Capítulo
40
La chica no había parado de llorar desde que regresó a la habitación y se metió a la cama, estaba completamente decepcionada del hombre que con el que iba a casarse, conocía la naturaleza candente de Lucas pero nunca se imaginó que en las primeras andanzas la hubiera olvidado tan fácilmente buscando consuelo con otra y menos con una niña y para colmo no cualquier chica sino la hija de su jefa, con la que no sólo disfrutó un romance abiertamente en la playa sino a la que también asesinó. Ariadna temblaba asustada al imaginarse eso, no lo podía creer, no le entraba en la cabeza el que su ex fuera un asesino, no entendía nada, no podía pensar ni sacar sus propias conclusiones, sabía del carácter temperamental de él pero de eso a matar a alguien había un abismo y prefería creer que todo se trataba de una equivocación, rogaba con todo su corazón que nada fuera verdad y que pudiera salir libre, a pesar de todo, lo que una vez sintió por él la movía aunque no lo merecía. Pensó en Andrew y en Emma, sus pobres ex suegros y lo que deberían estar pasando, la vergüenza que era para ellos ese asunto y en cómo lo estarían sobrellevando no podía imaginarlo, sin duda el buen nombre de la familia Farrell estaba en el fango. Pensando y pensando y tratando de calmarse sin saber cómo se quedó un momento dormida, esa mañana prefirió pasarla encerrada en su habitación.
A las once se levantó y después de comer sólo un pequeño tazón de frutas y jugo decidió enviar parte de su ropa sucia a la tintorería del hotel. Quiso ir un momento al gimnasio del mismo, necesitaba ejercitarse y sacar de su cabeza todo el malestar que sentía, necesitaba correr y dejar fluir todo y la máquina de trotar le ayudaría, se vistió de manera sport, se hizo una coleta de caballo y bajó al gym, necesitaba distraerse.
Después de estar un rato en la bicicleta, con la pesas y el trotador y mientras secaba el sudor de su cuello y bebía un poco de agua alguien la sacó de su ensimismamiento.
—¿Signorina Warren?
Ariadna reaccionó y lo miró, exhaló poniendo los ojos en blanco.
—Otra vez usted.
—Lo siento, sólo sigo órdenes.
La chica resopló.
—¿Y qué quiere su jefe ahora? —preguntó sin rodeos.
—Que acepte una invitación para almorzar con él.
—Espere, espere… —Ariadna sacudió la cabeza—. ¿El señor Di Gennaro está en Roma también?
—Así es, esperaba verla en la exposición en el museo pero el notar su ausencia creyó que seguía sintiéndose mal, luego supo la verdadera razón de su malestar.
—¿Qué supo qué…?
—Será mejor que lo hable con él personalmente, el signore sólo le pide una hora si después nada queda claro entonces promete dejarla en paz y no volver a molestarla.
Ariadna levantó una ceja evitando torcer la boca, prefirió morderse el labio.
—Siento que me he convertido en una especie de capricho para su jefe y al parecer va a cumplir su palabra de no dejarme en paz si no accedo a hablar con él.
El hombre la miró fijamente sin decir nada más.
—¿Y dónde es el almuerzo? —preguntó resignada.
—El señor ha reservado un ala privada en uno de los más exclusivos restaurantes de la ciudad, yo mismo tengo órdenes de llevarla.
Ariadna miró su reloj.
—El señor la espera en aproximadamente hora y media —insistió el hombre—. Si gusta puede subir a su habitación y prepararse, la esperaré en el lobby.
La chica negó con la cabeza y resopló.
—Está bien, trataré de ser rápida.
Salió del gym y subió a su habitación.
Después de la ducha y mientras se arreglaba secando su cabello, Ariadna no dejaba de pensar en él, tenía que tener la cabeza fría aunque en el fondo el deseo de algo más le quemara, tenía claro que no era su adorado Cavill, pero era lo más parecido a él en kilómetros a la redonda, a decir verdad era lo más idéntico a él en el mundo entero y eso al menos lo debía de agradecer. Pensó en su querido Flavio y en el infarto que le daría cuando lo conociera, no estaba segura de su reacción, obvio se iba a enamorar de él también pero lastimosamente para él, el artista no era gay así que la chica ganaba terreno en ese aspecto y por lo tanto, no iba a compartirlo como Flavio le había dicho. Pensaba en Ángelo y sabía que era un capricho para él, sabía que deseaba desquitarse las majaderías que le había hecho, tenía claro que seguramente lo único que deseaba era el revolcón en su cama y nada más y por eso se sintió mal, pensar que los hombres sólo buscaban eso en ella la frustraba y sin quererlo volvió a pensar en Lucas, le dolía en lo más profundo lo que le había hecho y por un momento consideró la posibilidad de desquitarse y de tener una aventura bajo el cielo de Italia con alguien que seguramente estaba más que dispuesto en complacerla y con el que reconocía, podía disfrutar de ese encuentro aunque después llegara el arrepentimiento. Se miró con su atuendo de traje pantalón negro y top rojo a juego con su cabello, el cual sujetó con una coleta baja al lado izquierdo de la nuca, una fina capa de base en su rostro, rímel, sombras oscuras y su tradicional brillo de cerezas le dieron el toque a su maquillaje, se perfumó y calzándose con sus tacones altos y relucientes, cogió su bolso de cuero negro y salió de su habitación para encontrarse con Logan que la esperaba. Se sorprendió al salir junto con él ya que un lujoso y reluciente “Alfa Romeo novità” de color negro y polarizado la llevaría con el artista, un lujo que consideraba demasiado para ella. A medida que avanzaban en lo único que pensaba era en que un iba a poner las cosas claras con el pintor y esperaba que esta vez el asunto terminara mejor que la última vez, el lujo que aún no conocía de él no la impresionaba.
Al llegar al restaurante el auto se desvió a un estacionamiento subterráneo y privado para evitar que los paparazzi que seguían constantemente al pintor los molestaran y comenzaran a sacar conclusiones como lo hizo la prensa en Lyon. Resguardada por Logan y otros dos guardaespaldas Ariadna fue conducida hacia el interior del restaurante, la chica comenzaba a asustarse y no sabía la magnitud del terreno que estaba pisando, ese hombre era
demasiado importante, demasiado rico como para pasar desapercibido y comenzaba a sentirse una insignificante
mortal que estaba siendo seducida por un dios griego que había descendido del Olimpo sólo para pasar un rato con ella, las alturas en las que el artista estaba le hacían poca gracia a la chica.
Subiendo por unos ascensores por fin entraron al área privada en donde —a pesar de ser de día pero por los ventanales de cristal ahumados— las luces tenues y la maravillosa vista a la ciudad eterna la saludaba. La suave música de Vivaldi sonaba en invisibles parlantes que no era capaz de ubicar y en una mesa exclusivamente dispuesta para ellos la esperaba el pintor que estaba junto con otros guardaespaldas y tres meseros que los iban a asistir.
—Me alegra verla señorita Warren —le dijo el hombre muy sonriente de impecable traje oscuro poniéndose de pie al verla, Ariadna intentó disimular pero el porte del hombre le sacudía todo.
—Me preguntó qué habría pasado con todo esto si no hubiera accedido a la sugerencia de su… guarda espalda —le dijo la chica seriamente.
—Hubiera llevado el restaurante hasta la habitación de su hotel, ese no es ningún problema —contestó el pintor de lo más fresco extendiéndole la mano.
Ariadna lo miró fijamente y no quiso ser descortés, al aceptarla él como todo un caballero —el caballero que no era para Ariadna— besó su dorso con delicadeza como la primera vez.
—Gracias Logan —dijo seriamente—. Pueden retirarse todos.
Los guardaespaldas asentaron respetuosamente y salieron del recinto, los meseros se metieron por una puerta a una de las habitaciones contiguas que Ariadna dedujo era la salida a la cocina o algo así. Ángelo sacó una silla y la invitó a sentarse, ella obedeció, gentilmente él le acomodó la misma y luego le sirvió un poco de vino tinto.
—Gracias por las atenciones señor Di Gennaro pero por favor ahórrese todo este preámbulo y dígame que es lo que quiere de mí. —Le soltó la chica sin rodeos, el hombre la miró levantando una ceja.
—Veo que no la impresiono señorita Warren —dijo el hombre bebiendo un poco de su copa y saboreándose, estando de pie tenía una tentadora y maravillosa vista a los pechos de ella—. Al parecer no doy una con usted, definitivamente no es…
Ariadna lo miró seriamente sabiendo lo que iba a decir.
—Veo que no es usted una persona cualquiera —se sentó resignado.
—No soy una mujer cualquiera —lo corrigió—. No como las que supongo que usted está acostumbrado a tratar.
—No, definitivamente no es cómo las que he conocido.
Ariadna evitó tensar la mandíbula, por alguna tonta razón le daba celos pensar eso.
—Por favor dígame de una vez a qué nombre le hago el cheque —le dijo la chica evitando sentirse avergonzada, el hombre sonrió.
—No es necesario, dejémoslo así.
—No, no voy a dejarlo así, no quiero deberle nada, usted hizo un gasto innecesario.
—Un gasto que le recuerdo que usted no pidió.
—Y una deuda que le recuerdo usted me dijo que mi sentido común me obligaría a pagar, pues aquí estoy.
—Señorita Warren es usted admirable y debido a su gesto debo decirle que… no tiene que pagarme las rosas que lanzó a la basura.
—Pero la joya que dice sí y reconozco que eso me ha quitado la paz.
Ángelo curvó sus labios y bebió de nuevo.
—¿Por qué la risa? —Ariadna lo miró desconcertada—. ¿Una joya de brillantes no es nada para usted? Ah… ya sé, dos mil euros para un hombre como usted es como quitarle un pelo a un gato.
—No hay ninguna joya.
—¿Cómo? —Ariadna levantó una ceja.
—Lo siento, fue una broma que quise jugarle como castigo a su comportamiento, sabía que eso no la dejaría dormir. —Ángelo no pudo evitar reírse.
Ariadna exhaló y achinó los ojos, sentirse objeto de bromas y burlas no estaba en sus planes y poniéndose de pie intentó dejar la velada pero Ángelo fue más ágil y la sujetó del brazo, de la cintura y la pegó a su cuerpo, Ariadna sintió la fortaleza de piedra que era su pecho y se aturdió un poco sintiendo el aroma de su masculina fragancia.
—¡Suélteme! —ordenó la chica conteniendo su enojo.
—¿Siempre eres así de infantil? ¿Eres una niña o una mujer?
Ariadna lo miró fijamente, estaba molesta por creerla niña, ese juego de “tú y usted” la estaba mareando pero al perderse en el azul de su mirada sintió que su orgullo comenzaba a pasar a un segundo plano, tensó la mandíbula.
—Le debo una disculpa señorita Warren —susurró el hombre casi en su boca, él deseaba probarla—. Perdón por la broma, no me debe nada, fueron unas simples flores nada más, lo siento, como tampoco se le ocurra quererme pagar los gastos de la clínica.
—¿Clínica? —la chica lo miró desconcertada sin entender, el hombre tampoco entendía su actitud.
—Sí —contestó levantando una ceja.
—¿Se refiere a la clínica en Milán?
EL hombre frunció el ceño, no quería entrar en detalles.
—Conteste —insistió la chica.
—Creí que lo sabía.
—Creí que Frank… que el museo se había hecho cargo del gasto.
—Pues no y veo que el señor parece saludar con sombrero ajeno y quedar como un héroe ante usted —le dijo con sarcasmo.
Ariadna resopló conteniendo su enojo, necesitaba coger algo y quebrarlo, el que le vieran la cara de tonta la enfurecía pero seguía en los brazos del pintor y él parecía no querer soltarla.
—Lo siento —insistió el hombre—. Lo de la clínica corrió por mi cuenta, el médico que la atendió es amigo mío.
—¿Tengo cara de trabajar en un circo señor Di Gennaro? —le preguntó seriamente.
—¿Perdón? —frunció el ceño.
—Ya estoy harta de que los hombres quieran jugar conmigo, ¿Me cree tan divertida para eso?
El hombre la miró seriamente, la tenía en sus brazos, evitaba saborearse, deseaba besarla pero ese comentario no lo esperaba y sin querer, le caló el corazón porque sabía que él estaba en esa lista de los que querían burlarse de ella.
—Lo siento. —Se disculpó soltándola y mostrándole de nuevo la silla para que se sentara—. Reconozco que seguramente soy uno de los idiotas que tiene en su lista negra.
Ariadna sin decir nada seriamente se sentó y luego él la secundó.
—La verdad creí que… el francés —continuó tragando en seco—. Creí que era algo suyo, lo siento, Logan la miró sin querer, cualquiera pudo interpretar mal las cosas y yo fui uno de ellos.
—El “francés” como lo llama es sólo un amigo que… creyó que le daría una oportunidad.
Ángelo la miró fijamente al menos agradecía que ese malentendido se aclarara.
—Lamento haberla hecho sentir mal, no tenía ningún derecho, sé que no lo merezco y está en todo su derecho de odiarme por eso, creo que comenzamos mal, no era lo que Stephanía esperaba de nosotros, bueno, no era lo que esperaba de mí, seguramente la decepcioné.
Ángelo bebió un poco más de vino y Ariadna no sabía qué pensar de él.
—En sí ¿Qué es lo que quiere de mí señor Di Gennaro? —insistió la chica—. Aún no me lo dice.
—Obviamente conocerla y que me vea como lo que soy y no como el doble de un actor de cine, no me gusta que me confundan ni que me comparen, sé que tiene más hermanas, que es gemela y que nació en Ontario, quiero conocerla, sus comentarios sobre el arte me gustan, me agrada su forma de expresarse, no sólo por lo que me dijo a mí en Lyon sino por su manera de desenvolverse en Uffizi.
La chica abrió los ojos apenada, el hombre literalmente la había escaneado.
—¿Estuvo usted allí? —intentó obviar tontamente lo demás.
—Sí.
—Creí que sólo había sido en el almuerzo.
—Pues como ve he seguido sus pasos señorita Warren, bueno la verdad es que tenía compromisos, los tengo en los museos donde ustedes se van a presentar, hoy casualmente me extrañó no verla en el museo de Roma, pero también supe los motivos.
La chica tragó en secó y bajó la cabeza, estaba avergonzada.
—¿Y qué es lo que sabe? —preguntó la chica bebiendo por fin un poco de su vino.
—Todo.
—¿Todo? —evitó atragantarse.
—Así es, conozco la delicada situación que envuelve a su museo, bueno, lo sucedido a su jefa, lo siento, como también ya supe que el individuo…
—Por favor, no quiero hablar sobre eso. —La chica lo interrumpió sintiendo un dolor en el estómago.
—Ariadna… —el hombre sujetó su mano—. Usted nada tiene que ver y debería agradecer haberse liberado de ese idiota, no es hombre para usted.
—Lo siento señor Di Gennaro. —La chica se puso de pie—. Quiero irme…
—No por favor. —Ángelo la detuvo volviendo a sujetarla de la cintura, ella se estremeció—. Aún no hemos terminado, quiero que las cosas queden bien claras entre nosotros.
—Ese “nosotros” se da para malas interpretaciones. —Ariadna lo miró fijamente—. ¿Desmintió a la prensa de Lyon que yo no era otra conquista?
Ángeló exhaló.
—Supongo que sabe de lo que hablo, los periódicos se llenaron los bolsillos sacando provecho de la velada, eso me ofende también.
—Está bien, voy a desmentir todo la próxima vez, no acostumbro dar cuentas de mis actos a nadie y mucho menos a la prensa pero si eso la hace feliz lo haré, ¿contenta?
Ariadna lo miró sin saber si creer en él o no, él le clavó los ojos evitando un mal disimulado suspiro, se sentía muy atraído por ella.
—¿Continuamos con el almuerzo por favor? —Le mostró la silla de nuevo—. Aún tenemos mucho de qué hablar.
Ariadna exhaló y obedeció sin oponer resistencia, por alguna razón se sentía bien en sus brazos y ese acercamiento comenzaba a agradarle, Ángelo era un hombre completo y ella evitaba llevar sus pensamientos más allá pero lo reconocía, necesitaba a un hombre como él en su vida, no por sus lujos ni su glamur que la asustaban sino por la protección que sentía con él y eso la tranquilizaba.