12

Me levanto, algo molesta. Toma mis manos y besa mis nudillos, con sumo cuidado va mimando mis muslos, los acaricia, hasta llegar a mi cintura, donde me besa la parte baja del vientre.

—Deja de pensar en ello, nena.

Suspiro, algo perdida, pero sus besos y caricias disipan todo lo que siento. Me toma por la cintura y tira de mí. Me siento a horcajadas sobre él, coloco mis manos a ambos lados de su hermoso rostro y le beso. Me muevo, haciendo que el ligero roce entre mi sexo y la tela de su calzoncillo le provoque, haciéndole crecer tan rápido que incluso llega a extrañarme. Jamás había estado con un hombre que reaccionara por mí tan… así… Me relamo al ver cómo su miembro clama un poco de mi atención, la suficiente como para poder liberar algo de presión, esa que provoca el calzoncillo. Kellin sonríe, observándome, sin perderse ni un solo gesto mío. Me deshago de la tela que nos separaba.

Sin pensármelo ni un solo segundo, guio su sexo hacia mi entrada, hasta que quedamos completamente encajados, como si fuéramos solo uno. Dejamos ir un profundo gemido, y ambos nos sonreímos, como dos tontos.

—Joder, Lucía…

Jamás había conseguido encajar con nadie como con él, lo que no acaba de gustarme. Niego con la cabeza, algo nerviosa. Moviéndome sin parar, haciendo que deje ir algún que otro jadeo, y algunos gimoteos tan terriblemente sexys que hacen que mi gozo aumente. No puedo dejar de mirarle, sus ojos chocolate brillan llenos de lujuria y pasión, no dejo de moverme hasta que acaba estallando en mi interior, tan delicioso como sensual. Sonrío contra su boca, llevándome conmigo el final del estrago que he provocado en él. Me encanta, no puedo evitarlo.

—Eres una delicia —admito.

—Tú también.

Voy al baño rápidamente para poder limpiarme bien, y no guarrear el sofá. Al cerrar la puerta, me miro en el espejo.

—Mierda…

¿Qué acabo de hacer? La euforia que tenía desaparece y deja paso a un enorme vacío. Joder, joder… ¿Cómo puede ser que haya vuelto a caer? Me lavo la cara con un poco de agua, apoyo las manos en el lavabo y no aparto la mirada de la Lucía del cristal. Poco después aparece Kellin tras la puerta, se apoya en mi espalda, aún desnudo, y me besa el hombro.

—¿Qué te ocurre? —pregunta preocupado.

—Kellin…

—¿Qué, leona?

—Márchate —le ruego.

Besa mi hombro de nuevo, coloca sus manos en mi cintura para poder darme la vuelta, y así besarme en la boca.

—Kellin, basta…

Se acerca a mí de tal manera que acaba pegando mi espalda a la fría pared de mármol, uniendo su cintura a la mía.

—Kellin, aléjate.

—¿Por qué debería hacer eso?

—Porque no te quiero aquí, quiero estar sola y tranquila. Estando tú a mi lado, no lo estoy.

—Así que… ¿eso es lo que quieres? —me pregunta entristecido, al oído—. ¿Quieres que me marche, leona?

Las manos empiezan a sudarme, las piernas me tiemblan levemente y mi corazón se acelera, perdido.

—S… sí —murmuro.

—¿Quieres que me vaya? —repite.

—Vete —le ruego en voz baja.

—Te lo volveré a preguntar una vez más, leona, una última vez, y entonces tus deseos serán órdenes para mí.

—Por favor… —digo en voz baja.

Sin pensárselo ni un minuto me besa la mejilla, y sale del baño. Escucho cómo se viste rápidamente, y sin decir nada, se marcha. Sumiendo todo el piso en un silencio absoluto. Una lágrima se escapa de mis ojos al ser consciente de que ni yo misma me aclaro. Vuelvo al salón, me pongo el pijama, y tras eso me dejo caer en el sofá, tapándome hasta arriba con la manta. Enciendo la TV pero apenas dan nada, pongo Zapeando, espero que me despierte un poco, porque estoy que me muero.

Parpadeo con lentitud, me he quedado dormí. ¡Madre mía! Miro hacia la cocina y ahí está él, preparando algo de cena. Huele demasiado bien como para no despertarme.

—Vaya, ya estás despierta. —Sonríe.

Asiento levemente, y a mi mente acude Kellin con esa sonrisa arrebatadora que tanto me gusta. Suspiro, entonces desaparece, al igual que el malestar. Marc deja la espátula sobre un plato y se acerca a donde me encuentro, se sienta a mi lado en el sofá, me besa en la mejilla y pasea su mano por mi espalda.

—Marc… —digo en voz baja.

—Dime, Lucy.

Trago saliva y bajo la mirada, no sé muy bien si contarle lo que ha ocurrido con Kellin.

—Estoy súper cansada. —Sonrío con tristeza.

—No pasa nada, ya casi está la cena hecha.

—Gracias.

Le doy un beso en la mejilla, me hago un ovillo bajo la manta y cojo el móvil, necesito hablar con Natalia, arreglar las cosas, y que me perdone, incluso que me ayude a solucionar este mal que llevo dentro, solo ella es capaz de hacerlo, aunque sea una egoísta al pedirle ayuda. Abro el WhatsApp, el chat de Nati y empiezo a escribir.

Lucía:

Natalia…, yo…, joder, si es que no sé ni cómo decirte esto…

Lo siento tantísimo, siento haberte decepcionado así,

pero… no sé qué me ocurre con él,

estoy segura de que a ti te ocurría igual con Collins,

a pesar de que al principio no querías nada

y miraos ahora, con un pie en el altar.

Por favor, entiéndeme…, perdóname…

Yo…, no sé qué hacer…, no sé qué hacer sin ti,

hermanita, si no estás tú me falta algo y…

si estás lejos siento que parte de mí se apaga.

Joder, ni siquiera sé qué decirte,

ni las palabras me salen, nena.

Un solo día, por llamarlo de alguna manera,

ha bastado para hacer que todo se quiebre. Nati, por Dios…

Le doy a enviar sin saber bien qué es lo que me dirá. Marc me mira desde la cocina con una sonrisa. Me tapo con la manta hasta las orejas, enciendo la televisión, cambio de canal ya que había aparecido uno de esos horribles documentales que tanto le gustaban a papá. Suspiro y pongo Cuatro, me encanta ver ese programa de citas en el que aparecen más personajes que en Juego de Tronos, y mira que eso es raro, muy raro. Hay cada persona… «Madre mía, y no veas cómo está el barman». Dejo ir una carcajada al ver que una de las chicas que busca pareja entra cual actriz de Hollywood aunque sin que nadie le haga ni puñetero caso, pero oye, ella va a su bola sin importarle quién le mire y quién no. Está como una cabra, el chico que la elija va a tener que estar aún peor que ella.

—¿Cómo te ha ido el día, Lucy? —pregunta a la vez que viene poniendo los platos en la mesa.

—Bien, ha ido perfecto…

—Eso no me suena muy convincente, ¿eh? ¿Estás segura?

—No, no mucho.

—Cuéntame venga.

—Nati se ha enfadado conmigo, no ha tenido un buen día.

—Y lo ha pagado contigo —me interrumpe haciendo una mueca.

—Digamos que sí.

En realidad no ha sido así, pero es mejor no decirle nada, aún. Algún día se lo contaré, solo que ahora no es el momento. Suspiro, bebo un poco de agua y cambio de canal, algo asqueada. Pero intento dejar de amargarme, más por Marc que por mí, ya que encima que me ha hecho la cena y se ha preocupado, no voy a estar con cara de perro.

—Gracias por la cena. —Sonrío al mirarle.

—No hay de qué, parecías muy cansada, me he dado una ducha y todo, y no te has despertado —dice en voz baja—. No te preocupes por lo de Natalia, de verdad, ya verás cómo se le pasa rápido.

—Eso espero.

—Ya verás que sí.

Tras la cena, lo recojo todo, sin dejar que levante el culo del sofá, agradeciéndole de alguna manera su detalle. Guardo los platos en el lavavajillas, y me dejo caer en el sofá, a su lado, hasta que acabo apoyada en el regazo de Marc, a la vez que pasa sus manos por mi pelo, con delicadeza, intentando no darme ni un solo tirón.

—Buenas noches, nena.