Capítulo 16
Taylor atravesó el aparcamiento del Centro de Justicia Criminal de Nashville, mientras planeaba su jornada. Se protegió los ojos del sol y miró al edificio de oficinas que llamaba su hogar. El Centro era un edificio achaparrado, sin ninguna característica especial, que albergaba las unidades principales de la División de Investigaciones Criminales, además de las oficinas administrativas centrales del Departamento de Policía Metropolitana de Nashville.
En la reorganización, muchas de las oficinas se habían trasladado a otros edificios, y su espacio había sido ocupado por los detectives de Homicidios y de Robos, que habían pasado a ser detectives generales. El equipo de Taylor, de detectives de homicidios, se había quedado en las viejas oficinas y trabajaba en homicidios que tuvieran un elemento de ambigüedad. Si no había sospechosos, no había pruebas, o el trabajo parecía difícil, el equipo de Taylor se llevaba el caso. El resto de los detectives se dispersaba por la región central del estado y cubrían deberes básicos de paisano.
El caso del Estrangulador se estaba descontrolando, y los medios de comunicación pedían respuestas a gritos. Las noticias por cable se habían centrado en la historia y estaban creando pánico, dando novedades cada media hora y cebándose en los fracasos de la policía y los investigadores de los cinco estados. Jessica Porter estaba en la morgue de Nashville, y los padres de Shauna Davidson estaban rogando que les entregaran el cuerpo de su hija para enterrarla. Esa parte del caso no estaba en sus manos.
El FBI estaba trabajando y cooperando con las policías locales, pero en esencia, les habían retirado el caso. Ella dejó que Price se encargara de la política de la situación, escudándose en cuestiones de jurisdicción. Y nadie podía negar que los federales tenían acceso a mejores laboratorios y obtenían informes y resultados mucho antes que la policía local. Al menos, las pruebas forenses se analizarían rápida y minuciosamente.
Entró en el edificio y subió a la oficina de Homicidios. Mientras atravesaba la oficina, sintió una punzada de amargura hacia Baldwin. Le habían retirado rápidamente la investigación de asesinato más interesante que había tenido durante semanas. Otro caso sabroso para la jurisdicción del FBI. Lo entendía, pero no podía librarse de la decepción. Aunque, en realidad, su nueva tarea era dirigir el caso del Hombre de la Lluvia, y un violador en serie no era algo sin importancia.
Al contrario, el Hombre de la Lluvia había resultado muy resbaladizo durante los últimos años, y ella agradecía la oportunidad de poder revisar todos los expedientes, comprobar si encontraba algo que se les hubiera pasado por alto a los demás detectives.
Sin embargo, durante un breve instante deseó poder estar en la carretera, siguiendo el rastro del Estrangulador del Sur.
Cuando llegó a su oficina, que normalmente estaba muy animada, la encontró en silencio y en calma. Sabía que dos de sus detectives, Marcus Wade y Lincoln Ross, estaban en el juzgado aquella mañana. Y ella misma había enviado a Fitz a casa para que durmiera un poco. El resto de los turnos de noche se habían ido a casa. Tenía todo el lugar para ella sola.
Estaba acostumbrada a la soledad, y casi siempre la agradecía. Con Baldwin, eso estaba cambiando. Él pasaba mucho tiempo trabajando desde casa de Taylor. Su traslado técnico a la oficina de campo de Nashville como experto en perfiles criminales del estado significaba que podía restringir sus viajes, administrarse las horas, participar en casos que le interesaran.
No estaban viviendo juntos oficialmente, pero él había ocupado el despacho de casa de Taylor, y a ella le complacía secretamente la decoración desordenada. Se sentía como si le perteneciera a alguien por primera vez, y si eso significaba que él desordenara su despacho, perfecto. También desordenaba la cocina, pero ella le perdonaba casi cualquier cosa si él cocinaba. Muchas noches llegaba a casa tan cansada que ni siquiera tenía ganas de preparar la cena.
Desde el incidente, como ella lo llamaba, porque le resultaba más agradable que decir que habían estado a punto de cortarle el cuello, se encontraba más cansada de lo normal. El sospechoso le había cortado la arteria, y ella había perdido muchísima sangre. Los médicos le dijeron que había estado a punto de morir, y que necesitaba tomarse un descanso.
El cuerpo, según ellos, no se recuperaba con tanta facilidad. Habían tenido que pasar tres meses hasta que había recuperado la voz con normalidad. Siempre la había tenido un poco ronca, y había pasado a ser muy ronca, cosa que a Baldwin le encantaba. Había habido momentos en los que los médicos habían pensado que no volvería a hablar, pero ella los había dejado asombrados a todos al emitir un graznido a los tres días de la operación. Con trabajo duro durante la rehabilitación, había vuelto a ponerse en forma y cada día estaba más fuerte.
Era asombroso cómo el escarceo de Taylor con la muerte había cimentado su relación. Durante mucho tiempo, Taylor había temido que él se hubiera quedado por lástima hacia ella. Ahora sabía que no era así.
Sonrió para sí y siguió caminando hasta la Unidad de Crímenes Sexuales. La oficina no estaba vacía, pero todos los detectives parecían preocupados. Ella sabía que Brian Post le había dicho a todo el mundo que Betsy había tenido un accidente de tráfico y que estaba en el hospital. Aquélla era la excusa más verosímil que uno podía encontrar, y justificaría perfectamente sus lesiones. Post también les había mencionado que la teniente Jackson, de Homicidios, iba a estudiar los expedientes del Hombre de la Lluvia mientras Betsy estuviera de baja, y cuando Taylor entró, recibió un par de saludos amistosos. Los devolvió y se encaminó hacia el escritorio de Betsy, donde algún alma caritativa había dejado los expedientes amarrados con una banda de goma para que fuera más fácil transportarlos.
Los tomó y, antes de que nadie comenzara a conversar con ella, salió hacia su propia oficina. Los pasillos estaban empezando a llenarse de hombres y mujeres uniformados y de paisano. Mientras ella retrocedía hacia Homicidios, el edificio recuperó su espíritu. Taylor suspiró. Había sido agradable tener la oficina tan silenciosa.
Entró en su despacho, encendió la luz y cerró la puerta. Quería tener privacidad para estudiar aquellos expedientes. Siete mujeres agredidas sin contar a Betsy. Pese a que no hubieran sufrido lesiones físicas, las heridas emocionales durarían toda la vida. Quería ser respetuosa con ellas.
Taylor se sentó en su escritorio, tomó aire y abrió el registro. Se encontró con un sumario antiséptico. Sin conclusiones, sólo los hechos. Comenzó a leer y pronto se perdió en los informes.
Taylor se sobresaltó al oír que alguien llamaba a la puerta. Puso una hoja de papel sobre los expedientes del Hombre de la Lluvia para ocultarlos por si acaso se trataba de alguien en quien no confiaba y gritó:
—Adelante.
La puerta se abrió y apareció Lincoln Ross, con un precioso traje de Armani. Lincoln era un adicto a la moda, simple y llanamente. También era uno de los mejores detectives especializados en informática que existía. Podía encontrar a una mosca que se posara en cualquier lugar del ciberespacio.
Él sonrió y en las mejillas se le formaron dos hoyuelos.
—¿En qué está trabajando, teniente Taylor?
—En un caso nuevo… bueno, antiguo, pero que nos han asignado ahora. ¿Dónde está Marcus?
—Ha ido a por un refresco, pero estará aquí en segundos. ¿Cuál es el caso?
—Vamos a esperarlo, y así no tendré que contarlo dos veces. ¿Qué tal en los juzgados?
—Muy bien. Condenaron a ese canalla. No volverá a practicar nunca más a menos que den licencias médicas en la cárcel —respondió Lincoln. Marcus y él habían investigado aquel caso. Se trataba de un médico que le había puesto un cóctel letal de cianuro en una copa a su mujer, y después le había colocado una pistola en la mano y había apretado el gatillo. Lincoln había resuelto el caso al encontrar un borrador de la carta de suicidio de la víctima que se había borrado en el ordenador de su marido.
—Lo han condenado por asesinato en primer grado. Tuvieron a ese pobre jurado aislado durante dos semanas, pero han dado su veredicto, por fin, a primera hora de la mañana.
Taylor le dio las gracias.
—Buen trabajo. Hola, Marcus —dijo, cuando Marcus Wade entró en la habitación como un gato que acababa de comerse un canario.
—Parece que estás muy satisfecho contigo mismo —dijo Taylor, sin poder contener una sonrisa. Marcus era joven y guapo, y le encantaba atrapar a los malos. A muchos policías no les importaba, sólo querían cerrar el caso. Marcus y Lincoln estaban orgullosos de sus capacidades, y Taylor se alegraba de ello. Eso los mantenía motivados.
—Soy el detective de homicidios más grande de la Historia —fanfarroneó—. Después de usted, claro, jefa —le dijo con un guiño, y ella le sopló un beso. Lincoln carraspeó tapándose la boca con la mano, y la explosión amortiguada se pareció mucho a la palabra «tonterías».
—Tienes razón, eres fantástico. Igual que tú, Lincoln. Entrad y cerrad la puerta.
La miraron con escepticismo, pero obedecieron. Se sentaron frente a ella y Taylor comenzó a informarlos sobre el nuevo caso.
—¿Estáis familiarizados con el Hombre de la Lluvia?
Lincoln abrió unos ojos como platos.
—¿El violador? ¿Ha matado a alguien?
—No, pero violó a Betsy Garrison anoche.
Esperó a que asimilaran la noticia. Lincoln abrió la boca pero volvió a cerrarla mientras sacudía la cabeza. Marcus habló primero.
—Supongo que querrá que lo mantengamos en secreto.
—Exacto. Tenemos que mantener el nombre de Betsy en secreto a toda costa. Ella no quiere que la gente de su unidad sepa que la han violado. Además, se llevó una paliza brutal, y Brian Post les ha dicho a todos que tuvo un accidente de tráfico. Ella no se ha hundido con la violación; estuve en el hospital hablando con ella y parecía que estaba soportándolo bastante bien. Mejor de lo que yo podría soportarlo.
—¿Le dio alguna información con la que podamos trabajar? —preguntó Marcus.
—Fitz y yo procesamos el escenario, y no encontramos nada. Sólo había una huella en el pomo de la puerta trasera, y tenemos que averiguar si se corresponde con las huellas que hay en los expedientes de sus otras violaciones. Hay buenas y malas noticias. Tienen ADN de todas las violaciones. No lo han hecho público porque no han podido meter el ADN de las últimas en el CODIS. Nosotros tenemos el ADN de la violación de Betsy, y el espermicida que se encontró en su organismo coincide con el de la marca de preservativos que usa el violador. Tenemos la cuerda, pero es del mismo tipo genérico que ha usado siempre. Ahora, os diré lo que quiero. Mirad esto como si nunca hubiera sucedido antes. Es un nuevo violador que anda suelto por las calles. Un caso flamante. No tenemos pruebas, ni pistas. Quiero que averigüéis quién es. Empezad aquí —dijo, y le entregó a cada uno de ellos una copia de la hoja del sumario.
Aunque la información para identificarlo era escasa, el Hombre de la Lluvia tenía un patrón único que dejaba desconcertados a los policías. Sólo actuaba en los meses de enero, febrero, mayo y julio. Sólo actuaba cuando llovía, algunas veces en medio de tormentas fuertes. Cada uno de los ataques había sido perpetrado el tercer jueves del mes. Y sólo había perpetrado dos violaciones al año. Dos veces en el año dos mil, en el dos mil dos y en el dos mil cuatro.
—Aquí tenéis el nombre y la dirección de la última víctima. Ella piensa que puede tener una idea de quién es.
—¿De verdad? —preguntaron ellos al unísono.
—Sí, de verdad. Betsy habló con ella, pero la mujer le dijo que no tenía ganas de revivir el asunto, y que no podía darle información valiosa. El problema es que ella no pudo identificarlo. No sabe su nombre, y no es capaz de recordar por qué lo conoce. Es más bien que él tiene algo que a ella le resulta familiar. Así que tenéis que ir a hablar con ella para ver si podéis refrescarle la memoria.
Marcus estaba leyendo la hoja del sumario.
—Aquí hay discrepancias. No actuó en jueves, para empezar. Tendremos que esperar a los resultados del análisis de ADN. Teniente, ¿está segura de que no es un imitador?
—No estoy segura de nada. Betsy está bastante segura de que es el Hombre de la Lluvia, pero tienes razón en preguntar eso. Llevad a analizar la huella. Eso os dirá rápidamente si es él o no. A veces, los criminales alteran sus pautas de conducta. Confiad en las pruebas, no os llevarán por el mal camino.
—De acuerdo, teniente. La tendremos al corriente.
Marcus se levantó de la silla. Lincoln lo siguió y se despidió de Taylor con una sonrisa. Los dos salieron del despacho hablando en voz baja el uno con el otro sobre los pasos que debían dar.
Taylor tomó el teléfono y marcó el número de su médico de memoria. Los análisis y chequeos constantes a que se sometía eran tediosos. Y algunos de los medicamentos que estaba tomando desde el accidente habían hecho estragos en su hígado, así que los médicos se los habían retirado, pero insistían en hacerle pruebas mensuales del hígado para asegurarse de que cumplía con su función. Una voz alegre respondió al teléfono.
—¡Consulta del doctor Gregory!
—Shelby, soy Taylor Jackson. Quería saber los resultados de mis análisis.
—Oh, Taylor, ¡hola! El doctor Gregory estaba hablando de ti justo en este momento. Espera un segundo mientras lo aviso de que estás al teléfono.
Taylor miró al techo y se fijó en una mancha de humedad que había en una de las esquinas de la habitación. Tenía que llamar a mantenimiento para ver si podían cambiar aquel azulejo. Le molestaba verlo. Mientras empezaba a juguetear con el lapicero, el doctor Gregory se puso al teléfono.
—¿Cómo está mi policía favorita?
—Muy bien, doctor. Dígame que tiene buenas noticias y que no tengo que hacerme más pruebas.
El doctor se quedó en silencio durante un segundo, y después carraspeó. A Taylor se le encogió el corazón. Demonios, había hecho todo lo que le habían dicho, y se sentía muy bien, teniendo en cuenta todo lo que le había pasado.
—Por favor, doctor Gregory, pensaba que todo iría bien —dijo.
—No, no te preocupes, Taylor, tu hígado ha vuelto a funcionar con total normalidad. ¿Te sientes bien, por lo demás?
—Bueno, sí. Quizá un poco cansada, pero no es nada nuevo.
Él se rió suavemente.
—Bueno, querida, posiblemente te vas a sentir así durante una temporada.
Mientras él continuaba hablando, el mundo comenzó a dar vueltas alrededor de Taylor.