REUNIÓN CLANDESTINA
AL volver al centro electoral le avisaron que a las nueve de la noche había una reunión en la taberna del Furibis. Querían tomar acuerdos importantes. César se presentó un poco más tarde de la hora señalada. El local era negro, con unas tinajas grandes. Habían puesto una mesa en el fondo, e iluminaba aquel antro una luz de acetileno.
Los asistentes formaban un semicírculo alrededor de la mesa.
Llamó César en la taberna y le abrieron; suspendió un obrero que hablaba su peroración, y le dejaron pasar a César hasta sentarse en la mesa. El ambiente era sofocante. Estaba todo cerrado para que la Guardia civil no sospechara, al ver la luz por las ventanas, que se celebraba allí una reunión; los obreros eran en su mayoría albañiles, tejeros, ladrilleros; había mujeres con los chiquillos dormidos en el regazo. El vaho que se respiraba allí era horrible. La reunión tenía un aspecto de gente desesperada. Habían sabido que a los presos les habían apaleado en la cárcel, y que San Román y el doctor Ortigosa estaban en la enfermería de resultas de la paliza.