LA FONDA
EFECTIVAMENTE, la fonda estaba a un paso. Entraron en el zaguán, húmedo y sombrío, subieron la escalera torcida y avanzaron por el pasillo hasta la cocina.
—¡Buenos días! ¡Buenos días! —gritaron.
No apareció nadie.
—¿Será en el segundo piso? —dijo Alzugaray.
—Vamos a ver.
Subieron al otro piso, entraron por un corredor de ladrillos rojos, desgastados, y llamaron repetidas veces. Una vieja, desde el fondo de una alcoba oscura, en donde estaba barriendo, les dijo que bajaran al comedor y les llevaría el desayuno.
El comedor tenía balcones al campo, y era muy soleado; en cambio, las alcobas adonde les condujeron eran oscuras, lóbregas y hundidas. Alzugaray pidió a la vieja que le enseñara los demás cuartos vacantes, y eligió dos en el segundo piso, más claros y más aireados.
La vieja les advirtió que no les había querido llevar allí, porque las paredes no tenían papel.
—Sin duda en Castro la perspectiva de las chinches es una perspectiva agradable —dijo César.
Después de lavarse y vestirse, César se dirigió a la busca y captura de don Calixto, y Alzugaray fue a echar un vistazo al pueblo. Estaba acordado que cada cual exploraría el terreno a su modo.