40
—No me lo puedo creer… Has venido aquí, me has engañado, me has dicho lo que quería escuchar, has fingido que llorabas, y has terminado metiéndote en mi cama… ¿Eso era lo que querías? ¿Has montado todo el paripé por un triste polvo?
—Lucía, yo…
La rabia se apodera de mí, no puedo creer que haya vuelto a caer en sus sucias mentiras, en esa sonrisa, y en esas falsas lágrimas. Estoy en estado de shock, ni siquiera sé qué más decirle, solo quiero que se marche con sus patrañas y no vuelva a aparecer en mi vida.
—No, ni Lucía ni nada —gruño acercándome a él—. Lárgate de mi casa.
—Por favor…, Lu, deja que te lo explique.
—No quiero que me expliques nada, creo que todo ha quedado más que claro.
Quiero golpearle, hacerle el daño que me ha hecho él a mí. Me prometió que cuidaría de mi corazón y solo ha hecho que pisotearlo como si no valiera nada.
—Lucía…
—Supongo que tu mujer ni siquiera debe saber que estás aquí, seguro que ahora mismo estás con Collins, según ella —digo con maldad—. ¿Es que tu mujer no es capaz de satisfacerte, Kellin?
—¡No es mi mujer! —exclama furioso—. Era la mujer de mi hermano.
Tiene los ojos llenos de lágrimas, igual que los tengo yo, repletos de rabia y rencor, el vacío vuelve a tomar mi cuerpo.
—Oh, qué bonito…, engañando hasta a tu propio hermano.
Aprieta la mandíbula con una fuerza descomunal, haciendo que toda ella se marque. Tiene las manos cerradas en puños, está molesto, mucho, aunque debería ser yo quien lo estuviera.
—Me parece muy fuerte lo que has hecho, Kellin, me has engañado a mí, has engañado a tu hermano… ¿a quién más has engañado?
Permanece callado con la mirada baja, con los ojos cerrados, y aún apretando la mandíbula.
—Contéstame —grito.
Una lágrima se escapa de mis ojos, recorre toda mi mejilla y acaba muriendo en mi pecho, el cual sube y baja insistentemente. Mi corazón late tan deprisa que me va a salir del sitio.
—Mi hermano murió. —Dice abatido.
Rompe a llorar como un niño pequeño, se cubre el rostro con las manos, escondiéndose para que no le vea. De él se escapan varios gimoteos, sollozos que llenan el salón con su dolor. Me arrodillo delante de él, sintiendo su mal como mío, viendo que poco a poco Kellin se vuelve un crío que se desmorona sin saber cómo sobrellevar lo que le invade. Acaricio su cabello, le abrazo, intentando calmarle, pero no sirve de mucho. Algo me dice que lleva demasiado tiempo guardando todo ese pesar que no ha sido capaz de dejar salir para sanar las heridas que causó la muerte de su hermano.
—Kellin… —le llamo en voz baja.
Coloco mis manos a ambos lados de su rostro, intentando levantarlo. Sus ojos están tan rojos que ahora solo brillan a causa de las lágrimas, los cierra, pero, aun así, sujeto su cabeza. Le doy un casto beso en los labios, el cual me devuelve falto de fuerza.
—Ven. —Cojo su mano.
Vuelvo a abrazarme a él. Nunca antes le había visto tan vulnerable, jamás pensé que pudiera llegar a serlo, pero supongo que todos tenemos nuestro pequeño corazón lleno de amor, y de tristeza, aunque queramos aparentar que no es así.
—Por favor, Lu… —susurra—. Escúchame.
Cierro los ojos, cojo aire y suspiro.
—Te escucharé, pero antes, vayamos a la cama —le pido—. Por favor.
Asiente sin mucha convicción, nos ponemos en pie y tiro de su mano hasta que entramos. Me siento en la cama y le pido que haga lo mismo, no quiero otra cosa que no sea hablar.
—Quiero que me lo cuentes todo.
Verle así me ha hecho cambiar de opinión, nadie puede fingir unas lágrimas como las suyas, y si lo hiciera sería demasiado buen actor como para no estar ganándose la vida de ello.
—Hace unos años, durante un asalto de unos yihadistas a la embajada inglesa en Kabul, Afganistán, mi hermano cayó mientras intentaba proteger a todos aquellos que se encontraban dentro en ese instante… René perdió la vida por intentar ayudar a quienes que no podían hacer nada por huir.
Se me hiela la sangre al escuchar lo ocurrido con René, entonces recuerdo la placa que siempre lleva, aquella que se dejó en casa de Collins en su visita a mi habitación: R. Lund, pero no era R solo, sino que significaba René Lund, ahora todo cobra sentido.
—¿Quién es June?
—Mi sobrina, cuando René murió no tenía más que un par de años, por lo que apenas recuerda a su padre, y Hope, mi cuñada, intenta que tome el lugar que le correspondía a él.
—Pero… eso no puede hacerlo, no eres su padre. No puede pretender que sea lo mismo.
—Lo sé, pero no puedo dejarlas solas… —me sigue contando—. Cuando René murió Hope tomó el control de la mitad de la empresa que tiene mi padre, e intentó que le vendiera mi parte.
—Pero, entonces, más que una cuñada es una arpía. —Murmuro.
—Ha sabido aprovechar la situación.
—Y tanto…
—Y respecto a Candy…
¿Quién es Candy? Alzo una ceja sin entender muy bien a qué se refiere.
—¿Candy? —pregunto confusa.
—La camarera del Rocket.
Asiento un par de veces, vaya zorra… Si por mi hubiera sido la habría dejado calva, además de que no se habría reconocido en el espejo de las hostias que le habría dado.
—¿Qué pasa con esa?
—Cuando nos viste en el Rocket…, no pretendía que pasara nada, Candy se abalanzó sobre mí sin darme opción a echarme hacia atrás —sigue explicándome—. Cuando nos vio juntos le dio un arrebato de celos, quiso que me acostara con ella y al negarme pasó lo que pasó. Cuando te vio entrar, aprovechó el momento para que te encontraras con algo que realmente no era.
—Me estás dejando de piedra, Kellin. No puedo creer todo lo que ha pasado, de verdad…
Hace una mueca, bajando la vista al suelo, acariciando una de mis piernas, sin decir nada más.
—Pero ahora ya nada de eso importa —añade.
—No. —Respondo alzando su rostro—. Quiero ver al verdadero Kellin, no me falles…
—No lo haré, Lu, te prometí que cuidaría de tu corazón —murmura mirándome a los ojos—, y así será, no voy a faltar a mi palabra. Lo que prometo lo cumplo, cueste lo que cueste.
—Me apunto todo lo que dices, Lund. —Sonrío—. Más te vale hacerlo o la próxima vez te quedarás sin poder ser padre, así que tú mismo.
Deja ir una sonora carcajada, la única que le he escuchado desde que estábamos en Cardiff. Creo que su risa me enamora cada vez más, pero no pienso decírselo o el ego acabará subiéndosele a las nubes.
—Confía en mí, nena.
—Confío en ti.
Me besa como lo hacía unas horas antes, pasa una mano por mi pelo, y se tumba en la cama, pidiéndome que me apoye sobre su pecho. No quiero dormir, solo quiero estar con él, escuchar el latir de su corazón, su respiración tranquila junto a la mía. No necesito más teniéndole conmigo. Todo lo malo que tenía se ha esfumado al saber la verdad, a pesar del pequeño sobresalto. Me alegra haberme parado a escucharle, si no lo hubiera hecho no quiero ni imaginarme lo que hubiese ocurrido, habría sido todo un error que luego lamentaría durante mucho tiempo.
—Oye, Kellin.
—¿Sí?
—Quiero que quede algo claro…
Asiente un par de veces, no muy seguro de lo que voy a decir, pero creo que es algo que se debe matizar ahora para evitar posibles y futuros problemas.
—Me gustas, me gustas mucho, te quiero, pero no quiero que seas un guardaespaldas, ni un celoso.
—¿Por qué dices eso?
Trago saliva, espero que se lo tome bien, si no tendrá dos problemas, enfadarse y desenfadarse de nuevo.
—Tengo que hablar con Alex, es algo inevitable, y no quiero que haya una pelea entre ambos.
—No puedo verle cerca de ti, nena… —murmura—. Pero, tranquila, mientras no ponga ninguna de sus manazas encima de ti no habrá problema.
—De eso precisamente quería hablarte.
—¿Cómo?
—El fin de semana que viene tengo una actuación con Alex —le explico—. Como sabes, y si no lo sabes te lo explico ahora, somos compañeros de baile.
—Ajá —asiente.
—Tendremos que bailar el sábado por la tarde juntos, y ensayar varias veces a la semana. Pero, no por ello tiene que pasar nada, ni entre vosotros ni entre nosotros, ¿entendido?
Hace una mueca de disgusto, no parece gustarle nada lo que le estoy diciendo, pero poco a poco su gesto se dulcifica y acaba volviéndose una sonrisa.
—Confío en ti, Lu. Pero, como te toque un solo pelo de más, me lo cargaré. —Sonríe—. Puedes decírselo, si quieres.
—No creo que sea necesario. —Río.
Me encanta cuando la finura inglesa se queda a un lado para sacar el lado más bruto de Kellin, ¿quién dijo que los ingleses solo eran delicados, puntuales y muy educados? Porque tal vez me haya topado con uno en peligro de extinción.
—Puedes venir a verme… Collins, Nati y compañía vendrán.
Me acurruco contra su pecho al ver lo bien que se ha tomado el hecho de que Alex y yo vayamos a compartir tiempo, aunque si no se lo hubiera tomado bien habría sido cosa suya. Acaricio su pecho desnudo, dibujando pequeños círculos.
—¿Quieres que vaya?
—Claro, ¿por qué no? —murmuro—. Siempre y cuando no mates a nadie.
—Ya sabes las condiciones. —Ríe.
Su risa es tan sumamente perfecta que es capaz de enamorarme aún más de lo que ya lo hace él normalmente.
—Vuelve a dormir, nena.
—No quiero dormir, Kellin, quiero disfrutar de ti.
—Vas a tener mucho tiempo para hacerlo.