Capítulo 14

Los acontecimientos me produjeron una desazón incontrolable. Sin embargo, no podía hacer nada más que esperar. Esperar a que ella, viendo el gran número de llamadas perdidas y mensajes que le había dejado en el móvil, se pusiera en contacto conmigo. Intenté tranquilizarme, convencerme de que todo aquello podía ser una simple cadena de casualidades, pero la alianza de Jana en mi dedo meñique no me dejaba. Conecté el ordenador portátil al teléfono móvil y me dispuse a revisar el correo electrónico con la esperanza de que ella se pusiera en contacto conmigo a través de él. Cuando la línea comenzó a conectar con Internet, Daniel llamó a la puerta:

—Voy a hacer unos espagueti a la boloñesa, necesito que me digas si cenarás aquí o no.

Abrí y le di las gracias.

—Cenaré aquí, no tenía pensado salir.

—Vaya despliegue que tienes montado —dijo mirando la cama, en donde estaba el arco roto, el DNI, la nota y la alianza que momentos antes me había quitado—. Eso es parte del arco del violonchelo. Veo que no solo está roto el instrumento, el arco está para ponerlo en la chimenea. Tienes un aspecto terrible —dijo, mirándome de arriba abajo—, estás peor que durante la comida. No te encuentras bien, ¿verdad que no estás bien?

—Estoy preocupado.

—Es por el DNI de tu padre, ¿verdad? Tú nunca lo tuviste, alguien te lo ha hecho llegar, y tú no lo esperabas, ni eso ni lo demás, ¿me equivoco? —dijo, mirando una vez más la cama.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté desconfiado.

—Mis archivos, ¿recuerdas? La memoria de los muertos es parte del presente de los vivos. La muerte de tu padre está en los periódicos de hace treinta años. Consulté su nombre después de ver el DNI. Recuerda que te advertí que soy una máquina de fotografiar andante —dijo.

—¿Has estado investigando sobre mi padre?, ¡qué falta de escrúpulos!

—Yo no lo creo; más bien lo definiría como curiosidad visceral, algo que no niego. No pude resistirme al ver tu cara cuando doña Paloma te hizo entrega del sobre y Torcuato te habló del DNI. Tenías que haber visto tu expresión, te demudaste.

—Ah ¿sí?, ¿y qué pensaste? —pregunté irónico.

—Pues que nunca habías tenido ese documento entre tus manos. Que alguien te estaba amenazando. Tal vez por ello no te moleste vivir con un loco como yo. A partir del momento en que el trozo del arco cayó al suelo, al guardar el paquete en tu cartera, no probaste un bocado más. Era evidente que no esperabas ningún envío y que al ver el carné de tu padre sentiste pánico. Pero no te asustes más de lo que estás. No creas que sé mucho sobre ti. No porque no me haya dado tiempo a investigar, tengo todo bien controlado, sé dónde está cada publicación, sino porque sobre la muerte de tu padre solo hay un artículo. Es muy extraño, porque fue un asesinato en toda regla y la normalidad informativa en aquellos años sobre esos delitos era más amplia. Los crímenes morbosos y los temas religiosos copaban la mente del pueblo. Sin embargo, sobre la muerte de tu padre, apenas he encontrado nada —dijo en un tono que me pareció burlesco—. En el artículo que he encontrado hablan sobre ti. ¿Es cierto que, como dice la crónica de sucesos, no recuerdas nada de lo sucedido aquella noche?

—No, y tampoco quiero hacerlo.

—Si necesitas consultar algo sobre tu pasado, no dudes en pedírmelo —dijo, mirándome a la espera de una respuesta por mi parte que confirmara sus hipótesis—. Tu padre era una persona relevante en aquellos años, y su asesino también pudo serlo, ¿no lo has pensado nunca?

—No acostumbro a hablar sobre mí, y menos sobre mi pasado. Si alguna vez se ha dado esa circunstancia ha sido con personas a las que ya conocía de mucho tiempo. Entiendo que la curiosidad te llevara a buscar detalles sobre mí y el pasado de mi padre, pero, como has comprobado, no hay mucho. La desgracia se cebó conmigo. Entiendo pero no apruebo que ello te seduzca, porque el morbo es connatural al ser humano, pero te ruego que dejes de lado las preguntas.

—No volveré a hablar sobre ello. Pero no olvides lo que te he dicho; si necesitas algo, dímelo.