Capítulo
33
Los actos de presentación duraron alrededor de cuarenta minutos, entre las imágines visuales se iba conociendo el arte de los museos amigos que estaban esa noche allí, así que hubo un momento en el que la delegación americana fue llamada y todos tuvieron que acceder al escenario principal para ser presentados. Entre los tacones y el dolor de la rodilla Ariadna caminaba a paso lento tratando de disimular, siempre apoyada por el brazo de Frank quien no desaprovechaba la menor oportunidad sabiendo que las cámaras de televisión estaban allí listas en su transmisión en vivo.
Cuando subieron Ariadna se sintió un poco nerviosa al estar las luces del escenario enfocadas en ellos y en las mesas la luz tenue de los candelabros apenas y dejaba ver a los demás invitados, no lograba enfocar bien su vista y sólo esperaba no hablar porque poco le gustaba hacerlo a ciegas, cuando hablaba deseaba ver a los presentes para observar sus expresiones y atención y en la parcial oscuridad era como hablar con sombras sin saber si le ponían atención o no a lo que ella decía, el contacto visual era muy importante para ella.
—La delegación americana ha dicho presente a la invitación del congreso de arte europeo “Unidos por amor al arte” que literalmente nos une por la pasión que demostramos en nuestra labor a través de los distintos museos —dijo el orador que los presentaba—. New York, Chicago, Los Ángeles, Ontario, Miami, Boston, Toronto, Otawa y el distrito federal de México nos acompañan esta noche desde América para tener ese acercamiento y compartir el conocimiento que nos muestran desde América para el mundo nuestros museos amigos.
El orador estaba inspirado en las palabras que decía y en la presentación de las personas, cuando mencionó cada nombre de la persona invitada obviamente la misma saludaba levantando sus manos al sonoro aplauso de los invitados que los hacía sentir importantes. Cuando todos bajaron del estrado y regresaron a sus lugares fue turno —como último punto antes de la cena— de la presentación que todos esperaban con ansias.
—El museo de bellas artes de la ciudad de Lyon se complace en presentar a nuestro distinguido invitado de honor —dijo la directora del museo después de dar la bienvenida a todos—. Pido un caluroso aplauso para el gran artista del arte italiano que esta noche nos acompaña deleitándonos con su presencia y su arte, bienvenido Ángelo Di Gennaro.
Los aplausos no se hicieron esperar así como también los masivos flashes de las cámaras fotográficas, los micrófonos y las mismas cámaras de televisión que se agolparon muy cerca del escenario para tener todas las primicias de él en todos sus ángulos. Cuando subió al escenario y comenzó a saludar a los que estaban allí antes de pararse frente al micrófono, Ariadna lo miró detenidamente y casi le da un infarto, no podía creer lo que miraba “¿Henry Cavill?” —pensó frunciendo el ceño con la boca abierta sin disimular su asombro. Su piel se heló a la vez que un fuerte estremecimiento le recorrió todo el cuerpo, por un momento se sintió igual que la chica rubia de la escena de “Matrix” donde al comer un pedazo de pastel de chocolate de repente sintió que toda la excitación y placer se le concentró en un solo punto, en ese momento Ariadna pudo ser protagonista de esa escena, aunque en la película se cuestionaba un “porqué” que no importaba ante la “sensación” ella si tenía un “porqué” su cuerpo había reaccionado así, al ver al hombre su corazón y algo más comenzó a palpitar con fuerza, en un reflejo apretó las piernas estando sentada.
“No comeré chocolate, no comeré chocolate” —pensaba para no pasar por lo mismo, recordó la película y le dio temor que eso de “causa y efecto” se cumpliera y por un momento hasta dudó si estaba en un mundo real, pero haciendo a un lado su excitación y al sacudir su cabeza al verlo, su otra mitad del cerebro la bajó de la nube y cayó en cuenta atando cabos que entonces había sido a él, el hombre que miró en el aeropuerto. Su sonrisa se borró de su cara y su decepción fue más que evidente.
—Muchas gracias por el caluroso recibimiento —dijo el hombre en francés cuando tomó el micrófono tomando el protagonismo de la noche—. Es para mí un enorme placer haber aceptado la invitación y ser parte importante del evento, no cabe duda que el arte en sus diferentes manifestaciones nos une por amor al mismo y esta noche es la prueba viviente de ello.
Ariadna estaba en shock y ni siquiera parpadeaba al verlo, era exactamente igual al actor, podía ser su gemelo, no podía creer lo que sus ojos veían, estaba vestido de impecable, fino y extremadamente carísimo esmoquin que seguramente algún diseñador hizo expresamente para él, le parecía perfecto en cada centímetro que escudriñaba, la chica lo estaba escaneando como si se tratara de un robot exterminador como los de la película, se sintió uno de ellos y su base de datos sólo apuntaba hacia él, todo lo demás a su alrededor dejó de existir, sentía que ni siquiera podía respirar y para colmo al hablar él en perfecto francés no entendía ni un comino, desvió su mirada hacia la mesa y llevándose una mano a su cien la apoyó en su codo, cerró los ojos y prefirió pensar con claridad y asimilar todo.
“Que estúpida” —pensó con melancolía— “Di tenía razón, no podía ser él ¿Qué demonios me pasó? El actor nunca hubiera reparado en verme, es imposible, que ilusa, fui una tonta”
Tragó en seco y prefirió seguir en la misma posición sin querer verlo, se sentía tan tonta e infantil como la niña burlada de una escuela primaria, la ilusión que tenía y que sentía por creer que había sido el actor el hombre que ella vio en el aeropuerto se fue por el caño.
—¿Te pasa algo? —le preguntó Frank al notarla—. ¿Te sientes mal?
—No nada —contestó con evidente tristeza y decepción.
—¿Te molesta la rodilla?
—Un poco.
—¿Necesitas algo?
—No Frank nada, gracias —la chica comenzaba a fastidiarse.
El hombre al notar la actitud cortante la dejó tranquila y prefirió seguir escuchando.
El semblante de la chica había cambiado en un momento pero Frank no podía atar cabos al respecto y dejó el asunto a un lado para enfocarse en la labor para la cual ellos estaban en Europa, el arte. Ariadna levantó la cara y volvió su vista al invitado, lo miró con seriedad intentando mantenerse lúcida, lo escaneó de nuevo, era exactamente igual a él y negó con la cabeza resignada, no supo qué tanto habló, no le entendió nada y en el fondo poco le importaba, prefería escuchar el acento inglés de su Cavill y arrullarse al sonido de su voz y aunque el pintor podía derretir con su perfecto acento francés por primera vez ella no reparó en eso, simplemente estaba decepcionada.
Cuando el hombre terminó de hablar y todos aplaudieron incluso de pie, ella torciendo la boca y levantando una ceja lo hizo de mala gana también, cuando la chica se sentía decepcionada por algo o por alguien, sencillamente no podía disimularlo. El maestro de ceremonia dio iniciado un break para que interactuaran los invitados al sonido de la música de piano que ambientaba Richard Clayderman, gracias a la selección musical escogida para la noche y aunque no estaba el pianista en persona sus preciosas interpretaciones amenizaban envolviendo el ambiente y poniéndolo aún más romántico, los meseros se dispusieron a ofrecer los suculentos bocadillos y vinos antes de servir la cena formal, ya que después de eso se llevaría a cabo la exposición formal y las subastas de las pinturas. Ariadna comenzaba a sentir cansancio y sin apetecerle nada se quería ir al hotel a descansar, la exquisitez de la gala del evento ya no la impresionaba tanto.
—Voy al baño —se levantó de su asiento haciendo Frank lo mismo.
—¿Quieres que te acompañe?
Ariadna lo miró sorprendida.
—Quiero decir, acompañarte en el trayecto, recuerda la última vez y es mi deber cuidarte.
—Estoy bien Frank, seré más cuidadosa esta vez.
—Ariadna recuerda el malestar de tu rodilla, difícilmente vas a correr llegado el caso y menos con ese vestido.
La chica lo miró como ave de mal agüero, lo que menos quería para terminar de arruinar su noche era recordar su experiencia en Rouen, exhaló con fastidio, lo que realmente quería era irse del evento, en realidad lo que más quería era regresar a su casa con sus hermanas.
—No te preocupes Frank, esta vez no me pasará nada ¿ok? Ya regreso.
—Pero Ariadna…
—No se preocupe Frank, yo la voy a acompañar —le dijo Stephanía que se acercaba a ellos de nuevo—. Prometo cuidarla y devolverla a su delegación sana y salva.
Ariadna agradeció la oportuna llegada de la mujer pero Frank exhaló, de nada le valía su cortesía para con la chica si le importaba un rábano reconocerlo y sin decir nada más haciendo un ademán con las manos las dejó ir.
Camino al baño Ariadna agradeció.
—Gracias por ser tan oportuna siempre y por ayudarme.
—No tienes por qué darlas, la primera vez lo necesitabas y mucho y ahora… —la mujer levantó una ceja haciendo una pausa—. Creo que también lo necesitabas —sonrió con picardía—. ¿Qué crees que es peor eh?
Ariadna también sonrió al entender su pregunta.
—La verdad no lo sé —contestó exhalando—. Aunque reconozco que Frank aparte de ser fastidioso también es muy cuidadoso y debido a su carácter tan serio de alguna manera me siento segura estando junto a él.
—Ese hombre no disimula su interés por ti Ariadna, no parece un simple jefe, con toda la seguridad del mundo puedo decirte que está enamorado de ti y te desea más que a nada, es algo que salta a la vista, no puede disimularlo.
Ariadna tragó en seco, sabía que los sentimientos de Frank por ella ya no podían esconderse.
—Lamento que se de esa interpretación, le juro que soy una persona decente que perdió mucho por aceptar este viaje que me impusieron, yo no quería venir y menos sola con él.
—¿Tu trabajo de obligó a venir con él?
La chica asentó apenada.
—¿Dices que perdiste mucho? ¿Algún enamorado celoso?
—Era mi prometido y estábamos próximos a casarnos el otro mes. —Ariadna bajó la cabeza, no quería recordar a Lucas y cada una de sus hirientes palabras.
—¿Ibas a casarte? —preguntó la mujer sorprendida.
—Sí, pero debido a este viaje él se molestó, le pedí que aplazáramos la fecha y no quiso, me obligó a decidir entre mi trabajo o él, me dejó por eso.
La mujer no podía creer lo que Ariadna le decía y en parte la compadeció, esperaba ser de más ayuda para compensarle ese trago amargo.
—Bueno, por lo que veo es un imbécil, egocéntrico, descerebrado y para colmo inmaduro que no supo valorar lo que tenía, sé que pudo haber sido doloroso pero no vale la pena recordar a un idiota como ese.
Ariadna intentó sonreír torciendo la boca sin gracia y olvidando el asunto llegaron al baño.
Cuando regresaron al jardín y después de hacer estado frente al espejo retocándose Ariadna se sentía un poco mejor, Stephanía había resultado ser una muy buena compañía y agradecía la gracia que había encontrado en una mujer tan fina y adinerada como ella. Entre la música instrumental de piano, los meseros de un lado a otro con suculentos bocadillos y bebidas, las luces tenues de los faroles y el calor del ambiente nocturno, Ariadna se dirigía de nuevo a su mesa pero Stephanía la detuvo.
—¿De verdad quieres regresar a tu mesa? —preguntó levantando una ceja.
Ariadna se encogió de hombros.
—No tengo opción —contestó evitando hacer un puchero.
—Claro que la tienes, ven.
Sonriendo la llevó de la mano en dirección contraria, ya tenía sus planes y al menos lo que restaba de la noche la iba a librar de su supervisor. Ariadna intentó seguirle el paso debido a su rodilla pero era mejor estar con ella que con Frank, así que no opuso resistencia.
Al ver la gente aglomerada en cierto lugar privilegiado su corazón comenzó a palpitar aceleradamente y su piel a ponerse fría de nuevo, los nervios la estaban invadiendo y no tenía el valor de retroceder y hacerle un desaire a la mujer, pero por primera vez sentía pánico al conocer a alguien y no tenía idea de cómo actuar ante él.
—No Stephanía —se detuvo unos metros antes, estaba temblando—. Por favor, no quiero conocer… no soy la persona adecuada para todo este lujo.
—Ariadna tranquila, no tengas miedo, el hecho de que sean personas importantes no significa que sean inalcanzables, son simples mortales como todos los demás y ya que tienes la oportunidad de codearte con ellos aunque sea una vez en la vida aprovéchala, nunca se sabe lo que puede surgir.
Ariadna estaba paralizada y su respiración acelerada, bajó la cabeza, de verdad tenía miedo.
—Ariadna eres valiente, ya lo demostraste, muchas cosas te importan un bledo y eres tú misma sin importar lo que los demás digan o piensen. —La mujer sujetó sus hombros y levantó su rostro con la punta de sus dedos—. Tú eres de las que arrebata y no pide permiso, esto no es nada de otro mundo, sólo sé tú misma y brilla como sólo tú lo haces, lo demás llegará por sí solo, ya lo verás.
La chica la miró asustada, una extraña que apenas conocía la estaba describiendo exactamente como era y eso la asustó más.
—Tranquila niña no me veas como si fuera una bruja, ¿Sabes por qué te digo todo esto? Porque siento que te conozco, porque me veo en ti, así misma era yo a tu edad o peor seguramente, sólo el amor de mi difunto me soportó, simplemente me he descrito a mí misma.
Ariadna la miró con la boca abierta sin poder creerlo y exhaló, intentó sonreír y sentirse animada, en realidad debía corresponder el halago y las atenciones de la mujer para con ella.
—¿Continuamos? —Insistió muy sonriente, la chica asentó respirando con calma y controlando sus nervios—. Muy bien, ahora sonríe y deja que todos estos caigan rendidos ante tus pies.
Ariadna se paró erguida olvidando el malestar de su rodilla y caminó junto con Stephanía mostrando la sensualidad que la caracterizaba al caminar, su vestido era perfecto y con cada paso las curvas de su cuerpo se acentuaban haciendo que los que la miraran de repente sintieran una extrema sed, caminó como la mujer segura de sí misma que era.
—Oye tú cromagnon —le dijo Stephanía a unos de los altos y fornidos guardaespaldas que servían al artista—. ¿Podrías decirle a tu amo que deseo saludarlo?
El hombre de impecable traje negro, piel blanca, ojos grises y cabello rubio rojizo se giró al sentir el jalón de su brazo, bajó la cabeza para ver a la pulga que lo había picado, la miró seriamente de pies a cabeza escrutándola sin decir ni una tan sola palabra.
—¿Te comió la lengua el gato? —insistió la mujer haciendo un ademán con el abanico que tenía en mano.
—¿Será ruso? —preguntó Ariadna sorprendida por la grandeza del hombre en todos los sentidos.
—Pues no sé de donde será pero ese idioma no lo hablo —contestó la mujer evitando apenarse.
—El señor Di Gennaro está ocupado en estos momentos y no puede ser molestado —dijo el hombre de la manera más cortés que encontró para expresarse.
—A vaya al menos hablas —le dijo Stephanía—. Mira muñeco, dile a tu jefe que Alexandra Stephanía Richmond de Leisser desea verlo.
El hombre la miró frunciendo el ceño.
—Sólo ve y dile eso —insistió—. Él sabe quién soy, no voy a entrar en detalles de rangos nobles contigo.
El hombre exhaló y sin decir nada obedeció.
—¿R… rangos nobles? —preguntó Ariadna evitando atragantarse.
—Sí, sí, no fue invento, lo que pasa es que no me gusta presumir, me gusta ser yo tal y como soy, pero sí, por parte de mi familia con la nobleza británica desde los tiempos de la reina Victoria y por parte de mi difunto con los Habsburgo de Austria, espero que algún día conozcas Viena, la primera parada que te llevaré a conocer son los palacios de Hofburg y Schönbrunn.
Ariadna la miró con los ojos más abiertos que podía tener al igual que abrió la boca a la vez sin poder asimilar en qué nivel de terreno estaba parada, el miedo volvió a ella.
—El señor Di Gennaro la espera madame —le dijo el hombre volviendo a ellas y haciéndoles la invitación para que continuaran su camino.
Stephanía sonrió muy complacida y sujetando a la chica de la mano la llevó junto con ella, Ariadna no podía procesar lo que estaba pasando y sentía que las piernas ya no le querían responder, por un momento creyó que estaba soñando y que necesitaba un pellizco de una de sus hermanas para despertar a la realidad.