13

Natalia:

No, no puedo.

Lucía:

Nati, por favor…

Natalia:

Lucía, no, hoy no… Quédate en casa.

Es tan sumamente tajante conmigo que hace que un vacío se instale en mi interior y le escriba enfadada.

Lucía:

Bueno, tú verás

Mira el mensaje, pero no es capaz de contestar, por lo que me deja con el visto, haciendo que mi malestar sea mayor aún. ¿Sí? Pues si eso es lo que quiere, es lo que tendrá. Rebusco entre mis papeles la dirección de la academia que encontré y salgo. Ya está bien, es hora de que sea yo la que esté feliz con lo que hace. Natalia sabrá qué es lo que quiere hacer, pero por lo que a mí respecta, no voy a ir detrás de ella. No ahora. Miro en Google Maps, la academia no está muy lejos, por lo que iré andando a ver qué es lo que se cuece.

Al entrar me encuentro de morros con un chico alto, fuerte y corpulento, grande como un armario, y guapo a rabiar. Me fijo en esos ojos verdosos y ese cabello castaño que contrastan mucho con el resto del conjunto. Pasa por mi lado, sin decir nada y luego me encuentro con una chica morena con el pelo corto y la tez clara. Sonríe de oreja a oreja, me mira alegre, y no puedo evitar corresponderle.

—Buenos días.

—Buenos días. —Sonrío.

—¿En qué puedo ayudarte?

Miro hacia todos lados, a su espalda hay un tablón con diferentes noticias, anuncios y demás. Vuelvo a fijarme en ella, ya que no aparta la vista de mí y empieza a incomodarme.

—Pues… me gustaría saber los cursos que se imparten. —Me apoyo en el mostrador.

—¿Yoga? ¿Taichí? —pregunta hasta que hago una mueca—. ¿Chi-Kung?

Entorno los ojos, ¿realmente tengo cara de necesitar un poco de meditación o algo por el estilo? Yo creo que no. Vamos, o eso espero, a lo mejor parezco una loca psicótica que necesita un poco de relax.

—No, no, baile.

—Bueno, nosotros tenemos un curso con distintos estilos —dice buscando algo entre unos papeles—. Espera un momento.

Se pone en pie, y sale del mostrador, desapareciendo tras una de las puertas que hay a mi espalda. Me miro mis mordisqueadas uñas, el móvil y el tablero que antes observaba detenidamente. Hay de todo, incluso el típico cartelito de «paseo perros», hasta que vuelvo a ver al chico, por llamarlo de alguna manera. Aunque para empotrar ya está él, porque no veas… Le miro de arriba abajo y me centro en el tablón hasta que la chica aparece, solo que esta vez lleva un moño.

—Hola. —Sonríe.

—Ehm…, hola.

¿Es que le ha dado un aire a esta muchacha y ya no se acuerda de mí? Porque vamos, ni que se hubiera ido una hora.

—¿En qué puedo ayudarte?

¿Otra vez? Puede que sea yo que me he vuelto loca, o que he tenido un dejà vu, porque esto no es que sea muy normal. «Madre mía, si es que encima me ha tocado la loca del sitio, no podía atenderme una persona normal, no, ¿para qué?». Cada vez estoy más segura de que tengo un imán para locos y locas, daría mi mano derecha.

—Pues…

—¿Yoga? ¿Taichí?

—Joder, ¿es que tengo cara de necesitarlo? —digo alzando un poco la voz—. ¿Otra vez?

—¿Otra vez?

—Sí, otra vez.

Vaya conversación de besugos, si seguimos así acabaré desesperándome y marchándome, o perdiendo los nervios, últimamente necesito un poco de autocontrol.

—Hemos hablado ya de esto. —Frunzo el ceño, a la vez que me paso una mano por la frente—. Bailar, simplemente quiero bailar.

—Bueno, aquí —dice rebuscando de nuevo entre los papeles.

—Perdona.

—¿Sí? —alza el rostro para mirarme.

—¿Me estás tomando el pelo? —pregunto malhumorada.

—¿Cómo?

—Sí, he hablado contigo hace cinco minutos, te he dicho lo que quiero hacer y te has largado sin más.

—Habrá sido Sara —dice el armario empotrado/empotrador.

—¿Sara? —pregunto.

El chico me mira y asiente, se acerca a donde me encuentro y se apoya sobre el mostrador, por lo que sus fuertes brazos parecen aún más impresionantes.

—Oh, vaya, disculpa.

Su doble, o mejor dicho, la original, entra en escena y como si no pasara nada se coloca junto a su hermana y sonríe. Cojo aire, y lo dejo ir poco a poco, no puedo alterarme así, pero es que entre una cosa y otra es imposible.

—Aquí tienes los horarios —dice la gemela inicial.

Me tiende un papel en el que están todas las indicaciones, cuotas, estilos, profesores… Les miro, y luego al empotrador, cuyo nombre aún desconozco.

—¿Seis euros?

—Sí.

—¿A la semana? —pregunto confusa.

—No, no, eso es al mes, y si luego quieres ducha, o participar en algún certamen junto a tus compañeros se paga aparte.

—¿Y cuánto es? —pregunto por curiosidad.

—La ducha son cinco euros y los certámenes son según la inscripción.

—Ajá.

Pues por lo que cuesta me apunto yo, y a tres más, la verdad es que me lo esperaba mucho más caro, muchísimo. Así que, por once euros al mes, no voy a arruinarme.

—Pues… me apunto.

—Él será uno de tus compañeros. —Señala con un leve gesto al chico que hay a mi lado.

¿Comorl? ¿Este maromazo va a estar bailando en la misma clase que yo? Anda que no… Vaya vistas que voy a tener.

—Lucía Palacios —me presento extendiéndole la mano.

—Alex Tyree.

—Vaya, encantada, Tyree.

Coge mi mano con fuerza, y una amplia sonrisa se dibuja en su boca. Asiente un par de veces, me da dos besos y vuelve a separarse.

—Vas a tener que enseñarme de qué eres capaz, Lucía Palacios —dice remarcando mi nombre.

—Cuando quieras —contesto desafiante.

Alex deja ir una sonora carcajada que hace que sonría pero que a la vez me ponga en alerta, por si dice algo que no debería y tengo que soltarle un bufido. Le miro entornando los ojos, gesto que hace que vuelva a reír.

—Me gusta. —Sonríe mostrándome una blanca dentadura.

—Tendrás que enseñarme tú también de qué pasta estás hecho, Tyree —le reto.

—Eso está hecho.

Extiende el brazo, con la mano abierta, aceptando el reto cuando toma la mía.

—De hecho, en cinco minutos empezamos una nueva sesión —me explica—. Si quieres unirte… Puedes pasar y mirar, por si aún no te has decidido.

—Sí me he decidido, pero bueno, me encantaría poder veros.

—Pues si vienes conmigo…

Se hace a un lado, haciendo un gesto con su mano para que pase frente a él. Cojo mi monedero y les doy el dinero del primer mes de baile, a ver cómo va la cosa.

—Gracias —digo al pasar.

—Es un placer —sonríe—, además, si vas a ser nuestra nueva compañera tendremos que tratarte bien, aunque sea solo un poco.

Me río, no puedo evitarlo, hasta que entramos en una de las salas cercanas a las escaleras. Le dejo pasar, observándole, aunque estoy desando verle bailar más que andar, debe ser gracioso ver a un hombre con su complexión moviéndose.

—A ver qué es lo que haces, Tyree.

Me siento en uno de los bancos que hay al entrar. Pensaba que no seríamos más que cuatro gatos sin nada que hacer por las mañanas, pero me equivocaba. Al parecer hay muchos que tienen las mañanas desocupadas. Los miro, hay personas de todas las edades, pesos, estilos… De todo. Me gusta ver que hablan como si nada, alegres, como si fueran una familia. Algo me dice que esto debe ser igual que una pequeña comunidad, y eso me encanta.

—A ver, chicos y chicas —alza la voz Alex a la vez que va hacia el centro de la sala.

¿Quién es Alex? No es un cualquiera, ¿o sí? Le miro, igual que lo hace todo el mundo, en realidad sería prácticamente imposible no fijarse en él.

—Hoy tenemos con nosotros a una futura y nueva integrante de nuestro grupo. Ha venido a ver cómo nos movemos y de qué somos capaces como bailarines. —Me mira y sonríe, desafiante—. Lucía, por favor, ¿puedes acercarte?

Me extiende la mano, aunque estamos algo lejos como para que en ningún momento llegue a rozarme. Me pongo en pie y voy hacia donde se encuentra caminando grácilmente, dejando abandonadas mis cosas en el banco.

—Esta es Lucía Palacios —dice en voz alta—. ¿Palacios, verdad?

—Sí.

Todos me miran, lo que en cierto modo me pone algo nerviosa. Cojo aire, hasta que Alex toma mi mano y me sienta en una silla con cuidado de que no me caiga. Este hombre tiene algo que hace que me resulte muy atractivo, demasiado, pero no en el plano sexual, creo, que conste. Pero es demasiado sexy. La música empieza a sonar, chicos y chicas hacen un corrillo alrededor de Tyree, quien se deshace de su sudadera, dejando a la vista unos fuertes y musculados brazos capaces de sujetar lo que sea. Me mira como si fuera un depredador, tan intenso como irresistible, se mueve frente a mí igual que un auténtico seductor, capaz de hacerse con el control de todo mi ser. Jamás había visto a un hombre bailar de esta manera, bueno, miento… Solo lo había visto en Magic Mike XXL, pero eso es solo una película. Aunque… Tyree tampoco se aleja mucho de la imagen que da Channing Tatum en la película. «Pony» de Ginuwine no deja de sonar, a la vez que sus movimientos se acompasan con la canción. ¡Joder, si es que este muchacho podría haber tenido una sola película para él solo y tal vez se vería hasta más que con los otros actores! No deja de acariciar mis brazos, mis hombros… Mi corazón se vuelve loco, y el nerviosismo se apodera de mí.

La música cambia, Alex deja de moverse a mi alrededor con esa sensualidad tan única que tiene. Cosa que agradezco, porque una terrible sensación estaba tomando poco a poco mi cuerpo, encendiendo mis mejillas y algo que no son las mejillas. Es demasiado tentador como para que a una no le entre un sofocón de los intensos. Ahora suena algo más tranquilo, totalmente distinto. Es Ed Sheeran quien nos acompaña, con su dulce «Give me love». Sonrío al ver cómo Alex me tiende la mano, esperando que tome la suya. Me pongo en pie dando un ligero salto, no puedo apartar la mirada de él, es realmente sexy. Suspiro, ojalá pudiera ver a Kellin moviéndose así, sería un delito, porque, estoy segura de que mis bragas acabarían huyendo antes de inundarse, porque entre las babas y…

—¿Lista? —pregunta Alex, interrumpiendo mis pensamientos.

—Ajá. —Sonrío.

Me dejo llevar, la música toma mi cuerpo, haciéndose con el control de este, moviéndose de un lado a otro como si nada más que él existiera. ¡Madre mía! ¡Cuánto anhelaba bailar así! Ha tenido que aparecer este yankee[1] para devolverme esa pasión que dormía en mi interior y que yacía moribunda como si jamás hubiera estado ahí.

—Siéntelo —me susurra al oído, colocando sus manos sobre mi cintura.

Mi sexo se ve perdido en una humedad extraña, al igual que mi corazón late frenético, en estos momentos estoy sintiendo demasiadas cosas como para obviarlas. Es realmente impresionante lo que puede hacer la música y el baile.

—Baila, Lucía.