Capítulo 31

Noelle Pazia dejó de pedalear, apoyó un pie en la gravilla y tosió durante una eternidad. Llevaba tosiendo así toda la semana, y en el centro de salud de estudiantes, al darse cuenta de que necesitaba más de lo que ellos podían proporcionarle, la habían enviado a hacerse una radiografía. Sufría asma, y usaba un inhalador, pero no estaba remediando aquella tos tan desagradable.

Así que había ido en bicicleta hasta el Hospital Comunitario de Asheville, había esperado dos horas, le habían hecho las radiografías y había vuelto pedaleando al campus, aunque el ejercicio no era bueno para la bronquitis, o la neumonía, o la enfermedad que le hiciera sentirse tan mal. Oía a su padre en aquel momento, con su marcado acento italiano, diciéndole: «Noelle, ya sabes que no debes montar en bicicleta por esas colinas cuando estás enferma. No seas tan obstinada, cariño». Sí, lo sabía, pero no tenía coche, y no le apetecía pedirle a ningún amigo que la llevara.

Ojalá estuviera en casa, en la parte trasera del restaurante de su padre, Giovanni, tomando una de las sopas que él le preparaba siempre que no se encontraba bien. Cuando era pequeña, cada vez que su padre la veía pálida, la llevaba a la cocina y le daba una de aquellas sopas. El remedio funcionaba casi siempre.

Sin embargo, no estaba cerca de casa. Estaba en una carretera de Carolina del Norte, enferma y sin sopa a la vista. Tenía que volver al campus para llegar a tiempo a su grupo de estudio, que iba a reunirse en la biblioteca. Incluso aunque estuviera enferma, sentía la responsabilidad de los estudios, y no quería perderse el grupo. Se apartó el pelo de la cara y volvió a pedalear.

Al pensar en la sopa de su padre, recordó otras cosas. Giovanni era un hombre severo, trabajador y estricto. Había emigrado con su familia a Norteamérica desde un pequeño pueblo de montaña de Italia, llamado Sestriere, para que sus seis hijos pudieran ir a universidades norteamericanas. Noelle era su hija pequeña, la última en ir a la universidad.

Quería ir a Colorado a estudiar Climatología, para poder esquiar y hacer bicicleta de montaña en las cumbres más altas del país. Sin embargo, Giovanni pensaba que Colorado estaba demasiado lejos. Así que habían llegado a un acuerdo: Noelle encontró el Departamento de Ciencias de la Atmósfera en la Universidad de Carolina del Norte, en Asheville. Así podría tener cerca las montañas, y Giovanni tendría paz de espíritu sabiendo que su hija estaba a sólo unas horas en coche, y no a tres días de camino.

Para Noelle, una chica seria y callada, aquella universidad era un sueño hecho realidad. Adoraba a sus profesores, a su compañera de habitación y el ambiente del campus. Se había apuntado al club de ciclismo y había hecho muchos amigos. En su segundo curso de carrera, se sentía como en casa. Los chicos del campus le prestaban mucha atención. Medía un metro sesenta y siete centímetros y pesaba sesenta kilos, era esbelta y tenía el pelo negro y brillante, y unos ojos enormes y marrones; tenía mucho éxito entre el sexo opuesto.

Sin embargo, era hija de su padre y no salía con chicos, porque era lo que él deseaba. No le molestaba; tenía mucho trabajo que hacer en la universidad y salir con chicos no era importante para ella.

Entró por las puertas de la universidad, atravesó el campus y llegó al edificio de su residencia, West Ridge Hall. Ató la bicicleta en el aparcamiento y entró. Estornudó mientras caminaba por el pasillo hacia su habitación, y se preguntó si no debería cancelar su asistencia al grupo de estudio de la clase de climatología. Entró en su habitación, dejó la mochila en el suelo y se tumbó en la cama.

Oh, aquello era estupendo. Demasiado bueno. Sabía que tenía que levantarse y seguir. Estar enferma no era excusa para perderse el grupo de estudio. Así que consiguió levantarse, tomó una chaqueta y los libros y salió hacia la biblioteca.

La Biblioteca Ramsey estaba en el centro del campus, y el trayecto era agradable. La actividad física siempre había sido una cura para Noelle cuando no se encontraba bien, así que un paseo corto no iba a hacerle daño. Avanzó por los tranquilos senderos, saludando a la gente que conocía, y entró en la biblioteca.

El grupo de estudio trabajo durante un par de horas, y Noelle comenzó a sentirse bastante mal. Justo cuando decidieron tomar un descanso, el teléfono móvil de Noelle sonó. Ella se excusó y fue a responder la llamada a la entrada de la biblioteca para no molestar al resto de los estudiantes.

Era una amiga del club de ciclismo, preguntándole si quería ir a montar en bicicleta al día siguiente, por la mañana. Por mucho que quisiera, tuvo que decirle que no podía. Hasta que hubiera terminado con los antibióticos no era inteligente esforzarse demasiado. Charlaron un rato. Noelle salió de la biblioteca y se sentó en los escalones de la entrada. Estaba oscureciendo, y cuando colgó, pensó que veía una sombra a un lado del edificio. Se lo quitó de la cabeza; había tanta gente en el campus que cualquiera podría estar caminando por la esquina de la biblioteca. Sin embargo, decidió que sería mejor entrar de nuevo.

Se había enterado de lo que le había ocurrido a aquella pobre chica de Virginia, y a medida que se acercaba a la puerta, notó que se le ponía el vello de punta. Miró tras ella y vio que la sombra se convertía en un hombre, pero se rió al darse cuenta de que era otro estudiante. Él era demasiado joven y demasiado guapo como para ser otra cosa. Noelle sonrió y le sujetó la puerta para que pasara.

Él le devolvió la sonrisa, y eso fue lo último que recordó Noelle.