Capítulo

21

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Cuando decidieron regresar a París para almorzar y mientras todos subían al autobús, Jean no dejaba de observar a Ariadna, al momento que Frank fue llamado de nuevo y se separó de ella, Jean se acercó sutilmente mientras la chica caminaba lentamente en la fila para subir.

—Por favor acepta mi invitación a bailar —le susurró al oído haciendo que Ariadna diera un brinco al sentir su cercanía, él se alejó de nuevo guiñándole un ojo y mostrándole su encantadora sonrisa, Ariadna no pudo evitar sonreír ante eso, se ruborizó sin querer y no dijo nada, subió al autobús y buscó su asiento.

Entre miradas furtivas y llenas de complicidad regresaron a París, antes de llegar a la ciudad se detuvieron en uno de los tantos restaurantes y decidieron almorzar allí, los meseros llevaron a la delegación a un salón privado en donde unieron algunas mesas para que todos se sentaran juntos, Frank y Ariadna como siempre uno a la par del otro pero Jean no desaprovechaba la menor oportunidad para observarla y deleitarse en cada movimiento de la chica, Frank lo estaba notando y sentía que su día se estaba arruinando.

Cuando regresaron al hotel y bajaban del autobús, Ariadna iba detrás de Frank entre la multitud que se aglomeró a la entrada del vestíbulo y ese instante Jean lo aprovechó para sujetarla del brazo y pegarla a él, susurrándole al oído:

—Te voy a esperar a las ocho aquí en el lobby, por favor no faltes.

Ariadna sintió su cálido aliento que le recorrió todo haciéndola estremecer, él inmediatamente se separó y se alejó de ella guiñándole el ojo de nuevo, Ariadna se quedó mirándolo fijamente sin saber qué pensar, reconocía que la estadía en Versalles no había sido mala, después de todo lo que aprendió y observó le había ayudado a olvidar la tragedia de su jefa y reconocía que el poco trato con el atractivo y seductor francés no había estado nada mal y a eso le temía precisamente, que el susodicho estuviera demasiado bien, tan bien como para creer que sus planes con ella podía llevarlos a cabo, Ariadna no era tonta, sabía lo que él buscaba pero ella le iba a mostrar su “encanto americano”

—Bueno grupo —dijo Charles—. Aquí nos despedimos por hoy, tenemos el resto de la tarde libre y pueden hacer con su tiempo lo que les plazca, mañana a las nueve debemos estar en el museo d’Orsay para la primera conferencia así que los voceros y expositores prepárense con sus discursos y sus diapositivas, nos veremos para el desayuno a las 07:30 a.m. así que intenten descansar y relajarse que nos toca un día pesado.

“Hablará alguien sobre el erotismo de Courbet” —pensó Ariadna cuando todos se dispersaban y ella buscaba el ascensor acompañada por Frank.

—¿Nos preparamos juntos el resto de la tarde? —preguntó él a la chica, ella se sentía asfixiada.

—Será mejor hacerlo por separado y mañana discutimos las impresiones —contestó evitando mostrar fastidio.

—¿Estás cansada?

—La verdad sí.

—¿Cenamos juntos al menos?

—No sé si quiera bajar, lo único que deseo es darme una ducha y meterme a la cama para ver la televisión, creo que me dormiré temprano.

Frank exhaló, Ariadna ponía distancia y él no quería parecer un patán, pensaba que podía estar con ella a solas lo que restaba del lunes.

Ariadna entró a su habitación sin darle más tregua a su insistente supervisor, se encerró y desvistiéndose se metió a la ducha. Al salir se vistió con uno de sus trajes sport y encendiendo su portátil, se dispuso a trabajar un poco en las diapositivas de la presentación del siguiente día.

Cuando el reloj marcaba las seis de la tarde una ansiedad se apoderó de ella, se mordió los labios y tatareaba en el escritorio con su lápiz, no quería parecer descortés con Jean además de que no le parecía nada mal y un par de horas en la disco distrayéndose como a ella le gustaba tampoco le caerían mal, además estaba en París sería el colmo desperdiciar la oportunidad de conocer el lado nocturno de la ciudad. Terminó de hacer lo que estaba haciendo y decidió salir con el francés, total si algo no le parecía él no iba a obligarla y sin problemas podía coger un taxi y regresar al hotel, no era una niña y sabía cuidarse porque si algo tenía bien claro era que no iba a tener sexo con él por más que intentara seducirla y excitarla, es más, iba a vestirse sexy con un pantalón de cuero negro ajustado que le marcara la figura pero que le hiciera difícil el trabajo a alguien de querer meter mano, una blusa ajustada de escote en el busto y en la espalda de terciopelo con estampado de imitación leopardo —ya que estaba a favor de la protección animal— sería el complemento y unas botas altas de cuero negro sería el toque final. Sacando el atuendo de su maleta que completaría con un chaleco negro de terciopelo también se dispuso a arreglarse, se maquilló acentuando su intensa mirada y dándole un leve brillo café a sus labios, se hizo una cola alta y cuando estuvo lista se vistió, al terminar con sus acostumbradas esencias se miró en el espejo y se sintió muy segura y satisfecha con el resultado, sólo esperaba que el francés lo soportara porque sólo ese deleite podría tener de ella.

Lista para salir sujetó su bolso de cuero y diciéndole “au revoir” a la habitación salió lo más silenciosa posible para que el radar de Frank no la detectara. Rápidamente corrió al ascensor y bajó, al llegar al lobby miró hacia todas direcciones, su reloj le marcaba minutos para los ocho y creyó

que era muy temprano todavía, pero lo que no quería era encontrarse con Frank y que comenzara con un interrogatorio porque no estaba de humor para eso. De pronto sintió que alguien le tapó los ojos haciéndola brincar, la fragancia masculina que sentía le había parado todos los vellos del cuerpo.

—Merci —dijo el hombre seductoramente en su oído. Ariadna exhaló aliviada.

—De rien —contestó la chica.

El hombre quitó sus manos y se paró frente a ella, la visión que tenía enfrente lo excitaba enormemente, la sujetó ambas manos y las extendió para verla mejor.

—Bella —suspiró recorriendo cada centímetro de su cuerpo con la mirada—. Estás realmente bella.

—Merci —agradeció ella ruborizándose.

—Voy a tener que cuidarte o cualquier parisino querrá secuestrarte, eres una musa que inspira todo.

—Eres muy halagador pero déjame decirte que si tienes otras intenciones eso no te va a servir nada.

El hombre no dejaba de sonreír y ofreciéndole el brazo para salir dijo:

—Bueno ya veremos que trae la noche, ¿No te parece?

Ariadna aceptó el brazo pero lo miró curvando sus labios y levantando una ceja.

—¿Eso crees?

—Eso espero, ¿Nos vamos?

Ambos sonrieron como si intentaran desafiarse, salieron hacia la calle, el auto del chico los esperaba y abriéndole la puerta como un caballero ella subió, él se apresuró a hacer lo mismo y arrancando se dirigieron a la zona de la Bastilla para disfrutar su tiempo.

Al llegar el bullicio del lugar era abrumador, la oscuridad, las brillantes luces relampagueantes y de neón, el humo que ambientaba la pista y la música electrónica de Kate Ryan y su “Désenchantée” ambientaba el lugar, numerosas parejas bailaban a su ritmo y Ariadna no pudo evitar mover su cuerpo también, la música la contagiaba.

—Vamos al reservado —le dijo Jean al oído—. Allá estaremos más cómodos.

Ariadna asentó y mientras la tomaba de la mano se encaminaron entre la multitud hacia su mesa privada. Una mesa redonda de vidrio oscuro y un sofá de cuero negro en forma de media luna los esperaba, al llegar un mesero que los iba a atender ya los esperaba en la mesa reservada y una vez que se sentaron procedieron a pedir sus bebidas.

—¿Conoces una bebida que se llama “Vampiro”? —le preguntó la chica a su acompañante mientras se quitaba su chaqueta ante el calor del lugar y dejaba al descubierto la tentación de sus pechos y espalda.

—No, la verdad no —el chico la miró con deseo a la vez que se saboreaba—. Pero si quieres un vampiro me transformo en uno y te como enterita, con tu atuendo pareces una vampiresa.

Ariadna sonrió con ganas y él se deleitaba en observar cada gesto de ella.

—Es una mezcla de vodka, tequila, sangría y un poco de jugo de frutas si se desea, preferiblemente ponche.

—Mmmmm… no suena mal, pero no estoy seguro de que tengan tequila, habrá que ver.

Se dirigió al mesero en francés para preguntar por la sugerencia de Ariadna, el hombre intentó entender y rápidamente anotó todo, si no tenían tequila intentaría sustituirlo con alguna bebida similar. Jean le dijo a Ariadna lo que el mesero decía y ella asentó, Jean se volvió a él y le dijo que trajera dos de las bebidas.

—¿Te gusta el lugar? —preguntó él cuando se quedaron solos.

—Está muy bien, tiene muy buen ambiente.

—Supongo que en América vas muy seguido.

—Una vez al mes y cuando me apetece.

El hombre no dejaba de verla, lo acogedor del sofá lo hacía propicio para muchas cosas y la oscuridad del lugar mucho más, Ariadna sentía con ardor esa mirada y por alguna razón su vientre comenzó a latir.

—¿Por qué yo Jean? ¿Por qué me invitaste a bailar? —preguntó sin rodeos mirándolo fijamente para demostrarle que no la intimidaba.

—Desde que te vi me atrajiste, he visto chicas lindas pero tú… no sé me pareces única.

La chica sonrió.

—Supongo que ya estás cerca de los treinta —insistió la chica—. ¿No tienes novia?

—He tenido pero… no ha sido nada serio, quiero esperar a la correcta.

—¿Y crees encontrarla?

—Creo que sí —la miró clavándole el azul seductor de sus ojos.

En ese momento llegó el mesero con las bebidas, unos vasos de cristal, altos y estrechos, con popote y una rodaja de limón hicieron que a Ariadna se le hiciera agua a la boca, se apresuró a probarlo ya que el mesero esperaba su veredicto.

—Está bien —dijo la chica evitando arrugar la cara y llevándose una mano a la boca—. Bastante fuerte, pero bueno.

El mesero le habló en francés y Jean se apresuró a traducir.

—Dice que no tenían tequila así que lo sustituyó con un poco de whisky.

—¡Wow! —Ariadna se limpiaba con la servilleta—. Pues a aparte de que me quema un poco la garganta está bien.

Jean le agradeció al mesero y éste los dejó de nuevo, bebió un poco y también secundó a la chica.

—Sí que está fuerte, ¿Segura que no caerá mal la mezcla?

—Pues con el tequila no, no sé con el whisky, será mejor beberlo despacio y mejor aún, sólo bebernos éste nada más.

Ambos sonrieron y Ariadna intentaba observar el lugar sin evitar moverse a ritmo en su lugar.

—¿Tienes novio? —preguntó Jean, Ariadna lo miró y pensó la respuesta.

—No.

—¿En serio?

—Sí.

—Me cuesta creer que una mujer como tú no tenga dueño.

—Pues no.

—¿Y el tipo ese que te acompaña?

—¿Frank? Él es sólo mi supervisor y por cierto no sabe que estoy aquí, menudo discurso me dará si se entera.

—Su interés por ti es muy obvio, parece guardaespaldas, no sé, esa impresión me da.

—Estamos juntos por trabajo nada más.

—Aquí en Europa tenemos una mente abierta y no extraña ciertas cosas pero de los americanos si me extraña, ¿Qué no es inapropiado que una mujer joven y bonita como tú viaje sola con un hombre maduro como él? ¿Supongo que está casado?

—Es divorciado y sé que se pueden entender muchas cosas pero… el trabajo es trabajo y él y yo no tenemos nada, para mi es sólo mi jefe y nada más.

—Está maduro pero de buen ver, la experiencia atrae a las mujeres.

—Pero no me gusta y ya no hablemos de él que la bebida me cae como patada de mula al estómago, ya de por sí está muy fuerte… —Ariadna intentaba beber lentamente.

—¿Patada de mula? ¿Qué es eso? —sonrió el chico ante lo dicho.

—Es sólo un decir, como si te dieran un golpe fuerte, no me hagas caso, por cierto me debes una respuesta ¿lo olvidas? Acepté salir contigo si me decías lo que quiero saber.

El hombre le sonrió a Ariadna, no se le escapaba nada y eso le gustaba.

—Todo el mundo nota mi parecido con él, se trata de un actor —contestó resignado.

—¿Un actor? ¿Uno americano?

—No, también es francés.

Ariadna levantó una ceja y frunció el ceño.

—Puede ser pero…

—Tal vez no lo conozcas, su mejor época fue mucho antes de que nacieras.

—¿De verdad? Es clásico entonces, he visto cine clásico, TCM pasa muy buenas películas pero… de seguro lo conozco dime quien es.

—Está bien, ¿si te lo digo vamos  bailar?

—Claro si para eso vinimos ¿o no? —Ariadna bebía un poco de su bebida y limpiaba la comisura de sus labios con la servilleta.

El chico bebió un sorbo y luego contestó:

—Me dicen que me parezco mucho a Alain Deloin.

—¡Lo sabía! —Exclamó la chica—. Sabía que tu cara era parecida a alguien, es verdad, lo conozco eres igual a él cuando estaba joven sí, lo vi una vez en una película, ah… me hizo suspirar, era guapísimo en su juventud, tus ojos y los de él se parecen ¿No son parientes?

—No, no somos parientes, tendría más dinero si lo fuera.

—Bueno pero bien podrías pasar por actor, si él te conociera, no sé, una foto juntos te ayudaría mucho.

—Si bueno, no lo había pensado, pero no quiero ser el doble de alguien, simplemente quiero ser yo mismo, un tipo normal y trabajador, bueno y ahora que ya te saqué de dudas ¿Vamos a la pista?

—Vamos —secundó bebiendo un poco más, su garganta ya se había adaptado a la bebida y además se sentía muy alegre, el trago comenzaba a hacer efecto.

Bajaron a la pista tomados de la mano donde “I Surrender” de la misma Kate Ryan comenzaba a sonar, Ariadna no podía evitar moverse a la vez que caminaba.