Capítulo 10
Whitney Connolly apartó los ojos de la televisión y volvió a concentrarse en el monitor del ordenador. La dirección estaba allí; el mensaje que había estado esperando había llegado. Se humedeció los labios y pasó el cursor por el encabezamiento del mensaje. Era inofensivo, como todos los demás. Sólo decía Un poema para S.W. La dirección del remitente era un amasijo de letras y números: S0Y2166226C@yahoo.com. Una dirección genérica de un servidor muy grande. Le había pedido a un amigo que a veces era más que un amigo que averiguara quién era el remitente, pero él le había dicho que la dirección venía de otros muchos servidores, así que para los efectos, no existía. Quien le enviara aquellos mensajes era prácticamente ilocalizable, y obviamente, listo como para ocultar su rastro. A Whitney no le preocupaba aquello. Cuando llegara el momento, su amigo anónimo se revelaría. Siempre lo hacían.
Abrió el correo electrónico y encontró las siguientes líneas:
¿Cómo pueden los dedos aterrados, débiles,
apartar de sus muslos la emplumada gloria?
¿Y cómo puede el cuerpo, tendido bajo aquella furia blanca,
no sentir los latidos de su extraño corazón?
P.D. Desde tu jardín trasero.
Mmmm, pensó ella. Aquél era un poco sexual. Pero, por supuesto, si estaba asesinando a chicas, ¿por qué no iba a escribir poesía sexual? Parecía que tenía talento, al menos en opinión de Whitney.
Se le puso la carne de gallina. Estaba recibiendo correos electrónicos del asesino al que su contacto del FBI llamaba el Estrangulador del Sur. No sabía por qué la había elegido a ella. Sin embargo, tampoco quería acudir a la policía por el momento. Después de todo, ¿qué iba a decirles? «A propósito, oficial, me he estado comunicando con el hombre responsable de las muertes de esas pobres chicas». Ni siquiera sabía con seguridad que aquel hombre fuera real. No tenía nada con lo que seguir, pero eso iba a cambiar aquel mismo día.
Imprimió el correo y lo archivó cuidadosamente en tres lugares diferentes, para que, en caso de que su ordenador fallara de repente, no se perdiera la información. Copió y pegó los versos a las notas y miró las tres anotaciones previas, empezando por la primera.
Una Mujer perfecta,
noblemente formada para advertir,
para consolar,
para ordenar.
Y sin embargo, siempre un Espíritu,
y resplandeciente con algo de angélica luz
P.D. Esto fue hallado en el escenario del crimen.
Ella había escrito mucho bajo aquella anotación, intentando descifrar el significado de aquel poema. ¿Y qué escenario del crimen? Había revisado todos los crímenes de Nashville que había podido encontrar, había sonsacado a detectives, había acudido a sus fuentes. Nadie sabía nada sobre un poema encontrado en el escenario de un crimen. Consideró que era el correo electrónico de un chalado y lo archivó. Era un poemilla tonto de amor, enviado a su cuenta de correo privada. Incluso se imaginó, por un momento, que era de un amante anónimo, alguien a quien conocía pero que no quería revelar sus sentimientos.
Sin embargo, al recibir un segundo correo, se dio cuenta de que aquél no era un mensaje para ella.
Una Criatura ni demasiado brillante
ni demasiado buena para el alimento cotidiano
para los dolores pasajeros, los pequeños engaños;
la alabanza, el reproche, el amor, los besos;
las lágrimas y las sonrisas.
P.D. Ésta era de LA.
Aquello había conseguido que Whitney se pusiera en pie de un salto. LA podía significar tres cosas: Los Ángeles, Luisiana o Alabama del Sur, como llamaban los oriundos de Nashville, en broma, a la zona de la costa del Golfo. Mediante una búsqueda rápida, había averiguado que alguien había secuestrado a una chica de Baton Rouge, Luisiana.
Había seguido el caso, y cuando la policía halló el cadáver de Jeanette Lernier, ella adjuntó el nombre de la muchacha al poema en sus archivos. Sin embargo, ninguna periodista había mencionado nada de mensajes o notas en el escenario del crimen. Ella sabía que en todas las investigaciones la policía ocultaba detalles, aunque sólo fuera para evitarse las numerosas llamadas de locos que confesaban la autoría de los crímenes. Pese a que había hecho preguntas, ninguna de sus fuentes sabía nada sobre las notas.
Entonces le había llegado el tercer mensaje, siguiendo los rumores de que se había encontrado un cuerpo en Nashville. Aquél era alarmante:
Un golpe súbito: las grandes alas todavía baten
sobre la joven aturdida, las oscuras membranas
le acarician los muslos, siente su pico en la nuca,
y la opresión de su pecho en el pecho indefenso.
P.D. ¿Lo entiendes ya?
Escalofriante, y sin embargo, ella se había sentido estimulada por aquellas palabras.
Ahora que se sabía la noticia de que el Estrangulador del Sur andaba suelto y había matado a tres muchachas, Whitney había entendido que los mensajes que acompañaban a los cuerpos debían corresponder con los que había recibido ella. Después de darse cuenta, había marcado el primero de ellos con el nombre de Susan Palmer, y las siguientes notas con los nombres de las otras víctimas. Se preguntó por un momento el motivo por el que ella, precisamente, estaba recibiendo aquellos mensajes. Sin embargo, se apartó aquel pensamiento de la cabeza rápidamente. No tenía importancia. Era ella la que iba a destapar la primicia.
Aquel nuevo mensaje le aceleró la sangre. Iba a convertirse en una estrella.
Aquella cuarta nota podía referirse a la chica que había desaparecido en Nashville, Shauna Davidson. Whitney cubriría la historia aquella noche. Justo después del asesinato, aquel caso de desaparición generaría una historia introductoria en las noticias de las diez en punto.
Whitney se dio cuenta de que no tenía ninguna información que pudiera conducirla a pensar, ni a ella ni al resto de sus colegas periodistas, que Shauna Davidson estaba muerta. En el caso de las tres chicas anteriores, sólo había recibido los mensajes después de que se encontraran sus cadáveres. Quizá ya habían encontrado el cuerpo de aquella última y no lo habían revelado. Pero no… la policía no ocultaría algo así.
«P.D. Desde tu jardín trasero». Aquello le suscitó una idea de repente: «Mi jardín trasero». No podía tener un segundo sentido; él era demasiado elegante como para eso. Los otros mensajes se referían a localizaciones. Su jardín trasero debía de significar su ciudad. Nashville.
Eso significaba que ella, Whitney Connolly, y sólo ella, sabía que Shauna Davidson estaba muerta.
Se dirigió a la ducha. Se tomó un poco de tiempo extra para arreglarse para la emisión de aquella noche. Estaba segura de que toda la ciudad iba a sintonizar su cadena para oír la historia más grande de Nashville aquella noche.