Capítulo

13

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“Qué emocionante…” —pensó Ariadna después de haber despedido a Minerva y se acostaba de nuevo—. “Que hombre tan bello, Minerva ¡por Dios! gózate ese cuero.”

Mordió una de sus almohadas y suspiró, sabía que su hermana notaba la impaciencia cuando la veía sentada en el sillón y ya faltaba poco para que el asesor apareciera.

—Fue muy emocionante conocerte muñeco —suspiró a la vez que se acostaba boca abajo de nuevo para descansar un poco más—. Espero que Minerva quiera contigo, si no ven y búscame que yo con gusto la sustituyo si quieres pertenecer a la familia.

Sonrió con ganas al pensarlo y cerró los ojos quedándose dormida.

Su día fue más tranquilo que el anterior, antes de iniciar las clases repasó un poco las lecciones anteriores ya que se le había olvidado estudiar, Steve estaba muy emocionado ayudándole en cuestión de pronunciación, él ya tenía un poco de conocimiento y era obvio que sería de los más aplicados de la clase, Ariadna se odió porque fue cuando se dio cuenta que cuando su mamá la obligaba a estudiar idiomas era por algo y se arrepintió no seguir, recordaba algunas cosas y le entró la melancolía, pero agradecía la oportunidad de volver a estudiar idiomas aunque no en las mejores circunstancias y Steve estaba allí para ayudarle.

Durante la hora de almuerzo ella aprovechó salir a comprar su móvil, Steve quería aprovechar cada instante con ella y Ariadna evitaba ver esa situación con fastidio pero después de hacer su compra quedaron en almorzar juntos.

Por la noche Ariadna sólo llegó a su casa y rápidamente se vistió para ir al gimnasio, Diana le comentó sobre los peces que había recibido por parte del asesor de Minerva y se extrañó, antes de irse los miró en la pecera y le gustaron también, agradeció el gesto que el hombre tuvo para Diana. Se despidió de sus hermanas y salió rumbo a su rutina de ejercicios, necesitaba ponerse en forma y bajar todas las calorías que se había comido desde el domingo. Su entrenador Salvatore estaba por iniciar su rutina de entrenamiento con algunos chicos y al ver a su chica adorada los dejó por un momento para ir a saludarla.

—Ariadna cariño te he extrañado —la saludó con un abrazo y con el cuidado de no lastimarla, Salvatore era casi fisicoculturista, un morenazo que llegaba casi a los cuarenta, de cabello castaño oscuro, ojos claros y piel perfectamente bronceada, tipo Schwarzenegger en sus buenos tiempos.

—Yo también te he extrañado —la chica correspondió su abrazo—. ¿Te dieron mi recado?

—Sí claro preciosa no te preocupes, pero no me dejes mucho tiempo que te extraño.

—Necesito hacer el doble de ejercicios —le dijo muy ansiosa—. Lamento confesarte que te he traicionado.

—¿Cómo que me has traicionado? —sonrió.

—He comido mucha grasa y azúcar.

Salvatore la miró levantando una ceja.

—¿Quieres que te castigue por intentar arruinar mi obra de arte en tu cuerpo?

—Lo merezco, castígame, azótame, dame de nalgadas, hazme sudar como loca, hazme gritar y decir basta, ya no puedo más, me vas a matar, hazme lo que quieras, lo que tú quieras.

El hombre se rió a carcajadas, cualquiera que escuchara a Ariadna pensaría otra cosa.

—Con el doble de calentamiento para empezar estará bien —intento calmarse, Ariadna alegraba su estadía en el gym.

Cuando la chica llegó a su casa no podía mover ni siquiera un dedo, había obligado a su cuerpo a esforzarse, sabía que iba a amanecer grave del dolor muscular así que buscó algo para tomar y se metió a la ducha. Cuando terminó se vistió con su habitual pijama y bajó a la cocina, sus hermanas ya estaban terminando de cenar y ella optó sólo por una ensalada con vinagreta y té frío, gracias a los regaños de Salvatore no iba a volver a descuidar su alimentación.

A la hora de dormir aprovechó enviarle un mensaje a Jackie estrenando su móvil, por cuestiones de sobra había optado por tener otro número, eso significaba que dejaría todo atrás y proseguiría a otro comienzo, a una nueva vida. También le mandó un mensaje a Minerva para que guardara su nuevo número y para que se comunicara al llegar a su destino, ya eran más de las diez de la noche y aún no había llamado, eso la tenía un poco intranquila, aunque Aurora les había dicho lo que platicó con ella y lo que había pasado con el vuelo. Ariadna miró su reloj e imaginó que su pobre hermana estaba aún en el aire y muerta del cansancio seguramente, pero también agradecía la atención y el gesto de Rick al mandarle los peces a Diana y aliviar la ausencia de Clowndy, los volvió a mirar antes de subir a su habitación y de verdad que le habían gustado también. El entrenamiento y la faena del día la tenían cansada y sin tener cabeza para nada más, apagó su móvil y su lámpara, se acomodó en su cama y se dispuso a descansar, ya era casi mitad de semana y sin haber estudiado nada se enfrentaría a una pequeña prueba al siguiente día, no quería pensar en eso, sólo quería que su cuerpo se relajara y descansara para no resentir tanto el malestar muscular al siguiente día.

La mañana del miércoles la maestra se había retrasado y mientras ella y Steve repasaban las lecciones su móvil sonó, era Minerva que se reportaba y muy feliz Ariadna contestó, dejó a un lado lo que estaba haciendo con su compañero y se apresuró a platicar un momento con su hermana rápidamente.

—Mina que gusto me da que al fin llamas —le dijo emocionada y a la vez más tranquila al escucharla, Ariadna fue la primera en llamar Mina a Minerva desde que pequeña comenzó a balbucear su nombre.

—Gracias Ari, lo sé, ayer fue un día ¡ufff! si te cuento no acabo, fue toda una odisea, volar todo el santo día es un espanto.

—Ay no me asustes que mira que ya me va a tocar, al menos tú ibas en buena compañía y yo… —la chica frunció el ceño haciendo un puchero.

—Bueno, en eso si te compadezco. —Minerva sonrió.

—Me da gusto escucharte bien, ¿Qué tal es él? —Ariadna se moría de la curiosidad.

—Es muy amable, no me quejo, estoy en su apartamento.

—¡¿Qué?! ¡¿Tan rápido?! —Ariadna se carcajeó—. Uy hermanita vas volando, creí que te llevarías el asunto con calma.

—Ariadna no es lo que estás pensando ¡por Dios! qué barbaridad contigo…

Ariadna no paraba de reírse, deseaba estar un momento en el lugar de Minerva.

—A mí también me alegra escucharte bien —le dijo Minerva—. En ese aspecto eres más fuerte que yo.

—Soy una cara dura ¿Qué esperabas? Además, pensando en mi hombre de acero que ya casi llega y que lo espero con ansias no tengo tiempo para pensar en nada más, salvo en las clases que estoy tomando ahora. Tú sabes que Cavill es mi fantasía, creo que realmente estoy enamorada de ese hombre, lo reconozco, es divino, perfecto, único, hermoso, ah…. Dios quiero uno igual ¿y sabes qué? Ya me decidí, si no encuentro a un doble de él no volveré a tener nada con un hombre.

—Ari no exageres, ¿Un doble? Sabes que eso está en chino.

—Como te lo digo, o es Cavill o no es nadie.

—Ariadna… tú… no vas a soportar estar sola.

—Mira si es por lo que piensas, ya sabes quién me consuela por el momento, pero mientras no encuentre a mi hombre de acero, mientras no tenga en mis brazos y en mi cama a uno igual a él…

—Ari, tranquila, creo que estás obsesionada con el actor.

—Lo veo hasta en la sopa, hasta el papel tapiz de mi portátil le pertenece, ay Dios verlo con ese traje tan ajustado, con ese porte de poder, esa mirada, ese mentón, esos labios, lo dicho Minerva, Cavill es mi hombre perfecto y le pertenezco enterita.

—Dios, no te imagino en el cine…

—Tengo que verlo, no me puedo ir sin ver la película, ansío que llegue el viernes, no me importa subir al avión desvelada.

—Volveré a llamarte para despedirnos. —Minerva sonaba melancólica—. Por cierto ¿y este número?

—Es nuevo, mi móvil anterior se murió y fue mejor, cambié todo, quiero una nueva vida y dejar todo atrás.

—Sí que eres fuerte…

—Es descaro querida, las cosas no se me van a olvidar tan fácilmente pero no me voy a morir por eso, él no es el único hombre y ya llegará el indicado que me valore. Minerva intenta hacer lo mismo, conoce más a tu asesor ya que estás cerca de él, date y dale a él una oportunidad.

—Ari, no quiero hablar de eso, no ahora, sabes que vine por trabajo.

—Pues gózate el trabajo, ya te lo dije —la chica se rió con ganas—. Sigue mi consejo, Minerva tus hermanas queremos verte feliz y radiante como lo eras antes.

—Ya veré… —Minerva intentó sonreír pero a la vez tensó la mandíbula, observaba a Rick que estaba en su sillón preparándose para ver la televisión—. Bueno te dejo, sólo llamaba para reportarme, voy a llamar a Aurora y a Diana.

—Cuídate Mina, disfruta tu estadía en Chicago y también te dejo, la maestra ya llegó, nos estamos hablando, besos.

—Igual, besos, adiós.

—Buongiorno a tutti, scusami —la maestra hacía acto de presencia en el salón—. En un momento comenzamos con la prueba.

—Y a tiempo —susurró en voz baja la chica preparándose para la misma. Su entusiasmo no la dejó notar que Steve había estado atento a su plática y estaba un poco melancólico, competir con un actor no era para nada alentador.

Antes de terminar la clase y para la hora del almuerzo, Ariadna recibió un mensaje privado al móvil de su amiga Jackie alertándola.

“Ari, tuve que darle tu número a Sharon, está un poco molesta, lo siento.”

Ariadna frunció el ceño cuando lo leyó y exhaló resignada, al momento otro mensaje le quitó la paz.

“Ariadna necesito que vengas al museo en tu hora libre de almuerzo y sin excusas.”

Achinó los ojos molesta y le sacó la lengua al móvil, Sharon la esperaba y supuso que no para nada bueno, Steve la notó y no pudo evitar preguntar.

—¿Pasa algo malo?

—No, nada, tengo que ir al museo ahora mismo —contestó guardando todo.

—Qué lástima, creí que seguiríamos practicando la pronunciación durante la comida.

—Lo siento, esto me pone de mal humor. —Se levantó de su silla—. Nos vemos después, adiós.

Salió apresurada.

Al llegar al museo pasó por su oficina y Jackie salió a recibirla, no quería llegar de un solo a la oficina de Sharon sin saber qué pasaba y su amiga iba a decírselo.

—Jackie ¿Qué sucede? ¿Qué quiere Sharon? ¿Por qué me hizo venir? —Ariadna preguntaba ansiosa.

—Tranquila amiga, no lo sé, vino personalmente en la mañana y andaba de muy pocas pulgas, me preguntó por ti y yo no entendí, me preguntó sobre qué pasaba con tu móvil y yo le dije que habías comprado otro porque el que tenías se había muerto, me pidió tu número y sin decir nada más salió de aquí, estaba muy molesta, no sé lo que le pasa.

—Bueno, ni modo, iré a ver qué demonios quiere.

—Seguramente esté con Frank, prepárate, tranquila.

—Lo haré, gracias, cuando acabe te cuento.

Salió de su oficina y se dirigió a la de Sharon, pronto iba a saber qué era lo que pasaba.

—Adelante —dijo la mujer cuando Ariadna había tocado la puerta.

—Aquí estoy Sharon, ¿Para qué me hiciste venir?

—Qué barbaridad, al menos puedes saludar ¿No crees?

En efecto Frank estaba con ella y ambos se miraron, Frank se puso de pie cuando la vio y Ariadna prefirió ignorar la “caballerosidad” que había mostrado.

—Con todo respeto Sharon, no estoy de humor.

—¿Y tú crees que yo sí? Ariadna voy a decirte esto de una vez,  a veces eres tan altanera, orgullosa y malcriada que me dan ganas de rebanarte el cuello y no hablo de matarte sino de despedirte, abusas de tu condición.

—¿Cuál condición? ¿Ser una simple supervisora de asistencia o también ser una simple asistente de supervisión?

Sharon exhaló y la miró clavándole los ojos y Frank también la miró seriamente, sentía que esos dos buitres le iban a caer encima, eran como la uña y la mugre, tal para cual y Ariadna comenzaba a detestar eso.

—Por favor Ariadna, ¿Podrías sentarte? —sugirió Frank de manera cortés.

La chica evitó poner los ojos en blanco y torcer la boca, obedeció sin remedio exhalando, miró seriamente a Sharon, Frank se sentó a su lado.

—Voy a ir al grano Ariadna —le soltó la mujer—. Demasiada paciencia he tenido contigo y siento que debo soportarte porque no hay nadie tan preparada como tú en cuanto a las artes en toda la bendita ciudad, eres lo más destacado en kilómetros a la redonda pero el día menos pensado te puedes llevar una gran sorpresa así que no abuses, para comenzar quiero que me digas que fue ese mensaje tan cortante que me mandaste el domingo por la noche.

—Una respuesta a tu email —contestó de lo más fresca.

—Ariadna no me provoques, para colmo fuiste peor con Frank, tu supervisor inmediato ¿Te parece gracioso eso?

—¿Y a ustedes les parece gracioso que hayan arruinado mi vida? —atacó.

Sharon y Frank se miraron.

—Creo que saben muy bien a lo que me refiero —insistió Ariadna—. Ya no finjan.

—Lamento mucho lo que pasó —dijo Sharon—. Intentaremos compensarte.

—¿Compensarme? ¿Saben qué demonios pasó?

Ambos se quedaron callados.

—Lo que te dije fue muy claro Sharon —insistió la chica manteniendo su paciencia—. Me molestó que tomaran decisiones sin consultarme, mi vida privada estaba en juego y se fue al caño, era mi deber decidir sobre el viaje no ustedes.

—Lo siento querida pero no es culpa mía si tu novio resultó ser un completo inmaduro y siendo así deberías agradecerlo en vez de molestarte, esto te dio la oportunidad de conocerlo realmente, hubieras arruinado tu vida. ¿Te das cuenta? Además es un importantísimo paso para tu carrera, es una oportunidad que muchos desean, tienes todo en bandeja de plata ¿Qué más quieres?

Ariadna resopló y negó con la cabeza.

—Necesitamos hablar varios puntos sobre el viaje —insistió la mujer para no perder más tiempo—. Así que toma nota, lo primero es que tengas tus documentos en orden, mañana…