Capítulo
37
Faltaba poco tiempo para abordar el avión que los llevaría a Florencia, su primer parada en Italia y Ariadna no miraba las horas de salir de Francia y dejar esa experiencia atrás. Mientras ella junto con Frank y los demás miembros de la delegación esperaban el llamado alguien le gritó, la chica giró la cara y evitó exhalar al verlo, era Jean, Frank también lo miró y él si puso los ojos en blanco soltando el aire, aún en el último momento su fastidio francés no lo dejaba en paz.
—Esto es el colmo —resopló molesto—. ¿Ni siquiera en el último minuto va a dejarte en paz ese tipo?
—Seguramente vino a despedirse —la chica se levantó de su silla—. Iré a ver qué quiere.
—Pero Ariadna…
—Ya regreso Frank.
La chica se encaminó decididamente hacia el hombre que no podía pasar a la sala donde ella estaba, sólo unas cintas los separaban del lugar reservado para los que ya estaban a punto de abordar.
—¿Qué haces aquí Jean?
—No podía dejarte ir sin al menos despedirte.
—Gracias.
—Ariadna por favor perdóname, lamento mi comportamiento de anoche, te juro que no volverá a pasar pero por favor no me prives de tu amistad al menos.
La chica suspiró y reconocía que al menos él la había besado para hacerla sentir especial pero debido a eso, otro interpretó las cosas a su manera y ahora ya no valía de nada el querer arreglar las cosas.
—Reconozco que tú has sido lo mejor de este viaje a Francia —le dijo la chica haciendo a un lado su molestia—. Prefiero recordar los momentos agradables contigo, gracias por tu amistad, gracias por haber sido mi guía y traductor, gracias por haber intentado hacer de mi estadía en Francia más agradable.
—Al menos creo que logré algo, no lo que hubiera querido pero al menos tus palabras son ganancia.
—Mira, esta es mi tarjeta, ahí están todos mis datos, podemos seguir en contacto por email si lo quieres, siempre es bueno contar con alguien en un país extranjero y aunque en mis planes no está el volver a Francia nunca se sabe cuándo podré necesitar de un traductor personal.
El chico sujetó la tarjeta y sonrió, sabía que debía conformarse sólo con eso. En ese momento en las bocinas sonó el primer llamado para abordar, en unos minutos ya todo se acabaría.
—Lo siento Jean, lamento no haber sido lo que esperabas —continúo la chica al verlo melancólico—. Sé que eres una buena persona, lástima que no te vi de la manera en la que deseabas ser visto.
—No tienes porqué disculparte la culpa ha sido mía —suspiró—. Desde el principio supe que tu listón estaba demasiado alto y a cada minuto cualquier cosa insistía en recordármelo, el tonto fui yo por hacer castillos en el aire.
La chica se acercó y sujetando su cara le dio un beso en la mejilla, luego lo miró fijamente.
—No tienes porque menospreciarte, como persona vales mucho y yo no soy inalcanzable sólo difícil, mi última experiencia aún me duele y necesito sanar esas heridas, no mereces que te utilice sólo para eso, quiero irme con el recuerdo de un buen amigo ¿sí?
—Espero volver a verte.
—Sólo el tiempo lo dirá, al menos te queda el orgullo de presumir que me besaste, fuiste el único después de mi ex que lo ha hecho.
—Fue un beso robado, creo que no cuenta.
—Pero fue un beso, ¿Qué no te halaga?
—De nada sirve si sólo yo sentí que la tierra dejó de girar en ese instante.
—Jean…
En ese momento el segundo llamado sonó y ambos exhalaron.
—Debo irme —suspiró Ariadna—. Ya en poco tiempo estaré en Italia y Francia habrá quedado atrás.
El chico bajó la cabeza no podía ocultar su tristeza.
—Francia habrá quedado atrás pero no un amigo. —Ariadna levantó su cara para animarlo—. De nuevo gracias por todo.
Jean asentó y sujetando su mano la besó, era su última oportunidad para demostrar su encanto francés y lo hizo.
—Au revoir mademoiselle Warren, fue un enorme placer haberla conocido.
—Au revoir monsieur Fournier, lo mismo digo —la chica le regaló una sonrisa antes de apartarse.
Ambos se miraron sin decir nada más y ese silencio fue su despedida, ella caminó a su lugar y él no tuvo más remedio que ver a su estrella alejarse.
Cuando ya estaban listos en sus asientos Frank repasó en una libreta el itinerario de lo que sería su estadía en Italia, pero notaba la actitud cortante de la chica con él como siempre y sabía que su comentario también la había ofendido.
—Ariadna te pido que perdones mi comentario y mi falta de delicadeza en el hotel —le dijo exhalando y tragándose su orgullo—. Sé que… lo que menos esperabas era otro sermón.
La chica no dejaba de ver por la ventana su semblante triste no le gustaba a Frank.
—Ariadna…
—Prefiero olvidarlo, al parecer la lista de los que me ofenden no mengua, voy a mantenerme al margen de todo.
—Ariadna te prometo que no volverá a pasar, todo lo que he hecho hasta el momento es agradarte, hacerte sentir bien pero me molesta enormemente que te vean como un objeto nada más, eres mucho más que eso.
La chica prefería callar.
—Prometo compensarte y hacerte olvidar el mal rato —le dijo dándole unas palmaditas en la mano, la chica lo miró—. Además ya dentro de poco Francia quedará atrás y en poco tiempo estaremos bajo el cielo renacentista de Florencia, otro aire, otro ambiente, cuenta nueva ¿Te parece?
La chica se encogió de hombros y suspiró, al ver que Frank repasaba en la agenda sobre Italia prefirió preguntar.
—¿Qué nos espera?
—Florencia, Milán y Roma, la primera parada de la agenda como era de esperarse es la “Galleria degli Uffizi” a las seis de la tarde, llegaremos en aproximadamente hora y media al aeropuerto Amerigo Vespucci e iremos directo al hotel, luego mañana tenemos otros recorridos por “Galleria dell'Accademia” en donde podrás ver de cerca al famoso David de Miguel Ángel, pero no te emociones tanto es sólo una escultura.
Ariadna curvó sus labios y Frank se sintió complacido por haberla hecho sonreír.
—Iremos también al “Palazzo Pitti” —continuó un poco más animado—. El cual es netamente renacentista y creo que nos darán un almuerzo en el “Giardino di Boboli” luego iremos a la capilla de los Médici, hay mucho que ver en Florencia pero lastimosamente no tenemos mucho tiempo, pero haremos de nuestra labor turística algo fascinante, podemos escapar un poco de la agenda y conocer el centro histórico, Il duomo di Santa María del Fiore, el ponte Vecchio y el palacio del mismo nombre que posee una colección de arte también, pasar por el museo del Bargello, el puente de la Santa Trinidad en fin, la ciudad es fascinante podría quedarme a vivir ahí.
—Tu entusiasmo me contagia, bueno ahora tendré que estudiar lo que aprendí de italiano, voy a dejar atrás el Bon jour por el Boungiorno.
—Me gusta el acento con el que lo mencionas —le dijo Frank mirándola fijamente—. Aprendes rápido las pronunciaciones.
Ariadna lo miró también y por un momento se sintió bien, por alguna razón comenzaba a sentirse bien en la compañía de Frank y supo a qué se debía.
—Lo mismo digo Frank, gracias, tú también hablas muy bien el idioma.
—Grazie, también lo estudié junto con el francés.
—Debo reconocer que a pesar de todo, tu seriedad, tu carácter, eres tú como persona lo que me ha hecho sentir mejor en este viaje —confesó la chica—. Te agradezco que me respetes y me des mi lugar, creo que… de verdad tú me ves de manera diferente y me lo has demostrado.
El hombre sintió arpas celestiales en las palabras de la chica, sintió que su sueño de tenerla estaba muy cerca, sonrió con satisfacción y atreviéndose a tomar su mano la besó sin dudarlo.
—Ariadna creo que te he dejado más que claro lo que tú significas para mí.
La chica se asustó un poco, aún no estaba lista para dar más confianza y que él se hiciera ilusiones.
—Frank no malinterpretes…
—Sh… —puso su índice en su boca—. Sé que no estoy malinterpretando nada, pero lo que acabas de decir ha sido música para mis oídos, sé lo que quisiste decir y quiero escucharlo de tus labios, por favor, dilo.
—Lo que quise decir es que tú me has tratado como una dama, seguramente como la dama que no soy pero tú me haces sentir que puedo serlo, gracias por respetarme y darme un lugar que posiblemente no merezco, el que me hagas sentir de esa manera me halaga y debo de reconocerlo también me gusta, me gusta el sentirme valorada, pero sólo es eso, por favor no pienses nada más.
—Bueno por algo se empieza ¿no crees? Me alegra que me estés conociendo y veas que no soy el ogro que creías, simplemente quiero que te sientas bien.
La chica se limitó a sonreír y él a devolverle la mano, el Air France con destino a Italia estaba a punto de despegar.
Florencia era un ambiente único y fascinante, situada en la región de la Toscana es cuna del renacimiento, de pintores, escritores, escultores y arquitectos, es conocida mundialmente por su patrimonio artístico y arquitectónico, para los amantes del arte es como sentirse pez en el agua. Al llegar un autobús especialmente dispuesto para la delegación americana los llevó directo al hotel, el “St. Regis Florence” que los esperaba. Todos los miembros estaban encantados con la belleza interna del hotel, era otro mundo, era como volver el tiempo, los frescos renacentistas estaban por todas partes, la iluminación era perfecta, todo era de exquisito gusto y Ariadna sentía estar en un cuento de verdad. Cuando entraron a sus habitaciones no podía creer el lujo que representaba y se sintió una princesa al ver el esplendor de la recámara, la de ella y la de Frank no eran las mismas de los demás, una enorme cama con dosel, finas alfombras, muebles de lujo y un precioso candelabro de perfecta luz la tenía extasiada pero al notar un hermoso arreglo de rosas rojas la sonrisa se le borró, se acercó al ramo buscando la tarjeta y al encontrarla la leyó:
“Porque te mereces todo esto y más, si tú quisieras nada sería suficiente para mí y pondría todo lo que soy a tus pies, de nuevo discúlpame”
F.S.
La chica abrió la boca sin poder creerlo, las rosas eran regalo de Frank y no sabía cómo tomar todo eso, sintió que el lujo de las habitaciones era por parte de él también.
—¿Te gusta? —preguntó el hombre entrando a la habitación notando que la chica ya había leído la tarjeta.
—Me he quedado sin aliento, no esperaba esto ¿Es de tu parte?
El hombre sonrió y se acercó a ella, sacó una rosa del arreglo, la besó y se la ofreció, Ariadna sin saber cómo la aceptó.
—Se trata de un arreglo no te preocupes, el museo sufraga los gastos y yo sólo pongo la diferencia, creo que mereces toda la comodidad del mundo.
—Frank yo… —la chica no sabía qué hacer—. ¿No crees que es mucho lujo para una noche?
—Una o dos, no me importa —la miró fijamente.
—¿Por qué Frank? ¿Por qué haces todo esto?
—Creo que es muy obvio ¿no te parece? —el hombre acarició con su índice el contorno de la cara de la chica, ella sin saber porqué se dejó tocar, se miraron fijamente.
—Frank, esto no está bien. —Se separó un momento reaccionando—. Ya demasiadas habladurías hay, no quiero más, creo que es suficiente que me crean… una mujer indecente que viaja sola con un hombre mayor aunque sea por trabajo.
—Ariadna lo que los demás piensen no importa, eres libre yo también, soy tu jefe, eres mi asistente, tenemos un trato laboral y profesional que hasta el momento hemos respetado, así que no hay nada de qué avergonzarse ¿o sí?
La chica negó bajando la cabeza, en ese momento le sonó el móvil a Frank.
—Sí Charles —contestó sin dejar de ver a Ariadna.
La chica disimuló y prefirió inspeccionar hasta las lujosas cortinas de la habitación, alguna imperfección debía encontrarles, cualquier cosa le servía de excusa para evitar a Frank cosa que ya no le estaba resultando.
—Está bien, enseguida bajamos —colgó y se dirigió a la chica—. En quince minutos nos esperan en la recepción, tenemos un almuerzo de grupo, algunos representantes de los museos que visitaremos estarán presentes, así que instálate rápido, pasaré por ti después.
—Está bien —asentó sin decir nada más, Frank se apresuró a la puerta y saliendo la dejó.
Ariadna soltó todo el aire que retenía y se dejó caer sentada en la alfombra, necesitaba respirar y asimilar lo que estaba pasando, Frank la estaba cortejando abiertamente y eso le daba temor, sabía que no estaba haciendo las cosas por “buena voluntad” y esperaba algo a cambio; a ella misma, respiró aceleradamente y trató de controlarse y pensar con claridad, debía saber cómo actuar y no dejarse llevar por las atenciones del hombre para con ella por mucho que le gustaran. Se levantó y rápidamente colocó la flor en el arreglo de nuevo, luego buscó en su equipaje ropa limpia y se metió al baño para darse una ducha rápida, al terminar se arregló y preparó para cumplir el compromiso del almuerzo en los que los representantes italianos estarían presentes para darles la bienvenida.
Después del almuerzo donde todos pudieron conocerse, la delegación y los representantes italianos así como algunos traductores que los acompañaban se dirigieron a la galería Uffizi para comenzar el recorrido, había un área destinada para hacer las presentaciones de los museos norteamericanos en el cielo italiano y de la misma manera como lo hicieron en el d’Orsay de igual forma lo hicieron en el Uffizi, desde Da Vinci hasta Rembrandt, desde Velázquez hasta Van Dick, desde Caravaggio hasta Goya, para todos los involucrados que visitaban el lugar el recinto fue algo fascinante y el compartir sobre el arte renacentista en la ciudad cuna de la misma llenó de emoción a Ariadna quien como lo había hecho con anterioridad se adueñó del micrófono y brilló en su presentación como sólo ella lo sabía hacer. Cuando terminaron, todos los presentes disfrutaron de un tiempo de compañerismo y de bocadillos en un coffee break ofrecido por el mismo director para ellos, ya que después degustarían de una cena todos en grupo en uno de los más prestigiosos restaurantes de la ciudad. Mientras Ariadna y Frank disfrutaban de una charla con los demás cambiando impresiones su móvil sonó, al ver el número supo que no era el mismo desconocido que la había llamado en la mañana, tragó en seco e ignoró la llamada, al momento cuando intentaba recuperar la plática volvió a sonar y su fastidio fue más que evidente.
—¿Pasa algo Ariadna? —le preguntó Frank.
—No, nada.
—Entonces por qué no contestas ¿Quién te llama?
—Número desconocido por eso no contesto.
—Quieres que conteste por ti.
—No, no es necesario, seguramente es algún número equivocado.
En ese momento volvió a sonar y la chica exhaló.
—Voy a ver quién es —dijo apartándose del grupo a otro rincón de la sala, la mano que sujetaba el móvil le temblaba.
Frank la miró alejarse pero prefirió darle su espacio.
—Diga —contestó la chica con reservas.
—¿Signorina Warren?
—Sí.
—Soy Logan la llamo de parte del signore Di Gennaro.
La chica tosió tratando de disimular, ese nombre comenzaba a darle terror.
—Lo escucho —contestó en un hilo de voz.
—El signore desea que lo acompañe a cenar esta noche.
Ariadna abrió la boca y evitó atragantarse de nuevo “¿A cenar?” —pensó asustada.
—No entiendo ¿Cómo que a cenar?
—Así es signorina, el signore se encuentra en Florencia también.
Ariadna resopló.
—Lo siento, dígale a su jefe que no puedo acompañarlo, tengo una cena de compromiso con mi grupo de Norteamérica y no los puedo dejar, será para otra ocasión.
—Pero…
—Lo siento —la chica no dijo más y colgó.
Sentía la piel helada, estaba nerviosa, sabía que ese hombre buscaba cobrarse la bofetada, las rosas y la dichosa joya que de sólo recordar que la había lanzado al camión de la basura le comenzaba un dolor de estómago, no sabía qué hacer ni cómo actuar sólo tenía claro una sola cosa como él se lo había dicho; buscar la manera de saldar esa deuda y no deberle nada.