37

Kellin

Golpeo con fuerza el colchón. ¡Joder! No debería haberla dejado marchar así, no debería haber hecho tantas cosas… Lucía se ha metido en mí y no sé cómo hacerla salir, ni siquiera sé si realmente es eso lo que quiero. Es tan dulce, buena y a la vez peligrosa, que mi corazón me grita que vaya a por ella, que la aparte de ese gilipollas que ahora está a su lado, y que le haga repetir mi nombre entre gemidos hasta que se quede sin voz. ¿Qué demonios ha hecho conmigo? Nunca antes había sido así, hasta que apareció ella cambiándolo todo.

Cierro las manos en puños, ahora mismo no puedo hacer nada, no está aquí, hay más de mil kilómetros entre los dos y lo único que soy capaz de hacer es maldecir una y otra vez por haberla dejado marchar así. Veo una llamada de John, momento en el que entra Hope en la habitación.

—¿Qué te ocurre, cielo?

—No es nada.

Miro el teléfono, de nuevo, ha visto mis mensajes y no ha sido capaz de responderme a ninguno de ellos.

—Me marcho, tengo que salir.

A cada segundo que pasa más lo pienso, más me arrepiento, y más rabia siento en mi interior, ¡no puedo dejarla allí al lado de ese bailarín! No puedo… Lucía tiene que ser mía, sé que no es como las demás, hay algo en ella que ha cambiado mi chip, y eso tiene que ser por algún motivo.

Dejo la bolsa sobre el banquillo del vestuario, me pongo bien la camiseta y salgo de él, con los guantes colgando del hombro. Me coloco los auriculares, necesito dejar de pensar en Lu, no sé cómo lo ha hecho pero ha conseguido que no deje de acordarme de ella. Aunque poco debe pensar ella en mí que ni siquiera ha sido capaz de contestarme a un simple mensaje de texto.

—Buenos días, Kellin —me saluda Rox, la chica de recepción, mordiendo la parte superior de su bolígrafo.

—Buenos días, Roxanne. —Sonrío falsamente.

—¿Has pasado una buena noche?

—Podría haber sido mejor. —Le guiño un ojo.

Emite una risilla nerviosa que me hace soltar una carcajada, qué fácil es hacerse con ella con un simple comentario. Si quisiera podría llevármela al vestuario y hacerle cualquier cosa, nadie se daría cuenta, pero Lucía sigue invadiendo mi mente, sin dejarme pensar en nada más.

—¿Está Turner?

—No, aún no ha llegado —murmura sin apartar su vista de mi boca—. Me temo que aún tardará unos minutos en llegar, ha llamado diciendo que había tenido problemas, ya sabes.

—De acuerdo, paso a la sala.

Turner es un buen chaval, pero últimamente está teniendo algunos problemas con su mujer, quien no quiere verle fuera de casa. Turner le engañó con una de sus mejores amigas, y ahora ya no se fía de que se marche sin que ella esté a su lado, por lo que hay veces que discuten. Necesito dejar ir algo de adrenalina, y él es el mejor compañero que tengo para hacerlo, un simple saco no me sirve de nada si no me devuelve los golpes. Me pongo los auriculares, la música bien alta y dejo de pensar en él, pero entonces es Lucía quien vuelve, acompañada de ese bailarín del que habla Collins, un tal Alex, me pone enfermo pensar que está ocupando un lugar que era mío, que toca su cuerpo, besa sus labios y la puede hacer gemir en vez de ser yo quien lo haga.

Cuando pille a ese desgraciado va a olvidar hasta cómo es la cara de Lucía, no voy a dejar que se vuelva a acercar a ella. Lo haré, no permitiré que me la quite, voy a luchar y no me rendiré. Sigo golpeando el saco, cada vez con más rabia y fuerza, ¡joder! Debería haberme quedado con ella, y fui un auténtico capullo.

—Me voy, Hope.

Miro el salón y la cocina, no está, por lo que supongo que estará en el dormitorio. Cuando escucha cómo cojo las llaves se asoma, haciendo una mueca, y con los brazos cruzados.

—¿A dónde vas con esa maleta? —espeta, algo molesta.

—Tengo asuntos que resolver en Barcelona.

—¿Y qué son esos asuntos?

—Hope, por Dios…, es cosa mía, no tuya.

Niega con la cabeza, pasándose la mano por el pelo. La observo, se ha preparado para salir, se ha puesto uno de sus carísimos vestidos, y unos tacones de infarto, por lo que supongo que tendrá reunión.

—Todo lo que sea cosa tuya, es cosa mía, cielo.

Se acerca a mí, pasea uno de sus largos y delicados dedos por mi hombro, hasta llegar a mi pecho, donde empieza a hacer circulitos. Acerca su boca a la mía, pero acaba besándome en la mejilla.

—Necesito que te quedes con June.

—Sabes perfectamente que no puedo, tengo un vuelo.

—Me da igual, Kellin —murmura, a la vez que se pega a mí—. Ambos sabemos que harás lo correcto.

Coge la mano de la niña, quien estaba sentada sobre la cama, y la trae hasta el salón.

—Te quedarás con papá, ¿sí, June?

—No me llames así —gruño.

La pequeña June asiente, sin apartar la mirada de Hope, quien me tiende su diminuta mano para que se agarre a la mía.

—Sabes que no puedo quedarme con ella.

—Kellin, tienes que hacerlo, ya lo sabes… —Sonríe falsamente—. Ahora no puedes abandonar el barco de esta manera.

Cierro la mano que me queda libre, aprieto la mandíbula y permanezco en silencio mientras la veo desaparecer tras la puerta. Le escribo por WhatsApp.

Kellin:

No puedes hacer siempre lo que te dé la gana, Hope

Hope:

Claro que puedo, ¿no lo has visto?

La madre de la niña ha dejado encima del sofá una bolsa con algo de ropa, y con todo lo necesario para que pase unos días, tenía más que claro que se iba a quedar aquí, sino no lo habría traído.

—June, vamos a ir a ver a los abuelos, ¿vale?

—Sí.

Puedo ver sus hermosos ojos en los de la niña, esa tez algo morena, el mismo pelo ondulado que tenía. Suspiro, solo me faltaba esto, como si no tuviera suficiente con Lucía ahora tengo que ocuparme de los caprichos de Hope y de mi pequeña June.

Toco el timbre de casa de mis padres, June sigue cogida de mi mano, y de la otra cuelga la bolsa con la que la ha dejado Hope. Esperamos durante unos minutos, ya que nadie nos atiende, lo que me parece raro, madre debería estar en casa.

Nada más abrir la puerta mi madre se queda pasmada, mira a la pequeña June y me da un beso en la mejilla, tras cogerla a ella de la mano.

—¿Qué hacéis aquí?

—Hope se ha largado dejándome a la niña. —Le explico—. Y tengo que coger un vuelo hacia Barcelona en dos horas, tengo que marcharme ya.

—¿Es por esa niña?

—Madre…, necesito que os quedéis con June, por favor.

—Sabes que lo haremos, pero, respóndeme. —Me pide—. ¿Es por ella?

—Sí.

Asiente un par de veces, sabe quién es Lucía, Rosa le ha hablado de ella, y de Natalia, sabe qué es lo que ocurre entre nosotros, y a pesar de que es extraño, madre siempre ha sabido todo lo que ha pasado. Sobre todo, después de lo de René.

—¿Y padre?

Mira hacia atrás, pero entonces alza un dedo acordándose de algo.

—Ha salido con John, hace un rato que se ha marchado —me explica—. Pero bueno, ya sabes que no aparecerá hasta por la noche, seguramente.

—Dile que he venido, y necesitaré hablar con él.

—Claro, hijo.

Hace una mueca, está preocupada por algo, aunque no debería hacerlo, ahora solo tiene que preocuparse por June.

—Bueno, pequeña. —Me agacho frente a ella—. Vendré pronto, ¿vale?

Dice que sí con esa cabecita que tiene, no llega a los cinco años, pero lo entiende prácticamente todo, es una niña muy lista, igual que lo era su padre.

—Ve con cuidado. —Me besa en la mejilla.

—Lo haré.

Cuatro horas después ya estoy aterrizando en Barcelona. Me sabe fatal haber tenido que dejar a June con mis padres, pero no podía hacer otra cosa, quiero mucho a la niña, pero no puedo dejar que Lucía se me escape y mucho menos que ese gilipollas siga poniendo sus manos donde no debería. Hay algo que me impide quedarme en Cardiff, y no luchar por alguien a quien quiero. Sí, la quiero.

John me viene a recoger al aeropuerto, le he pedido que no le comentara nada a Natalia y mucho menos a Lucía. No sé qué esperarme cuando llegue, ni siquiera sé cómo reaccionará ella al verme.

—¿Cómo ha ido? —me dice John al entrar en el coche.

—Bien, el vuelo bien, aunque antes de irme he tenido que dejar a June con mi madre, Hope no ha querido hacerse cargo de ella a pesar de que le he dicho que tenía que venir a Barcelona.

—No deberías haberle dicho nada, no tienes por qué darle explicaciones a Hope.

—John… Tío, sabes que se lo debo —murmuro—. Y si no es a ella, se lo debo a June.

—Ya…

Hago una mueca y le doy un trago al café que lleva, me pongo las gafas de sol, hace demasiado buen tiempo aquí, comparado con Cardiff.

—¿Cómo está? —le pregunto.

—Bueno, ya sabes… —dice sin apartar la mirada de la carretera.

—Se lo ha tirado, ¿verdad?

No dice nada, se limita a permanecer en silencio, pero le conozco bien, no tiene que decir ni una sola palabra para que sepa la respuesta.

—Joder —gruño golpeando la puerta.

Aprieto la mandíbula, Dios… Es que como le pille, va a enterarse de lo que es bueno, no voy a dejar que se acerque a ella, en realidad no voy a dejar que se acerque a nadie.

—Eh, Kellin, tranquilo.

—¿Tranquilo? ¿Cómo voy a estar tranquilo, John? ¡Cómo! —exclamo—. Ese tío se la ha follado, y ella ha dejado que lo hiciera.

—Pero eso ya lo sabías, tío, has venido por algo, ¿no?

—Para mandarlo al hospital. —Dejo ir entre dientes.