Capítulo
17
Ariadna no quiso hablar más por todo el camino, no era una buena compañía para Alonso, él merecía algo mejor.
Al llegar frente al portón principal se detuvo y apagó motores, sin dudarlo Ariadna se quitó el cinturón y él al verla se bajó para abrirle la puerta, ya era hora de despedirse.
—Lo siento Alonso, mereces a alguien mejor que yo —insistió la chica cuando se acercaba a la entrada que estaba un poco oscura, no habían encendido los faroles exteriores.
—Eres lo que cualquier hombre de verdad desearía —le dijo sujetando sus manos.
—Gracias, pero espero de corazón que encuentres a alguien que te quiera y te valore como te mereces.
—Ariadna…
—¿Cuándo regresas a Canadá? —preguntó ella para desviar el tema.
—Creo que de martes a miércoles —contestó exhalando resignado.
—Bien, en ese caso te deseo un feliz viaje.
—Igual yo —se acercó más a ella haciendo que la chica se pegara un poco al muro de piedra.
—Me saludas a tus padres, siempre les voy a agradecer sus atenciones —la chica intentaba controlarlo.
—Lo haré. —Alonso acarició su mejilla y la miró entre la tenue luz en la oscuridad que apenas iluminaba sus siluetas—. ¿Puedo darte un abrazo?
Ariadna tragó en seco, se sentía vulnerable pero él era tan lindo que no pudo negarse, asintió y ella hizo lo mismo, Alonso la rodeó con intensidad como si nunca quisiera soltarla, la sujetó fuertemente de la cintura, inspiró su perfume, acarició su cabello y le hizo saber lo que había entre sus pantalones, Ariadna lo sintió, cerró los ojos y suspiró mordiéndose los labios, en otras circunstancias hubiera aprovechado la situación, se hubiera aprovechado de él y le hubiera permitido todo, pero no podía, con él simplemente no podía y a pesar del deseo que al chico le quemaba, Alonso era un caballero y la respetaba. Después de un suspiro de ambos se separaron un momento y mientras Alonso no soltaba su cintura ni ella sus brazos el panorama podía interpretarse mal, sus rostros estaban tan cerca que sentían beber su aliento, Alonso moría por besarla y Ariadna moría por una penetración, sus ardientes alientos eran propicios para continuar, Alonso se sentía embriagado y Ariadna sabía que él estaba conteniéndose, sabía que a pesar de su modo tan dulce podía ser muy apasionado y sorprenderla gratamente pero no quería averiguarlo, cuando sintió que sus labios podían tocarse ella giró la cabeza y le dio un beso en la mejilla. Prefirió despedirse así, Alonso exhaló y aunque era obvio que se había decepcionado tenía que aceptarlo, Ariadna Warren no sería para él. Correspondió el beso de igual forma y separándose besó también sus manos, intentó sonreírle y se alejó a su camioneta, Ariadna sacó sus llaves y procedió a abrir el portón, cuando él entró a su camioneta y encendió motores ella se despidió con un gesto de su mano y entró a su casa. Alonso arrancó y se alejó de la residencia Warren con su corazón herido, sabía que al intentar acercarse a ella corría ese riesgo y lo probó, fue su decisión y perdió, con todo el dolor que sentía lo aceptó.
“Adiós Ariadna” —repetía en su mente tragando en seco y evitando las lágrimas—. “Cuando el destino quiera nos volveremos a ver”
Al día siguiente Ariadna intentaba mostrase bien pero no lo estaba, se acostó a las dos de la mañana arreglando sus maletas y pensando mucho en Alonso, los recuerdos vinieron a ella por un momento y sin saber cómo lloró un poco más, se dio cuenta que había estado compartiendo intimidad con el hombre equivocado y con el que hubiera arruinado su vida, si tan solo hubiera conocido antes a Alonso las cosas serían diferentes, seguramente fuera su esposa o estarían en planes de boda como lo estuvo hace solo unos días con otro, seguramente en ese momento fuera más feliz. Se vistió con un jean negro y una blusa ceñida color fucsia después de ducharse, arregló su cabello llevándolo suelto y se maquilló resaltando más sus ojos y con un discreto brillo rosa en sus labios. Desayunó con un sándwich y un vaso de jugo, quería mostrarle la mejor cara a sus hermanas y hacerles saber que estaba bien aunque en el fondo no lo estaba en lo más mínimo, pensar en un viaje tan lejos y en las más indeseable compañía para ella no le hacía nada de gracia, pronto dejaría su querido Ontario, pronto dejaría su querida América y en unas cuantas y eternas horas estaría bajo el cielo de París, en la ciudad del amor, en la ciudad luz, en la ciudad que le brindaba un nuevo comienzo y la recibiría con los brazos abiertos pero con la persona equivocada y en la más adversa situación.
Minutos antes de las diez de la mañana Aurora y Diana la llevaron al aeropuerto internacional de Ontario en donde tomaría el vuelo para Los Ángeles y luego uno directo hacia París por la tarde, las eternas horas de vuelo junto a Frank a Ariadna no le hacían nada de gracia y el Air France 65 “super Airbus” los esperaba. Como lo había dicho Steve llegó a despedirse de ella, el chico había quedado fascinado con las hermanas Warren e intentaron pasar un momento ameno obviando la presencia de Frank, que miraba al chico de reojo notando que Ariadna le mostraba mucha confianza y eso le molestaba ya que era algo que no hacía con él, miraba a la chica disimuladamente enfocándose en su figura, le gustaba verla sin uniforme y con ropa casual, le parecía muy diferente y mucho más atractiva, miró a su gemela y no le pareció mal pero su capricho era la pelirroja, era a ella a quien quería tener. Cuando llegó el momento de abordar Ariadna se despidió de sus hermanas mostrándose lo más fuerte posible, en el fondo quería llorar, no quería viajar, pensó en Minerva y en la falta que le había hecho no verla, tragaba el nudo de su garganta e intentaba que la voz no se le cortara cuando las despedía, las tres se abrazaron fuertemente haciéndose un solo nudo, un lazo de amor fraternal que nada podía romper, las chicas Warren eran extremadamente unidas y aunque Minerva no estaba la tenían presente en ese momento en sus corazones, Ariadna se despidió de ella en su mente y corazón.
—Tranquila —le dijo Aurora—. Le pediré a Dios por un vuelo tranquilo.
Ariadna la miró intentando que las lágrimas no aparecieran, su hermana sabía por qué se lo decía e intentaba animarla, Ariadna odiaba volar, desde pequeña le temía a las alturas, a los aviones, al aire, a todo lo que no estuviera bien clavado en la tierra, llevaba unas pastillas relajantes para tomárselas antes de subir al vuelo que la llevaría a Francia, sabía que sólo medio drogada soportaría el viaje.
Asintiendo en piloto automático las volvió a abrazar, definitivamente no quería subir al avión, se despidió también de Steve y al escuchar el último llamado no tuvo más opción que unirse a Frank y dejarlas, sus hermanas intentaban animarla con sus fingidas sonrisas a medida que la chica se alejaba, era lo único que podían regalarle para que se llevara un bonito recuerdo, pero cuando ya no pudieron verla más ambas Aurora y Diana se abrazaron y lloraron un momento, las hermanas Warren odiaban separarse, las chicas odiaban las despedidas.
El viaje a Los Ángeles fue tranquilo pero Ariadna se mostró muy callada, generalmente la chica hablaba hasta por los codos pero cuando se sentía a gusto y en confianza, con Frank no pasaba eso y aunque él intentaba mostrarse cortés y amable siempre manteniendo su seriedad para Ariadna no era nada grato, nunca le simpatizó desde que llegó al museo y menos gracia le hizo que se convirtiera en su jefe, él se fijó en ella desde que la vio y ella notó la lujuria y el deseo en sus ojos, le temió pero no lo demostró y él tampoco había mostrado su interés por la chica, al menos no abiertamente. Al llegar al LAX sólo debían esperar un poco más para abordar el Air France por lo que Frank sugirió almorzar antes de subir al avión, Ariadna se limitaba a exhalar, a asentar y a mantener su seriedad, Frank notaba eso y sentía desesperarse, la chica no era una buena compañía como él lo esperada, definitivamente el viaje no le entusiasmaba y él debía armarse de paciencia.
—Llegaremos más o menos a la media noche hora de aquí, lo que significa a media mañana de mañana —decía Frank mientras intentaba comer y notaba a una Ariadna desconectada del mundo, negó con la cabeza—. Iremos directo al hotel a descansar un poco, luego nos darán el itinerario de las actividades, creo que debemos estar a la una de la tarde en el Louvre, aún no estoy seguro.
—Muy bien. —Se limitó a decir ella mientras jugaba con la ensalada, no le apetecía comer teniendo a Frank cerca, por algún motivo le repugnaba.
—Ariadna ¿podrías mostrarte más feliz? No me gusta tu actitud.
—No tengo otra —dijo seriamente mirando la lechuga.
Frank exhaló pasando una mano por su cabello, necesitaba llevar la fiesta en paz.
—Ariadna sé que no hay palabras que yo pueda decirte para hacerte sentir mejor, entiendo lo que has pasado, yo lo pasé y fue peor, un divorcio no es nada sencillo después de haber convivido muchas cosas y muchos años con alguien pero de una u otra manera las cosas se acaban, el amor se acaba y al menos te diste cuenta antes de comenzar por ese camino, eres libre y puedes comenzar de nuevo.
—No quiero hablar de eso.
—¿Y de qué quieres hablar entonces?
—De nada.
—Ariadna por favor no sigas con esa actitud.
—No tengo otra señor Sutherland, por favor respete mis sentimientos es lo menos que pueden hacer por mí.
—¿Estás molesta con Sharon?
—Ella debió acompañarlo, no yo.
—Ella debe de quedar al frente del museo y su departamento.
—Como sea ya conocen mi posición y no la voy a cambiar, por favor ya no quiero seguir hablando.
—Ariadna me gustaría que este viaje te sirva para… nos sirva a ambos para conocernos mejor y tratarnos un poco más fuera de lo laboral, tal vez he sido demasiado serio pero no soy el ogro que crees.
—Señor Sutherland ahora que aprendí un poco más de idiomas se lo puedo decir en ellos si quiere, pero quiero que le quede más que claro que no me interesa conocerlo de ninguna otra manera, así que no se equivoque conmigo.
Frank la miró seriamente tensando la mandíbula mientras ella seguía jugando con su ensalada y era ajena a su pensamiento “caprichosa y soberbia serás mía Ariadna Warren, te guste o no lo serás y lo vas a disfrutar, una vez que te tenga no escaparás de mí, por las buenas o por las malas voy a tenerte como yo lo quiera.”
—Está bien —dijo él seriamente—. Seguiremos con el mismo trato como hasta ahora si eso te place.
—Gracias —dijo secamente haciendo a un lado el plato, Frank era la peor compañía para ella.
Terminaron de comer y se dirigieron a la terminal B, el Air France con destino a París ya los esperaba para ser abordado.