Capítulo
24
Cuando las exposiciones terminaron y llegó la hora del almuerzo, todos se reunieron para compartir sus impresiones alrededor de la mesa en uno de los más exclusivos restaurantes de la ciudad. La mayoría de los miembros de la delegación estaban complacidos por la aceptación que el pueblo francés había tenido con ellos y el compartir parte de sus trabajos en el viejo mundo era una llave que les abriría muchas puertas de reconocimiento que a su vez, animaba a los extranjeros a visitar Norteamérica y sumergirse en sus museos, sin duda el turismo se incrementaría.
—Frank tu asistente es muy eficiente —le dijo Charles al enfocarse en la chica a la vez que bebía un poco de vino—. Me gusta mucho la soltura con la que habló, tanto ella con su encanto, sus palabras y las imágenes que proyectaban les ayudará en el reconocimiento al museo de arte e historia de Ontario.
—Creo que eres mucho material para ellos querida —dijo Richard—. Te mereces un trabajo y un puesto mejor ¿Por qué no vienes a Chicago?
—Creo que Boston es mejor para ella —dijo John—. Tenemos uno de los museos más importantes de la nación que también guarda una buena colección de pinturas y arte antiguo, la segunda mejor del país ¿Quieres té Ariadna?
El hombre bromeó y todos se rieron, sabían porqué lo decía.
—Después de nosotros —le dijo Charles muy sonriente—. En ese caso la chica debería considerar el metropolitano de New York.
—Ariadna es como mi brazo derecho y no pienso compartirla —dijo Frank intentando llevar la plática a broma, no le hacía gracia la idea de no estar junto con la chica, el museo se volvería una tumba para él si ella no estaba a su lado—. Es un gran elemento para nosotros.
—¿Para ellos o para ti? —preguntó pícaramente Charles, Ariadna intentaba sonreír aunque no le hicieran gracia los comentarios.
—Por los momentos tengo una vida en Ontario —dijo la chica después de beber un poco de té frío—. Vivo con mis hermanas y somos muy unidas, no me veo viviendo lejos de ellas, me hacen mucha falta, por ejemplo mi hermana mayor fue de viaje a Chicago y la extraño, nos despedimos por teléfono y casi lloramos al no podernos ver, la verdad odio las despedidas y amo a mis hermanas, no me imagino vivir lejos de ellas.
—Bueno querida al menos estarías dentro del mismo país —sugirió Catherine—. ¿Qué son unas cuantas horas de diferencia que un vuelo no pueda resolver?
Ariadna sonrió sin decir nada, el problema era que a ella no le gustaba volar.
—Pues yo recibí una llamada de uno de los más grandes del museo de arte en Ontario, Canadá —continuó Charles dirigiéndose a la chica—. De la galería de arte para ser exactos, escuchó y miró toda la exposición a través de una video-llamada y al parecer está interesado en ti, le gustaría que lo visitaras, voy a darte sus datos después para que hables con él, le gustaría que al terminar todo esto lo visitaras unos días en Toronto.
“Toronto… Alonso” —pensó la chica asociando a la ciudad con el hombre que le había confesado parte de su sentir, sacudió la cabeza para concentrarse en la plática.
—Ariadna tiene un contrato laboral con nosotros y como ya dije no pienso compartirla —dijo Frank intentando asimilar todo, no conocía esa persona que se había interesado en la chica pero no estaba dispuesto a que “otro” quisiera comerle el mandado.
—Muchas gracias, ya veré que decido —dijo la chica obviando las palabras de Frank—. Tengo información sobre dicho museo y es muy interesante.
—Bastante, deberías conocerlo —le dijo el supervisor de Toronto—. Es una maravilla, no desaproveches la invitación que te hacen.
—Está en el distrito de Grange Park, ¿No es así? —preguntó y el hombre asentó—. Leí que allí se puede apreciar el arte canadiense, se dice que es tan extenso en metros cuadrados que lo convierte en el museo número diez más grande de Norte América, se dice que se pueden apreciar más de 80.000 obras de arte que van desde algunas del siglo primero hasta el presente, es sorprendente y es muy interesante. Lo que me llama la atención es que se dice que parte de la Galería de Arte de Ontario tiene la colección de arte más importante en lo que respecta al medieval, el renacimiento y el barroco fuera de Europa y de Estados Unidos, eso me encantaría verlo, hay algunos trabajos de artistas como Gian Lorenzo Bernini, Rembrandt van Rijn, Anthony van Dyck, Tintoretto, Peter Paul Rubens, además de obras de otros artistas famosos como Picasso, Van Gogh, Rodin… de verdad que sería fascinante, voy a considerar el viaje aunque sea para saciar mi curiosidad.
Todos los presentes la miraron con la boca abierta, incluyendo el mismo supervisor de Toronto, ni él hubiera dicho mejor las cosas, la chica tenía muy buena memoria y una elocuencia que hipnotizaba, Frank no pudo ocultar un poco su molestia tensando la mandíbula, los demás supervisores estaban muy complacidos por la información que la chica les había proporcionado y Jean que también estaba con ellos y el grupo de los traductores sentía que eso lo había atado a ella, la admiró más.
—Bueno querida un brindis por ti —insistió Charles—. Sin duda eres un elemento excelente y con tu manera de hablar hasta a mí ya me dieron ganas de ir a Toronto, eres muy convincente, prepárate porque sin duda te ofrecerán un jugoso contrato para que trabajes con ellos y sin duda te tratarán como te mereces dándote el lugar que también mereces.
—Eso ni lo dudes —le dijo el supervisor de Toronto.
Lo último dicho por Charles le había sonado un poco sarcástico a Frank y la comida ya comenzaba a saberle amarga, sabía que esa espinita se había clavado en ella y salvo por su “amor fraternal” estaba seguro que no dudaría en irse a Canadá, no soportaba la idea de que se alejara de él, brindó junto con todos pero de mala gana.
Entre pláticas de trabajo disfrutaron el almuerzo e intentaron comer en paz.
Antes de salir para el Orsay de nuevo a la segunda parte de la exposición, quedaron todos juntos que saldrían en un autobús especialmente para ellos a las cinco de la mañana rumbo a Rouen para continuar con la agenda, así que para ultimar los detalles del viaje cenarían todos juntos en calidad de reunión por la noche en el hotel.
Después de la ducha la chica se metió a su cama lista para dormir, quería llamar a Aurora, el haber hablado de ellas durante el almuerzo la había puesto melancólica durante la tarde y necesitaba escucharlas, pero se fijó en la hora y supo que en Ontario era tarde, no le gustaba interrumpir a su hermana en su trabajo ni a Diana en sus clases, por lo que suspiró y se acurrucó entre las sábanas, se relajó, cerró los ojos y se quedó dormida.
Frank y Ariadna dejaron la habitación del hotel faltando veinte minutos para las cinco de la mañana, ya todos estaban listos para continuar con el viaje y por ser tan temprano la mayoría no quiso desayunar, además ya los esperaban con un desayuno de recibimiento en el museo de bellas artes que se encontraba en el corazón de la ciudad. Ya era miércoles y sólo estarían dos días en Rouen y otros dos en Lyon, Jean que acompañaba a la comitiva norteamericana junto con sus demás colegas de traducción, sabía que el tiempo con la chica se le acababa y para colmo, el cancerbero que la custodiaba no la dejaba sola ni un minuto, el asunto se le complicaba con la presencia de Frank que por alguna extraña razón había amanecido de muy mal humor.
Al llegar, una pequeña delegación los recibió directamente en el museo de arte de la ciudad con el tan esperado y delicioso desayuno para darles la bienvenida, ya que a medio día festejarían con un almuerzo parte de su presentación y por la noche en el mismo lugar tendrían una presentación de gala que terminaría en una cena, así que inmediatamente después de desayunar y de inspeccionar rápidamente parte del recinto, todos se dirigieron al hotel que habían reservado para descansar un poco y prepararse para la presentación del medio día.
El almuerzo después de la exposición de las delegaciones fue muy ameno, el mismo director del museo los recibió y compartió junto con todos ellos la maravilla que era Rouen, 60 salas del antiguo edificio tipo palacete acogían una de las colecciones públicas más prestigiosas del país que fue constituida a partir de la revolución, aunque el museo se creara oficialmente hasta 1,801 e inaugurado en 1,809 fue hasta 1,880 que se trasladó al palacete que ocupa en la actualidad. Era una enorme pinacoteca cuyas obras de arte entre los siglos XV y XX se podían apreciar. Ariadna ponía toda su atención cuando les hablaban sobre lo que era el museo, su construcción, la renovación del edificio, lo que significaba para la ciudad y en especial cuando nombres como Poussin, Fragonard, Géricault, Monet, Delacroix, Pissarro y sus obras entre otros fueron mencionados. El conocer gente nueva era una bonita experiencia para la chica aunque Frank tuviera los radares bien puestos, ella atraía a algunos especialmente a los hombres que no dejaban de alabarla cuando ella hablaba de su trabajo y el gusto con el que lo hacía. Jean llegó a sentirse un poco celoso también, su trabajo como traductor le absorbía el poco tiempo que podía disfrutar con ella y sentía que se le acortaba cada vez más a medida que pasaban los minutos, sabía que una vez que la chica se fuera de Francia perdería su oportunidad definitivamente.
Por la tarde regresaron al hotel después de hacer unas cuantas compras para el evento de la noche que les exigía formalidad, tenían un poco de tiempo libre y Ariadna aprovechó querer dormir un rato después de la ducha, el haber madrugado la tenía un poco cansada y lo que menos quería era tener ojeras debido a eso, necesitaba descansar para reponer fuerzas y aguantar el evento de la noche, pero sabiendo que ya era temprano en Ontario y antes de que su hermana saliera para la agencia prefirió llamarla un momento.
—¡¿Que Mina qué?! —preguntó asombrada la chica cuando Aurora le decía lo que había pasado con Minerva.
—Así como lo oyes Ari. —Aurora acababa de llegar a Ontario y apenas y se había acostado un momento en su cama para descansar—. Minerva está enamorada de su asesor, tuvieron un pequeño romance en Chicago al igual que una pequeña diferencia, ella regresó molesta a Ontario él la vino a buscar y tan, tan, se reconciliaron y hace poco se fueron a Chicago, yo misma la fui a dejar a L.A de allá vengo.
—¡¡¡¡Awwww!!!! me alegra mucho por Mina —la chica gritaba y sonreía feliz, poco le faltaba brincar en la cama—. Yo sabía que Mina iba a caer redondita con semejante cuero, hubiera sido el colmo que no, ¡uf! Ya me imagino el romance, ¡que romance ni que nada! el revolcón en la cama con él, mmmmmm como la envidio.
—Sí, sí debió haber estado super, oye Ari no es que sea mala onda, te agradezco que llames y me alegra saber de ti pero ¿sabes qué? ¿Me dejas dormir al menos una hora? Tengo un sueño atroz y si no cierro los ojos y descanso un momento no voy a soportar el día en la agencia.
—Por supuesto hermanita y disculpa pero acá es tarde y aparte de la noche y mi tiempo libre es el único momento que puedo hablar, casualmente también voy a descansar un momento antes de prepararme para un evento.
—Lo sé Ari y seguramente debes estar muy cansada también, disfruta tu descanso y tu evento, voy a enviarte un email a media mañana cuando llegue a la agencia y te cuento todo para que sigas brincando, me place ver y sentir muy feliz a Minerva, siento que ha vuelto a ser la de antes.
—La de antes lo dudo, recuerda a Leo, no creo que lo haya olvidado, lo olvidó al momento de estar en la cama con el cuero… ¿Cómo es que se llama?
—Rick… —contestó con voz grave y con la cara enterrada en las almohadas no podía mantener los ojos abiertos.
—Ah sí, él mmmmm me encanta su nombre, bueno Aurora descansa, yo me voy a descansar un rato también, nos estamos comunicando, dale un abrazo y un beso de mi parte a Diana y dile que ya encontré a su francés.
—Sí, si yo le digo, con que no lo sepa Harry es suficiente, cuídate querida, te quiero mucho, yo le doy tu mensaje.
—Feliz miércoles Aurora, yo también te quiero mucho, hasta luego.
—Hasta luego.
Ariadna se acostó boca arriba mirando el techo de su habitación, no podía creer lo sucedido con Minerva pero también se sentía feliz por ella, deseaba ver y hablar con su hermana pero respetaría su aventura y romántico paseo y le daría toda la privacidad para que sólo se concentrara en su asesor al menos los días que estuvieran juntos.
La gala sería una fiesta de intercambio cultural y una de las ocasiones perfectas que Jean esperaba aprovechar al igual que Frank. Éste último por su parte sentía que se lo llevaba la fregada, toda la experiencia del día no le había hecho olvidar una llamada que recibió a la media noche y poco le faltaba parecer un perro rabioso, sus planes se estaban yendo al caño y aún no había logrado nada con Ariadna. Se había duchado y estaba vestido con el albornoz, tenía su traje sobre la cama pero su mente no estaba en el hotel, ni en la gala, ni siquiera en la cama que miraba, sus pensamientos estaban en Ontario y en la orden de volver inmediatamente para suplantar temporalmente a Sharon, la mujer estaba sumida en una profunda depresión, necesitó asistencia médica después de enterrar a su hija y el museo requería la presencia de él para que estuviera al frente del departamento en ausencia de Sharon que aún no sabía el tiempo que estaría ausente del mismo. Tenía la orden de volver después de concluir la gira por Francia sin embargo la orden era sólo para él, Ariadna debía continuar su viaje sola hacia Italia y cumplir con la agenda estipulada. Frank no dejaba de tensar la mandíbula y apretar los puños, deseaba lanzar todo a su paso, estaba furioso y sentía que no tenía opción, no podía desobedecer una orden superior pero tampoco quería dejar a Ariadna sola a merced de cuanto hombre la cortejara por el camino, suficiente tenía con el traductor al que ya tenía atravesado y deseaba quitar de en medio, el tiempo se le acababa y debía encontrar una solución, además había otro asunto delicado que no sabía la magnitud del mismo en cuanto a Ariadna, debía ocultárselo hasta donde pudiera, debían terminar juntos el viaje, esos eran los planes, debía tener a la chica y regresar con ella siendo su mujer al menos una noche, esos eran sus planes.