38
Lucia
Me recojo el pelo, ha habido mucho trabajo hoy en el Jubilee, demasiado diría. Me agacho para limpiar un poco de zumo que se me ha caído hace un rato y nada más levantarme me encuentro con Alex y con una de esas sonrisas tan adorables y bonitas que tiene. Sonrío, igual que lo hace él, es una alegría tener a alguien así cerca, todo es buena energía.
—¿Qué haces tú por aquí?
—Pues… —murmura.
Alzo las cejas esperando a que me diga el motivo por el que ha venido, aunque tampoco es que lo necesite, siempre estoy encantada de pasar un rato con él y disfrutar de su compañía.
—He venido a verte. —Se sienta en uno de los taburetes—. He pensado que tal vez tendrías un rato para ir a ensayar.
—Claro, la verdad es que ya estamos cerrando, así que si me esperas un poquito podemos ir a cenar algo y a ensayar.
Alza una ceja y pone cara de: «¿ensayar solo?». Dejo ir una carcajada, y le doy un golpecillo en el hombro.
—Solo cenar y ensayar, que te veo la cara de pillo.
Hace una mueca, pero acaba por sonreír de medio lado, intentando provocarme e incitarme a que ocurra otra cosa más. Cojo aire, intentaré evitarlo, aunque habiéndolo evitado una vez no sé qué espero… Ni siquiera sé si seré capaz. Suspiro, vaya hombre este. Le miro o, va vestido como siempre, con una de sus anchas camisetas con los lados rasgados, unos vaqueros que le quedan ligeramente ajustados, además de una gorra verde militar que lleva girada hacia atrás.
—¿Quieres tomar algo?
—Ponme un zumo.
—Marchando un zumo natural.
Entro en la salita, pongo un par de naranjas en la máquina exprimidora, cojo un cruasán, por si le apetece. Cuando lo tengo todo preparado lo saco a la barra, le quito la gorra y me la pongo. No hay nadie en la cafetería, salvo nosotros dos, por lo que me pongo a jugar con él, y a corretear entre las mesas, mientras me persigue.
—¿Vas a quitármela?
—Puede —sonríe—, o tal vez te deje solamente eso puesto.
—¡Alex! —exclamo.
Deja ir una carcajada, se acerca a mí a la vez que voy retrocediendo hasta que choco contra la puerta de la cocina, él se limita a pegarse a mí hasta que me besa apasionadamente.
—Tyree… —murmuro.
Sin que pueda hacer nada, Alex sale disparado hacia atrás y es ahí cuando me doy cuenta de lo que ocurre. Kellin le tiene agarrado del cuello, le mira furioso, como si le fuera a arrancar la cabeza. Parece exaltado, su pecho sube y baja rápidamente, su respiración se ha vuelto frenética.
—¡Kellin! —grito.
No me hace ni caso, se limita a mirar a Tyree.
—¡Kellin, por Dios! —exclamo.
Desvía sus ojos hacia mí, están llenos de lágrimas, enrojecidos por la furia que siente en su interior. Cuando voy a separarles Kellin me da un manotazo, haciendo que caiga de culo, por suerte aparece Collins corriendo, coge a su amigo y tira de él. El galés deja ir un profundo gruñido, y acaba por propinarle un fuerte cabezazo que deja a Alex algo mareado durante unos segundos. Collins no consigue separarlos, por lo que Tyree consigue zafarse de sus manos y es él quien ahora golpea a Kellin.
—Alex, basta —le digo, pero al ver que no se detiene grito—: ¡Ya está!
Collins consigue coger a Kellin y apartarlo hacia el exterior de la cafetería. Alex no hace nada, se limita a observar lo que ocurre fuera.
—¿Quién cojones es ese tío? —exclama alterado.
—El gilipollas… —murmuro.
—¿El de Cardiff?
Asiento, lo que hace que vaya directo hacia él, aunque consigo pararle a tiempo antes de que pueda llegar a donde se encuentran ellos.
—Alex, Alex… —digo colocándome frente a él.
—Ese tío te ha jodido, pitufa, y no pienso permitir que lo vuelva a hacer.
—Tranquilo, King Kong. —Le doy un golpecito en el hombro—. Puedo cuidarme sola, si tengo que patearle el culo lo haré.
—Si necesitas ayuda ya sabes que solo tienes que decírmelo.
—Lo sé, Tyree. —Sonrío—. Será mejor que cerremos el Jubilee y nos larguemos.
Con la ayuda de Alex consigo recoger lo poco que faltaba, aunque antes se toma su zumo, el cual ha sobrevivido al altercado. Cuando salgo a bajar las persianas no hay ni rastro de Kellin ni de Collins, por lo que respiro aliviada. Suerte que se han ido, no habría soportado verlo otra vez así, parecía completamente ido, una bestia que no podía mantener el control de su propia voluntad. Me siento en el escalón frente a la cafetería, Alex se sienta a mi lado, toma una de mis manos y la acaricia con mimo.
—¿Estás bien?
Asiento un par de veces, a sabiendas que mi voz no saldrá. Sonrío, aunque mi alma llora, llora por haber visto a Kellin así, por sentir que algo en él ha cambiado y por saber que no es como Natalia y Laura decían. Joder, ¿por qué tiene que ser todo tan complicado? Ya podrían dejarme tranquila.
—¿Nos vamos?
—Por favor —consigo decir.
Tras una cena improvisada en casa, con un par de pizzas, me dejo caer en el sofá, al lado de Alex, quien no deja de observarme. Alzo una ceja, a la vez que cambio de canal, no dan nada, pero, bueno, mejor, así podremos ensayar tranquilamente.
—¿Qué miras? —pregunto sonriendo.
—A ti, me gusta hacerlo —me responde.
—¡Pues deja de hacerlo y vamos a ensayar!
De un salto me pongo en pie, cojo su mano y tiro de él para que se levante como yo, cuando lo hace, cojo el mando del reproductor de música.
—¿Qué canción vamos a usar?
—Había pensado en usar «Thinking out loud» de Ed Sheeran, ¿la conoces?
Durante unos segundos me quedo pensando, pero sí, claro que he escuchado alguna vez, además de varias canciones que Natalia adora y que se pasa el día cantando, haciendo que sea imposible olvidarlas.
—¡Claro! ¿Quién no conoce a Ed Sheeran y su «Thinking out loud»? —Sonrío—. Además, a Nati le encantan sus canciones, sobre todo «Don’t».
—¿Sí?
—Ajá, ¿la has escuchado?
—La verdad, creo que no, o por lo menos no recuerdo el nombre, aunque tal vez la haya oído y solo sea eso… Ya sabes que mi memoria no es muy buena.
—Cierto. —Río.
Busco en iTunes la canción, la pongo mientras veo cómo Alex aparta la mesilla de centro hacia un lado, me coge por la cintura, pegando su pecho a mi espalda. Besa mi cuello con delicadeza, me da la vuelta, fija sus ojos en los míos y me da un casto beso en los labios. Toma mis manos, me guía por el salón, como si ya pudiera ver los pasos que vamos a seguir. No dejamos de movernos, puedo sentir la música tomando el control de nuestros cuerpos, haciendo que se guíen los pasos que damos.
Tras ensayar durante un par de horas, me siento exhausta, me dejo caer sobre el sofá, y Alex a mi lado. Me sujeta la cabeza con cuidado, y me besa apasionadamente, este hombre es incansable, aunque tampoco hago nada por resistirme.
Alguien toca el timbre, y no tengo ni idea de quién puede ser. Le miro extrañada, mientras él se limita a levantarse y recoger sus cosas, pero cuando abro mi corazón se detiene, helando mi sangre. No abro del todo la puerta, no quiero que vea que está aquí Alex.
—¿Qué haces aquí? —pregunto tensa.
—Necesito hablar contigo —murmura.
Trago saliva, cruzo los brazos bajo mis pechos, molesta, no me puedo creer que esté aquí.
—¿Cómo has entrado?
—Eso ahora no importa, Lu.
Noto cómo una de las manos de Alex se posa en mi hombro, y es cuando todo cambia. Cierro los ojos y, al abrirlos, me encuentro a Kellin con la vista fija en Alex, con la mandíbula apretada y con una mirada de odio que si pudiera fulminarle lo haría.
—¿Qué hace ese aquí? —gruñe.
—En realidad debería preguntarse qué haces tú aquí —contesta Tyree en voz baja.
—No quiero problemas, ¿de acuerdo? —les digo.
Puedo ver cómo Kellin cierra las manos en puños, si pudiera le propinaría un buen golpe a Alex hasta que cayera al suelo y perdiera el conocimiento. Después de haber visto lo ocurrido en el Jubilee, no quiero ni pensar en lo que podría pasar si uno de los dos acaba cayendo en la provocación del otro.
—Alex, es mejor que te marches, hablaremos mañana, ¿sí?
—Claro.
Mira de reojo a Kellin y, antes de salir por la puerta, me da un dulce beso sin que pueda apartarme. Este no dice nada, permanece en silencio, hasta que le agarra por el brazo y tira de él, quedando a escasos centímetros.
—Ya puedes correr, hijo de puta, porque como te vuelva a ver lo lamentarás, y como vuelvas a tocarla… —sisea.
—Como vuelva a tocarla, ¿qué? —gruñe.
—Te arrepentirás de haberlo hecho.
Veo cómo Alex se acerca a mí, e inconscientemente doy un paso hacia atrás. No quiero meterme en problemas y mucho menos que lo hagan ellos. Kellin me mira, hay algo en él distinto a cuando estuve en Cardiff, ¿rabia? ¿Arrepentimiento? ¿O tal vez necesidad de perdón?
—Alex, por favor.
—Sí, eso, Alex, por favor —me imita el galés.
Deja ir una sonora carcajada y, sin hacerme caso, se acerca a mí, me toma por la cintura y me besa apasionadamente.