Capítulo 26
Pulsamos el timbre de la casa de Josep durante un rato largo sin recibir respuesta. Las ventanas permanecían con las persianas bajadas. Nada daba muestras de que él estuviese en su interior. Daniel miraba la fachada a unos metros de mí, mientras yo marcaba con insistencia, una y otra vez, el número de teléfono de Josep. Como en las ocasiones anteriores nadie contestó. A pesar de que todo evidenciaba que él no se encontraba dentro, yo seguía empecinado en esperar a que abriese la puerta y demostrarle a Daniel que estaba equivocado. Golpeaba con insistencia sobre la madera al tiempo que pulsaba el timbre. El ruido que produjeron mis golpes, el timbre y el teléfono sonando en el interior de la vivienda despertaron al vecino del semisótano contiguo al de Josep, que abrió la puerta de su domicilio y, dirigiéndose a nosotros, dijo:
—Si buscan ustedes al anciano zapatero, se marchó ayer de madrugada. Por lo que les agradecería que dejaran de montar escándalo, necesito dormir.
—¿Sabe cuándo regresará? —pregunté acercándome al joven de aspecto desaliñado.
—Pues no creo que regrese, llevaba demasiado equipaje.
—¿Equipaje? —volví a preguntar.
—Sí. Varias maletas enormes. Esos bolsones antiguos con hebillas. Iban a reventar. Dos baúles…, Es la primera vez que veo una mudanza a esas horas. El viejo ratón de alcantarilla no paró de arrastrar muebles hasta entrada la madrugada, por lo que apenas he pegado ojo. Estoy acostumbrado a sus ruidos, trabajaba de noche en sus zapatos y el martilleo era insoportable. Espero a partir de ahora poder descansar como todo el mundo, quiero decir, a horas normales. Eso si tengo suerte y no empieza a llegar gente como ustedes que no paran de darle al timbre y aporrear la puerta sin tener en cuenta al resto de los vecinos. Ahora que saben que el viejo roedor no está, que se marchó sobre las cuatro de la madrugada, sería estupendo que dejasen de insistir. Necesito descansar.
—¿Sabe si dijo algo o le dejó a alguien del edificio su dirección? —intervino Daniel.
—¡Dejar algo!, aquí nadie hablaba con él. Era como las ratas, solo salía por las noches.
—Discúlpenos, pensamos que le habría sucedido algo y por eso insistimos tanto.
—Nada. El hecho de que él no vuelva me compensa de los efectos colaterales de su marcha. No saben lo que es dormir con un martilleo constante —dijo, entrando en el domicilio, y cerró la puerta tras hacer un gesto de despedida con la mano.
Permanecimos unos minutos quietos, mirándonos en silencio, después Daniel señaló con su mano la salida y encaminamos nuestros pasos hacia la calle.
—Parece que el joven vive solo —dijo Daniel mirándome.
—No entiendo por qué lo dices —respondí.
—Como es el único vecino del semisótano, si él no está en su piso tenemos campo libre para entrar en casa de Josep sin que nadie se entere. Es evidente que no tienes llaves, porque si las hubieras tenido habrías abierto.
—No pienso entrar en casa de Josep. Esperaré a que se ponga en contacto conmigo. Sé que lo hará. ¿Se puede saber qué apuntas ahí? —pregunté mirando la libreta que Daniel sostenía en sus manos.
—El nombre del muchacho y sus apellidos. Llamaré a un amigo que tengo. Él me dará su teléfono y así podremos comprobar si está en su domicilio sin necesidad de vigilar hasta que salga.
—Pareces cualquier cosa menos un fraile arrepentido por un estudio irreal como el que llevas con tus periódicos y tus muertos de papel —dije irritado por su manera de comportarse, que me parecía ofensiva e irresponsable.
—Enrique —me sujetó por el hombro—, tenemos que averiguar por qué Josep se ha ido de esta forma tan repentina. Saber qué significa lo de célula dormida refiriéndose a él y, sobre todo, la palabra Serc, por ello, entrar en la casa del viejo es casi imprescindible. Su marcha ha sido demasiado precipitada y lo más probable es que haya olvidado cosas, detalles que nos pueden servir para seguirle la pista.
Cuando el conserje hizo referencia a la desviación de la columna de Josep, recordé algo que sería trascendental para la investigación que desarrollamos más adelante.
—Regresemos a casa, tengo que utilizar el ordenador de Jana. Es posible que haya dado con el significado de Serc…