Capítulo
43
Ante el desconcierto de la chica la llevó a una puerta próxima de la misma habitación, juntando sus manos con la cinta le ató las muñecas, Ariadna se asustó más, él abrió la puerta que conectaba a una especie de armario o bodega donde guardaba material de arte y en uno de los percheros dorados tipo garfio que estaba a un lado de la puerta le colgó las muñecas, los brazos de la chica quedaron por encima de su cabeza y aquello la había asustado mucho más, el instinto de macho literario y castigador que mostraba su artista la tenía desconcertada y sólo esperaba que no rematara la sorpresa con alguna fusta o algo así, comenzaba a preguntarse que tantos objetos estaban en esa bodega o qué más escondía su Adonis.
—Ángelo ¿Qué pasa? Esto… me asusta. —La chica estaba impotente al movimiento, los brazos sobre su cabeza y sus muñecas enlazadas en el garfio la tenían muy desconcertada y asustada.
—Sólo quiero saber hasta dónde llega tu instinto de juego. —El hombre abrió la gaveta de un mueble cercano y Ariadna no quería saber qué clase de herramientas tenía él allí, sacó otra cinta de seda de color rojo más larga y gruesa y se acercó a ella.
Ariadna pensó todo tipo de cosas, que iba a atarle los tobillos, que iba a rodear con ella su cuello y amenazar con ahorcarla o que…
—Cierra los ojos —ordenó—. Voy a vendarte.
Eso era peor para ella, tener los ojos vendados era como si de cierta manera la asfixiaran, sus demás sentidos estaban vetados si no podía ver, Ariadna comenzó a desesperarse y a intentar soltarse, Ángelo se apresuró a detenerla pegando su cuerpo al de ella, la había sometido entre su cuerpo y la pared y ese acercamiento lo aprovechó.
—O-b-e-d-e-c-e —hizo énfasis en cada letra, la chica odiaba esa palabra desde pequeña y ese había sido el dolor de cabeza de sus padres para con ella.
—No Ángelo, por favor no… —sin darse cuenta de la agilidad de su Adonis la vendó, Ariadna sentía que no podía respirar.
—Eres preciosa Ariadna —acarició el contorno de su cara admirándola—. No tienes porqué asustarte.
—Ángelo he tenido muy malas experiencia en este viaje, hasta ahora no sé si ha sido la mejor decisión que he tomado porque he recibido más sustos que alegrías, por favor, ya no, tú no… no me hagas daño. —Ariadna evitaba temblar.
—Sh… tranquila, no voy a hacerte daño. —El hombre puso sus dedos en los labios de la chica—. No hagas ningún movimiento o puedes herirte las manos.
—Suéltame por favor…
—¿No te gusta sentirte sometida?
—No.
—¿Acaso no te excita?
La chica negó, estando así no sentía ningún tipo de excitación, es más casi no sentía el oxígeno en su cerebro.
—¿No sientes nada cuando te toco? —Ángelo rozó con su índice las colinas de los pechos de la chica, lo incitaban a tocarlos pero prefería morderse los labios.
—Por favor…
Ángelo quitó sus manos del perchero y Ariadna sintió algún tipo de alivio, su ruego lo había conmovido pero para su sorpresa la giró fuertemente y levantando sus brazos volvió a “colgarla” la chica quedó de espaldas a él, la pegó a la pared pegándose a ella y haciéndole sentir su hombría en su trasero, Ariadna abrió la boca y vendada apretó los ojos con fuerza, la tenía aprisionada entre la pared y su cuerpo, su ardiente aliento lo sentía en su cuello y nuca y podía sentir como él comenzaba a rozar su figura con ambas manos, necesitaba mantenerse lúcida ante la sacudida que su cuerpo comenzaba a sentir.
—¿Sabes que estando así puedo hacer lo que me dé la gana contigo? —insistía Ángelo suspirando a la vez que se separaba de ella.
—Ángelo por favor, ¡ya basta! —exclamó molestándose.
El hombre sonrió y se alejó de ella un momento, Ariadna sabía que estaba siempre en la habitación y que no había salido pero temía que clase de “herramienta” estuviese buscando ahora, la chica sujetó con fuerza el perchero, deseaba arrancarlo de la pared y soltarse.
—Eres desconcertante Ariadna, estoy empezando a creer que no te entiendo —insistía él concentrado en su búsqueda, la chica escuchaba que algunos utensilios sonaban y no estaba preparada para que le diera un buen azote en su trasero llegado el momento, comenzaba a transpirar sin poder evitarlo, al momento él estaba justo detrás de ella otra vez, ella brincó al sentirlo.
—Ángelo no me gusta jugar así, si intentas hacer algo que no me agrade me va a valer un pepino quien eres y no voy a responder de mí.
—¿Una amenaza? —susurró en su cuello—. Creo que no estás en condición, ¿no crees?
—Basta…
—Estando así puedo tocarte libremente y hacer que te excites. —El hombre acarició su cuello con algo suave que la sacudió y estremeció, Ariadna dedujo que era una pluma o algo así—. Puedo desnudarte… —bajó la caricia a sus pechos, a su costado y Ariadna ya no sabía cómo mantener sus sentidos—. Penetrarte aquí mismo de la manera que quiera… —Ángelo bajó una mano a la pierna de la chica y con la otra bajó la pluma acariciando la otra pierna pero siguiendo otro rumbo, metió la pluma bajo la falda haciendo que Ariadna brincara más al sentirla, el cosquilleo en su sexo comenzaba a enloquecerla y él la sintió—. Puedo enloquecerte de pasión y hacer que grites tu orgasmo liberándote como a mí me plazca—. Le dio un corto beso en el cuello a la vez que se frotaba en su trasero, Ariadna sentía su vientre hervir, su piel estaba estremecida.
La chica intentaba controlar su respiración, sentir su mano que había recorrido el contorno de su cuerpo, el cálido aliento de él en su cuello, el roce de su miembro en su trasero y la pluma que la acariciaba la hacían morderse los labios y desear arrancar el bendito perchero que ya le tenía los brazos dormidos, estaba desesperada, quería observarlo pero el hombre pudo ver que lejos de excitarla la chica realmente estaba asustada o al menos así lo interpretó él.
—Pero no lo haré —desató sus muñecas y la chica bajó los brazos aliviada—. No será así, te dije que deseo protegerte y lo quiero hacer, incluso de mí mismo —desató también la cinta de sus ojos y la chica los abrió, necesitaba enfocar bien, veía todo de colores y se sentía mareada.
—Gracias… —Ariadna no supo qué más decir y sin saber qué la había impulsado, lo abrazó.
—Estoy acostumbrado a tener todo lo que quiero pero contigo no puedo hacerlo a mi modo. —La abrazó también e inspiró el perfume de su cabello—. Eres alguien diferente para mí y me agrada saberlo, no eres fácil, no te dejaste llevar por mis caricias, otra en tu lugar se hubiera sometido, hubiera rogado y dócilmente se hubiera dejado hacer todo pidiendo más, pero tú eres fuerte y serás mía cuando tú desees hacerlo.
La chica lo miró sin entenderlo y mucho menos entendió la fortaleza de la que él hablaba y que ella sin saber cómo había sentido, él la miró de manera singular como hacía mucho no veía a alguien, sabía lo que pasaba, su atracción por la chica no era pasajera, Ariadna era mucho más para él.
—Ariadna, creo que… ya no tiene caso… seguir ocultando las cosas —tomó una de sus manos y acarició el dorso con su índice, eso la estremecía a horrores—. Me gustas y sé que yo también te gusto, me lo demostraste desde que nos conocimos en Lyon, te dije que eres única y especial, lo eres para mí, reúnes toda la gracia y cualidades que es capaz de atraerme en una mujer y deseo que lo intentemos.
Ariadna sentía que su cerebro había dejado de funcionar, Ángelo era muy directo y no sabía cómo manejar las cosas, no estaba preparada para compartir su mundo como él lo había dicho, todo la tomó por sorpresa y desprevenida, no sabía si decir sí o no, de lo único que estaba segura era de querer estar en los brazos de un hombre como él aunque el cuento le durara muy poco, sabía que hombres como él no tomaban en serio compromisos sentimentales, para hombres como él el sentimentalismo se reducía a un rato en la cama y nada más y ella, no sabía si sólo quería una aventura con él o temía enamorarse de un imposible como Ángelo, sabía que todo podía resumirse a sólo sexo y no quería sentirse más vacía, no sabía qué clase de juego le ponía el destino en bandeja de plata y mucho menos sabía qué hacer. En ese momento sonó su móvil y saliendo de la habitación se apresuró a contestar.
—¿Qué pasa? —preguntó sabiendo que era Frank el que la llamaba.
—Necesito que vengas ahora, estoy en una video-llamada con Sharon y quiere hablar contigo.
La expresión de Ariadna delató su molestia, su mundo comenzaba a dividirse y su corazón debía tomar una decisión.
—Está bien. —Se limitó a decir colgando.
Ángelo la miró y tensó los labios, Ariadna notó su expresión y no sabía qué hacer.
—Lo siento debo irme —le dijo la chica exhalando con fastidio, Ángelo la miraba fija y seriamente.
—Ese hombre… tu jefe ¿es sólo eso? —preguntó él delatando su molestia también, sabiendo que era él el que la había llamado.
—¿Por qué la pregunta? —preguntó desconcertada.
—Porque lo he notado y Logan también, dice que demuestra un… extraño interés por ti que no se limita sólo a lo profesional.
Ariadna ya se sentía cansada de que todo el mundo sacara las conclusiones al respecto.
—Veo que para nadie es secreto pero para mí no significa nada, él no sabe disimularlo pero también le he dejado clara mi posición, él y yo no tenemos nada, nunca habrá nada, simplemente no me atrae, mi trato hacia él es como jefe y empleada, nada más.
—Ariadna pongo el mundo a tus pies. —Ángelo le tomó ambas manos y la sentó un momento en el sofá—. Me he tomado la… el atrevimiento de… saber un poco más de ti y… te pido que me disculpes por inmiscuirme en asuntos delicados pero… supe que lo que te pasó en Rouen y es algo que voy a investigar por mi cuenta.
Ariadna ya no sabía en qué momento sentía la quijada en el piso, se sentía muy avergonzada.
—Ángelo yo… —intentaba levantarse pero él no la dejó—. ¿Te lo dijo Stephanía?
—No, por supuesto que no, desde la noche en Lyon como era obvio ella notó que era algo que te avergonzaba y fue muy prudente, a mí me quedó la curiosidad más que todo por lo de tu rodilla pero ella no quiso decirme nada.
Ariadna respiró con alivio en ese aspecto, comprobó que Stephanía no había cometido una indiscreción respetando esa situación.
—Ariadna eres muy hermosa y ese es tu único delito — insistió sujetando su cara entre sus manos—. Te juro que voy a escarbar hasta dar con el cerdo que se atrevió a tocarte y a intentar violarte, entiendo perfectamente tu miedo.
Ariadna respiraba aceleradamente, no tenía la cara para verlo, se sentía tonta con él y la vergüenza no la soportaba, saber que él tenía conocimiento de todo, absolutamente todo como ella lo había declarado la hacía perder el color de su piel.
—Ariadna tranquila, cálmate —le dijo notándola, la chica sentía que con todas las sensaciones que la revolucionaban se iba a desvanecer en sus brazos y no quería.
—Yo… no sé… no tengo idea de cómo ni quién fue… —la respiración de la chica se aceleraba más por los nervios.
Ángelo se apresuró a servirle un poco de agua fría, la chica mostraba palidez por sus nervios, Ariadna bebió con ansiedad y él volvió a sentarse a su lado.
—Has pensado que… —insistió él estudiando sus palabras—. Que pudo haber sido alguien muy cercano, por ejemplo… ¿Tu mismo jefe?
Ariadna comenzó a temblar asustada y a sentir que definitivamente el aire le faltaba, eso no lo había considerado seriamente.
—Ariadna supe que en tu declaración dijiste que no le escuchaste ningún acento francés a tu atacante, eso es extraño estando en una ciudad francesa siendo los únicos extranjeros tú y la comitiva de América, alguien que te conoce y sabe tus movimientos debió haberlo hecho y a mí nadie me quita de la cabeza que pudo haber sido ese hombre y su deseo dañino, pero desgraciadamente no se puede comprobar, según los que llevan tu caso en Rouen ni siquiera con las cámaras de seguridad se pueden contar, ese tipo supo hacer las cosas para no dejar evidencia.
Ariadna se sentía en shock y presa del pánico, no tenía la cara para ver a Ángelo a los ojos, deseaba desaparecer de la habitación pero también con lo dicho por él ya tenía miedo de volver al hotel y ver a Frank, imaginarse que pudo haber sido él el aberrado que le hizo todo eso le despertaba una furia y terror a la vez. Juntó sus piernas, se llevó los codos apoyándose en sus rodillas y enterró la cabeza entre sus manos, sujetándose el cabello.
—Ariadna mírame, no regreses al hotel, estás a merced de un pervertido que no descansará hasta tenerte, si no lo consiguió antes buscará la manera de hacerlo, sé que no te vas a entregar a él por tu propio gusto pero puede obligarte o hacerlo en contra de tu voluntad.
—Estoy asustada, siento que él ha tenido demasiada paciencia, conozco sus sentimientos hacia mí pero… me niego a creer que él… —la chica se llevó sus manos a la boca—. Estuvo a punto de…
Ángelo la abrazó sabiendo que la chica necesitaba un apoyo y ella deseó por un momento refugiarse en sus brazos, temblaba de la misma manera en la que temblaba en Rouen, estaba muy asustada.
—Ariadna quiero protegerte —insistió el hombre suspirando en lo alto de su cabeza—. Estando conmigo nadie, absolutamente nadie se atreverá tan siquiera a mirarte.
Ariadna levantó su cara y lo miró, allí estaba con él, en los brazos de su Adonis, con un hombre de verdad y no con una fantasía del cine, con un hombre que no había demostrado temor al confesarle su sentir y que deseaba protegerla, ¿Qué más podía pedir? Ángelo la miró también clavándose en el azul de sus ojos, ambos se miraron fijamente y no pudieron evitar la atracción, Ángelo acarició el contorno de la cara de la chica y acercándose tocó su nariz con la suya, Ariadna cerró los ojos y dejándose llevar sintió la suavidad de los labios de él en los de ella, por fin sintió una sensación diferente, fue un beso extraño para ella, no era como los besos que Lucas le daba, aquellos eran vacíos ahora que podía comparar, el beso de Ángelo llenaba su soledad y hacía palpitar su corazón con fuerza, se sentía viva de nuevo, disfrutaron el saborearse, parecían conectados en el mismo sentir. Ángelo bajó sus manos a la cintura de la chica y la atrajo a él, sus lenguas comenzaron a conocerse y a jugar juntas, esa sensación hizo que el vientre de la chica comenzara a hervir y sentir ese deseo avivarse, deseaba entregarse a él y ser suya en todos los aspectos pero al momento reaccionó y se separó de él, necesitaba respirar y pensar, él se desconcertó.
—Lo siento, no sé… no, creo que debo irme. —La chica sabía que sólo ellos estaban y nada les impedía entregarse.
—Ariadna quiero que te quedes conmigo —le dijo Ángelo sin titubear.
—Y supongo que estando bajo el mismo techo compartiríamos también la misma cama —le dijo la chica evitando fruncir el ceño.
—Ariadna acabamos de besarnos ¿No significa nada eso? No quiero que regreses al hotel, siento que corres peligro, si me tienes miedo puedo hacer que se disponga de otra habitación y no verte tan siquiera, me gustas y claro que te deseo, te he deseado desde el momento en que te vi en Lyon y por supuesto que me gustaría que fueras mi mujer, sería un motivo más fuerte para protegerte aún más, pero entiendo que aún no estés preparada, sé que ibas a casarte.
La chica sintió la quijada en el piso, muy directo el hombre y en parte eso le gustaba pero que conociera su vida cuando ella ni quiera sabía si tenía un segundo nombre eso era lo que no le gustaba, para él ella ya no era una desconocida pero para ella él en parte lo seguía siendo.
—Lo siento. —El hombre exhaló—. Creo que me metido demasiado en tu intimidad.
—Aunque soy una mujer libre mi situación no es fácil —le dijo la chica—. Supongo que sabes que mi ex está acusado de asesinato, del asesinato de la hija de mi jefa y debido a eso está detenido, desgraciadamente son cosas que me afectan indirectamente, no por lo que pueda sentir por él que obviamente no es nada sino porque… no sé qué… decisión de peso tendrá en mi trabajo, mi situación es un poco incierta, creo que no es bueno para tu prestigio.
—A mí eso no me afecta, al contrario, puede servir para darte a ti el prestigio que necesitas, tu nombre está limpio, tú nada tienes que ver, te ofrezco trabajo y la posibilidad de librarte de ese hombre que te acecha a cada segundo, te ofrezco el trabajo que realmente te mereces y no sólo eso, me gustaría que… pudiéramos intentar algo más entre nosotros, sé que podemos entendernos, me gustaría intentarlo.
Ariadna lo miró fijamente sin poder procesar, relación laboral y sentimental ¿juntas? ¡¿Y con él?! Nunca lo imaginó y mucho menos considerado, era una oferta para brincar y única para ella, pero no podía considerar la posibilidad de quedarse en Europa, extrañaba a sus hermanas y lo que más deseaba era regresar a su casa, meterse en su cama con una pizza como el mismo Ángelo lo había dicho y ver una buena película junto a sus hermanas, quería muchas sodas y palomitas de maíz, quería salir de compras de manera normal y no siempre acompañada de guardaespaldas, la vida de eventos sociales de un lado y para otro no era para ella y el trabajar con él y el compartir una vida íntima con él era el precio que exigía, de pronto ella era invisible al mundo y una ciudadana más pero estando con él sabía que no.
—Ángelo tu propuesta me ha tomado desprevenida y puede pasar mucho tiempo para contestarte, tengo una vida en Ontario, una vida normal con un trabajo que me gusta aunque ciertas personas sean un dolor de cabeza pero con un trabajo que disfruto, soy una simple ciudadana americana nada más, no me eleves a la categoría de diosa o algo así, soy una chica normal a la que le aterra tu glamur, no sé si pueda acostumbrarme a llevar tu estilo de vida.
Acercó su cara a la de ella y pegando su frente, acarició su nariz y la besó de nuevo, quería convencerla. Ariadna lo rodeó con sus brazos y él la sujetó con fuerza de la cintura, se besaron con intensidad y como si ese beso los hubiera unido aún más.
—Déjame asimilar todo esto —le pidió la chica saboreándose—. Dame tiempo, por desgracia ya estoy a un paso del avión que me llevará a mi casa y no sé… —la chica suspiró—. No sé qué hacer, por ahora no puedo quedarme, debo volver al hotel y disimular, no puedo hacer que Frank sospeche, debe de permanecer engañado.
—Está bien, yo mismo te llevaré —exhaló besando sus manos para luego acariciar su cabello—. Por favor mantente alejada de él.
La chica asintió y él volvió a besarla, ella arregló sus cosas y él salió a vestirse y a decirle a Logan que tuviera listo su Ferrari para llevar personalmente a la chica al hotel.