Capítulo
23
Al llegar a su habitación se encerró y en la oscuridad de la misma, se dejó caer en la cama exhalando como si acabara de tener un orgasmo, dejando a un lado la experiencia lésbica que le había tocado presenciar en vivo pensó que por lo demás no había estado tan mal, se sentó en la cama y encendió una de las lámparas, se quitó la chaqueta y rodó de nuevo a la misma, su silueta estando boca abajo era una tentación y más, por su atuendo ajustado, debía meterse a la ducha pero sólo quería sentir un momento el suave colchón.
—Bonne nuit, veo que estás cansada —dijo seriamente una voz ronca muy masculina que la hizo brincar asustada y ponerse inmediatamente de pie, ella se enfocó en la silueta del rincón de donde había salido la voz.
—¿Qué diablos haces en mi habitación? —inquirió molesta al ver de quien se trataba—. ¿Cómo demonios entraste?
—Modera tu lenguaje Ariadna, recuerda quién soy —dijo el hombre sentado en uno de los sillones cerca de la ventana, se trataba de Frank.
—¿Y eso te da derecho de entrometerte en mi habitación y en mi privacidad?
Frank se levantó lentamente, vestía con un conjunto pijama de seda negra muy masculina que dejaba ver a través de la misma un poco la forma de su pecho. Con las manos dentro de las bolsas se acercó seriamente a ella, tenía el pelo mojado y olía a fragancia muy seductora, sin duda era un hombre de porte muy fino aunque Ariadna no quisiera reconocerlo.
—¿De dónde vienes? —preguntó ignorando la pregunta de la chica, se sentía molesto.
—Eso no es asunto tuyo —respondió seriamente.
—Eres mi responsabilidad —le dijo estando frente a frente sosteniéndole la mirada.
—Frank no soy una niña y no creo que deba darte explicaciones —intentó mantenerse erguida y orgullosa, no quería reconocerlo pero Frank la intimidaba.
—Sé que no eres una niña pero a veces te comportas como tal. —Estaba tan cerca de ella que deseaba tocarla y lanzarla a la cama, a pesar de su molestia el atuendo de la chica le gustaba y lo excitaba.
—¡Basta! —Sentenció Ariadna separándose de él antes de que la hiciera caer a la cama, lo presentía—. ¿Vas a decirme que haces en mi habitación?
—Obvio, esperando el regreso de la señorita capricho “hago lo que quiero” —se giró para verla a la vez que exhalaba, la paloma voló, la presa se le había escapado de las manos.
—No me llames así, ¿Cómo entraste? —inquirió seriamente evitando perder la paciencia.
—Supongo que con lo ocupada que estabas no te diste cuenta de las llamadas perdidas, te llamé varias veces y no obtuve respuesta, creí que estabas en el baño pero viendo que no contestabas pasado un tiempo prudente vine a tocar la puerta, tampoco obtuve respuesta, llamé a recepción y no me dieron cuenta de ti, así que solicité que alguien viniera a abrir la puerta porque imaginé lo peor, creí que algo te había pasado al no contestar, pero al abrir e inspeccionar el lugar me di cuenta que sencillamente no estabas y no pensé que te habías escapado por la ventana, descarté la teoría de una fuga.
—¿Y aún así decidiste quedarte a esperarme?
—Así es, sabía que de un momento a otro llegarías, no eres tan tonta como para desvelarte un tremendo lunes y menos con el trabajo que tienes encima.
—Cuidado Frank, no me insultes.
—Y tú compórtate —la sujetó de un brazo, la chica se asustó—. En tu inmadurez no te das cuenta de lo insensata que eres, ¿Cómo se te ocurre salir de noche a una ciudad que no conoces? ¿Crees que tu escaso francés va a sacarte de un apuro? Y no me refiero al tipo sino al idioma.
—Suéltame, no te atrevas a tocarme ni a menospreciarme, me estás subestimando —le dijo seriamente.
—¿Qué cuentas voy a dar de ti si algo te pasa eh? Viajas bajo mi responsabilidad aunque seas adulta, ¿Qué quieres que les diga a tus hermanas si regreso contigo en cuatro tablas?
La pregunta asustó a la chica y se dio cuenta que Frank tenía razón, había salido con un desconocido que pudo haber hecho con ella lo que le diera la gana y luego desaparecerla, el hombre tenía razón, había actuado con insensatez.
—Sabes que tengo razón, ¿verdad? —continúo—. Dime ¿Fuiste con él? ¿A dónde?
—No tengo porqué darte explicaciones. —Forcejeaba para soltarse pero Frank la sujetó de la cintura pegándola a uno de los cajones que adornaba la habitación.
—Ariadna no voy a tolerar que… —la inmovilizó e inhaló su perfume—. ¿Por qué no ves en mí lo que ves en otros?
—Basta Frank, suéltame y vete de mi habitación, si no lo haces voy a gritar y a hacer el peor de los escándalos y creo que eso no te conviene.
Él la miró fija y seriamente, la tenue luz de la lámpara y la habitación cerrada era propicia para muchas cosas, estando tan cerca de ella deseaba besarla, tocarla, llevarla a la cama y demostrarle lo que él era, la tentación era muy fuerte, pero sabía que Ariadna tampoco bromeaba y debía de pensar con claridad, ya llegaría el momento en que fuera suya sin que nada pudiera impedirlo.
—Me decepciona que sólo pienses en ti —susurró casi en su mejilla—. Mientras Sharon está destrozada por la muerte de su hija y mientras nosotros como parte del museo deberíamos guardar “parcialmente” luto también, tú sólo piensas en divertirte y desatarte como si fueras una…
Ariadna lo miró muy molesta retándolo a terminar la frase, el sólo pensarlo la había ofendido, Frank la había hecho sentir lo peor.
—Vendré por ti a las siete —le dijo soltándola y dirigiéndose a la puerta—. Más te vale que estés muy despierta y la próxima vez, te agradeceré que al menos seas honesta y no mientas con respecto a tu cansancio, sonaste a una esposa cualquiera que inventa excusas para no cumplir sus deberes con el marido, no seas patética Ariadna, la próxima vez piensa muy bien tu respuesta. —Le lanzó una mirada glacial y azotó la puerta con molestia.
Cuando salió, la chica soltó el aire y corrió a la misma para ponerle llave, su mandíbula tembló por un momento, Frank lo había logrado, la chica se sentía mal por sus palabras, se sentía egoísta y el peor ser humano sin sentimientos, por un momento sintió lo mismo que Lucas le había hecho sentir y sin quererlo una lágrima rodó, se apresuró a ver su móvil y en efecto, había siete llamadas perdidas de él y también unas cuantas de Jackie, recordó que no se había comunicado con sus hermanas y todo eso la hacía sentir peor. Decididamente se desvistió y se metió a la ducha para luego salir y conectarse un momento, pero el susto que Frank le había dado seguía presente y la aterraba, imaginar que pudo quedarse callado y escondido para verla desnudarse o peor, atacarla una vez que no estuviera preparada y a merced de él la hizo estremecer de terror, sentía que se había librado de una pero no estaba segura de librarse la próxima vez, había constatado lo que Jackie le decía, el interés de Frank por ella era muy evidente y comenzaba a temerle, cuando su paciencia se agotara ella sería el premio que cobraría, debía mantenerse a distancia, su cercanía y atrevimiento no le había gustado, definitivamente esa noche no podría dormir y la resaca al siguiente día la iba a resentir y mucho.
Como la chica lo suponía no durmió bien y para colmo se levantó faltando minutos para las seis de la mañana con un fuerte dolor de cabeza y náuseas, se metió a la ducha e intentó no vomitar, sentía que la bebida no le había caído bien “era tequila no whisky, la mezcla no estaba bien” —se decía haciendo pucheros pero decidió no tomar ningún medicamento hasta desayunar. Como Frank lo dijo pasó por ella a las siete para ir a desayunar y después de un frío “bonjour” se encaminaron al restaurante en silencio, Ariadna estaba decidida a poner distancia y a no permitir que otro hombre la hiciera sentir mal, Frank quiso olvidar lo de la noche anterior pero la chica no le dio oportunidad, definitivamente no quería hablar con él.
Cuando todos en grupo desayunaban, la chica sólo pidió una ensalada de frutas y jugo de naranja con el cual aprovechó tomarse una pastilla para el dolor de cabeza.
—¿Tienes malestares? —preguntó Frank al verla.
La chica bebió su pastilla con un gran sorbo de jugo y luego limpió la comisura de su boca con delicadeza y elegancia.
—No dormí bien y tengo un fuerte dolor de cabeza —contestó secamente sin mirarlo.
Frank dedujo a qué se debía y al ver la actitud de ella no quiso seguir indagando, aunque no le hiciera gracia debía hacer a un lado su orgullo y pedirle una disculpa a la chica, cosa que no haría en el momento sino después cuando le diera la gana.
A la hora estipulada salieron hacia el museo, eso de ir juntos pero no revueltos a Frank no le gustaba, cuando Ariadna quería ponerse en un mal plan lo lograba y nada la hacía desistir, desde pequeña así había sido, podía llevar sus molestias más allá y pasar hasta una semana así, le valía un pepino que todos lo notaran y murmuraran, ella era así y el individuo en cuestión que se metiera con ella debía hacer malabares para ganarse a la chica de nuevo, pero Frank no era de los que rogaba ni tenía paciencia en ese aspecto.
Al llegar se adentraron al museo y se acercaron al estrado principal que estaba montado para los expositores, mientras Frank se dirigía a hablar con algunas personas ella se acercaba al equipo audiovisual para conectar su portátil y probar el trabajo que había hecho con las diapositivas, probaban el proyector y las imágenes en una gran pantalla dispuesta para eso, la chica se medio defendía con lo aprendido en sus clases pero no lo suficiente como para seguir muy bien las indicaciones pero justo en ese momento, como si su pensamiento lo hubiese llamado, Jean apareció justo a tiempo para ser su traductor personal.
—Bonjour preciosa —la saludó con una mirada brillante como si fuera la primera vez que la miraba.
—Bonjour Jean, creo que te llamé con la mente, algunas cosas no las entiendo.
—A ver, déjame ayudarte.
Dialogó con el técnico que se encargaba del equipo y entonces pudo ayudar a Ariadna, necesitaban eliminar un poco la claridad del salón, con la brillante luz del día era casi imposible poder notar las imágenes y su contenido.
—El técnico dice que debes cambiar el color de las letras, están muy claras y difícilmente podrán leerse ¿Crees que puedas? Tienes sólo menos de quince minutos.
—Lo intentaré —exhaló—. Son veinticinco diapositivas, debo revisarlas una por una y hacer los cambios, el problema será que también debo cambiar algunos fondos y entonces combinar los colores.
—Bueno mademoiselle usted es la especialista en arte —el hombre intentó hacerle una reverencia que la hizo sonreír—. Creo que puede hacer de su trabajo una gran obra de la cual sentirse orgullosa.
Ariadna se ruborizó sin querer, reconocía que el chico la hacía sentir bien, pero su sonrisa se borró cuando Frank se acercó a ellos y desafiante miró al chico y éste por cortesía se hizo a un lado.
—¿Algún problema? —preguntó seriamente.
—No ninguno —contestó Ariadna mirando su monitor—. Debo hacer unos cambios en las plantillas y Jean me estaba ayudando con la traducción.
Frank lo miró fijamente sin disimular su molestia y el chico hizo lo mismo no dejándose intimidar.
—Si necesitas algo yo puedo ayudarte —le dijo volviéndose a la chica intentando ignorar la presencia del traductor que comenzaba a molestarle.
—Gracias pero no, sé lo que estoy haciendo y además Jean cumple con su trabajo de traductor —dijo seriamente sin desviar la mirada de su trabajo—. Ya pronto estarán listas las diapositivas, ¿Me dejas trabajar en ellas a mi gusto? —Ariadna le estaba diciendo directamente que se alejara de ella, Jean levantó una ceja y curvó sus labios con disimulo.
Frank clavó sus ojos en ella y tragó en seco, si Ariadna se proponía humillarlo lo iba a pagar, exhaló y levantando el mentón se alejó de ella como quiso. Cuando se fue la chica respiró en paz.
—Ese hombre, tu jefe o lo que sea no disimula lo que siente por ti —le dijo Jean—. Le interesas y mucho.
—Ya lo sé pero a mí no me interesa —le dijo Ariadna concentrándose en su labor—. Este viaje ha sido un martirio a su lado.
—¿Tuviste problemas con él anoche?
—Más o menos, ¿Te importaría que habláramos después? Ahora no me siento con ánimos, sólo quiero terminar con todo esto y cumplir con mi labor.
—Está bien como quieras, estaré aquí cerca por si me necesitas.
—Gracias.
—Un placer.
El chico se alejó para reunirse con su equipo, Frank seguía cada movimiento de él y estaba más que seguro que Ariadna había estado con él la noche anterior, los celos lo reventaban con sólo imaginarlo y prefirió controlarse para poder hacer la presentación tan profesionalmente como lo había dispuesto.
Cuando el evento comenzó y le dieron la palabra a Frank él hizo su presentación como lo había planeado, se enfocó y se dedicó a exponer la visión y misión del museo de arte e historia al que representaba poniendo el lo alto a la preciosa ciudad de Ontario California, habló sobre cómo nació el mismo y un poco de lo que es su historia, con las diapositivas que Ariadna había presentado se ayudó a visualizar haciendo que llamara la atención del público asistente. Cuando le cedió la palabra a Ariadna como su asistente la chica se paró y saludó a todos con una sonrisa y el carisma profesional que la caracterizaba, haciendo a un lado su molestia con él para que nadie pudiera hablar de sus diferencias, al menos no en lo laboral, fingir ser un buen equipo no estaba mal, al menos en un país extranjero.
—Bonjuor, muchas gracias por la oportunidad —saludó parándose erguidamente mostrando la envidiable figura de su cuerpo y tomando con firmeza el micrófono—. Me siento muy feliz de estar en este maravilloso país amante del arte, la música, los colores y el romanticismo, ha sido un sueño poder ser parte del equipo que viajó desde la nación americana para estar aquí y compartir con todo ustedes sobre nuestro arte en América. Antes que nada quiero enfocarme en algo, ya el señor Sutherland habló sobre nuestro museo en la ciudad de Ontario y en donde orgullosamente laboramos pero ahora quiero hablarles sobre nuestra galería especial del arte renacentista y sobre el departamento de conservación en el que me desempeño, una de mis gratas experiencias al respecto ha sido…
La chica se había ganado la atención de toda la sala, ni siquiera un respiro se escuchaba, Frank sonreía complacido al verla tan desenvuelta en su labor, ella era profesional en lo que hacía y eso merecía destacarse, sintió que su buen ánimo volvió a él cuando notó que ella había hecho captar la atención de todos tanto en ella misma como en las diapositivas que había hecho, la chica se sentía como pez en el agua en su trabajo y le encantaba hablar sobre el arte, era otra persona cuando lo hacía, definitivamente era otra Ariadna más madura, más profesional, más apasionada en cuanto al arte se refería. Su gusto por él sobresalía como un brillo que resplandecía ante los ojos de los demás.