó. Después, tu hermana cometió la mayor de todas las estupideces que había cometido hasta aquel momento: ponerse en contacto con ese cura mentecato que se ha dedicado a hurgar en temas que no le conciernen. Ese estúpido e incoherente cura, obsesionado con un jesuita que por su conducta estuvo en los tribunales de la Inquisición. Su paranoia con esos malditos textos, que supone que contienen algo tan importante como para matar a los forenses, me pone de los nervios, ¡qué majadería! En pleno siglo XXI aún me cuesta creer que haya gente tan estúpida, tan falta de coherencia, de sensatez. Pero él no es el único que está inmerso en enigmas religiosos, las monjitas del convento son tan estúpidas como él. Guardan esos manuscritos indescifrables como si en ello les fuera la vida, dejando de lado otras muchas cosas. Cuando uno se aferra a los poderes del Cielo estando en la Tierra, corre el riesgo de no alcanzar ninguno de los dos lugares, ni el Cielo ni la Tierra.

JANA: ¿Te refieres a los textos de Loyola, a los que dice Daniel que tienen ocultos las religiosas? ¿Estás diciendo que esos textos existen?

JOSEP: ¡Por supuesto que existen! Salas se volvió loco con su traducción, más de lo que ya estaba, más loco y más avaro de lo que era. Pero esos textos nada tienen que ver con la organización. Ese cura mentecato y estúpido lo ha removido y mezclado todo con su burda y fantasmagórica hipótesis. Es un buhonero medieval, que para gente con dos dedos de raciocinio y un mínimo de cultura no tendría ni un ápice de credibilidad. Nadie en su sano juicio le daría pábulo.

JANA: Dime; si los crímenes no tuvieron que ver nada con los textos de Loyola, y estos existen, ¿por qué las monjas se empeñan en demostrar que no es así?

JOSEP: No pienses ni por un momento que te voy a dar toda la información que quieres. No debería estar aquí. Si lo hago es porque solo me preocupa la integridad física de Enrique, porque le quiero como a un hijo. Y él te adora, eso es una desventaja para mí. Sé que te dará oídas. No permitiré que nada le suceda y para ello es necesario que no sepa nada de esto. Créeme, debéis abandonar la investigación. No debes decir nada, nunca debes hablarle de cómo y los motivos que tuviste para ponerte en contacto con él, para conocerle. Los correos que enviaste a tu hermana y a él, como imaginarás, han sido interceptados. Si Enrique da un paso en vuestra compañía, no sé lo que puede sucederle. No sé lo que os puede suceder a todos vosotros.

JANA: No has contestado a mi pregunta. ¿Por qué las monjas ocultan la existencia de los textos?

JOSEP: No sé qué pueden contener esos escritos, pero de lo que estoy seguro es de que deben de ser tratados psicológicos para mentes débiles. A Salas le enloquecieron y la Iglesia los mantuvo ocultos durante siglos. Sor Vasallo los mantuvo bajo su custodia tres décadas, negando y ocultando su existencia. Lo único fundado es que esos malditos textos nos están dando muchos quebraderos a todos, incluso están poniendo en peligro vuestra integridad física. Deberías cancelar tu viaje a Piamonte. La vidriera, como bien supusiste, me la entregó Salas en mi visita al convento, pero ya no existe. Fue destruida por la organización. Los cristales estaban en el interior del cuerpo de Salas; no se reflejó en la autopsia, pero te aseguro que los trituraron y se los hicieron tragar. Cuando sucedió, aún estaba vivo. Imagina lo que puede suceder si continuáis con vuestra investigación.

JANA: ¿Qué quieres decir?

JOSEP: Exactamente lo que debes de haber interpretado. Si me piden datos, santo y seña, serán vuestros datos, vuestro santo y seña los que daré. Jamás los de Enrique, lucharé porque él nunca los tenga. Piénsalo Jana, piénsalo con detenimiento. Cancela el viaje a Piamonte, allí no hay nada de tu interés… No olvides hablar con las religiosas y decirles que no estás interesada en los objetos de Salas ni en esclarecer los hechos. Todo debe quedar como estaba antes de que Reyes comenzara sus investi…