Capítulo

32

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Cuando terminó de arreglarse y se vio frente al espejo exhaló, se veía muy bien, el vestido le quedaba justo a su cuerpo resaltando sus curvas, el maquillaje nocturno de sombras grises oscuras y labial rojo resaltaban su rostro y color de cabello al igual que su peinado, había optado por un moño de ballet como el de Diana el cual sujetó con unaspequeñas pinzas de brillantes que le adornaban el cabello, unos aretes, cadena, anillo y reloj de plata y piedras negras le resaltaban haciendo de su atuendo el complemento perfecto. Antes de salir se tomó una pastilla para el dolor de la rodilla, sabía de que debía hacer yoga y mucha meditación para ignorar el malestar con cada paso que daba, intentaba caminar erguida pero se le dificultaba, aún así prefería fingir a tener que usar un bastón para apoyarse, eso ni muerta lo haría. Cuando Frank pasó por ella quedó extasiado al verla, la habitación olía a su delicioso perfume “Ange ou Démon” de Givenchy, una de sus fragancias favoritas, Ariadna era una verdadera barbie de carne y hueso, una completa sirena que hechizaba a cualquiera, una seductora pelirroja que destilaba su ardiente sensualidad con sólo respirar, su aroma natural era ese precisamente; la seducción. Pero él tampoco se miraba mal, ésta vez su atuendo era un esmoquin y aunque no lo quisiera reconocer Ariadna lo miró de manera diferente, sin duda parecía de esos actores maduros pero de muy buen ver, de esos que a pesar de la edad siguen siendo atractivos y capaces de levantar suspiros, la chica no dijo nada pero reconoció en sus adentros que Frank era uno de esos tipos de hombre que con los años parecía ponerse mejor.

—No tengo adjetivos para calificarte Ariadna —le dijo el hombre disimulando un suspiro al verla—. Sencillamente eres una perfecta divinidad.

—Frank por favor —la chica intentó no ruborizarse a la vez que cogía su bolso y se preparaban para salir—. Sólo soy una mujer normal como las demás y con más defectos que virtudes para colmo.

—No, no. —Frank le ofreció su brazo como apoyo al caminar—. Podrías ser perfecta en todos los sentidos si te lo propusieras y a pesar de ser como eres… para mí eres eso precisamente, perfección, ante mí lo demás tu belleza lo opaca.

Ariadna lo miró sin saber qué sentir, Frank demostraba abiertamente su veneración hacia ella y la chica temía hacer algo de lo que pudiera arrepentirse, no estaba en sus planes tener una aventura sexual con él, frunció el ceño con sólo pensarlo, pero temía que llegara algún momento en el que ella se mostrara débil y él se aprovechara de eso, prefirió sacudir la cabeza ante sus pensamientos y resignada le aceptó su brazo. Frank por su parte estaba más que feliz, caminar al lado de la mujer de su vida y presumirla sintiéndose orgulloso de tenerla a su lado era un momento que deseaba disfrutar y saborear con la mayor lentitud, esperando y rogando que al menos su paciencia y atenciones tuvieran los frutos esperados y la chica por fin fuera su mujer, ese momento lo sentía muy cerca y la certeza que tenía lo hacía sonreír placenteramente.

Cuando bajaron al lobby ya todos estaban listos y como era de esperarse Jean no pudo disimular su expresión cuando miró a la chica, le pareció la visión más bella que sus ojos veían aparte de la hermosura de vestido rojo que recordaba en Rouen, estaba tan embobado mirándola que no se percató que la chica venía del brazo de Frank pero al momento que ella le bajó la mirada para poder bajar unos escalones lo notó, Frank la sujetó de su mano y con la otra la sujetó de la cintura para ayudarla a bajar, ese acercamiento hizo que Jean lo mirara con molestia y la sonrisa se le borrara tensándosele la mandíbula. Se reunieron con todos en el vestíbulo y en su satisfacción Frank lo miró como cuando el vencedor mira con orgullo al derrotado. Después de los saludos entre la delegación todos salieron rumbo al evento.

Cuando llegaron y todos miraron la gran algarabía que los rodeaba pensaron que los franceses estaban exagerando con el glamur del evento, el museo de bellas artes resplandecía en la noche, preciosos estandartes que bajaban del imponente edificio lo decoraban y una impecable alfombra roja recibía a los invitados, había demasiada seguridad resguardando el lugar así como fotógrafos y reporteros, incluyendo una que otra cámara de televisión que estaban transmitiendo en vivo, Frank se sentía como un galán de cine llevando del brazo a su hermosa pareja paseándose bajo la alfombra roja de los oscares, sabía que la transmisión sería vista y satisfecho sonrió con más ánimo, él y Ariadna juntos sería una comidilla de la que muchos hablarían, al menos en Ontario. Una vez que entraron al recinto obviando tanta cámara y reporteros, Charles no dudo en preguntar a uno de los organizadores a qué se debía tanto alboroto.

—El evento es una gala especial —dijo el hombre en su típico acento—. Y esta noche el museo tirará la casa por la ventana, tenemos un invitado de lujo que merece todo este resplandor.

—¿Así que todo estos oropeles son por él? —Charles preguntó frunciendo el ceño.

—En parte —contestó el hombre que los llevaba al jardín donde sus mesas estaban reservadas—. Un encuentro fraternal y cultural entre Norteamérica, Francia e Italia no es un evento que se celebre todos los días, incluso representantes de los más célebres museos españoles también están aquí, esta será una noche inolvidable.

Al llegar al jardín se maravillaron de la decoración, preciosos faroles en réplicas como los del siglo XIX y como lo que habían en Rouen, estaban perfectamente distribuidos en los senderos lo que hacía el lugar muy romántico a primera vista, las mesas, centros, mantelería, arreglos florales, el estrado principal y hasta la música barroca de Buffardin con su “Andante” del concierto para flauta en Mi, amenizada por una orquesta y solista de verdad era de un completo ensueño, no cabe duda que el gusto francés siempre destacaba sobresaliendo en todo.

—Maravilloso y exquisito. —Frank llenó su pecho de aire con orgullo al sentir que estaba en su ambiente, el hombre era muy culto y Ariadna debía reconocerlo.

—Veo que te gusta mucho —le dijo la chica al notarlo.

—No cabe duda que el encanto europeo es único —tomó su mano y la miró fijamente a la vez que besaba su dorso.

—Y el tuyo parece que no se queda atrás. —Ariadna no esperaba ese gesto que en el fondo le gustó, Frank la trataba como una dama, como alguien muy importante, le daba un lugar especial, cosa que su ex nunca hizo. Frank sonrió.

Los llevaron a sus mesas reservadas y como todo un caballero Frank sujetó la silla para que su chica se sentara, tenerla a su lado en todos los aspectos lo hacía feliz a su manera, por alguna razón sentía a su Ariadna cerca de él, más accesible, más abierta y comenzaba a hacer castillos en el aire debido a eso, sólo esperaba cumplir sus sueños más pronto que tarde, si seguía mostrándose de esa manera era posible que la chica accediera a estar con él por su propia voluntad.

Jean por su parte no soportaba los celos que lo consumían, la noche comenzaba a saberle amarga, no entendía que jugarretas hacía Frank para que su asistente que había sido distante y cortante con él de pronto comenzara a bajar la guardia y mostrarse un poco más amable, sabía que su sentir como hombre no estaba bien, no debía tener esa clase de celos ya que él y la chica no eran nada y para colmo sabía que sólo tenía unas cuantas horas de tiempo para acercarse más a ella, el paso del reloj lo tenía en contra y debía hacer algo, debía aprovechar el encanto de la noche y del evento para al menos conocer los sentimientos de Ariadna hacia él, sentimientos que ya conocía pero que debía corroborar.

Antes de dar inicio al evento una persona conocida se acercó a la chica para saludarla, Ariadna no esperaba verla de nuevo.

—Ariadna querida luces preciosa —le dijo Stephanía, la misma mujer que la había ayudado en Rouen, se saludaron con el tradicional doble beso en las mejillas—. Me alegra volver a verte.

—Hola Stephanía, a mí también me alegra verla y gracias por el cumplido, no sabía que estaría usted aquí.

Ariadna se dirigía a ella con respeto y propiedad, no sólo por ser una mujer muy elegante y fina sino por su edad que aunque seguramente no llegaba a los cincuenta no dejaba de ser una persona mayor y de muy buen ver que merecía todo el respeto y la consideración.

—Tenía conocimiento de este evento también y como soy un alma libre amante del arte quise venir ya que el invitado lo vale —notó al mismo hombre con el que Ariadna estaba en Rouen y lo saludó—: Hola, me alegra verlo resguardando a la señorita.

—Que bueno verla, gracias —le dijo Frank al saludarla—. Es un placer.

—Lo mismo digo señor…

—Frank, Frank Sutherland —besó su mano también.

—Encantada señor Sutherland.

—Por favor, llámeme Frank.

—Como usted quiera, Frank —la mujer evitaba sentir el estremecimiento que el hombre le había provocado.

Ambos se miraron fijamente por un momento, Frank era un hombre maduro y atractivo que mirándolo con esmoquin no le fue indiferente a Stephanía, le sonrió sutilmente levantando una ceja y el hombre pudo interpretar muy bien su mal fingido coqueteo. Ariadna los observó por un momento y creyó que Frank podía fijarse en la mujer de buen cuerpo, cabello negro, piel nácar e intensos ojos azules también, creyó poder tener una especie de recreo y librarse de su supervisor, esperaba que así como la mujer lo miraba él también pudiera mirarla.

—Como puede ver la señorita Warren es mi asistente y como su jefe es mi deber ver por su persona, sé que esta noche será de gratos recuerdos para ella, quiero encargarme de eso.

Ariadna evitó fruncir el ceño y tragar en seco, lo que pensaba no tenía la intención de llevarse a cabo.

—Y veo que sus cuidados le han ayudado, la chica se ve estupenda, jefes como usted valen la pena. —Stephanía lo miró achinado un poco los ojos, adivinó las intenciones de Frank.

—Bueno ella es un excelente elemento, mi mano derecha y la razón por la cual mi trabajo vale la pena, es mi deber cuidarla.

Ariadna abrió los ojos y prefirió no dejar dudas para que la mujer no sacara conclusiones equivocadas.

—Señora Stephanía lo que Frank quiere decir es que tanto él como mis demás compañeros de trabajo, incluyendo a nuestra jefa me tienen un gran cariño que yo agradezco, solamente intento hacer muy bien mi trabajo y dar lo mejor de mí, soy responsable, honesta, profesional y creo que eso me hace una buena empleada.

—Eres mucho más que eso Ariadna, eres un elemento insustituible, una adquisición muy preciada. —Frank la miró fijamente haciendo énfasis en sus palabras, sabía por qué lo decía y Stephanía lo entendió muy bien.

—Siendo una excelente empleada es natural y lo entiendo, pero como te decía Ariadna —la mujer prefirió retomar la conversación —. Vine a Lyon por ver a un amigo y para apoyar el evento, algunas pinturas o mejor dicho impresionantes réplicas exactas serán subastadas y los fondos que se recauden tendrán fines benéficos.

—Veo que es una persona muy importante —le dijo la chica para mantener la conversación.

—No lo creo, sólo tengo algo de dinero que gasto en mis gustos personales, además ya estoy en la edad en la que quiero disfrutar de todo sin limitarme, soy viuda y mi único hijo que por cierto es músico y vive en Viena ya es un hombre que pronto hará su vida así que yo no estoy con ánimos de vivir encerrada en mis tantas propiedades y prefiero viajar.

—¿Vive usted en París?

—Podría decirse, en un par de meses me voy a aburrir y volaré quien sabe, tal vez a España, a Inglaterra, a Escocia, en sí mi residencia oficial está en Viena.

—Que maravilloso debe de ser eso —suspiró la chica.

—Pues tiene sus ventajas y desventajas, imagínate que mi hijo es músico y su profesión lo lleva de un país a otro y poco le gusta viajar, casualmente viajó a tu país, es una lástima que no esté aquí hoy para que lo hubieras conocido aunque seguramente de haber venido ya estuviera en el piano de la orquesta, su única obsesión es la música, mira casualmente aquí tengo una fotografía de él.

La mujer abrió su bolso y sacó un pequeño camafeo de plata, con mucho entusiasmo lo abrió y le mostro su contenido a la chica.

—¡Oh wow! —Ariadna no pudo disimular su expresión, el chico le hizo abrir los ojos y la boca—. Está muy guapo, se parece con usted, tiene sus ojos.

—Eso dice todo el mundo —la mujer suspiró—. Mi niño es mi príncipe adorado, no es que lo haya mimado pero el ser hijo único lo convierte en el ser más importante para mí, él se parece mucho a su padre, lo amo por sobre todas las cosas y estoy deseando que encuentre a la mujer adecuada y me dé los nietos que quiero, aún estoy joven y quiero ser una abuela que consienta a sus nietos en todos los aspectos.

—Es usted admirable Stephanía, otra mujer en su lugar no querría eso, la mayoría de las madres celan a sus hijos y no quieren…

—Oh no querida yo no soy así —la interrumpió—. Obvio que yo voy a darle el visto bueno a la chica que él quiera pero lo que más deseo es que lo ame y lo haga feliz, no es por nada pero tú me encantas para él y creo que deben de tener la misma edad, harían una hermosa pareja y mis nietos serían bellísimos, ¿Te gustaría que te lo presentara?

Frank que había intentado no escuchar la conversación no pudo evitar carraspear y tosió demostrando su incomodidad, bebió un poco de agua, la mujer al verlo levantó una ceja y dedujo lo que pasaba.

—Cuando haya oportunidad señora Stephanía muchas gracias, por ahora ando en viaje de trabajo y casualmente mañana vamos para Italia.

—Tienes mi tarjeta, cuando quieras puedes llamarme y donde quiera que estés puedo enviarte mi jet privado para que vaya a recogerte, sé que mañana se van a Italia y desgraciadamente no podré ir, hace una semana llegue de Nápoles y de Milán y la verdad no me apetece volver allá, al menos no por ahora, tengo una amiga en Roma que la veré hasta en Diciembre pero al menos hoy estoy bajo el encantador cielo francés y por cierto, el artista invitado de hoy tendrá la presentación de sus obras en las exposiciones a las que vayas, él es italiano y por eso está como invitado hoy aquí, lo conozco, somos amigos pero aún no le he visto, es alguien muy importante si gustas puedo presentártelo esta noche para que te acerques a él, estando conmigo y sabiendo que eres mi amiga podrás acceder a él sin que te importen los gorilas con lo que anda.

—¿Un artista italiano? ¿Y dice que tiene “gorilas”?

—Sí niña, es una personalidad muy importante y no sólo por eso tiene guardaespaldas sino porque su familia, los Di Gennaro de Toscana son dueños fundadores de una de las empresas de vinos más importantes a nivel mundial, así que como puedes ver no es un pintor cualquiera, la importancia le viene por partida doble, por herencia y por merito propio.

Ariadna se mordió el labio y bebió un poco de agua también, por alguna razón se acaloró y se ruborizó, le picó el gusanito de la curiosidad por conocer a ese hombre. En ese momento el maestro de ceremonia se subió al estrado e hizo el primer llamado para captar la atención de los presentes, ya era hora de comenzar los actos así que todos se prepararon, Stephanía se despidió de momento de la chica para regresar a su mesa pero cuando llegara el momento volvería al ataque, le presentaría a la chica al pintor y ella iba a encargarse de Frank para que la dejara respirar, adivinó las intensiones del hombre e iba a quitárselo a Ariadna del camino.