Prólogo
Ontario, California, Junio 12, 2011
“Parece una pesadilla” —pensaba Ariadna sollozando, sentada en un sillón al lado de la cama de su hermana Minerva que dormía por efecto del sedante—. “Hace dos días enterramos al prometido de Minerva, esto no puede estar pasando, no quiero verla así, temo que pierda la razón, está desconectada de la realidad, despierta y llora, pregunta por él y porqué no la llama ni viene a verla, recuerda todo y vuelve a llorar, desde la tarde del accidente se ha rehusado a comer, ha bajado de peso, está pálida y débil, aún dormida llora, temo que mi hermana no supere esta prueba y se deje morir. Primero nuestros padres y ahora ella, Aurora, Diana y yo no lo vamos a soportar.”
Ariadna había dormido otra noche en el sillón acompañando a Minerva, había solicitado unos días de permiso en el museo donde trabajaba para cuidar a su hermana, entre todas se turnaban para hacerlo y más por la noche, no podían dejarla sola, temían que de un momento a otro ella misma intentara acabar con su vida.
—¿Cómo está? —susurró Aurora entrando a la habitación y tocando el hombro de Ariadna sacándola de sus pensamientos.
—Igual —suspiró y limpió una lágrima—. Se queda muy quieta por momentos pero luego comienza a moverse intentando despertar, balbucea, se queja, lo llama, es muy triste.
—Es doloroso, jamás imaginé que mi trabajo como planeadora de su boda terminara trágicamente y haciéndome cargo de un funeral —suspiró y negó con la cabeza—. Diana volverá en dos horas, sólo presentó su examen y dice que pidió permiso en la academia, no tiene deseos de bailar y menos de escuchar música.
—A todas nos ha afectado esto, directa o indirectamente.
—Tengo que ir a la agencia, al parecer creí relevarte pero me llamaron, hay un pedido de orquídeas y gladiolas que al parecer se perdió.
—No te preocupes, ve.
—Y para colmo el evento del bautizo de este fin de semana se canceló por motivos de fuerza mayor, prometo regresar en cuanto pueda.
—¿Qué hora es?
—Son las ocho y media —contestó Aurora observando su reloj—. ¿Por qué no bajas a comer algo? Minerva duerme profundamente.
—No quiero dejarla sola, lo haré después, además no tengo hambre.
—Aprovecha entonces cuando venga Diana, me llamó y dijo que en más o menos una hora ya estará aquí.
—Sí, cuando venga me daré un baño e iré al museo, debo ver que pendientes hay, no quiero abusar del permiso.
—Bien. —Aurora besó la mejilla de Ariadna y se acercó para besar la frente de Minerva—. Me voy entonces, cualquier cosa me llamas al móvil.
Ariadna se limitó a asentir con la cabeza en señal de resignación, no había nada más que hacer. Lo único que todas querían era que el dolor pasara y Minerva se recuperara.