Capítulo 37

Baldwin se dirigió al centro de Franklin, pasando frente a filas de casas pintorescas y por la bonita plaza de la ciudad. Con maniobras precisas atravesó el círculo de tráfico y salió al otro lado, frente al cuartel general de Health Partners.

Aparcó y entró. El aire acondicionado le puso la piel de gallina. Se presentó a la recepcionista, que estaba sentada detrás de un escritorio de cristal, mostrando un par de piernas ágiles y jóvenes. Lo esperaban. Ella le dedicó una sonrisita encantadora que él le devolvió, y después se levantó y le señaló una puerta a su izquierda. La recepcionista salió desde detrás del escritorio, se rozó contra él provocativamente y caminó hacia la puerta. Baldwin sonrió; la chica no podía tener más de dieciocho años. Era agradable saber que podía resultarle atractivo a la generación posterior. No se sentía atraído por ella, claro. Con una mujer como Taylor en casa, no se sentía atraído hacia nadie más.

—¿Necesita alguna cosa? —le preguntó ella, y él negó con la cabeza.

—Lástima.

La chica pulsó una combinación de números en un panel que había en la pared, y la puerta se abrió con un clic sonoro. Él la siguió por un pasillo amplio hasta una sala de espera más confortable. Un hombre alto de pelo rizado salió de una oficina y se dirigió hacia Baldwin. Extendió la mano y se presentó.

—Louis Sherwood. ¿Es usted el agente Baldwin? Encantado de conocerlo. Eso es todo, Darlene, gracias.

La chica miró a su jefe con irritación y se marchó.

Sherwood condujo a Baldwin hasta su despacho, amueblado con piezas de caoba oscura. Justo la oficina que podía esperarse del presidente de una empresa. Decorada con gusto y lujosa, pero lo suficientemente discreta como para dar la impresión de que en Health Partners no derrochaban el dinero. Una presentación agradable, en conjunto.

Sherwood señaló hacia una zona de sofás de cuero marrón, y ambos tomaron asiento.

—¿Puedo ofrecerle algo, agente Baldwin? ¿Un café, un té?

—No, gracias. No deseo nada. Darlene ya me lo ofreció.

—Bien. Entonces, ¿qué puedo hacer por usted?

—Como le dije por teléfono, me gustaría hacerle unas preguntas sobre los viajes de sus empleados.

—¿De alguno en particular?

La antena de Baldwin se puso en alerta.

—¿Hay alguno en particular a quien piensa que debiéramos investigar?

—No, no. Sólo quería saber si tenían seleccionado a alguno. Tenemos bastantes representantes en la empresa, como podrá imaginar.

A Baldwin le dio la impresión de que el hombre estaba ganando tiempo.

—Quisiera que nos concentráramos en los que han viajado a las ciudades en las que ustedes han perdido empleadas.

—¿Y cuáles son esas ciudades?

Baldwin miró a Sherwood fijamente y le habló con claridad.

—Le agradecería que me dijera lo que necesito saber.

Sherwood se apoyó en el respaldo de la butaca, observándolo. Baldwin le devolvió la mirada.

Después de un momento, Sherwood sonrió.

—Sólo estaba evaluándolo, hijo. Quería asegurarme de que era de fiar. Uno no puede fiarse de nadie en estos tiempos, ¿sabe? Bien, quiere saber algo sobre nuestros representantes. Sobre todo mandamos de viaje a las mujeres. Nuestro equipo de marketing sólo cuenta con un caballero.

—¿Jake Buckley?

Sherwood se sorprendió.

—Pues sí. Jake es uno de los mejores caballeros a quienes he tenido el privilegio de conocer. Uno de los mejores.

—Estupendo. ¿Y Jake Buckley se encarga de sus intereses en Alabama, Louisiana, Misisipi, Georgia, Virginia y Carolina del Norte? ¿Ha estado viajando por esas zonas recientemente? Sé que ha estado en Nashville durante algunos días. Eso es lo que necesito saber.

Baldwin se apoyó en el respaldo y esperó.

Sherwood apretó los labios con firmeza.

—Y yo no creo que sea inteligente ir por ahí mancillando su nombre, entiéndame. Tiene muchos amigos poderosos.

—Señor Sherwood, parece que no lo entiende. Está usted en una situación delicada. Varias de las víctimas trabajaban en su empresa. Los medios de comunicación todavía no han establecido esa conexión, pero lo harán.

Sherwood entrecerró los ojos.

—Mire, agente Baldwin, tiene que comprenderlo. Somos una empresa pequeña que intenta hacer que el mundo sea mejor para unas personas que, normalmente, no tendrían las oportunidades que nosotros les proporcionamos. ¿Entiende eso, hijo? Me rompe el corazón que hayamos perdido a tres empleadas de un modo tan violento, pero ¿cómo va a estar Jake Buckley implicado en sus muertes? No hay ni la más mínima posibilidad de que eso sea cierto.

Se inclinó hacia delante como si fuera a compartir el mayor de los secretos. Baldwin se inclinó hacia él.

—Buckley apenas sabe qué hacer con una mujer viva. No me imagino que sepa qué hacer con una muerta.

Sherwood se echó hacia atrás, riéndose a carcajadas.

—No, el bueno de Jake no ha hecho nada de esto. Está demasiado controlado por esa mujer suya. No puede permitirse estropear las cosas. Ella es la que tiene el dinero, no él. Dios sabe que no le pago lo suficiente como para vivir a ese nivel. ¿Cuánto le pagan a usted los chicos del FBI, a propósito? Yo podría hacerle una oferta que le dejaría boquiabierto. ¿Qué le parece? Venga a trabajar para mí, seguridad privada. Merecerá la pena.

Baldwin sintió puro disgusto. Por teléfono, le había parecido un hombre serio que quería ayudarlo en la investigación. Sin embargo, había quedado patente que no era más que un burro, y que aquella conversación no tenía sentido. Sherwood no iba a decirle nada.

—Es muy amable por su parte hacerme esa oferta, señor Sherwood, pero estoy satisfecho con mi trabajo actual. Le sugiero que piense en colaborar conmigo, señor. No tardaría mucho en conseguir una orden para revisar sus archivos —dijo.

Se puso en pie y se dirigió hacia la puerta.

Sherwood se echó a reír.

—Consiga esa orden, y entonces charlaré con usted.

—Cuente con ello.

Baldwin giró el pomo de la puerta y salió del despacho. Después volvió sobre sus pasos hasta la recepción. Darlene estaba allí, sonriéndole con curiosidad.

Al ver su expresión de furia, ella dejó de actuar como una cursi y lo miró comprensivamente. Baldwin se dio cuenta de que era un poco mayor de lo que había pensado. Quizá tuviera unos veinticinco años.

—¿Sherwood se ha comportado como un idiota otra vez? —le preguntó con un suspiro.

Baldwin asintió.

—No sé cómo lo soporta.

—No lo soporto. Acérquese. Tengo una cosa para usted.

Ella le entregó una carpeta de cartulina. Él la abrió y leyó itinerario en negrita en la parte superior, y Jake Buckley justo debajo. Pasó la mirada por la página y supo que Jake había estado viajando por el sureste. Aquello confirmó sus sospechas. No iba a perder más el tiempo, y no necesitaba pedir la orden de registro.

Baldwin miró a Darlene y se dio cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Atrápelo si hizo esto. Atrápelo por mí.

Baldwin asintió sin saber qué decir. Tuvo la impresión de que quizá Jake Buckley sí sabía lo que hacer con una chica viva, después de todo.

Le tomó la mano, se la apretó suavemente y le prometió que lo haría.

Baldwin llegó a casa, por fin. Las temperaturas habían bajado un poco después de las tormentas. Tomó una ducha y descongeló una tartera de sopa que había hecho Taylor. Después se sentó a esperarla. También estaba esperando noticias de Grimes. El hombre debería haberlo llamado ya para informarle de si había alguna denuncia de desaparición de una chica en la zona de Asheville. Él había hablado con los hombres de Louisville, y estaba empezando a pensar que quizá se tratara de dos asesinos distintos. Aunque la chica que habían encontrado era morena y debía de tener unos veinte años, no presentaba causa evidente del fallecimiento, y conservaba ambas manos. La policía de Louisville estaba buscando desesperadamente en sus bases de datos para ver si alguien denunciaba la desaparición de una muchacha que encajara con su descripción, pero hasta el momento no había ninguna. Quizá tuvieran suerte. Si Buckley era su asesino, quizá estuviera tomándose un descanso.

Baldwin entró en la cocina, sacó una Guinness de la nevera y se la sirvió en un vaso. Después volvió al salón. Debería llamar a Grimes para consultarle.

Marcó su número, pero respondió una voz desconocida.

—¿Quién es? —preguntó.

—Soy el agente especial John Baldwin, del FBI. ¿Y quién es usted?

—Soy el que está limpiando la sangre de este teléfono para poder responder. ¿Conoce a un tal Jerry Grimes?

¿Sangre? Mierda, ¿qué había ocurrido? ¿Había tenido un accidente Grimes?

—Sí, lo conozco. Trabajamos juntos en un caso. ¿Puedo hablar con él?

—Eh, lo siento, señor. Tendrá que esperar un momento. Soy el detective Mike Moss, de la policía de Asheville. Parece que su amigo Grimes tuvo un accidente con la pistola. Se disparó en la cabeza. Lo siento, pero no ha sobrevivido.

Baldwin se quedó inmóvil. Un accidente. Sangre. Pistola. Cabeza. Ninguna de las palabras tenía sentido, por mucho que intentara entenderlas.

—Espere. ¿Me está diciendo que Grimes se disparó a sí mismo, o que alguien le disparó?

—No, señor, se pegó un tiro. Estamos en el bar del hotel en el que se alojaba el señor Grimes. Esto es un caos. Parece que llevaba aquí dos horas, bebiendo, y que enloqueció. Comenzó a gritar y a sacudir los brazos, y se puso la pistola en la sien derecha. Supongo que el forense encontrará la manera de decir que fue un accidente, pero para mí se pegó un tiro. Bueno, ¿va a venir usted a reclamar el cadáver?

—Un momento, un momento. Necesito que me diga una cosa antes, y después decidiré lo que hago. ¿Tenía Grimes algo ahí? ¿Un expediente, o su maletín? ¿Algo?

Oyó que el detective formulaba la pregunta por la habitación. Después volvió al teléfono.

—Sí, hay un expediente en la barra, a su lado. Es una carpeta con unas fotografías que parecen del escenario de un crimen. Y había una fotografía en la barra, de una chica muy guapa. Oh… —el detective se quedó en silencio durante unos minutos—. La fotografía de la chica es la misma que la del cadáver del escenario del crimen. También hay una bolsa de plástico en la carpeta, que contiene una nota y una chincheta.

—Léame la nota, por favor.

Baldwin escuchó mientras el hombre le recitaba los primeros versos de La Pulga. «Maldita sea, Grimes».

—Dígame, ¿tiene alguna identificación la fotografía? ¿Hay algún nombre, o algo por el estilo?

—Sí. Parece una fotografía oficial de la universidad. Parece que era una estudiante de la Universidad de Asheville. Hay un nombre escrito a mano en el reverso. Noelle Pazia, 2004. Demonios, supongo que tengo un cadáver entre manos. ¿Dónde cree que la dejó?

Baldwin se dio cuenta de que el detective pensaba que Grimes había cometido el asesinato de la chica y que después se había suicidado.

—No, no. Grimes no fue quien la mató. Creo que es la identidad de una muchacha hallada en Louisville, Kentucky. Está viendo las fotografías de la escena del crimen que le envió a Grimes la policía de Louisville. Creemos que el crimen fue perpetrado por el Estrangulador del Sur. Lo cual significa que tengo que ir a Louisville para acelerar este caso. Necesito que me envíe toda esa información por fax al número 615-555-9897. ¿Dónde van a llevar a Grimes?

—Lo declararon muerto aquí mismo, en la escena. Lo van a trasladar a la morgue. ¿Tiene familia a quien notificárselo?

—Voy a llamar a mi jefe. Se llama Garrett Woods. Él se pondrá en contacto con ustedes y resolverá sus dudas. Maldita sea. Grimes era un buen hombre. Encárguese de él, ¿de acuerdo?

—Sí, señor.

Colgaron, y Baldwin se hundió en el sofá. ¿Qué demonios había ocurrido? Él sabía que Grimes estaba tenso, y que no soportaba bien la situación. Aquello era culpa suya. Si se hubiera quedado con él, quizá hubiera podido impedir su suicidio. Oyó sonar el teléfono y vio cómo la fotografía de Noelle Pazia aparecía en la máquina de fax. Vio sus ojos y entendió lo que había hecho Grimes. Él también había estado al límite. Pero aquella chica… sus ojos estaban llenos de inocencia y esperanza, y de bondad. Y sólo estaba mirando un fax; no podía imaginarse cómo era la realidad.

No había sido estrangulada, y tenía las dos manos. Si había sido el Estrangulador, se había compadecido de ella y no la había destrozado como a las demás. Baldwin no lo entendía, pero se daba cuenta de que quizá su inocencia hubiera aplacado al asesino. Ya no sabía qué pensar. Intentar dibujar el perfil de un asesino como aquél era casi una broma. Nunca se sabía lo que iban a hacer, ni lo que iban a decir.

Bien, tenía que sobreponerse. Tenía que concentrarse y actuar. Llamó a la oficina de Louisville. Cuando respondieron, preguntó por la agente especial que estaba a cargo de aquella oficina del FBI.

—Soy yo misma, la agente Eleanor Walker. ¿En qué puedo ayudarlo?

Baldwin se presentó.

—Tengo la identidad de la chica muerta. Es Noelle Pazia, una estudiante de la Universidad de Asheville. El asesino la secuestró, pero nadie la echó de menos al principio. El asesinato se le atribuye al Estrangulador del Sur, aunque el modus operandi no concuerda. ¿Es correcta esa información?

—Sí, es la información que tenemos. El hecho de que la chica sea de Asheville me dice que es el Estrangulador, pero la falta de violencia también me resulta inquietante a mí. La causa de la muerte inicial que nos ha proporcionado el forense… parece que se asfixió. Tenía unos niveles muy altos de histamina en el organismo, hemorragia petequial… el forense cree que se trató de un ataque de asma masivo. Conseguiremos todas las pruebas posibles y las enviaremos a Quantico lo antes posible.

Un ataque de asma. Aquello era interesante. Quizá muriera antes de que él pudiera matarla. Eso explicaría por qué el cuerpo estaba intacto.

—Se lo agradezco, agente Walker. En este momento, yo sé lo mismo que usted. Estoy trabajando en una pista en Nashville, y acaban de informarme de que hemos perdido un agente. Estoy abrumado.

—Por favor, dígame que no ha sido Jerry Grimes.

—¿Lo conoce?

—Sí. Ha habido algunos rumores esta tarde. Hablé con él y le envié las fotografías del escenario del crimen de esta muchacha. Parecía que estaba borracho. ¿Ha tenido un accidente?

—Puede decirse que sí. Las cosas están poco claras en este momento.

—Es una lástima. Odio perder a uno de los buenos.

Baldwin se desinfló. La muerte de Grimes iba a obsesionarlo.

—Tiene razón. Era uno de los buenos.

—De todos modos, ojalá pudiera darme más información, agente Baldwin. También nosotros tenemos otra chica desaparecida. Es Ivy Tanner Clark. Su padre es Tanner Clark, el magnate de los caballos. Y está montando un escándalo tan grande que me extraña que no se hayan enterado todavía en Nashville.

Baldwin se dejó caer en el sofá. Mierda.

De acuerdo, tiene que hacer una cosa. Acabamos de darnos cuenta de que el asesino deja poemas en el escenario del crimen cuando secuestra a una chica. Tienen que registrar el coche de Ivy Clark, sus objetos personales, comprobar si él ha dejado alguna nota.

—No he visto esa información en los expedientes.

—Lo hemos ocultado. Lo sabemos sólo desde hace un par de días. Hágame el favor de comprobar si hay alguno, ¿de acuerdo? Y avíseme en cuanto lo sepa.

Le dio el número de su teléfono móvil y colgó.

Se pasó las manos por el pelo e hizo la llamada que temía hacer. Marcó el número de su jefe con el corazón en la garganta. Garrett no se iba a poner contento.

Respondió al primer tono.

—Ya lo sé —ladró—. ¿Es que no lo viste venir?

—Bueno, quizá sí, pero no creía que fuera a llegar a esto.

La voz de Garrett se suavizó.

—Tendrás que olvidarlo. Yo debería haberle pedido a Grimes que se retirara del caso mucho antes.

—Mucho antes. ¿A qué te refieres con eso?

—Hablé con Grimes hace un par de horas. Le dije que lo dejara todo y que viniera rápidamente a Washington. Tenía que presentarse para una sesión con el comité disciplinario.

—¿Por qué? —preguntó Baldwin, y lo pensó durante un instante—. No puede ser.

—Sí, lo siento. Investigué un poco. Resulta que Grimes ha estado pasándole información a cierto productor de noticias de Nueva York que, casualmente, era su hijo. Grimes era quien filtraba las noticias. Hablamos con el chico, pero negó que hubiera hablado con su padre. Se niega a revelar su fuente de información. Sin embargo, comprobamos las llamadas de teléfono del móvil de Grimes, y el resultado rebate su declaración. Han estado hablando constantemente durante este caso.

—Vaya, has estado ocupado.

—Sí, ¿y para qué? ¿Para tener un agente muerto? De todos modos, Grimes iba a ser expulsado del FBI. Así que esto ha sido culpa mía, Baldwin. Y hay más, por si acaso te lo estás preguntando. Su vida se había deshecho. Con la muerte de Grimes hay varias cosas que no habrá que investigar. Es todo lo que necesitas saber. Tú sigue con el caso, No mires atrás.

Baldwin le informó de todo lo referente a Jake Buckley. Garrett estaba de acuerdo en que tenían que interrogarlo, y rápidamente. Cuando iban a colgar, Garrett lo detuvo.

—Sigue así, Baldwin. Te estás acercando.