Capítulo

27

johnny_automatic_tulip

 

Llegaron al hotel pasadas la media noche, en la clínica la atendieron rápidamente gracias a la influencia del director del museo en compensación por lo sucedido. Le hicieron una revisión general y unas radiografías en la rodilla, afortunadamente sólo había sido el golpe, pero necesitó de analgésicos y desinflamatorios porque el golpe no se miraba bien, además de un gel refrescante especial para golpes y una pequeña venda alrededor de la rodilla que la inmovilizaba un poco, no podía flexionarla.

Al llegar a la habitación, Frank le ayudó a recostarse en la cama poniéndole todas las pastillas y el ungüento en la mesa de noche, el hombre se desvivía por atenderla y servirle de apoyo al caminar, Ariadna a pesar de su desconfianza debía reconocer que lo hacía bien.

—¿Quieres comer algo? —preguntó él.

—No nada —contestó seca y seriamente.

—Ariadna no has comido nada, no puedes dormirte así, vas a amanecer mal del estómago y sumado a lo que ya tienes… eso te hará sentir peor.

La chica resopló e hizo pucheros, en realidad se sentía mal, sucia, manchada, prácticamente la habían tratado como una cualquiera y eso la enfurecía, pero también reconocía que su estómago comenzaba a crujir y necesitaba comer algo.

—Lo que quiero es darme un baño e intentar dormir —dijo frunciendo el ceño.

—Está bien, date una ducha por mientras yo bajo a la recepción para que me provean los datos de algún restaurante o café para mandar a traer algo, la verdad es que yo si tengo hambre.

—Está bien —asentó evitando poner los ojos en blanco.

—¿Necesitas ayuda? —insistió al ver que quería levantarse.

—Estoy bien, gracias, yo puedo sola —la chica evitaba fastidiarse.

—Está bien como quieras, voy a cerrar la puerta con llave para que te sientas segura, no le vayas a abrir a nadie, cuando yo vuelva con la comida te voy a avisar.

La chica asentó de nuevo y Frank sintiendo que no podía acaparar su atención se dirigió resignado hacia la puerta.

—Frank, ¿Te pasa algo? —le preguntó Ariadna levantando una ceja.

—No nada, ¿Por qué?

—He notado que estás cojeando, no como yo pero también estás cojeando.

El hombre se apenó, se ruborizó y bajó la cabeza.

—Tuve un pequeño incidente en el baño —contestó.

—¿En el museo?

—Sí.

—¿Y puedo saber?

—Ariadna es un poco… vergonzoso.

La chica lo miraba fijamente, quería saber.

—Tuve un pequeño problema con el cierre de mi pantalón y…

Ariadna lo miraba curiosa y Frank evitaba apenarse más.

—Me lastimé un poco mi… miembro

Ariadna abrió los ojos al máximo levantando las cejas a la vez, no podía creer eso.

—No voy a decir más —dijo Frank mirando el suelo—. Además justo cuando regresaba y te estaban atendiendo, me asusté y sin saber cómo me tropecé con una de las estatuas que me estorbó al paso.

—¿Y por qué no dejaste que te atendieran en la clínica?

—¿Y pasar una vergüenza? No, ni de broma, además la que necesitaba los cuidados y la atención eras tú, no quería decírtelo pero el director del museo corrió con los gastos.

Ariadna seguía mirándolo con desconfianza, estaba a la defensiva aún más de lo que ya estaba, esta experiencia traumática no lo iba a olvidar fácilmente.

—Bueno, me voy —dijo Frank abriendo la puerta—. Volveré después.

Y saliendo la dejó.

Ariadna cojeando y refunfuñando por todo se metió al baño, se desmaquilló y lavó bien su cara, se deshizo el moño para hacerse una coleta de caballo y a la vez, sujetando su cabello con pinzas terminó haciéndose un moño alto de ballet como los que usaba Diana, desnudándose se metió a la ducha, colocó la pierna lastimada en un extremo para no mojar la venda y dejando que el agua la envolviera procedió a enjabonarse con su gel de flores y vainilla, deseaba borrar las huellas del malnacido que se había atrevido a tocarla, con el gel íntimo se lavó muy bien pero estaba furiosa, no entendía por qué le había pasado eso ni quién le había hecho eso, sentía su libido por el suelo, sus lágrimas comenzaron a rodar de nuevo y prefirió quedarse un buen rato bajo la regadera que le quitaba toda la espuma de su cuerpo. Al salir se envolvió con el albornoz y, al buscar en su maleta su pijama recordó que Frank volvería por lo que buscó un atuendo sport de mallas y camiseta, se perfumó con sus cremas y se acostó un momento, le dolía la rodilla. Al rato tocaron la puerta y al saber que era Frank se levantó y lentamente se dirigió a abrirla.

—Afortunadamente había servicio rápido —dijo al entrar con unas bolsas de plástico que traían las viandas de comida y unas botellas de jugo y agua—. Veo que estás un poco mejor.

—Más o menos —dijo sin remedio.

—Voy a poner todo esto aquí. —Se acercó a la mesa redonda de madera que adornaba cerca de la ventana—. Espero te guste lo que pedí.

Ariadna miraba a Frank bastante entusiasmado y con la intensión de que comieran juntos, negó exhalando en silencio y cerró la puerta, lentamente se acercó a la mesa y se sentó.

—¿Sientes que te ha ayudado el medicamento? —preguntó mientras disponía todo.

—Más o menos, ahora me duele la cabeza.

Frank la miró fijamente.

—Digo la verdad —insistió la chica.

—Bueno, no es para menos, supongo que en parte también es por el estómago vacío —abrió las bandejas y el aroma se expandió por toda la habitación.

—Que rico huele —dijo la chica observando todo y saboreándose.

—Pedí una ensalada verde porque sé que te gusta, aquí está la vinagreta que la acompaña —le dio el pequeño frasco de plástico y al extender la mano, Ariadna notó algo que no dudó en preguntar llenándola aún más de dudas.

—Frank ¿Y se golpe?

El hombre se detuvo y lo miró.

—Tienes un golpe en el dorso de tu mano, ¿Qué te pasó? —la chica le clavó los ojos seriamente.

—Cuando estaba intentando forcejear con el cierre… me di también un golpe en el picaporte de la puerta del baño —contestó bajando la cabeza.

—Pero es un golpe fuerte —insistió la chica.

—Bueno si, me dolió también, es más me durmió un poco la mano, pero lo que sucede es que… —se dirigió al baño para lavarse las manos y sentarse a comer.

Ariadna no sabía qué pensar, necesitaba controlarse y tener la cabeza fría, tampoco podía juzgar a la ligera y señalar a alguien sin tener pruebas.

—La sombra que me ves es alguna coagulación —regresó a la mesa y le mostró la mano—. Desde pequeño he tenido un problema con la sangre y cada golpe que me doy me aparece como mancha, con los días se me quita.

—¿Y tomas algo para eso?

—Tengo un tratamiento que lo tomo dos veces al año —el hombre se sentó.

—Aún así deberías tomar algo ahora o también ponerte un poco del ungüento que me dieron, puede inflamarse —insistió.

—Es posible que se inflame más adelante, gracias por la sugerencia y por preocuparte. —Frank la miró muy sonriente, deseaba darle confianza.

Ariadna intentó olvidar el asunto y abrió la vinagreta.

—También pedí dos tipos de carne —continuó Frank mientras preparaba todo—. Res y pollo, que vienen acompañados de arroz con vegetales y puré de papas, pedí unas brochetas de camarón al ajillo para mí y para ambos, una deliciosa tarta de crema, frambuesas y chocolate.

Ariadna no pudo evitar saborearse y sin querer se le abrió más el apetito.

—¿Te gusta? —preguntó Frank.

—Todo se ve muy delicioso —contestó.

—Afortunadamente me mandaron los platos, tenedores, cucharas, cuchillos y vasos desechables, peor es nada. ¿Qué deseas?

—Deja yo me sirvo —la chica se puso de pie.

—Ariadna déjame atenderte —la detuvo—. Quiero hacerlo, siéntate por favor, debes reposar.

—No estoy inválida —hizo pucheros.

—Sé que no lo estás pero si convaleciente, déjame hacerlo a mí, ¿Qué deseas que te sirva?

—Frank no hagas esfuerzos con tu mano, eso te puede molestar, déjame hacerlo.

—Yo soy hombre y puedo aguantar, además ya no me duele tanto, siéntate por favor yo te sirvo. ¿Qué prefieres comer?

Ariadna lo miró y se sentía más confundida, prefirió cooperar sin remedio, sabía que intentaba ganársela.

—Pollo y un poco de puré —contestó mientras se sentaba de nuevo y preparaba su ensalada con la vinagreta, se le hacía agua la boca.

—Muy bien, aquí está —le puso el plato a un lado de su ensalada.

—¿Me regalas una brocheta? —pidió con un poco de pena.

Frank sonrió y se sintió muy complacido por atenderla.

—Por supuesto —la colocó encima de la ensalada.

—Gracias —la chica se apresuró a sacar un camarón y a comérselo con gusto, le supo delicioso.

—Y decías que no tenías hambre —sonrió.

—Tanta delicia me abrió el apetito, es imposible resistirse.

—Afortunadamente hay un restaurante no muy lejos de aquí que está abierto las veinticuatro horas, me recomendaron su comida buffet, me proveyeron el número, llamé, me dijeron la especialidad de la “madrugada” y eso fue lo que pedí.

—Tienes buen gusto, la ensalada con la vinagreta está riquísima —la chica se comía la escarola con gusto—. Y los camarones mmmmm… que delicioso sabor tiene el ajillo, el pollo en crema se ve…. Y el cremoso puré mmmm….

Ariadna evitaba atragantarse, tenía hambre.

—Me alegra que te guste, pero tranquila, come despacio ¿Quieres jugo o agua?

—Las dos cosas —contestó ansiosa.

Frank procedió a preparar los vasos y a servir las bebidas, se preparó para comer también, estaba hambriento.

—Ya son casi las dos de la mañana —dijo Frank mirando su reloj—. Así que este día lo dedicarás a descansar, nos iremos por la tarde hacia Lyon.

—Era obvio que no iba a salir —le dijo la chica jugando con el puré.

—Ariadna ya no pienses en esa horrible experiencia que gracias a Dios no pasó a más, fuiste muy valiente, te admiro —levantó su vaso en señal de brindis por ella—. Como es obvio no voy a dejarte sola, llamaré a…

—Frank tú tienes que ir, yo no voy a ser una buena compañía, no debes quedarte conmigo, como dices quiero dormir lo suficiente, posiblemente me levante hasta el mediodía. Tú debes de terminar la agenda por el bien del museo.

—Ariadna no pienso dejarte sola, si algo te pasa…

—Estaré encerrada no te preocupes.

—Ariadna…

—Por favor Frank, no me trates como una niña.

—Entonces deja la necedad y no te comportes como una.

Se miraron fijamente y en ese momento tocaron la puerta, ambos la miraron y Frank se levantó para ver quién era.

—¿Quién? —preguntó seriamente.

—Frank soy yo, ya llegamos del museo.

Era Charles y algunos miembros de la comitiva, incluyendo a Jean, Frank miró a la chica y abrió la puerta.

—Vaya no me esperaba que estuvieras aquí, llevo ratos tocando a tu puerta —dijo cuando él y los demás entraban a la habitación, Jean se apresuró a buscar a Ariadna.

—¿Cómo estás? —le preguntó solícitamente.

Frank comenzaba a fastidiarse de nuevo, el chico era una evidente molestia para él.

—Mejor, gracias. —Ariadna se limpiaba la boca con la servilleta.

—Bueno veo que llegamos en un mal momento —insistió el supervisor—. Sólo queríamos saber cómo seguía Ariadna.

—Pues al menos ahora está con apetito, gracias a Dios la pronta intervención en la clínica fue rápida y pudimos regresar sin problemas —dijo Frank.

—¿Te revisaron? —susurró Jean a la chica, ella lo miró apenada.

—Me hicieron unas radiografías en la rodilla y me la vendaron para moverla lo menos posible —contestó.

—Me alegra verte mejor Ariadna —le dijo Catherine acercándose a ella—. Es bueno que mantengas el apetito.

—Gracias Catherine, fue idea del señor Sutherland y algo que agradezco.

—Bueno tuve que obligarla a comer, no quería. —Frank sonrió.

—Bueno al menos veo que estás bien —le dijo Charles al notarla—. Vine también para decirte que por la mañana vendrá un inspector de la policía a tomar tu declaración, debes decir lo que nos dijiste a todos exactamente.

—Gracias, estaré pendiente —asentó la chica.

—Aprovecho también para avisarte que como ella tiene reposo yo me quedaré por lo que se le pueda ofrecer —le dijo Frank a Charles—. Siendo así no los acompañaré al recorrido que se tenía previsto, tendrán que prescindir de nosotros.

—Está bien Frank, te entiendo y no es para menos, pero te recuerdo que deben de tener el equipaje listo porque regresamos a París a las cinco de la tarde para irnos de paso hasta Lyon, llegaremos allá pasada la media noche.

—Claro, estaremos listos.

—En ese caso vámonos a descansar grupo —dijo el hombre dando un largo bostezo y dirigiéndose a la puerta—. La verdad estoy muy cansado y debemos reponer fuerzas para el día.

—Descansa Ariadna. —Catherine se despidió besando su mejilla.

—Igual, gracias.

—Te voy a extrañar durante el día —susurró Jean a la chica tomando su mano para besarla como un caballero de antaño cuando se quedaron solos—. Esperaré ansioso verte por la tarde para regresar juntos.

Ariadna intentó sonreír asintiendo sin decir nada más, todos salieron dejándolos solos de nuevo.

—Bueno —dijo Frank sentándose a la mesa de nuevo—. Terminemos de comer en paz para que podamos descansar.

Ariadna volvió a asentir de nuevo sintiéndose melancólica, comiéndose su ensalada pensaba en el chico y en la preocupación que demostraba al igual que Frank ¿Serán genuinos? —se preguntaba en silencio, debía espantar toda duda si deseaba vivir en paz, intentó disimular y comer tranquilamente, era la única opción que por los momentos tenía.