10

Y eso ha hecho… Nos hemos pasado las dos horas que duraba la película retozando sin control, decenas de posturas, gemidos, suspiros, respiraciones desacompasadas, y demasiados besos como para no volvernos adictos a ellos.

Me paso las manos por el pelo, haciéndome un moño. Kellin se viste rápidamente y sin apenas decir nada, se marcha, sin siquiera darme un beso. Suspiro, me meto en la ducha y me limpio entera. Ahora mismo me siento sucia, no debería haber hecho eso, pero era lo que mi corazón me gritaba, lo que me pedía que hiciera. Tras la ducha me envuelvo en la toalla, me pongo mi pijama, y caliento de nuevo el agua que había en la taza del microondas. Enciendo la televisión, pero no dan nada, no dejo de hacer zapping, pero parece que el universo se ha puesto en mi contra para que me aburra durante un buen rato. Desbloqueo la pantalla del móvil, conecto el wifi de casa y abro Youtube. El primer video en aparecer es de Ed Sheeran, donde sale vestido de traje y una chica con un maravilloso vestido blanco. Bailan sin parar, me encanta. Quiero apuntarme a una academia, necesito volver a bailar, dejarme llevar por la música.

Le doy un sorbo al té, y poco después la puerta de la entrada se intenta abrir. ¡Mierda me he dejado la llave puesta! Dejo la taza sobre la mesilla que hay frente al sofá, y corro hacia la puerta. Joder, me había olvidado de que había cerrado de nuevo tras la marcha de Kellin.

—Espera, espera —grito.

—¿Lucy? —pregunta Nati al otro lado.

—Espera.

Giro la llave tan rápido como puedo, la quito y abro la puerta.

—¿Qué haces con la puerta cerrada?

—Me he dado una ducha y no me gusta dejar la puerta sin echar la llave.

—Tú y tus manías.

—Lo sé…

Me paso la mano por la nuca, sonrío de medio lado, y entro en la cocina para que puedan entrar todos, salvo Kellin, que como era de esperar no está. Bebo un vaso de agua, se me ha quedado la boca seca solo de pensar en que podían habernos pillado.

—¿Qué tal ha estado la película? —pregunto algo nerviosa.

—Bien, la verdad es que no ha estado nada mal.

—Vaya, ¿y Kellin? —intento hacerme la sorprendida.

—Se ha marchado, ese tío es un impresentable, prácticamente antes de que empezara la película se ha largado sin apenas decir nada… No sé cómo Collins sigue aguantándole.

—Será buen amigo.

—Un buen amigo no se va así como así.

Asiento levemente, tiene razón, no debería haberse marchado así, pero por una parte me alegro de que lo haya hecho, si no no hubiéramos tenido este encuentro. Hago una mueca al ver lo seria que está Nati, Collins y Marc simplemente se han dejado caer en el sofá como si no hubiera pasado nada, como si hubieran estado toda la noche ahí tirados. Cambian el canal de la televisión, hasta que dejan un programa de cámaras ocultas por el cual no dejan de reír.

—¿Estás bien, hermanita? —pregunta.

—Sí, pero aún no me acabo de encontrar del todo bien, justo estaba tomándome un té y me iré a dormir en nada.

—Bueno, a ver si descansando estás mejor.

—Seguro que mañana estaré bien. —Sonrío como puedo.

Voy a por una sudadera para ponerme sobre el pijama, tengo algo de frío y no me gusta nada esta sensación. Cuando estoy rebuscando una entre las que tengo dobladas dentro del armario aparece Marc, tras mi espalda, pegándose a esta, y besándome el cuello con cuidado.

—Buenas noches, pequeña.

—Buenas noches. —Sonrío—. ¿Te ha gustado la película?

—Sí, pero hubiera estado mejor si hubieras estado a mi lado para verla conmigo.

—Bueno, la próxima ya la veremos juntos.

—Sí. —Sonríe.

—Creo que voy a irme a dormir.

—¿No te encuentras bien aún? —pregunta preocupado.

—No del todo.

Me pongo la sudadera y salgo al salón, aún perseguida por Marc, quien parece que no va a separarse de mí ni a sol ni a sombra. Me siento en el sofá y le doy un largo sorbo al humeante té, y miro cómo Collins se pasa una mano por su despeinado tupé, a la vez que Nati se sienta sobre su regazo y le da un beso en la mejilla. No dejan de sonreír, lo que en cierto modo me pone nerviosa, no me gusta nada esta situación, odio estar entre Kellin y Marc.

—Venga, quédate un poco con nosotros —me pide Nati.

—No, hermanita, no estoy de humor, me acabo el té y me marcho.

Joe, quédate —insiste.

—Que no, joder…

Le doy un último trago al té y me encierro en la habitación, echando el pestillo. No quiero que nadie entre. No voy a aguantar nada. Suspiro, me estoy poniendo hasta nerviosa yo sola, la mala leche que tengo hace que me agobie y eso que la habitación está prácticamente vacía. Me meto en la cama, haciéndome un ovillo bajo la manta, mañana será otro día. Ahora toca descansar y olvidarse del dichoso Kellin Lund.

Abro los ojos, un día más, igual que los de siempre. Llegando tarde a todos lados y eso que simplemente he quedado para desayunar con Nati en el Jubilee mientras acabamos de ver cómo va desenvolviéndose Ángela durante su primer día de trabajo. Me pongo los patines, la sudadera de siempre y me recojo el pelo en un moño, como suelo hacer cuando no tengo ganas de peinarme. Me cuelgo la mochila de un solo hombro, echo un vistazo al salón, el cual está totalmente recogido, parece que ayer Marc se empeñó en dejarlo todo bien colocado en su sitio para que hoy no tuviera que hacer nada, y eso que tengo toda la mañana libre. Suspiro antes de abrir la puerta, y tras eso me marcho.

El sol brilla en lo alto del cielo, adoro el otoño, el calorcito de los rayos del sol posándose sobre mi piel, el aire fresco soplando. Aunque debo decir que como el verano… nada. Apenas hay gente en la calle, debe de estar todo el mundo en sus trabajos, todos menos yo. Veo cómo dos adolescentes cruzan el puente del río en dirección a la calle central de las tiendas, no dejan de hablar escandalosamente. Me recuerdan a Nati y a mí cuando íbamos juntas a clase, o cuando quedábamos para ir a dar una vuelta por el pueblo. Sin más, un simple paseo para hablar de cientos de chorradas, de ideas, conspiraciones, sobre cualquier cosa, la cuestión era estar juntas. Me hago paso entre la gente, la poca que se interpone en mi camino. Cojo carrerilla y subo por la infernal cuesta que sube hasta el ayuntamiento. Cuando miro hacia el banco, veo cómo Collins entra a su oficina, debe de haber estado en el Jubilee desayunando con Nati, bueno… Mejor dicho, desayunando mientras Nati estaba trabajando y atendiendo algunas mesas. Me dirijo hacia allí, lo bueno de ir en patines es que en menos de cinco minutos puedo plantarme. Adoro este pueblo, tan tranquilo, soleado y alegre, no creo que me marche jamás de aquí, no soy una chica de grandes ciudades, a mí me sacas de aquí y me pierdo, con mi pequeño pueblo estoy más que contenta, me encanta. Además, algún día podré comprar una de esas bonitas casas que hay junto a l’Ateneu o de las que se escapan un poco de la miniciudad.

Llego al Jubilee, y veo que Ángela corre de un lado a otro, bandeja en mano. Parece que medio pueblo se ha venido a desayunar a nuestra cafetería. Me siento en uno de los taburetes frente a la barra, hasta que Natalia se da la vuelta resoplando, algo agobiada, hace una mueca y baja la mirada.

—¿Necesitas ayuda?

—Bueno…

—Eso es que sí.

Entro rápidamente a la salita, atravesando la cocina. Me quito la sudadera, me reajusto el moño y salgo fuera aún con los patines puestos. No debería llevarlos, pero así iré más veloz entre las mesas. Cojo otra bandeja y ayudo a Ángela, para que así otra gente pueda ocupar las mesas vacías y que no esperen más.

—¿Vas bien? —le pregunto a Ángela.

—Sí, claro —responde algo altiva.

Una mujer choca contra ella, haciendo que una de las tazas mal colocadas, caiga de la bandeja. Pero, por suerte, consigo ir lo suficientemente rápida para impedir que caiga al suelo. ¡Uf! Seguirá viva durante un tiempo más.

—Ya veo, ya. —Le guiño un ojo y sonrío.

A lo que ella responde haciendo una mueca, parece que no le ha sentado bien la bromilla, o mejor dicho, el comentario, aunque en ningún momento he querido hacer que se sienta mal. Suspiro, vaya chica más especialita, me sabe fatal, pero bueno… Sigo recogiéndolo todo mientras dejo que Ángela vaya atendiendo a la gente con esa simpatía que tanto la caracteriza. Hasta que es Laura quien aparece por la puerta y cuando va a recibirla, le mira con cara de perro y pasa junto a Ángela sin decirle nada.

—Buenos días, ratoncita. —Sonríe.

—Buenos días.

Se abraza a mí con fuerza y cuando se echa hacia atrás me da un beso en la mejilla. Adoro a esta muchacha, incluso más aún de lo que adoro a mi cuñi Collins, aunque ella también es Collins, Laura en vez de J.D pero al fin y al cabo llevan el mismo apellido. Después de abrazarme, se va a por Natalia quien la mira con algo de desesperación, pero poco a poco su mirada se dulcifica.

—Buenos días, cuñi —Sonríe—. ¿Mucho agobio?

—Pues ya ves… —murmura.

—¿Necesitáis ayuda? —pregunta preocupada.

—No, no hace falta, tenemos a Lucía. La pobre tenía día libre, pero se ha tenido que colgar el mandil para así ayudarnos, y que la gente no nos linche.

—Estoy segura de que alguno sería capaz de darnos un mordisco a nosotras en vez de a un cruasán por tardar.

Dejo la bandeja sobre la barra y me meto directa hacia la cocina. Saco la masa para los cruasanes, el chocolate con el que rellenarlos y el almíbar para las cañas. Si hubiera sabido que iba a tener que ponerme a ayudarlas me habría arreglado un poco más, no iría con estas pintas de abandonada de la vida que llevo, porque entre el moño, y la ropa… No veas, además de las ojeras, que no son pocas. Nati debería de haberme avisado, así podría haber venido un rato antes. Es una cabezona, estoy segura de que si no hubiera venido, no me habría llamado para decirme que necesitaba ayuda. Lo preparo todo y meto la primera bandeja en el horno.

Laura entra, recogiéndose el cabello, lo que en cierto modo me extraña, ya que hace apenas unos minutos le ha dicho Natalia que no necesitábamos que se quedara a ayudarnos, tal vez ahora entre más gente y por eso se quede.

—¿Te quedas? —pregunto.

—No, no.

—¿Y entonces?

Alzo una de las manos, señalando el moño que se está haciendo. Deja ir una sonora carcajada y sonríe sin más, a la vez que niega con la cabeza.

—Solo vengo a que me cuentes cómo vas con el tema K.

Resoplo, desviando la mirada hacia la bandeja que estoy preparando. ¿Qué demonios tengo que responderle a eso? Joder…, si es que no sé ni qué contarle… A la mierda, lo que tenga que pasar que pase, no tengo por qué esconder lo que ha ocurrido y mucho menos a ella, ni a Nati, aunque lo más seguro es que me caiga bronca.

—Pues… —murmuro.

—¿Pues?

—Me he acostado con él —admito.

—¿Qué? ¿Tú estás loca?

Me mira con los ojos terriblemente abiertos, poco les falta para salirse de su órbita, y con razón, si yo fuera ella creo que tendría la misma cara que está poniendo. Entonces, Natalia entra en la cocina, por lo que permanecemos en un completo silencio. Nos mira algo extrañada y hace una mueca.

—¿Qué ocurre?

—Nada, nada. —Sonrío.

—No, nada —intenta secundar Laura.

—Lucy… —dice en voz baja—. Que nos conocemos.

Trago saliva, cierro los ojos, y luego miro a Laura, quien no sabe qué decir tampoco. Este es el final, ahora o nunca… Ha llegado el momento en el que el fin del mundo se cierna sobre nosotros.

—Yo…

Cada vez me pongo más nerviosa, mi corazón empieza a latir con fuerza, cada vez más deprisa. Se va a enfadar conmigo, me va a gritar, y me va a decir de todo, estoy segura. Me paso una mano por la cara y resoplo.

—¿Tú, qué?

—Me he acostado con Kellin —consigo decir.

Por una parte me he quitado un gran peso de encima, pero no me gusta nada la cara que está poniendo Natalia, por lo que me temo lo peor.

—¿Cómo? —pregunta consternada.

—Yo…

—Tú, nada.

Me mira despectivamente, con desprecio, pero no dice nada más, se limita a darse la vuelta, cabreada. Joder, esto es aún peor de lo que pensaba. Nati es de esas personas que pueden enfadarse, pegarte un chillido y cagarse en la puta, esto último finamente, o crear el muro de la indiferencia, que consiste en no hacerte ni caso en todo el día, hasta que se le pase, y luego te echa una bronca del quince.

Suspiro, la he cagado. Laura no sabe qué decir, y sale detrás de ella, intentándola hacer razonar, pero parece que de nada sirve. Voy junto a ellas, pero Natalia ni siquiera es capaz de sostener la mirada fija en la mía, lo que me duele.

—Nati…

Cuando me acerco a donde se encuentra simplemente me esquiva, se marcha hacia otro lado y es como si no hablara con nadie.

—Por favor.

—Ni por favor ni hostias, lárgate de aquí ahora mismo. —Gruñe.

Mierda…