Capítulo

45

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Era la tarde del siguiente día, ya la chica había salido de la clínica y estaba en la villa de Ángelo, acababa de despertar y de darse una ducha tibia, descansaba vestida con un traje sport y acurrucada entre un cómodo taburete que decoraba la ventana de su lujosa habitación que por alguna razón no la impresionaba, perdía su mirada en el jardín, no se sentía bien, estaba triste y melancólica, se sentía un juguete y ya había decidido regresar a Ontario el día siguiente, estaba harta del viaje y de todo el mal sabor que le había dejado.

—Perdón signorina —le dijo Logan que entraba a la habitación—. Un hombre llamado Charles desea verla.

Ariadna se alertó y limpió la lágrima que le rodaba, sabía que no había llegado a verla por gusto.

—¿Y el señor Di Gennaro? —preguntó sin dejar de ver por la ventana.

—Atendiendo unos asuntos pronto vendrá a verla.

La chica suspiró.

—¿Qué le digo a ese señor Charles? —insistió el hombre.

—Está bien, que pase. —La chica se levantó y se metió a la cama de nuevo, aún tenía mareos.

—¿Necesita algo? ¿Se siente mal?

—Quisiera tomar algo dulce, como un jugo de frutas o algo así.

—Enseguida. —El hombre salió de la habitación.

Al momento, Charles subió a verla junto con Logan que llevaba una charola con dos vasos de jugo.

—Ariadna ¿Cómo te sientes? —El supervisor se sentó a un lado de su cama, Logan les dio el vaso de jugo y la chica bebió el suyo con mucha sed, se saboreó.

—¿Algo más signorina? —preguntó el hombre.

—No, nada, gracias.

Logan salió dejándolos solos.

—¿Qué pasa Señor Morgan? —preguntó la chica.

—Bueno para empezar me alegra verte mejor, creo que en ningún lugar estarás mejor que aquí.

—Gracias —la chica bajó la cabeza.

—Frank sigue detenido, la embajada está gestionando su salida del país para que sean las autoridades americanas las que se encarguen de él, esperamos que a más tardar mañana ya esté viajando rumbo a América pero desgraciadamente en calidad de detenido.

La chica frunció el ceño y exhaló, bajó la cabeza.

—Lo siento Ariadna, siento toda esta odisea que has vivido y siento que este hombre se haya comportado como un patán, sin duda será despedido, todas las pruebas lo acusan, al menos hay testigos que presenciaron lo que intentaba hacerte y esos cargos no serán retirados, sé que ya diste tu declaración y eso será peor para él, te atacó deliberadamente con el único propósito de abusar de di, es muy posible que pase un buen tiempo tras las rejas.

—No sé en qué momento él reaccionó así, nunca le di motivos para que se hiciera algún tipo de ilusiones conmigo, no sé qué lo orilló a obsesionarse.

—Una atracción enfermiza, eso todos lo notamos desde que nos reunimos en París, Frank fue muy obvio y no podía disimular, en parte puede ser que esté enamorado de ti y eso lo motivó a actuar de esa manera, pero lastimosamente no se ubicó, es un hombre mayor que bien podría pasar por tu padre, es lógico que para ti él no sea tu tipo de hombre.

La chica frunció el ceño de nuevo.

—Por lo demás vengo a despedirme, mañana temprano salimos rumbo a América, ya nuestra labor terminó, cada quien volará a su lugar.

—Dentro de lo que cabe, gracias por todo —le dijo la chica—. Creo que con la compañía de ustedes fue más grato el viaje.

—Recuerda que tienes una invitación para Toronto, te están esperando allá, mira ésta en mi tarjeta —el hombre se la dio y la chica la miró—. Allí están todos mis datos, podemos seguir en contacto para lo que desees, eres muy buen elemento y tienes puertas abiertas, no te preocupes por el giro que tomen las cosas en tu trabajo.

—Gracias, será bueno seguir cosechando lo sembrado y lo aprendido.

—¿Tienes planes de volver pronto a Ontario?

—Sí claro, es posible que en máximo dos días este ya de regreso, hay cosas allá que… se deben solucionar.

—Ariadna… ¿tú crees que Frank…? —el hombre apenado intentaba preguntar sobre el incidente en Rouen.

En ese momento Ángelo apareció en la habitación y Charles se sintió más apenado, se levantó de la cama y se despidió de la chica, prefirió no decir nada más.

—Te deseo todo lo mejor bella Ariadna —le extendió la mano, la chica lo aceptó y él besó su dorso—. Y dentro de lo que cabe un feliz regreso a tu casa, sabes que a pesar de todo la experiencia aprendida le ayuda mucho a tu currículum, eres muy profesional, espero muy pronto conocer tu trabajo.

—Gracias señor Morgan, también le deseo un feliz viaje y salúdeme a todos los demás, a Richard, a Catherine… espero que algún día podamos reunirnos de nuevo y volver a compartir impresiones.

—Eso espero, hasta pronto —el hombre se despidió con melancolía y luego se dirigió al pintor—. Un placer señor Di Gennaro, ha sido un honor haberlo conocido, espero que algún día nos visite en América.

—Delo por hecho —le dijo el hombre que le ofreció la mano para un apretón—. Nuestra labor en el arte no tiene fin, será un placer poner los pies en el suelo americano —miró a la chica muy sonriente, sabía por qué lo decía.

Charles sonrió también y asintiendo salió de la habitación.

Ariadna miró por la ventana que ya pronto oscurecía y Ángelo se apresuró sutilmente a desatar las cintas de los cuatro postes de la cama para dejar caer el tul, Ariadna sintió que era una manera de consentirla y atenderla.

—¿Mejor de tu malestar? —preguntó él mientras se concentraba su labor, a Ariadna le pareció algo muy sensual por la manera en cómo lo hacía.

—Sí mejor, gracias —evitó estremecerse y morderse los labios.

—¿Y tu rodilla? —insistió él regalándole una sonrisa a través del tul, al ver su silueta Ariadna evitaba abrir la boca, la delicadeza con la que hacía todo lo hacía verlo de otra manera.

La chica había olvidado que él conocía ese episodio.

—Mejor —bajó la cabeza evitando apenarse—. Casi no me duele.

—Y eso me da mucho gusto —terminó de cubrir la cama y de pronto Ariadna se sintió prisionera de su encanto, luego se sentó a su lado en la cama, encendió la lámpara, la chica se reclinó en las almohadas y él acarició el cabello que decoraba su frente—. Pronto olvidarás lo malo, las heridas que puedas tener… sé que sanarán, eres valiente.

—Muchas gracias por todo, eres tan oportuno —le dijo la chica intentando sonreír—. Gracias por todas tus atenciones, no sé qué hubiera pasado si…

—Sh… —él puso sus dedos en los labios de ella—. ¿Creíste que iba a dejarte sola a merced de ese pervertido? Te lo dije preciosa, ese tipo me dio muy mala espina desde el principio y sabía que tarde o temprano iba a sacar su verdadera naturaleza, afortunadamente Logan se quedó a un lado de la puerta de tu habitación y escuchó el forcejeo y más cuando las flores cayeron al suelo, se alertó, me llamó e inmediatamente subí, era lo que yo esperaba, deseaba romperle la cara al tipo ese y se me cumplió.

El hombre sonrió levantando una ceja y la chica lo miró  mordiéndose los labios, estaba agradecida y debido a eso obedeció a su impulso de abrazarlo, él también le correspondió.

—Gracias —le dijo evitando derrumbarse.

—Afortunadamente pudiste volver en ti —le dijo el pintor—. Creo que tu ex jefe la tiene muy negra al no confesar qué clase de droga utilizó, los médicos tienen una idea y creen se trata de una planta que es utilizada muy común entre los delincuentes y al parecer, al mezclarse con cualquier somnífero puede afectar el organismo de distintas maneras, afortunadamente ya estás bien y eso está saliendo de tu cuerpo.

Ariadna lo miró asustada pero intentó sonreírle, estar con él, muy cerca de él, en sus brazos, era algo que nunca se imaginó y en parte debía sentirse bendecida, se sentía protegida.

—Siento que como si fueras un sueño —le dijo la chica acariciando la perfecta cara de su Adonis—. Me parece mentira estar aquí y tan cerca del hombre más perfecto que he visto, cuando te vi la primera vez creí muchas cosas pero jamás que eras un artista y que mucho menos yo pudiera atraerte, gracias por tus cuidados Ángelo, gracias por hacerme sentir… especial.

El hombre suspiró y la miró fijamente, la chica era todo lo que él había deseado en una mujer, era bella, inteligente, profesional y además compartían el mismo gusto por el

arte, para él ella era simplemente perfecta y no deseaba que una mujer como ella se apartara de su lado, por las razones que hayan sido agradecía haberla conocido, sintió que ella sería diferente a todo lo que había conocido. Él también acarició la cara de ella y ambos sintieron que era un momento en el que las palabras sobraban, él deseaba estar con ella y Ariadna también, ya no podía luchar contra lo que sentía. Ángelo se acercó a ella y la besó, necesitaba sentirla, necesitaba saber si ella sentía lo mismo, la chica le correspondió se prendió de su cuello, también necesitaba sentirse amada. Sin saber cómo, Ángelo la reclinó en las almohadas y ella se dejó llevar, lo deseaba, ambos se deseaban y ahora que estaban juntos nada les impedía entregarse. Se bebieron, se besaron con fuerza y de manera apasionada, la excitación en ambos comenzaba a crecer sin que pudiera detenerse.

—¿Estás segura que quieres hacerlo? —le preguntó él deteniéndose un poco para encontrar el aliento.

—Sí, sí quiero —le contestó una Ariadna que comenzaba a desvariar y a embriagarse de él.

El hombre sonrió y la besó de nuevo, se acostó junto con ella y sus manos comenzaron a recorrer su cuerpo, sentía que la dibujaba entre las sábanas, sentía que podía moldearla y darle la forma que él quisiera, la suavidad y aroma de su piel lo habían atontado y deseaba perderse en ese perfecto lienzo que su cuerpo representaba, disfrutó acariciarla y más disfrutó la respuesta de ella ante él, se estaba entregando, pintarían su deseo en lienzos de pasión donde disfrutarían el amor. Ángelo llevó sus manos por debajo de su blusa y lentamente la levantó, tocó ese seno desnudo y lo disfrutó, quitó la prenda en su totalidad y se deleitó en observar los pechos de su musa, con deseo los llevó a su boca, los besaba y lamía a la vez que los apretaba y Ariadna sentía enloquecer sólo con eso, gemía, cerraba los ojos y alzaba su cabeza hacia atrás pidiendo más. Ángelo llevó una mano hasta su vientre y metiéndola por la malla tocó el panty, acarició el monte Venus e hizo círculos en su clítoris, Ariadna se mordía los labios y al sentir que él buscaba la entrada de su deseo inconscientemente abrió las piernas facilitándole el camino, la tocó libremente, la penetró y sintió su efecto en ella, estaba lista y ese deleite lo enloqueció más, se colocó encima de ella, con agilidad le quitó las mallas y oscuramente la observó con el panty, por fin la miraba y la tenía como se la había imaginado desde que la conoció en Lyon. Se saboreó a la vez que comenzaba a quitar su camisa a la vista de ella, su perfecto pectoral quedaba expuesto y Ariadna sentía que iba a perder la razón, deseaba que la fortaleza de esos brazos la rodearan y ella perder los sentidos en el aroma de su pecho. Ángelo se inclinó después de acariciar sus labios íntimos y dispuesto a beber todo de ella llevó su boca al sexo de la chica, Ariadna se retorcía de placer al sentirlo, sujetó las sábanas a su alrededor y comenzó a gemir y a buscar el oxígeno que le faltaba, el placer que Ángelo le proporcionaba sentía que la iba a desquiciar, sentir su lengua jugando dentro de ella y sus labios saboreándola la estaban tensando de placer, su cuerpo y hasta la última fibra hervía y el torrente de pasión que le recorría amenazaba con hacerla explotar. Sin perder más tiempo él se desnudó completamente y se mostró ante ella en toda su gloria, Ariadna lo miró como un ser celestial, como algo sobrenatural debido a su perfección y por un momento pensó que se había muerto de algún paro cardíaco y estaba siendo encontrada por el más bello de los ángeles, le parecía ver una aureola de esplendor que iluminaba y rodeaba el cuerpo de su Adonis, su visión le confirmaba que realmente el hombre le parecía una divinidad y ese dios olímpico la estaba haciendo su mujer en ese momento, cerró los ojos y sólo quiso sentirlo, él le quitó el panty, se desnudaron, se besaron con fuerza y se disfrutaron, bajo las sábanas se entregaron y por primera vez Ariadna sintió lo que era hacer el amor verdaderamente, sentía la veneración de Ángelo en cada centímetro de su piel, sentir sus labios sobre ella la hacía estremecerse, no había nada de perversión en ese momento, no la tocaba con lujuria sino con deseo, al igual que ella lo estimulaba aún más acariciando su miembro, los dedos de él en su vagina hacían que arquera su cuerpo sucumbiendo al placer que sentía. Cuando él la penetró por fin, Ariadna sintió el perfecto atributo de su hombre dentro de ella y su cuenta regresiva comenzó, era delicioso, su tamaño y grosor era perfecto, le daba un placer inigualable, la tibieza que sentía en su vagina la sentía exquisita junto a la penetración de él y él, lo disfrutaba al máximo sin dejar de besarla y de tocarla, no la embestía con desesperación sino con pasión, sentía sus penetraciones como una íntima conexión que la había atado más a él, lo disfrutaba, disfrutaba esa entrega como no había disfrutado otra, todo era muy diferente para ella, no era un simple momento de sexo sino un íntimo encuentro lleno de amor y romanticismo. En ese momento ella supo que era amor y no una simple atracción, ambos se entregaban deseosos al momento para disfrutarse mutuamente, para beberse, para saborearse, ella se sentía como un lienzo y Ángelo poseía la suavidad y delicadeza de un pincel para dibujar sobre ella el color del deseo y la pasión, la seducción los envolvía, se mecían al unísono en un vaivén cuyo ritmo que disfrutaban, los hacía uno solo, estaban unidos y supieron que lo que comenzaba entre ellos sería muy fuerte. Pronto Ariadna ya no pudo más y se tenso debajo de él, se liberó de la manera más placentera que había sentido, gimió su nombre, sentía pertenecerle a alguien de una manera especial y por primera vez una serie de sensaciones y sentimientos se apoderaron de ella, se sentía extasiada, enamorada, con ese momento bastó para sentir algo mucho más fuerte, quería estar con él y deseaba llegar a todo con él, Ángelo también llegó a su orgasmo y se dejó ir con todo para su chica, un último impulso de placer lo tensó, no pudo decidir entre su razón y su deseo, quería eyacular afuera de ella a la falta del preservativo pero no pudo, algo se lo impidió, necesitó hacerlo dentro de ella y lo hizo, fue delicioso para él y sin lugar para arrepentimientos cayó derrumbado en el pecho de Ariadna, necesitaba respirar, no recordaba haberse sentido tan excitado y eso le gustaba. A Ariadna no le importó entregarse a alguien que apenas y conocía y lo abrazó con fuerza, por alguna razón sentía que estaban destinados el uno al otro, le gustaba creer eso pero a la vez temía pensar de esa manera, no quería despertar de ese sueño que comenzaba a envolverla, necesitaba sentir que después de tantas cosas su viaje había valido la pena, necesitaba sentir que por fin había conocido el amor de la mano de su hombre perfecto.

Descansaban tratando de reponer su aliento, Ángelo rodó a su lado y mientras la chica se acostaba boca abajo un tanto apenada por lo que había sucedido, su Adonis la abrazó para darle confianza, besó su espalda y la acarició, pasó uno de sus brazos por debajo del cuello de ella y la chica lo recibió, lo besó y colocando su cabeza en él le sirvió de almohada, quería reposar su cara en su piel, se tomaron de las manos y enlazaron sus dedos en señal de unión, la chica suspiraba, lo que había pasado era un sueño para ella y no deseaba que se terminara. Ariadna cerraba los ojos y se mordía los labios sintiendo su cuerpo estremecer ante el gesto de las caricias por parte de él en su espalda y hombros, estaba sensible, excitada y quería más, mucho más de él. Ángelo no se cansaba de darle cortos besos en sus hombros, con su otra mano la chica acariciaba con la punta de sus dedos el brazo de su amor que le servía de almohada, sentía como él dibujaba con sus dedos sobre su espalda y esas caricias tan sutiles no dejaban de estremecerla, suspiró extasiada.

—¿Qué ha sido todo esto? —preguntó la chica tímidamente después de la comunicación en sus lenguajes silenciosos.

—Pues creo que acabamos de hacer el amor —contestó él muy sonriente sin dejar de besar su espalda y hombros.

—Creí que hombres como tú no lo hacían.

—¿Cómo?

—Me refiero a que… creí que sólo sería un momento de sexo y nada más, no creo que hombres como tú… quieran un compromiso… sentimental.

—¿Y tú quieres un compromiso? —seguía dibujando en su espalda.

—No, no, quiero decir, a los hombres les asusta eso, fue muy… delicioso lo que acaba de pasar pero estoy consciente que no se repetirá. —La chica intentó levantarse pero él no la dejó y la abrazó de nuevo.

—Soy un hombre de carne y hueso no una estatua de piedra, como artista soy sensible y como hombre… —suspiró en su cuello—. También tengo sueños y anhelos que mi carrera no es capaz de proporcionarme.

Ariadna giró su cara para verlo, no podía entender lo que él quería decir con sus palabras, ¿Anhelos? ¿Sueños? ¿Qué era eso aparte de su carrera y todo su dinero? Obvio se refería a su vida personal, ¿Pero a qué exactamente?

—Ángelo ¿te das cuenta de lo que acaba de pasar? Tuvimos relaciones sin protección, terminaste dentro de mí, supongo que conoces las consecuencias. —La chica levantó una ceja.

—Claro que lo pensé, mi razón y mi deseo comenzaron a pelear de manera inoportuna cuando yo estaba en lo mejor ¿y sabes qué? Fue mi decisión, así lo quise —besó sus labios de manera casta.

—Ángelo yo no soy… creo que el estar en tu casa y en la cama es suficiente motivo para que… me creas una mujer fácil, me dejé llevar por tus atenciones, lo siento, yo…

—No eres una cualquiera si eso es lo que quieres decir —la miró fijamente sujetando su cara—. Sencillamente respondiste a mí, tu necesidad no es sólo sexo sino cariño, ternura, comprensión, protección, amor, tú misma me dijiste en Lyon que si quería sexo lo comprara y en su momento lo he hecho y esa es la peor decisión porque después el vacío es peor, compré sexo no amor, compré un simple rato no un momento de intimidad, compré un favor no una conexión, compré un objeto de placer no una mujer, compré una amante de turno no una compañera para toda la vida, ¿Crees que no conozco la diferencia? Al menos un hombre inteligente lo haría, la mayoría de algunas mujeres mueren por servirles en la cama a un magnate, sexo a cambio de otras cosas que fácilmente se pueden pagar pero tú fuiste diferente, sabías quien era yo, me detestaste y con justa razón, te ofendí comparándote con una cualquiera, te creí igual a las demás y eso fue motivo suficiente para darte cuenta que te amas y valoras como mujer, ni mi lujo ni lo que soy te impresiona y eso me halaga a mí, sé que no estás conmigo por lo que yo pueda ofrecerte.

Ariadna abrió la boca asombrada, su cerebro se bloqueó, lo miró fijamente intentando asimilar cada palabra, sabía que el hombre tenía razón en todo y agradecía que pudiera ver más allá de lo que ella era físicamente, su forma de pensar hacía que sucumbiera más a él.

—Ariadna a mí no me importa tu pasado ni los brazos en los que estuviste —continuó el hombre acariciando el contorno de su cara para admirarla—. Me importas tú, lo que eres tanto física como interiormente, sé que te gusto sino no te hubieras entregado a mí, tú también me gustas y mucho, me impactaste la primera vez que te vi en Lyon y no lo digo porque Stephanía nos haya presentado sino por tu mirada en el aeropuerto y tu expresión después cuando nos conocimos, aunque era porque me creíste otra persona tu mirada, tu atención, tu devoción es todo lo que cualquier hombre desearía en una mujer que esté a su lado y yo me siento afortunado porque sé que me ves a mí y no a otro.

Ariadna sentía que la voz de su Adonis la hipnotizaba, se sentía tan tonta que deseaba decirle sí a todo, deseaba que ese momento estando juntos no se acabara, deseaba detener el tiempo y quedarse en sus brazos sin pensar en nada más.

—Me gustas Ariadna y me gustas mucho —insistió besando la punta de su nariz—. Eres completamente diferente a todo lo que había conocido, siento que puedes ser el complemento que necesitaba, siento que por primera vez mi vida personal ya no está tan vacía, creo que por fin tengo lo que realmente quiero frente a mí.

Ariadna sentía muchas emociones juntas y no sabía asimilar todo eso, Ángelo le parecía un estuche de sorpresas y necesitaba creer que todo lo que le había dicho era verdad, necesitaba creer en él pero también tenía miedo de equivocarse y ser herida de nuevo.

—Lamento mi arrebato con las rosas en Lyon —le dijo recordando el episodio y quiso disculparse—. Estaban divinas, nunca había visto un arreglo así ni siquiera en la agencia de mi hermana pero…

—Sh… lo sé, estabas molesta y tenías razón —besó su sien.

—Me gustan las rosas y sé lo que significan aunque sean las flores más comunes para regalar, sé lo que pueden decir según su color y ahora… sé lo que quisiste decirme.

Ángelo sonrió y la besó suavemente, Ariadna sentía que el dueño de su aliento ahora tenía un nombre.

—Pero y la mujer… la modelo que estás pintando desnuda, ¿Quién es? —preguntó sin poder evitar su curiosidad.

Ángelo frunció el ceño pero luego sonrió y suspiró, sujetó la mano de la chica y la besó.

—Eres tú —contestó.

Ariadna abrió los ojos asombrada y sin entender.

—¿Yo?

—Ajá.

—¿Me estás pintando desnuda? —levantó una ceja.

El hombre sonrió pícaramente.

—Y creo que ahora podré terminarla —sonrió de nuevo.

—¡Ángelo! —la chica no sabía si apenarse o halagarse.

—Y ya que lo sabes quiero a la modelo en vivo para poder terminarla, ya hicimos el amor así que no hay excusa para que no te desnudes frente a mí.

La chica se llevó la sábana a la cara para cubrirse, se sentía apenadísima, Ángelo se reía al ver que tenía un poco de pudor.

—¿Y esa pintura la vas a exponer? —preguntó la chica con la cara bajo las sábanas.

—Oh no, por supuesto que no, es para mi uso exclusivo y personal.

—¡Pero tus guardaespaldas me van a ver!

—Prometo que no saldrá de mi habitación, es más, la voy a cubrir cuando yo no esté para que nadie la vea, ¿Contenta?

—¿Y qué te parece si me pintas parcialmente desnuda? —la chica asomó los ojos para ver la expresión de su Adonis.

—¿Parcialmente desnuda? —preguntó frunciendo el ceño.

—Sí, sí, tal vez una porción de seda cubriendo mis pechos, mi sexo, algo sutil, algo que puede ser erótico pero no pornográfico.

—Querida Ariadna mi especialidad es la pintura renacentista, si deseo pintarte desnuda nadie verá pornografía, la desnudez es un arte y además tu cuerpo tiene la perfección para representarla, puedo verte como mi Venus personal y transformarte en una diosa a través del lienzo.

—Que inspirador —la chica sonrió.

—Tú eres la inspiración —se inclinó para besarla.

—Espero que cuando veas mis pinturas y esculturas no te sientas celoso —le dijo la chica tímidamente—. Yo también tengo mi concepto sobre la desnudez.

—¿Ah sí? —el hombre sonrió.

—Y mi fantasía es… —se mordió el labio y sonrió—. Una escultura tuya completamente desnudo.

El hombre se rió a carcajadas acostándose a su lado, por poco y se atraganta, no esperaba eso de su chica.

—¿Te burlas? —inquirió la chica fingiendo indignación apoyándose en su codo para verlo.

—Me apeno —le contestó él—. Tú en pintura y yo en escultura… vaya pareja que somos.

—Pues no me parece mala idea. —La chica mordió sus labios jugando con la punta de sus dedos en el pecho del hombre.

—¿Y qué uso le darás a tu escultura? —preguntó él levantando una ceja.

—El mismo que tú le darás a tu pintura —contestó la chica tranquilamente, él la miró fijamente.

—Ariadna…

—Me gusta el sexo y el lado erótico del arte, ¿Eso me hace una pervertida? —se defendió.

—Creo que será excitante conocer ese lado tuyo —la acostó de nuevo colocándose encima de ella—. Siento que me vas enloquecer.

La besó de nuevo perdiendo su aliento y la chica le correspondió ansiosa aferrándose a su cuello, querían seguir amándose sin cansarse.