28
Apenas sé cuánto ha pasado desde que terminamos de complacernos, pero, aquí estamos, sentados en el sofá del salón. Simulando que nada ha ocurrido, aunque tampoco entiendo por qué deberíamos disimular. Somos libres de hacer lo que queramos, ya somos mayorcitos. El móvil de Kellin se ilumina, acto seguido lo coge y se pone en pie.
—Ahora vengo. —Sonríe.
—De acuerdo. —Hago una mueca.
Espero que no tarden en llegar, me muero de hambre… Además de que son ellos quienes van a traer la comida de hoy, y no voy a atacar la nevera, no es mía. Apoyo la cabeza hacia atrás, estoy cansadísima, he acabado agotada.
La puerta de la entrada se abre de par en par y como un terremoto entra la familia Collins. Hablan con un volumen tan alto que me quedo un poco pasmada. Cómo se nota que tienen sangre española… Allá donde vamos llamamos la atención, es como el sello del país, y quien diga que no, es mentira.
—¿Cómo estás, pequeña? —me pregunta Natalia a la vez que se acerca a mí y me da un beso en la mejilla.
—Muerta de hambre.
—¿Alguna novedad?
—Acaba de llegar Kellin —miento—, pero ha salido un momento para hablar por teléfono.
La expresión de Nati cambia por completo, pasa de estar contenta a hacer una mueca de asco, no le cae nada bien, es verle y ponerse de mala malísima leche. No le aguanta. Rosa pasa a la cocina, seguida por John padre, quien le lleva varias bolsas llenas de comida. Huele terriblemente bien, lo que hace que mi estómago vuelva a rugir.
Collins se deja caer sobre el sofá, a mi lado, y enciende la televisión. Natalia, molesta, se quita la chaqueta, dejándola colgada en la entrada. Se sienta en el sillón orejero que hay frente al que es su futuro marido, mirándolo con mala cara.
—¿Tú sabías que Kellin iba a venir?
Durante unos segundos permanece en silencio, haciéndose el loco, aunque eso solo hará que Nati le pregunte aún más e incluso se cabree, lo que será peor.
—¿John?
—Sí, me escribió antes.
Alza una ceja, pobre Collins… La ha liado pero bien, sin embargo, es lo que hay. Natalia no debería de enfadarse ni ponerse de esta manera, tendría que tomárselo con calma. Kellin no es un mal hombre, no es como ella cree, le está juzgando sin saber y eso es algo que no tendría que hacer, porque puede equivocarse. Como está haciendo.
—Bueno, Nati, no le des tanta importancia —digo en voz baja.
Intenta fulminarme con una mirada, pero no lo consigue, sé cómo es, y no voy a amedrentarme solo porque a ella no le guste Kellin.
—Ven un momento —me pide poniéndose en pie—. Quiero hablar contigo.
Cojo aire, y suspiro. A ver qué es lo que quiere decirme ahora… Seguro que será una retahíla con todas esas razones que dice tener contra él. Pero, sinceramente, me dan igual, no pienso escucharlas. Estiro un poco mi jersey, y me pongo el abrigo, quiere que salgamos fuera, aunque ya podríamos quedarnos dentro, porque con el frío que hace hoy, es delito salir.
—¿Qué demonios te pasa, Lucía?
—¿Perdona? ¿Qué es lo que te pasa a ti con él? —gruño.
—Ya sabes lo que me pasa.
—No tienes ni idea, no sabes una mierda de Lund y, aun así, lo juzgas como si tuvieras derecho a hacerlo —contesto molesta—. Y ya soy mayorcita para hacer lo que quiera y acatar las consecuencias.
Sin que pueda decir nada más, vuelvo a entrar en la casa. Tema zanjado, no quiero volver a hablar más sobre ello, haré lo que me venga en gana, no lo que nadie me diga. Cuando me doy la vuelta, tras haber dejado el abrigo, me encuentro a Kellin con una sonrisa de medio lado, lo que hace que instintivamente se me dibuje una sonrisa a mí también. Se acerca a mí y me da un beso en la mejilla.
—¿Te pasa algo?
—¿A mí?
«Claro, tonta, ¿a quién va a ser si no es a ti?», me pregunto. Pone los ojos en blanco, a lo que contesto alzando los hombros.
—No me pasa nada —añado—. ¿Por qué?
—Te noto extraña.
—No es nada.
Voy hacia la cocina, para ayudar a Rosa, quien no deja de sacar cosas de bolsas mientras John padre las va guardando. Veo por el rabillo del ojo cómo Natalia sube a la habitación, molesta, no voy a ir tras ella. No es culpa mía, es su problema si se enfada por una tontería así, y desenfadarse es cosa suya.
—¿Cómo estás, niña?
—Bien.
—Te veo un poco pachucha.
—No es nada, Rosa —insisto—. Tan solo tengo hambre y estoy algo cansada.
—Bueno, si solo es eso…
—Sí, tranquila.
Me abrazo a ella, y le doy un beso en la mejilla. Esta es una mujer impresionante, creo que no hay persona más buena y bondadosa que ella.
—¿En qué puedo ayudarte?
—Prepara las cosas para llevar a la mesa.
—Voy.
Tras la comida, viene manta, sofá y peli, por lo que la noche ha caído sobre Cardiff. Kellin se ha marchado poco después de la comida, Natalia apenas me ha hablado durante la tarde, lo que no me gusta. Sigue de morros, a pesar de que Collins ha intentado hablar con ella para calmar los ánimos, pero nada de nada, no ha conseguido apenas que le dirija la palabra. Me cambio de ropa, quiero salir a dar una vuelta, a disfrutar de este país al que no conozco y al que llegué con mal pie.
—Nati —digo apoyándome en el marco de la puerta.
—¿Qué? —responde tajante un par de minutos después.
—Ven conmigo a tomar algo.
—No quiero.
Me siento a su lado, vale que se ha enfadado porque le ha dado la gana, pero no me gusta verla así. Es mi hermana y, a pesar de que algunas veces nos enfadamos siempre acabamos arreglándolo, pero esta vez está tardando demasiado.
—Venga, hermanita —le pido.
—No quiero que te haga daño.
—Bueno, Nati, pero soy yo quien se arriesga a ello, y ya tengo edad de asumir mis propios fallos.
—No quiero que te rompa el corazón, sé cómo es Lund.
—No, no lo sabes, ni siquiera yo lo sé.
Alza los hombros, sin saber bien qué decir. En realidad tengo razón, ni siquiera yo sé cómo es Kellin, pero hay algo en mi interior que me dice que está hecho para mí, y para nadie más. No puedo dejarle escapar.
—Hermanita, hoy no tengo ganas de ir.
—Bueno…, pues nada, hablaré con Laura, o con Estiradillo man a ver si quieren ir a algún lado. Si no, mañana. —Sonrío.
—Ve con cuidado.
—Sí, tranquila.
Le doy un fugaz beso, y nada más salir saco el móvil para escribir a Kellin, seguro que él no me dirá que no. Dos segundos, tan solo dos para que conteste, en realidad no me ha dado tiempo ni siquiera de llegar a mi habitación.
Kellin:
Claro
Añade un par de emoticonos después y sigue escribiendo.
Kellin:
Te paso a buscar en media hora,
no estoy en casa.
Lucía:
De acuerdo.
Acabo de retocarme el maquillaje, si es que se le puede llamar así ya que es bastante escaso, no me gusta ir maquillada en exceso, en realidad no sé cómo hacerlo.
Kellin:
No digas nada
No entiendo muy bien a qué viene eso de pedirme que no diga nada a nadie. Suspiro, no sé… Ahora mismo me siento algo confusa.
Poco después su coche aparca frente a la puerta de los señores Lund. Laura se marcha justo a tiempo, por lo que nadie sospechará que no estoy con ella. Me meto en el coche tan rápido como puedo, o tanto como me lo permiten estos altos botines que me ha dejado Natalia.
—Me ha sorprendido que me escribieras, no habíamos hablado de quedar.
—Y no hay nada de lo que hablar, simplemente tenía ganas de salir a dar una vuelta, de tomar algo, pero sobre todo de bailar.
—Es un buen plan.
—Lo sé.
—Iremos al Rocket.
—¿Al Rocket?
Asiente un par de veces mirándome de lado con una sonrisa socarrona dibujada en sus labios.
—Vas a bailar y bien, leona.