Capítulo

19

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Cuando llegaron Ariadna sitió su corazón en la garganta, estaba muy emocionada al ver la pirámide en la entrada del museo, era algo que jamás se imaginó conocer, pero pasaron de largo, luego tendrían tiempo para estar allí. El paseo por el Louvre fue fascinante para la chica, intentó olvidar todo, no había podido contestarle a Jackie y temía por malas noticias, al menos sabía que no se trataba de sus hermanas ya que había visto el mensaje que Aurora le había contestado y estaban bien. Por alguna razón ella no se separaba de Frank y por primera vez temía al deseo pervertido de algunas miradas que se clavaban en ella, intentó no reparar en eso, no estaba segura de conocer y saber hasta qué punto llegaban los franceses en cuanto al sexo. El recorrido para ella fue maravilloso, el edifico era hermoso, las colecciones orientales, egipcias, griegas, romanas le fascinaban ya conociéndolas de cerca y junto con las pinturas, sintió que estaba en el paraíso. Se llenó de satisfacción al conocer por fin cara a cara a la escultura de la “Venus de Milo” y también a la famosa pintura de la “Gioconda” de Da Vinci, así como otras obras famosas del renacimiento y del clasicismo, la chica se sentía como pez en el agua y deseaba quedarse para trabajar allí, estaba realmente fascinada, le encantaba el renacimiento y en sí, todo el edifico que era el famoso museo le parecía una maravilla. Cuando regresaron a la entrada les mostraron más de cerca la pirámide en el centro del patio y por un momento recordó la obra de Brown y se preguntó si de verdad la Magdalena se encontraba exactamente debajo de allí, sentía que de verdad quería averiguarlo y disfrutar una aventura como la del profesor Langdon, uno de sus personajes favoritos y que la había hecho admirar más a Tom Hanks por interpretarlo. El delicioso almuerzo dispuesto para ellos en un área estrictamente reservada sería precisamente en ese patio al aire libre y cerca de la pirámide, al hacerles saber que el recorrido continuaría hacia el Arco del Triunfo, los campos Elíseos y la catedral de Notre Dame casi la hacía brincar como niña pequeña, por un momento se olvidó de todo y se sintió feliz.

—Te veo muy contenta —le dijo Frank cuando almorzaban.

—Todo esto es precioso, estoy fascinada —decía admirando su alrededor.

—Y pensar que no querías venir —insistió cuando probaba el vino.

Ariadna lo miró cuando musitó con placer por beber de su copa, le escuchó decir unas palabras en francés y por momento casi se derrite, lo hablaba muy bien.

—Excelente cosecha, delicioso, es lo que acabo de decir —dijo mirándola y sonriendo.

—¿Usted ya conocía París? —le preguntó la chica cuando probaba su ensalada.

—Ariadna por favor, no me digas usted, eso crea una espantosa barrera, no estoy tan viejo, creo que aún me veo bien ¿O no?

Ella lo miró y levantó una ceja, debía de reconocer que no estaba tan mal, en su juventud debió ser muy atractivo.

—Está bien, Frank.

—Eso me gusta más —sonrió muy complacido—. Y contestando a tu pregunta, sí, ya había venido un par de veces.

—Con razón habla tan bien el francés.

—Lo aprendí desde mi adolescencia.

—No me extraña, usted es… eres una persona muy culta.

—¿Y eso me hace aburrido? —preguntó con un tono sensual que Ariadna pudo captar.

—No sabría decirte.

—Bueno, creo que tenemos todo este tiempo para conocernos, ¿No crees?

Frank no perdía el tiempo y Ariadna lo sabía, recordó las palabras de Jackie, no quería averiguar lo que pasaba por la mente de Frank y prefirió mantener la distancia.

—Una buena noticia grupo —dijo Richard—. Mañana por la mañana iremos a Versalles.

Todos los presentes aplaudieron emocionados.

—Será maravilloso —dijo Ariadna.

—Conoceremos el magnífico esplendor del barroco-clasicismo —dijo Frank levantando su copa.

Durante el delicioso postre y mientras Frank intentaba entablar una plática amistosa con la chica, su móvil sonó, miró la llamada y se levantó de la mesa para atender, su expresión cambió y se tornó tensa, Ariadna lo notó y se asustó, esperaba saber a qué se debía ese cambio pero lo presentía. Aprovechó llamar a Jackie pero no le contestó y eso la puso nerviosa.

Al momento Frank regresó con una evidente tensión que no podía disimular, se sentó y bebió un poco de agua.

—¿Pasa algo? —preguntó la chica.

Frank reaccionó asustado, no sabía qué responder, Ariadna lo notó y esperaba su respuesta.

—No nada.

—¿De verdad?

—Sí, no te preocupes.

Ariadna lo miró levantando una ceja, no estaba convencida.

—Dime la verdad por favor ¿Es relacionado con el museo? ¿El viaje? —insistió la chica.

—No te preocupes, no pasa nada, tranquila.

—Tu expresión dice todo lo contrario.

—¿Por qué mejor no esperas hasta la noche? —sugirió él.

Ariadna lo miró seriamente no quería jugar.

—Frank no estoy para bromas, ¿Qué pasa?

—Ariadna no quiero arruinar tu día, todavía nos falta conocer mucho, no quiero que tu mente se aleje de París.

—¿Entonces si es algo malo?

—Ariadna al menos termina el postre, no quiero que el hambre se te quite.

—Frank no me asustes, si le estás dando largas a esto es porque es… ¿Es algo grave?

—Prométeme que seguirás comiendo —le dijo sujetando suavemente sus manos, Ariadna quiso soltarse pero no pudo, estaba asustada.

—¿De qué se trata? —preguntó con reservas, si Frank le ocultaba algo era entonces en relación de ella misma, pensó que su trabajo estaba en juego y eso le preocupó más.

—Ari…

—Permíteme ir al baño. —Se puso de pie intentando controlar sus nervios y buscando la excusa para soltarse—. Cuando regrese me dices.

Y sin permitirle respirar se apresuró alejándose de él, en su escaso francés le pidió orientación a uno de los encargados y se apresuró al baño, se encerró y miró su móvil, se frustró, la señal de internet era muy débil o seguramente el encierro no le ayudaba, intentó mandarle un mensaje a su amiga y esperó un momento la respuesta, estaba muy nerviosa y se delataba al no poder controlarse.

“Ari acabo de ver tu llamada, lo siento, estaba en la ducha, ¿No has visto mi email?” —fue la respuesta de la chica. Ariadna le contestó negativamente.

“Ari tranquilízate, fue una tragedia, la hija mayor de Sharon fue asesinada en Long Beach, hace unas horas encontraron su cadáver en la playa.”

Ariadna se llevó las manos a la boca y se quedó muda, se paralizó ante la noticia, comenzó a temblar sin control y a respirar aceleradamente, cuando reaccionó contestó:

“Jackie ¡Por Dios! Qué horror, no esperaba esa noticia, no me imagino el dolor de Sharon, ¿sabes cómo fue?”

Envió el mensaje y mordiéndose los labios esperó, rara vez miró a la chica por el museo, nunca se trataron, pero debía acompañar a su jefa en su dolor.

“Ella ya está en Long Beach, obvio que cuando lo supo debió ponerse mal, no la he visto, sólo esperamos noticias para asistir al funeral.”

Ariadna exhaló, no podía controlar sus nervios, era una tragedia que oscurecía el viaje que habían hecho y pensó que seguramente iban a volver a Ontario, le contestó:

“Jackie ahorita estamos en un almuerzo en el Louvre y luego debemos hacer unos recorridos por la ciudad, en cuanto llegue al hotel me conecto y hablamos por email, por favor no dejes de darme todos los por menores del suceso y mantenerme al tanto de todo. Intentaré mandarle un mensaje a Sharon no creo que tenga ánimos de hablar, seguimos en contacto, adiós”

Envió el mensaje, hizo lo que tenía que hacer y salió del baño, estaba sola ahí y tratando de poner en orden sus pensamientos, se lavó las manos y luego caminó de un lado a otro para tranquilizarse, un leve dolor de estómago comenzó a darle producto de los nervios, se miró en el espejo y retocó su maquillaje, salió intentando mostrarse tranquila.

Cuando regresó a la mesa se sentó de nuevo pero no se sentía bien y Frank lo notó, después de beber un poco agua preguntó:

—Ariadna ¿Estás bien?

Ella se limitó a negar con la cabeza.

—¿Qué pasa? ¿Te sucedió algo en el baño? ¿Alguien intentó…? —Sólo de pensarlo comenzó a alterarse delatando los celos.

—No, nadie me hizo nada.

—¿Entonces? —acercó su mano a la de ella pero Ariadna lo rechazó tajantemente.

—¿Se trata de Sharon verdad? ¿Lo que pasó con su hija…? ¿Era eso lo que no querías decirme?

El semblante de Frank cambió, no esperaba tratar el tema tan drásticamente.

—¿Cómo lo supiste?

—Jackie acaba de decírmelo.

Frank exhaló.

—¿Pensabas ocultarme algo así? —le reprochó muy seriamente—. Se trata de mi jefa, la directora de mi departamento, la que también es tu jefa ¿No tienes corazón?

—Ariadna tranquila, yo iba a explicarte todo, no quería que…

—¿Por qué no querías decirme?

—Ariadna cálmate por favor, voy a explicártelo todo.

—¿Sucede algo Frank? —preguntó Charles.

—Una mala noticia, es todo —contestó un poco nervioso.

—¿Y podemos saber? —insistió.

—Sucedió una desgracia, la hija mayor de mi jefa… —respiró hondo y exhaló lentamente—. Murió asesinada.

Todos los presentes se asustaron y las murmuraciones no se hicieron esperar, Ariadna estaba muy nerviosa y la cabeza comenzó a dolerle.

—¡Dios eso es horrible! ¿Y cómo fue? ¿Qué pasó?

—No sé mucho, lógicamente no he hablado con ella, me llamaron hace poco para darme la mala noticia.

—¿Y piensas regresar a L.A.?

—No lo sé, todo esto fue tan…

—Yo creo que debemos volver —dijo Ariadna—. Es nuestro deber acompañar a Sharon, el dolor que debe de estar sufriendo…

La chica se llevó las manos a la boca, no sabía qué pensar.

—Entiendo su dolor pero tenemos un deber aquí —le dijo Frank—. Estamos representando al museo de arte e historia de Ontario, Sharon no nos perdonaría que quedáramos mal ante el mundo, obviamente si ella hubiera venido estaría en la obligación de volver, pero nosotros estamos aquí y ella nos necesita acá también.

Ariadna lo miró incrédula y no sabía si tenía la razón o no.

—Pues nosotros entenderemos si no quieren acompañar a la delegación a los demás paseos programados por hoy —dijo el hombre dirigiéndose a Frank—. Como compañeros vamos mandar nuestras condolencias y hacernos presente a la distancia para apoyar a una colega y al museo amigo.

—Yo no sé qué pensar, sólo sé que me duele la cabeza —dijo Ariadna.

—Bueno pues si gustan volver al hotel y estar pendientes…

—De nada serviría, no podemos hacer nada desde aquí —dijo Frank—. Estamos a la espera de más noticias, pero en el hotel no seremos de ayuda, como profesionales debemos cumplir con nuestra labor y cumplir con la agenda.

Ariadna negaba con la cabeza, no sabía qué pensar de Frank.

—Ariadna por favor —la miró y prácticamente le rogó—. En el hotel no seremos de ayuda para Sharon, a distancia no podemos hacer nada, ni siquiera ella está en Ontario, debemos esperar las noticias.

—Bueno pues tienen un rato para pensarlo, salimos en veinte minutos hacia el Arco del Triunfo —dijo el hombre un tanto apesarado.

—Ariadna ¿ves porque no quería decirte nada? no quería que lo supieras porque sabía que te ibas a poner así.

—No sé qué pensar de ti Frank, lo más lógico es que volvamos.

—Sharon es una mujer fuerte y entenderá que nuestro deber es estar aquí, sabe que la apreciamos y que cuenta con nosotros pero ante todo también es profesional y nuestra presencia aquí le ayuda más que estando con ella allá.

Ariadna seguía sin entender, la cabeza le daba vueltas, se imaginaba que hubiera sido Diana y los ojos se le aguaron a la vez que un nudo se le instalaba.

—Ariadna tranquila. —Frank intentaba consolarla—. Entiendo que te afecte por tu acercamiento con Sharon pero creo que no conocías a la chica ¿o sí?

Ella negó sin poder hablar, sólo la había visto un par de veces y de largo, pero era muy joven y bonita para que le pasara eso, apenas iba a cumplir los veinte y eso la llenaba de pesar.

—Entenderé si deseas regresar al hotel pero me quedo contigo, no voy a dejarte sola —continuó mirándola fijamente.

Eso le asustó más a la chica y si se mostraba débil sabía que él podía aprovecharse.

—¿Qué decides? —insistió—. ¿Nos vamos con los demás e intentamos aparentar que todo está bien? O ¿Regresamos al hotel a sentir el peso de cada minuto sin poder hacer nada?

Para Frank lo último era perder el tiempo, siempre y cuando Ariadna hiciera que al menos valiera la pena.

—Está bien, vamos con los demás, entiendo que no podemos hacer nada más.

—Así me gusta. —Frank acarició su barbilla—. Sabía que no me ibas a defraudar, hasta ahora no lo has hecho.

Se miraron fijamente sin decir nada más, Ariadna no quería saber lo que pasaba por la mente de su jefe en cambio él, deseaba que ella le leyera los pensamientos y se mostrara complaciente.