30

Ni siquiera recuerdo qué ocurrió, supongo que estaba demasiado cansada como para seguir pensando y llegó un momento en el que mi cerebro decidió que era el momento de desconectarse y, por eso, apenas recuerdo lo que pasó tras ese momento de desenfreno total.

Me paso las manos por la cara, cierro la sudadera y me pongo el gorro. Dejándome caer sobre el mullido banco que hay bajo el ventanal de la habitación. Los rayos del sol atraviesan el cristal, y poco a poco van calentándome, me reconforta. Miro el reloj del móvil, son las once de la mañana, todos deben haber salido a pasear o a hacer cualquier otra cosa. Cuando el wifi de la casa se conecta, me empiezan a llegar mensajes, tanto de Natalia como de Marc.

Marc:

¿Pequeña? Hace días que no sé nada de ti…

¿Hola? ¿Va todo bien?

Desde ayer por la noche que no encendía el móvil, aunque tampoco le habría escrito por mucho que hubiera tenido wifi. No tengo ganas de hablar con él, pero tampoco puedo comportarme como una cría y ni siquiera contestarle. Antes de ser mí… «pareja» fue mi amigo, y no puedo dejar que esto se acabe así. Le escribo escuetamente.

Lucía:

Buenos días.

No tarda en recibir y leer el mensaje que acabo de mandarle, por lo que espero a su respuesta. Pero parece no hacerme caso, lo que en cierto modo me molesta. Abro los mensajes de Natalia, mientras espero a que Marc se decida a contestarme.

Natalia:

Hemos salido a por algo de comida,

como parecías la bella durmiente

he decidido dejarte ahí

Añade una carita sonriente al final del mensaje y le escribo tras leerlo.

Lucía:

Sigo viva

Vuelvo al chat con Marc, ha visto el mensaje y ha pasado de contestar, lo que me cabrea y mucho. ¿Por qué puñetas ahora no me contesta? Bajo al salón, sobre la mesa de la cocina hay un trocito de papel doblado con algo escrito en él. Me acerco a leerlo y me doy cuenta de que es la letra de Rosa: «Tienes unas cuantas galletas, bizcocho de manzana y un sándwich vegetal con pavo». Pobre mujer, si es que es más buena que el pan. Nunca antes se habían ocupado de mí así, siempre he tenido que ser yo sola quien lo hiciera todo. Agarro el bocadillo, lo envuelvo en una servilleta y cojo un brik de zumo de manzana, para así subirlo a la habitación sin riesgos de manchar nada por accidente.

Cuando me vuelvo a sentar sobre el asiento del ventanal veo cómo Kellin aparece tras la puerta de casa de sus padres. Habla por teléfono, parece agobiado, incluso molesto por algo, lo que hace que la sonrisa que había esbozado desaparezca por completo.

—¿Qué le pasará? —me pregunto.

No tengo ni idea, pero siento mucha curiosidad por saber qué es.

Durante un buen rato permanezco así, callada, escuchando música y viendo los coches pasar de un lado a otro. Parece que todo el mundo haya decidido salir hoy a la calle, y eso que no es que haga muy buen día, pero bueno… Supongo que la mayoría de ellos viven acostumbrados a los cielos plomizos y faltos de vida. En España no es para nada así… El sol brilla en lo alto del cielo, los rayos del sol calan en la piel y te dan la energía que necesitas en un mal día. Natalia y Collins no tardan en llegar, por lo que bajo a saludarles de inmediato.

—¿Cómo has dormido? —me pregunta él nada más verme aparecer.

—Bien, bastante bien —sonrío—, gracias.

—No hay de qué.

Cuando Natalia se gira para mirarme hace una mueca y pasa al salón. ¿Qué le pasa? Voy tras ella hasta que se sienta en el sofá, por lo que hago lo mismo a su lado.

—¿Qué te ocurre? ¿Aún andas mosca por lo de ayer?

Me lo niega con la cabeza, pero yo sé que le pasa algo. No necesito que me lo diga, solo con mirarle a la cara ya tengo más que suficiente como para saber que algo que no le gusta ronda su mente.

—¿Ha pasado algo con Collins?

—No.

—¿Es por Kellin?

Alza los hombros, he dado en el clavo, sigue disgustada por eso de que le preste atención, pero no puede hacer nada… No sé qué tiene ese hombre para que me sienta tan salvaje más atraída por él cuando sé que no es más que un chiquillo sin remedio y sigo sin saber si, debería fiarme de él. Que aquella mujer que vi el otro día ronde por su casa no me hace ninguna gracia y me hace desconfiar, pero, al fin y al cabo soy yo quien debe decidir si arriesgarse o no, no ella.

—Bueno, pues deja de preocuparte porque no merece la pena.

—Lo intentaré. —Anuncia al final.

—Más te vale, porque me debes el salir por ahí una noche, y que sepas que no me voy a olvidar.

—Lo sé, lo sé… De lo que te interesa no te olvidas.

—Bueno, como todo el mundo. —Le saco la lengua—. Vamos, no te preocupes más por ello y dale alegría a tu cuerpo.

—Macarena —dice Collins a nuestra espalda.

Nos miramos, negamos con la cabeza y rompemos a reír. Hay veces que Estiradillo man es hasta gracioso.

—Salimos esta noche —le digo a Collins.

—Me parece bien.

—Pero…

—Ni peros, ni peras, Macarena —digo entre risas.

—Ya os vale.

Le guiño un ojo a Collins y, antes de ir a la cocina, le choco la mano. Misión sacar a la perezosa, cumplida. No entiendo qué manía le ha entrado con no salir de noche por Cardiff, que parece que no quiera ni pisar la calle.

Ya estamos preparadas, solo falta Collins y nos vamos. Kellin no me ha respondido en toda la tarde, supongo que debe de haber estado ocupado y no habrá mirado el móvil. Antes de salir de la habitación me reajusto el body granate, y la falda de tubo negro. Kellin debería de haber venido, anda que no me lo iba a pasar bien. Me pinto los labios del mismo tono granate, y ahora sí que estoy lista para salir a la acción, por lo que voy a por Natalia. A esta muchacha hay que espabilarla o acabará durmiéndose en los laureles.

—¿Qué te queda?

—¿Otra vez vienes? —pregunta rebuscando algo en su bolsa.

—Sí.

Cuando se da la vuelta me mira con esos grandes ojos que tiene, y sonríe. Con lo guapa que está cuando sonríe y lo poco que lo hace… No debería de preocuparse tanto por todo o acabará por no vivir.

—Me gusta tu labial. —Afirma.

—¿Sí?

Asiente un par de veces, alzo el dedo índice y le pido que espere mientras voy a por él.

—Póntelo tú también.

—No sé…

—Claro que sí.

Sonrío, y es lo único que necesito para acabar de convencerla para que se los pinte igual que yo. Sabía que le iba a gustar, además, nadie se puede resistir a los lip stain de Sephora. Imposible.

Collins ya ha ido a por el coche, parece que al final ha acabado ganándonos, y capaz será de decirnos que lleva mucho rato esperándonos. Aunque… no creo que Natalia fuese a quedarse callada, algo le diría.

—¿A dónde vamos?

—A un local muy chulo que hay no muy lejos de aquí —contesta Natalia.

Durante unos segundos permanezco en silencio, ¿estará hablando del garito al que fuimos ayer? Trago saliva, será mejor que no diga que ya lo conozco.

—¿Ah, sí?

—Sí. —Sonríe contenta—. Cuando entras y ves la barra te da la sensación de estar bajo el agua.

—¿Y eso?

—Tiene una barra preciosa que parece estar hecha de olas del mar, es… impresionante. Te encantará.

—¡Seguro! —añade Laura, quien también se ha unido a nuestra aventura nocturna.

—No lo dudo. —Sonrío.

Laura coge una de mis manos y la acaricia, adoro a esta mujer. Natalia ha tenido mucha suerte de encontrar una familia como la de los Collins, que la quieren y se preocupan por ella como nadie.

—¿Cómo se llama el sitio? —pregunto, aun a sabiendas de que van a decir el nombre que espero.

—Rocket —contesta Collins.

¡Bingo! Tenía razón, nada más decir que estaba cerca y cómo es la barra ya he sabido a dónde íbamos. Me ha venido a la cabeza el Rocket. Ojalá hubiera podido venir Kellin, lo habríamos pasado bien, aunque supongo que no ha podido contestar.

Dejamos el coche dos calles atrás de donde se encuentra el pub, debe estar lleno, porque no hay ni un solo aparcamiento más cerca. Collins coge a Natalia por la cintura y le besa en la mejilla, son adorables, me alegra ver cómo después de todo lo ocurrido siguen luchando por su amor contra viento y marea, sin dejar que las adversidades puedan con ellos. Ojalá tuviera yo algo así con Kellin. Tal vez no debería haberme entrometido entre ellos al principio, pero seguro que, si no lo hubiera hecho, ahora no estaríamos aquí. Natalia nunca se habría dejado liar por Collins, este no habría sufrido el accidente y yo… yo no habría conocido a Lund, ni tampoco a Tyree. Por lo que no me arrepiento de nada.

—¿En qué piensas? —me pregunta Laura.

—En la historia que hay tras la pareja. —Sonrío.

Laura asiente un par de veces e imita mi gesto. Veo como el luminoso letrero del Rocket aparece tras girar la última esquina. Un enorme cohete brilla junto a las letras, es un buen bar, pero sobre todo es bonito.

Nada más entrar, dejamos las cosas en el ropero y cuando alzo la vista para encaminarme hacia la barra, no puedo creer lo que veo.

—¿Ese no es Kellin? —pregunta Natalia.

La sangre se me hiela, el corazón se me detiene, y el estómago se me revuelve. Veo cómo este baila con la zorra de la camarera, quien se contonea para él como si fuera una perra en celo. Solo hace falta que se tire a sus pies y le ruegue que se la folle como la perra que es, delante de todo el mundo. Puedo ver cómo le mira, la lujuria que hay en sus ojos y cómo sus manos pasean por todo su cuerpo. El pulso se me dispara, las manos se me congelan y apenas puedo decir nada, tengo la boca seca.

—La mato —gruño entre dientes, ida.

Cuando voy a encaminarme hacia ellos veo que la arpía le coge de la mano y tira de él hasta que atraviesan unas cortinas negras. Él se ha dejado llevar, no le ha dicho nada, ni siquiera ha intentado impedírselo. Mis ojos se llenan de lágrimas, a causa de la rabia que me corroe por dentro. La música se detiene hasta que llego junto a las cortinas tras las que se ocultan.

—¿Quién era la chica del otro día? —escucho que le pregunta ella en el preciso instante en el que el DJ baja la música para que la gente cante.

En el momento en el que él va a contestarle, la melodía vuelve a subir, impidiéndome escuchar. Aparto ligeramente la cortina, por un momento no puedo creer lo que está ocurriendo. Como un huracán aparto las cortinas de un golpe, me acerco a la arpía, quien arrincona a Kellin contra la pared, y tiro de su pelo dando un fuerte tirón haciendo que caiga de culo al suelo. Ahí es donde debe estar. Me agarra por el tobillo por lo que le propino un fuerte golpe en el costado con el pie, haciendo que se doble de dolor. Me giro hacia Kellin, apretando la mandíbula, llena de ira. Le miro con los ojos entrecerrados y le doy una buena palmada en una de sus mejillas. Una lágrima se me escapa al ver cómo ni siquiera es capaz de mirarme. Vuelvo a golpearle, pero sigue igual, con la vista baja.

—Gilipollas —digo entre dientes—. Al final sí que has resultado ser como todos decían —gruño—. Qué pena das.

Le lanzo una última mirada de odio y salgo. Natalia, quien se ha acercado a la cortina hace una mueca sin entender nada. Niego con la cabeza cuando pasa una de sus manos por encima de mi hombro derecho, aguantando la rabia y las amargas lágrimas que luchan por salir.

—¿Qué te pasa?

No digo nada, por lo que va hacia donde se encuentra Kellin. No pienso detenerla, si quiere matarle, que lo mate. Collins también me ve venir, igual que Laura. Le quito al guardarropera mis cosas, las cuales aún no había colgado y salgo del Rocket. No quiero estar ahí dentro, en el mismo espacio en el que esté ese bastardo. Al salir golpeo un cubo de basura, esta medio vacío, por lo que se cae al suelo sin que apenas tenga que hacer esfuerzo.

—¡Joder! —grito—. Serás hijo de puta…

No debería haberme dejado engañar así.