Capítulo 15
Miró su reloj. Había llegado la hora. Llevaba un rato sentado en silencio en el área de descanso, esperando el momento adecuado. La autopista se había quedado vacía. Todavía quedaban dos horas para el amanecer. Había estado conduciendo toda la noche, y había llegado a su destino justo a tiempo. Justo a tiempo para relajarse y reflexionar durante unos instantes. Era perfecto. Todo era perfecto.
Miró por encima de su hombro hacia el asiento trasero del coche. Unos ojos marrones y luminosos lo fulminaron. Aquélla no estaba acobardada. Era una luchadora. Bueno, ya veremos cómo se siente cuando esté debajo de mí, cuando sienta que se le escapa el aliento. Notó que se endurecía y se humedeció los labios.
Media hora más tarde, los ojos desafiantes ya no le hacían un agujero en el cerebro. Arrancó el coche y se deslizó, silencioso como un tiburón, hacia la vía de acceso a la autopista.