7
No aparta la mirada de mí, Kellin tiene ese extraño poder de hacer que mis nervios nazcan y me causen estragos, a pesar de que ni siquiera está rozándome. Me agarro del brazo de Marc y sonrío, no sé por qué lo hago, pero algo en mí quiere llamar aún más su atención. Joder, no sé qué hace con mi cabeza, pero esos ojos chocolate provocan que todo mi vello se erice. Mi móvil vibra, por lo que tengo que soltar el brazo de Marc para poder responder como una persona normal. Saco el móvil del bolso, y cuando lo desbloqueo veo que el mensaje no es de otro que de Kellin.
Kellin:
Que tenga cuidadito Marc.
Lucía:
¿Por qué?
Kellin
Porque no puedo verle tan cerca de ti.
Lucía:
Bueno, no es cosa tuya.
Al darle a enviar no puedo evitar mirarle para ver qué cara pone, sus expresiones son de lo más graciosas. Teclea rápidamente.
Kellin:
Lo es cuando yo diga.
Sobre todo si vas vestida así.
Lucía:
¿Así cómo?
Pregunto poniéndole una cara de provocación.
Kellin:
Así de sexy, leona.
No me gusta verte así,
y pensar que no eres para mí.
Contesta añadiendo un emoticono donde me guiña un ojo.
Lucía:
Ni lo seré.
Kellin:
Te demostraré que sí.
Todo mi cuerpo se enciende después de ese mensaje. ¡Madre mía! ¿Es que este hombre no puede estarse callado y dejar de decir esas cosas? Kellin me mira alzando una ceja y sonríe de medio lado, lo que hace que me ponga aún más nerviosa, y lo que no es nerviosa, también.
Lucía:
Deja de mirarme así.
Kellin:
¿O sino qué?
¡Qué me desharé como un cubito de hielo se derretiría en medio del desierto! Eso pasará. Me apresuro a escribir:
Lucía:
Nada, no pasará nada, en absoluto.
Kellin:
Ya…
Añade un emoticono donde me guiña un ojo y me saca la lengua.
Sigue observándome, aunque le ignoro, provocando que una sonora carcajada se escape de su interior por lo que todos le observan extrañados, incluso Marc lo hace.
—¿De qué te ríes? —pregunta Collins curioso.
—No es nada —dice riendo en inglés—. He recordado una pequeña broma.
—Vale —le contesta en el mismo idioma.
Seguimos caminando en dirección al cine, el cual está a cinco minutos de nuestro piso, lo más seguro es que antes de nada vayamos a cenar a La Tagliatella. La verdad es que no sé muy bien por qué se ha venido Kellin a cenar con nosotros, somos cinco, impares y diferentes, parece que esté de aguantavelas. Le escribo un mensaje:
Lucía:
¿Qué haces tú aquí?
Tras eso guardo el móvil en el bolso y vuelvo a colgarme del brazo de Marc. Le sonrío y él me devuelve la sonrisa, abrazándome.
—Ya verás qué bien lo pasamos esta noche.
—Sí, seguro.
Uy, sí… Sobre todo estando Kellin revoloteando por aquí como un moscón. Me pone histérica tenerle tan cerca y a la vez tan lejos.
No ha apartado la mirada de mí, además de que se ha estado comportado como un fanfarrón, intentando impresionarnos, o mejor dicho, ha intentado llamar mi atención desesperadamente, o al menos esa ha sido la sensación que he tenido durante toda la cena.
—¿Qué película vamos a ver? —le pregunta Nati a Marc.
—Estuve hablando con John y Kellin… Hemos pensado en ver Inferno, la tercera de Tom Hanks interpretando una historia de Dan Brown. Sigue a El código Da Vinci, y a Ángeles y Demonios.
¿Cómo ha dicho? ¿Qué ha estado hablando con Kellin? ¿Cuándo y por qué? No debería de haber hablado con él, no tiene por qué hacerlo. Resoplo algo molesta.
—Suena interesante.
—Sí —afirmo.
Compran las entradas, una caja mediana de palomitas y yo me encargo de ir a por las chuches. El resto aprovecha para hacer otras cosas mientras yo las voy eligiendo, me encantan, cojo de todo tipo. Cuando voy a echar unos corazones su mano roza con la mía, mi corazón se acelera y su perfume droga mis sentidos, apaciguando el nerviosismo que provoca en mí.
—¿Qué haces aquí? —pregunto.
Cojo aire, intentando parecer indiferente a su presencia, aunque no estoy muy segura de conseguirlo.
—He venido a ayudarte.
—Oh, qué bien. —Murmuro más falsa que una moneda de tres euros.
Sonrío sin mirarle, sé que si mis ojos se cruzan con los suyos toda esta pantomima se irá a la mierda, igual que mi decencia y mis bragas, que lo más seguro es que acabaran haciéndole una reverencia como si fuera un rey. Vuelvo a coger aire. «Tranquila, Lucía, venga que yo puedo», me autoanimo. Cojo algunas sandías, moras y un delfín enorme, y algo más. Kellin me coge la bolsa y pone un par de fresas.
—Buena elección. —Sonrío.
—Gracias. —No puedo evitar reírme de ese acento que tiene de galés.
—Uy, ¿tú dando las gracias? —pregunto haciéndome la sorprendida—. ¡Se va a acabar el mundo!
—No siempre puedo ser malo, leona —murmura acercándose a mi oreja.
—No creo que lo seas siempre.
Aparta levemente el cabello que caía por mi cuello y oreja, se acerca aún más hasta que su boca roza mi piel, la de mi cuello. Me da un fugaz beso y deja ir un sensual «mmmm» que provoca que mi sexo arda en deseos de tenerle para sí solo. Mi vello se eriza solo de pensarlo, ¡uf! ¿Por qué tiene que ser un hombre tan prohibidísimo para mí? ¡Agh! Suspiro, le miro, no puedo evitar hacerlo, aun sabiendo que soy débil cuando esa mirada se adueña de la mía. Me toma por la cintura, pegándome a él, haciendo que mi corazón se desboque. Me besa ansioso, igual que lo hago yo. Necesito sentirle, no sé qué hace conmigo pero es como si fuera un jodido imán al que no puedo evitar quedarme enganchada, necesito acercarme a él, tenerle a mi lado. Le devuelvo el beso, el cual me sabe a gloria. Cuando se separa de mí, coge una chuche en forma de corazón, y se la lleva a la boca para volver a besarme. Sabe tan bien, tan dulce y delicioso que me relamo los labios.
—Eres deliciosa, leona.
Escucho cómo alguien se aproxima a nosotros, por lo que rápidamente me separo de él, para que no nos vean juntos. Disimulo, hago que sigo cogiendo golosinas. Marc aparece tras el muro que separa la zona de la compra de entradas con esta.
—Hola, pequeña. —Sonríe.
Kellin le hace la burla por detrás, por lo que no puedo evitar esbozar una sonrisa, aunque segundos después me siento mala persona. Viene a donde me encuentro y me da un dulce y casto beso.
—Sabes a melocotón.
—Sí.
¡Madre mía del amor hermoso! Y pensar que se acaba de llevar las babas de Kellin. Básicamente por eso sé a melocotón.
—¿Vamos? —pregunta.
—Sí, claro. —Sonrío como puedo—. Pero antes voy a ir al baño, si no os importa.
—No, claro que no —contesta con dulzura—. Natalia aún está en el baño.
—Perfecto.
Ahora sí que estoy algo más tranquila, no me fío ni un solo pelo de lo que podría hacer Kellin si hubiese tenido que marcharme sola al baño.
—Bueno, voy a por Natalia y eso.
Marc asiente enérgico, Collins se une a ellos y, antes de marcharme, le lanzo una última mirada a Kellin. Sus ojos están enrojecidos, parecen distintos, hay rabia en ellos. Cuando estoy a punto de empezar a bajar las escaleras veo cómo Nati aparece a los pies de estas, mirando al suelo, hasta que me ve.
—¿A dónde vas?
—A dar un paseo, ¿tú qué crees?
—Perdona, chica, no veas como estamos —murmura algo molesta—. A ti te pasa algo.
—No, no me pasa nada, solo estoy cansada.
—Bueno…, no sé yo.
—Que sí.
—Bueno, pues si solo es eso…
—Que sí, que solo es eso —le aseguro, aunque ella sabe tan bien como yo que algo pasa—. Voy al baño.
Al salir me limpio las manos, me atuso el pelo y me recoloco todo para que no se me escape nada de nada. Sonrío a la Lucía del espejo, pero segundos después una mueca ocupa el lugar de la sonrisa. La puerta se abre y como por arte de magia, él aparece.
—¿Qué hac… Haces a… quí? —pregunto tartamudeando.
—Oh, cállate.
Viene a por mí como lo haría un león con una gacela, preparado para atacar. Me toma por la cintura y me sube al mármol, en el hueco que hay entre los lavabos. Sujeta mis piernas haciendo que le rodeen la cintura. No deja de besarme, coloca sus manos en mis mejillas y me aguanta ahí, para que no me mueva salvo para que pueda besar con la mayor facilidad, hasta que deja de hacerlo. Pasea su lengua sobre mis labios encendiéndome aún más, haciendo que mi sexo se humedezca sobremanera, clamando su atención. Joder, ¿cómo puede tener este poder en mí si ni siquiera le conozco? Solo sé de él que tiene unos ojos que me vuelven loca. Su lengua vuelve a rozar mis labios, un impulso eléctrico me recorre por completo y azota mi sexo, sabe lo que hace y lo que provoca en mí, aunque no sé cómo lo hace.
—Quiero devorarte entera.
Antes de que pueda decirle nada vuelve a besarme, tira de mí un poco, lo suficiente como para que pueda notar como su miembro se ha endurecido como una piedra y está preparado para darme todo ese placer que tanto ansío.
—Joder…, si es que no puedo evitarlo, mira lo que me haces.
—Yo… —balbuceo como una tonta.
Cuela una de sus manos bajo mi falda a la vez que me acaricia con rudeza, pero sin hacerme daño. Es el ansia quien lo mueve y no le deja pensar con claridad, aunque lo más seguro es que si lo hiciera tampoco cambiaría, seguiría haciendo lo mismo. Me muerdo el labio inferior al sentir cómo su boca se despega de la mía. Me mira y en sus ojos puedo ver los de un depredador, los de un león, rudo y poderoso. Sonríe de medio lado, deshaciéndome. En realidad sería capaz de deshacer todo el hielo del polo norte con esa maldita sonrisa que tanto me gusta y no puedo hacer nada por evitarlo.
—Joder, Lucía.
Ni siquiera sé qué decirle, en mi cabeza no hay nada, en absoluto, salvo el deseo que siento por él y las ganas que tengo de hacer todas las barbaridades, posibles e imposibles.
—Kellin…
—Dime, nena —dice fijando sus ojos en los míos.
—Que no, no puede ser… —arrojo un poco de cordura a la situación.
—¿Por qué?
—Porque no.
—Joder, Lucía, mira cómo me tienes.
Coge mi mano con un movimiento rápido y estando seguro de sí mismo, la coloca sobre su abultado paquete. Su miembro es ahora el que clama mi atención, pidiéndome que alivie eso que lo mantiene enorme. ¡Joder! ¿Y eso lo he provocado yo? Abro los ojos como si fueran dos platos. Madre mía…
—Joder, joder, joder. —Me paso una mano por el pelo y por la cara.
—Eso digo yo.
—Kellin, lo siento.
Me bajo del mármol, y le doy un beso en la mejilla. Antes de que pueda abrir la puerta, pone una de sus manos en ella, para que no pueda hacerlo. Pega su pecho a mi espalda, me aparta el pelo del hombro y me besa con delicadeza, dándome algún que otro mordisco. Eriza todo mi vello, lo alza como si una pequeña descarga recorriera toda mi piel, volviéndolo loco.
—Lu —susurra contra mi oído.
Pega su cintura a la mía, me agarra, pasea sus manos por mi vientre con cariño, y va bajándolas hasta que rozan la cinturilla de la falda. Cuela una de estas entre la tela y mis medias, haciendo que un suspiro se escape de mi interior.
—Por Dios, Lu… —Lentamente se deshace de la tela que le interrumpía, la de las braguitas.
No me muevo, no quiero hacerlo pero tampoco seguirle el juego y ser yo quien le incite a hacer todo esto.
—Oh, dios —gruñe al meter uno de sus dedos en mi interior.
Vuelve a gruñir pegado a mi oído, haciendo que un escalofrío me recorra por completo, ¡ay, madre! Buf, joder, quiero sentirle, necesito locamente que me haga perder la cabeza. Bajo la vista levemente, y veo cómo mis piernas están completamente abiertas, recibiendo sus suaves caricias. Mi cuerpo arde bajo el suyo, y tengo ganas de verlo en mi cama, postrado ante mí, mirándome con esos ojos de león que tiene.
Unos pasos se escuchan al principio del pasillo, lo que empieza a inquietarme, me pongo nerviosa.
—Se está acercando alguien —susurro, sin apenas fuerzas.
Kellin se separa rápidamente de mí, pero no sin antes darme un beso en el cuello que se graba en mí a fuego. Se esconde en uno de los baños. Vuelvo a recolocarme todo, y me atuso de nuevo el cabello.
—¿Lucy? —pregunta Natalia abriendo la puerta.
—Voy. —Intento alargar la vocal, para así parecer algo más tranquila.
Siento cómo unas terribles ganas de vomitar se hacen conmigo, lo que me faltaba… Buff… No quiero ir al cine, solo quiero irme a casa y descansar, dormir tranquilamente, dejar de pensar en Kellin y deshacerme de este sofocón que se ha hecho con el control de todo mi cuerpo.
—¿Estás bien?
—No —contestando en voz baja.
Cuando abre la puerta intento salir lo más rápido posible para que así Kellin pueda marcharse cuando hayamos avanzado algo más en el pasillo. Nati me mira preocupada, haciendo una mueca.
—¿Qué te ocurre?
—Creo que no me ha sentado bien la cena, tengo…, tengo ganas de vomitar.
—Buff… —murmura—. ¿Quieres que nos vayamos a casa? Si quieres te acompaño, dejamos a estos en el cine, y nos marchamos.
—No, no hace falta, puedo irme sola. No estamos ni a cinco minutos, además, tenías ganas de ver la película.
Me dice que no con la cabeza, puedo ver cómo empieza a ponerse nerviosa. Pero más que yo no lo está, en realidad, todo este dolor y ganas de vomitar viene de eso, de los nervios.
—No puedes irte sola.
—Claro que puedo.
Seguimos caminando por el pasillo, y sin que se me note, o eso espero, miro de reojo hacia atrás. Veo que Kellin sale de nuestro baño y se mete en el de chicos, pero segundos después sale de nuevo.
—No puedes.
—¿No puede el qué?
—No es asunto tuyo, Lund —contesta Natalia tajante.
Se da la vuelta para mirarle con esa mala cara que solo ella tiene de nometoquesloquenodebes, pero a Kellin parece importarle bastante poco, ya que nos persigue.
—¿Y por qué no debería ser asunto mío?
—Porque ella no es asunto tuyo.
—Eso crees tú.
—No lo es —sisea Nat.
Parpadeo rápidamente, tengo que alejarme de él como sea, ya no solo por mí, sino por Nat que acabará dándole un ataque como le diga que hay algo entre nosotros. Por qué… ¿realmente hay algo entre nosotros? Tal vez lo haya, pero sea tan inexistente como lo que hay con Marc.
—Nati, yo…, mejor me marcho, quedaos vosotros viendo la peli, no pasa nada, además, tampoco tenía muchas ganas de verla.
—Es que me sabe mal que te marches sola.
—No pasa nada, de verdad. —Sonrío a duras penas.
Cuando salimos a donde se encuentran el resto, Marc hace una mueca, temiéndose lo peor, que algo me ocurra. Se abraza a mí, y me da un beso en la coronilla. Kellin se coloca junto a Collins y Natalia.
—¿Qué te ocurre?
—No me encuentro bien, creo que voy a marcharme a casa. —Una triste sonrisa se esboza en mis labios.
—Me iré contigo —anuncia.
—No, hombre, no.
Hace una mueca, no quiere que me vaya sola a casa, pero la verdad es que lo que necesito es precisamente eso, estar tranquila y sola. Darme una ducha, o un baño y meterme en la cama para poder descansar esta mente que está haciendo que parezca una loca bipolar.
—¿Cómo que no?
—No, quédate, tenías muchas ganas de venir al cine y de ver esta película. —Sonrío—. De verdad, no pasa nada.
—Pero, cielo…
—Nada, no pasa nada —repito.
Le doy un golpecito en el brazo e intento convencerle poniendo buena cara.
—Tan solo me ha sentado mal la cena.
Mi móvil no deja de sonar, miro a Kellin, quien no deja de mirar el suyo. Estoy ¡totalmente!, segura de que es él quien no deja de escribirme. Suspiro.
—Bueno, si no te parece mal…
—No, claro que no.
—Cualquier cosa solo tienes que avisarme, cielo —dice en voz baja.
—Lo sé, tranquilo, solo necesito una ducha, una manzanilla e irme a dormir.
Me besa en la frente y luego vuelve a hacerlo en la coronilla, a la vez que me abraza y me acaricia el brazo haciendo leves movimientos. Cuando voy a darle un beso en la mejilla, se gira un poco haciendo que nuestros labios se unan en un dulce y fugaz beso.
—Nos vemos luego, nena.
—Sí…