EL PUEBLO
CASTRO Duro tiene muchísimas calles, tantas como una capital importante. Sólo rodeando a la plaza se pueden contar la calle Mayor, la calle del Laurel, la calle del Cristo, la calle de los Mercaderes, la calle de las Herrerías, de la Zapatería, del Perezal, el Muro de la Penitencia y la calle de la Cadena.
Estas calles están constituidas por casas grandes de ladrillo y por casas pequeñas de adobes. El empedrado lo forman riscos puntiagudos, que dejan en medio un arroyo negro.
Las casas grandes tienen en la fachada, limitando la puerta, dos columnas de granito, y estas columnas y las piedras del umbral toman un color violáceo, por las heces del vino que suelen poner a secar en las aceras.
Muchos de los caserones de Castro ostentan gran escudo sobre la puerta, torrecillas derrengadas con su veleta de hierro en el tejado, y en algunos se ve un gran nido de cigüeñas.
Las calles alejadas del centro no tienen empedrado, y sus casas son bajas, de adobes y están prolongadas por corrales, por encima de cuyas tapias aparecen las ramas de las higueras.
Tienen estas casas salientes y entrantes, balcones desvencijados, saledizos que se sostienen por un prodigio de estabilidad, y rejas antiguas rematadas por una cruz y embellecidas por florones forjados a martillo.
Los dos principales monumentos de Castro Duro son la iglesia mayor y el palacio.
La iglesia mayor es románica, de color pardo amarillento, dorada por el sol. Se levanta en un extremo del cerro, como centinela que espía el valle. Tiene la vieja fábrica, sólida y fuerte, filas de aspilleras debajo del tejado, que denuncian su carácter guerrero.
La cúpula principal y las más pequeñas son en aristas, como en casi todas las iglesias románicas de España.
El ábside, redondo, ostenta medias columnas ornamentales, varios rosetones y una porción de labores y de signos masónicos. En el interior de la iglesia, lo más notable que puede verse es el retablo del Renacimiento y un arco románico que da entrada al baptisterio.
La segunda obra arqueológica del pueblo es el antiguo palacio de los duques de Castro Duro.
El palacio, gran fábrica de piedra y de ladrillo ennegrecido, se levanta al lado del Ayuntamiento, y tiene, como este, una hilada de arcos a la plaza. En el balcón central muestra columnas de adorno, y sobre ellas, dos gigantes de piedra carcomidos, con grandes mazas, que parecen vigilar el escudo; un extremo del edificio lo alarga una torre cuadrada.
El palacio ofrece ese aire noble que dan a las construcciones antiguas los grandes lienzos de pared con ventanas muy espaciadas, muy pequeñas y llenas de adornos.
Por las inscripciones de sus varios escudos se puede colegir que fue construido por el duque de Castro Duro, y por su mujer, doña Guiomar.
Por la parte de atrás del palacio, como alto mirador edificado sobre la muralla, aparece una galería formada por diez arcos de media punto, apoyados en esbeltas pilastras. Debajo de la galería quedan los restos de un jardín con rampas y plataformas y algunas viejas estatuas. Al pie casi de los jardines llega el río.
Hoy el palacio pertenece a don Calixto García Guerrero, conde de la Sauceda.
Don Calixto y su familia no tienen bastantes necesidades para vivir en todo aquel gran palacio, y se han contentado con reformar la parte frontera a la calle Mayor; han mandado abrir miradores nuevos y cedido las habitaciones que dan a la plaza y a la calle del Cristo para los Juzgados y las escuelas.
Otro caserón que sorprende a todo el que se detiene en Castro Duro es el convento de la Merced, por su tamaño. Está medio destruido por un incendio; quedan en las aristas unas grandes ménsulas de los balcones del Renacimiento, y en un ala del edificio, habitada por las monjas, hay ventanas con celosías y una torre bastante alta, rematada en su veleta y su cruz.