Capítulo 12

Grimes hablaba a toda velocidad.

—Vamos al lugar donde vieron a Marni Fischer por última vez. Deja que te cuente los detalles. Ella no sigue el patrón de las otras chicas, pero existen ciertas similitudes. Tiene veintiocho años y mide un metro setenta y ocho centímetros. Con el pelo largo y rubio oscuro, y los ojos marrones. Es de Orlando. Esta chica tiene una historia de éxito de ésas que salen todo el rato en la televisión. Sus padres murieron en un accidente de tráfico cuando ella tenía sólo tres años. La crió su tía, pero murió cuando Marni tenía dieciséis. Entró en la Universidad de Florida cuando tenía diecisiete años, con una beca completa. Se licenció a los veintiún años en Química y Microbiología. Inmediatamente empezó en la Universidad de Medicina de Georgia y se licenció cuando tenía veinticinco años. Empezó la residencia. Es residente de tercer año en un programa de Obstetricia y Ginecología.

Baldwin estaba observando a Grimes. Ciertamente, aquello encajaba con las otras chicas. Grimes vio la mirada.

—Sí, es doctora. Otro vínculo con la medicina. ¿Piensas que es un médico psicópata que quiere vengarse de algo?

Baldwin negó con la cabeza.

—No lo sé, Grimes. No entiendo quién es este asesino. Es demasiado pronto para resumir su motivación basándonos sólo en la tipología de las víctimas. Cuéntame el resto.

—Está bien. Salió para ir a su turno de la rotación del Hospital Comunitario de Noble. Uno de los doctores que la conoce de la universidad sugirió que podría ser un buen lugar para que ella adquiriera experiencia con las mujeres pobres que no pueden pagarse el seguro médico ni los cuidados prenatales.

Grimes se interrumpió durante un momento.

—A propósito, está comprometida y va a casarse con un hombre llamado Greg Talbot. Es residente de cuarto año en el programa de Obstetricia y Ginecología. Tiene planeado mudarse a una ciudad pequeña en una zona rural del sur y proporcionar cuidados prenatales y atención durante el parto a las mujeres sin acceso a ningún sistema médico.

Grimes le había dado aquel último detalle con una sonrisa de astucia. Baldwin sabía lo que estaba pensando: que el prometido era alguien perfecto para empezar. Sin embargo, no hizo ningún comentario, no sacó ninguna conclusión apresurada, no tan pronto. Grimes lo entendió y continuó con la historia.

—Bueno, ¿por dónde iba? Oh, sí. Se suponía que Marni iba a ir a casa de su amiga Sharon Baker, en Augusta, cuando terminara su turno en el hospital. Su rotación había terminado por este mes, e iban a celebrarlo. Debía haber llegado a casa de Sharon a las siete. Noble está a unas dos horas de Augusta. Cuando Marni no apareció en casa de Sharon, ella la llamó al móvil, pero recibió el mensaje de que no tenía cobertura. Sharon comenzó a preocuparse; Marni avisaba siempre si iba a llegar tarde. Finalmente, Sharon llamó al prometido, Greg, que iba a pasar el fin de semana en Atlanta con unos amigos.

»Se subió al coche en cuanto recibió la llamada y fue a Augusta, y el domingo por la mañana comenzaron a buscar a Marni. Siguieron la ruta que habría tomado ella, pero en dirección a Noble, y pararon en todas las áreas de descanso y las gasolineras del camino. No la encontraron, y tampoco encontraron nada raro en su casa. Cuando llegaron a Noble, fueron al hospital y encontraron su coche en el garaje. Sus llaves estaban debajo del coche, y su bolso y su teléfono móvil estaban en el asiento delantero. Llamaron a la policía de Noble, que nos llamó a nosotros, y aquí estamos.

Baldwin miró por la ventanilla y observó los enormes montículos de las plantas de kudzu mientras pasaban. Su mente trabajaba a toda prisa, intentando encajar todas las piezas. El patrón estaba claro. Tomaba a una chica y la tiraba en otra ciudad. Tomaba a otra chica de esa ciudad. ¿En qué ciudad encontrarían a Marni Fischer?

De Alabama a Luisiana. De Luisiana a Misisipi. De Misisipi a Tennessee. De Tennessee a Georgia. De Georgia a…

—Eh, Grimes, ¿tienes un mapa en el coche?

—Sí, debe de estar debajo de tu asiento. Compré un mapa de carreteras del sureste cuando salí de Virginia.

Baldwin rebuscó por debajo del asiento y sacó el mapa. Pasó las páginas hasta que encontró la que mostraba todos los estados del sur. Huntsville, Baton Rouge, Jackson, Nashville, Noble. ¿Volvería a un estado al oeste, a Alabama, para hacer un círculo? ¿O se movería dos estados hacia arriba, hacia Carolina del Norte? Baldwin sacudió la cabeza. Aquél no era el modo adecuado de mirarlo. Dobló el mapa y lo metió bajo el asiento. No, iba a tener que examinar los puntos comunes entre las víctimas si quería adelantarse a su mente retorcida.

—Grimes, háblame de los perfiles de las chicas. Piensa que no sé nada de ellas. Empieza desde cero —le dijo Baldwin, y sacó una libreta de su maletín. La abrió por una página en blanco y esperó.

—Muy bien, como quieras. Empezaré por Susan Palmer. Según su familia era una chica muy tranquila. Acababa de graduarse en la escuela de enfermería y había conseguido un trabajo en el Hospital Comunitario de Huntsville. Era poquita cosa, no una belleza como Jessica Porter. Vivía en un apartamento encima del garaje de la casa familiar. Su madre tenía una enfermedad debilitante y a Susan le gustaba estar cerca. Tenían una enfermera a jornada completa, pero al ser mujer, fue descartada inmediatamente. El padre de Susan murió cuando ella era pequeña. Sólo eran ella y su madre. La encontraron en un canal, en una parte antigua de Baton Rouge. No había ningún motivo por el que tuviera que estar allí, por eso dedujimos que la había transportado allí, y no que ella había ido a Baton Rouge y él la había matado allí. El informe del forense menciona marcas de vacilación en el corte de su brazo derecho. Dice que parece como si estuviera intentando reunir valor para cortar la mano. En la izquierda sólo había marcas de la sierra.

Grimes carraspeó y miró por la ventanilla como si hubiera conjurado la escena de la autopsia allí mismo, en la colina llena de kudzu.

—Es muy raro. Nadie se acuerda de verla marcharse después del trabajo. No tenía muchos amigos en el hospital. Iba hacía su trabajo y se marchaba. No hemos averiguado cómo se cruzó con nuestro hombre. No se metía en líos y no causaba problemas.

—Invisible —murmuró Baldwin.

—¿Qué? ¿Invisible? Sí, supongo que podría decirse así. Entonces, una elección segura. Pero Jeanette Lernier, sin embargo, no era invisible. Tenía mucha desenvoltura, era atrevida, vivaz… todas esas palabras las han usado en su descripción. Tenía una beca en una empresa de marketing de Baton Rouge, y estaba intentando adquirir experiencia de trabajo antes de empezar la universidad. Tenía novios y novias, y era muy conocida en el circuito social de Baton Rouge. Se dice que tuvo una aventura con un pez gordo de la empresa en la que trabajaba, pero que estaba disgustada por el hecho de que las cosas no hubieran terminado bien entre ellos. Era de buena familia, y tenía dos hermanos y una hermana que están conmocionados. Era como la vida de su familia, y cuando murió, ellos murieron con ella. Es un caso muy triste, si lo piensas bien. Lo tenía todo, pero terminó asesinada en una cuneta. Si no hubiéramos encontrado la mano de Susan Palmer en el escenario, hay muchas posibilidades de que no hubiéramos relacionado los dos crímenes. Aunque el modus operandi sea el mismo, parecían cosas distintas. Al menos, para mí.

—Eso lo entiendo. Pero, claramente, es el mismo asesino.

—Pues dime una cosa, ¿por qué se tomó un mes de descanso? Parece como si estuviera en una buena racha, y de repente, lo dejó.

—Esa es una pregunta muy buena. Estoy adquiriendo un mejor conocimiento del sospechoso, pero me gustaría saber la razón que hay detrás de esos asesinatos. Debe de haber un móvil… Pero bueno, continúa. Jessica Porter.

—Jessica Ann Porter, dieciocho años, un metro sesenta y dos centímetro de estatura, cincuenta y cuatro kilos de peso, nacida en Jackson. Compartía apartamento con una amiga. Estaba intentando independizarse. Sus padres estaban totalmente en contra de la idea, pero ella los convenció. Tina y Steve Porter. Su padre es mecánico, su madre es profesora. La familia norteamericana media. Tiene dos hermanos, Joseph, de dieciséis, y James, de trece. Están destrozados. La adoraban. Estudiaba en la Universidad de Misisipi, el curso preparatorio para entrar en medicina o en enfermería, todavía no se había decidido. Estaba trabajando de recepcionista en el Hospital Comunitario de Misisipi para poder experimentar lo que era estar entre el personal médico. Te dije que hacía voluntariado en el refugio de gente sin hogar y que llevaba comidas a los enfermos inmovilizados… ¿Cómo se llama?

—¿Comida en Casa?

—Sí, eso es. Comida en Casa. Lo hacía dos noches a la semana. Mientras, vivía con una chica muy buena llamada Amanda Potter. Eran vecinas y amigas de toda la vida. Ella es la que me contó lo de su pelo.

—Grimes, quiero oírlo todo, aunque repitas información que creas que ya me has dado, ¿de acuerdo?

Grimes estaba agarrando el volante con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos.

—Sí, lo sé. Perdona. ¿Por dónde iba?

—Por su pelo.

—Eso es. Su amiga Amanda me contó que Jessica tenía un pelo largo y rizado, de color castaño, por el que cualquiera mataría, pero ella lo odiaba, así que se lo alisaba. También me dijo que habían experimentado un poco con el alcohol y esas cosas. Pero a Jessica no le gustaba de verdad, porque no era muy aficionada a salir por las noches. Fumaba a escondidas, y sus padres no lo sabían. Era una niña sonriente, dulce, con la cabeza bien puesta. Creo que tenía los pies en la tierra. Su compañera me dijo que le parecía que Jessica era un poco inocente, sobre todo en lo relacionado con los chicos. Era virgen, al menos hasta que ese desgraciado se cruzó con ella.

—De acuerdo, muy bien. Cuéntame cómo desapareció.

—Volvía andando a casa del trabajo, y llevaba el traje verde, como todos los empleados del hospital. Es un hospital muy pequeño, que atiende sobre todo a indigentes y a pobres que no tienen seguro médico. Así que, de todos modos, su rutina era ir andando a casa, cambiarse de ropa e irse al gimnasio. Amanda dijo que Jessica era bastante insegura con su cuerpo, y que pasaba bastante tiempo haciendo ejercicio. Por supuesto, Amanda pensaba que Jessica era perfecta, pero ya sabes cómo son las chicas jóvenes. Nunca creen en sí mismas como sus amigas. Al menos, eso es lo que yo veo en mi hija. Tú no tienes hijos, ¿verdad?

—No, no tengo. Por favor, sigue.

—De acuerdo, de acuerdo, no seas tan susceptible. Se marchó del hospital a las cinco y cuarto y nunca llegó a casa. Los padres denunciaron su desaparición alrededor de las nueve de aquella noche, y la policía activó la alerta y comenzó la búsqueda. No sirvió de nada. Debió de matarla enseguida.

—¿Por qué dices eso?

—Porque cuando la encontraron en Nashville llevaba bastante tiempo muerta. Habían pasado tres días desde que la secuestró hasta que la encontró la policía. El forense dijo que llevaba muerta como mínimo veinticuatro horas.

—¿Y se te ocurre dónde pudo retenerla? Me imagino que no se quedó en el apartamento con ella todo el tiempo.

—No. La compañera de piso llegó a casa, se encontró con la sangre, pero Jessica no estaba allí. Inspeccionamos todos los moteles que pudimos en el camino de Jackson a Nashville y enseñamos la fotografía de la chica. Demonios, tío, hay cientos de moteles, de hoteles, de pensiones en esa ruta. Demasiados para cubrirlos todos en tan poco tiempo. Además, puede que el fura de la zona. Puede que tenga su propio sitio donde retenerlas.

Baldwin lo pensó durante un momento.

—Creo que no. Este tipo tiene un plan. No creo que vaya a elegir un motel al azar para hacer sus cosas. Es evidente que está familiarizado con cada zona, pero no puede ser de todas ellas.

Se quedó en silencio, pensando. El asesino ya había visitado cinco estados. Tendría que poner al equipo de forenses geográficos a trabajar, a averiguar si había algún punto equidistante desde el que pudiera estar trabajando el asesino. Lo apuntó en la libreta.

—Voy a hacer una llamada. Quiero conocer la información que ha reunido la policía de Nashville sobre Shauna Davidson.

Marcó el número del teléfono móvil de Taylor, y se alegró al oír su voz al primer tono.

—Soy el agente Baldwin —dijo, intentando que su voz sonara oficial.

—Hola, agente especial —respondió ella, en tono de broma, jugando, y él se dio cuenta de que debía de estar sola. Ojalá él pudiera estar allí con ella.

—Voy a ponerla en el altavoz. Estoy en un coche con el agente especial Jerry Grimes. Él ha estado trabajando en los casos de Alabama y Luisiana. También necesita oír la información sobre este último caso. ¿Tiene el informe sobre Shauna Davidson?

La voz de Taylor sonó por el altavoz, enérgica y profesional.

—Sí, lo tenemos. Allá va. Veintiún años, un metro sesenta y siete centímetros de estatura, sesenta y tres kilos de peso, color de pelo y de ojos castaño. Estudiaba en la Universidad Estatal de Tennessee, el curso preparatorio para Medicina. Los padres son Carol y Roger Davidson, ambos contables. Bastante ricos, lo cual explica que su apartamento fuera tan bonito. Era hija única, y un poco mimada, según sus amigas. Salía con un grupo de chicas que se llaman a sí mismas La Pandilla. Se llaman Megan, Kimber y Tiffany. Lo hacen todo juntas. Estaban todas juntas la noche que desapareció Shauna. Fueron de bares, se emborracharon, y para terminar la noche fueron a ligar a un bar llamado La Jungla de Jim. Allí, Megan y Kimber comenzaron a hablar con un par de chicos e intentaron que las invitaran a unas copas. Tiffany se había separado del grupo cuando habían llegado al bar. Su novio apareció y se enfadó al verla bailando con otro chico. Ella estaba borracha, él estaba enfadado. Se sentó con él y se pusieron a hablar. Shauna estaba con Megan y Kimber mientras ellas hablaban con los chicos. Parece que no creyó que las cosas fueran a llegar a ningún sitio, y cuando uno de los chicos se le insinuó, ella pasó de él. Según Megan, Shauna le hizo la señal del perdedor, que consiste en ponerse la mano en la frente en forma de ele, lo cual hizo que Kimber y Megan se echaran a reír. Kimber dijo que Shauna no era un ángel, pero que era muy quisquillosa con sus conquistas. Y es la última vez que recuerda haberla visto. Todas se sienten muy culpables por lo que ha pasado. Estaban borrachas, y ninguna estaba prestando atención a las demás. Megan y Kimber vieron marcharse a Tiffany con su novio, y cuando iban a irse, no vieron a Shauna y pensaron que se había ido con Tiffany.

—¿La vio alguien saliendo del bar?

—Bueno, uno de los gorilas cree que la vio salir sola. Dice que la vio caminando hacia el norte, por la calle Front, que sería el camino que hubiera tomado si fuera caminando hacia casa. Pero eso es todo. Es decir, hasta que apareció en Georgia. ¿El mismo tipo?

—El mismo tipo. Encontramos una mano y pensamos que pertenece a Jessica Porter. La están procesando. Pero tenemos un problema.

—No me diga.

—Ha desaparecido otra chica. Una doctora de Noble, Georgia. Vamos hacia allá a recabar información. No pierda de vista el teléfono, ¿de acuerdo? La llamaremos pronto para informarla.

—De acuerdo, gracias por avisarme. Hasta luego.

Baldwin colgó.

—Vamos a hablar más sobre los escenarios de los crímenes. ¿Qué pruebas se encontraron?

—Nada. Todas las chicas estaban tendidas boca arriba, con los brazos estirados y las piernas cruzadas por los tobillos. Sin embargo, no hay nada que indique que no las han tirado allí sin más. Ni siquiera tenemos huellas de los neumáticos. Sólo algo de basura que los técnicos recogieron de los descampados. Latas, botellas, papeles, ese tipo de cosas. ¿Encontrasteis vosotros algo en el escenario de Nashville?

Baldwin respiró profundamente.

—No. Sólo el cuerpo de Jessica, y lo que seguramente será la mano de Jeanette Lernier. Tendremos que esperar los resultados del análisis de ADN para saber si concuerda…

—Como aquí, en Georgia. Tío esto es un completo embrollo.

—No nos está dando demasiado para continuar, ¿verdad? ¿Y ahora ha desaparecido Marni Fischer. ¿Hace cuánto tiempo?

—Desde ayer, después de que terminara su turno, sobre las cinco.

—Si las retiene durante tres días, eso nos deja hasta mañana por la noche, ¿no?

—Sí. Y este tipo usa las autopistas interestatales. Así que ahora puede estar en cualquier sitio.

Baldwin miró el expediente que tenía en el regazo. Marni Marie Fischer, veinticuatro años. Una cara preciosa con unos ojos risueños. Observó sus rasgos en la fotografía y se fijó en las diferencias que había entre la nueva desaparecida y las víctimas. Era mayor que las demás, y era rubia. Todas las demás eran morenas. Se dio cuenta de que rezaba para que Marni Fischer sólo hubiera desaparecido y no fuera otra víctima del Estrangulador del Sur.

Sonó el teléfono de Grimes, y él respondió y escuchó atentamente a su interlocutor. Colgó, sacudió la cabeza y miró a Baldwin.

—Bueno, deja que te diga lo que tienen: nada, en resumen. El sheriff quiere que nos reunamos con él en el hospital ahora. Quieren llevarse el coche de Marni Fischer al depósito municipal, pero van a esperarnos. Sé que a ti te gusta ver los escenarios in situ.

Baldwin asintió.

—Estupendo, eso será de gran ayuda.

—También va a llevar fotografías de la escena para que podamos ver exactamente cómo lo encontraron.

—Entonces, esperemos que haya algo que nos dé una idea de dónde puede habérsela llevado.

Baldwin se hundió en el asiento, mordiéndose el labio. Tenía el mal presentimiento de que no iban a encontrar nada que les permitiera salvar a Marni Fischer.