Capítulo
29
Cuando la sesión terminó y luego que ellos terminaran de desayunar, Ariadna y Frank subieron a sus habitaciones, la pastilla que la chica había tomado la tenía con sueño y la rodilla le dolía con intensidad, quiso acostarse y descansar un momento antes de arreglar el equipaje y esperar a la comitiva. Frank la dejó instalada en su cama y dejándola descansar, él salió de la habitación, en parte también se sentía cansado y también iba a aprovechar dormir un poco más. Antes de dormirse, la chica llamó a su hermana como lo había prometido.
—Ari me alegra escucharte de nuevo —le dijo Aurora contestando al primer timbre.
—A mí también me alegra escucharte, después de lo que pasé tuve miedo de no volver a hacerlo. —La chica no pudo contenerse y se derrumbó a llorar, estar con vida y hablar con su hermana lo era todo para ella en ese momento después de lo que había vivido.
—Ari hermanita dime qué te pasó, ¿Fue en ese evento? —Aurora no pudo evitar que su voz se quebrara, aún en la distancia las chicas estaban más que unidas en un solo sentir.
—Fue horrible Aurora, este viaje no ha sido lo que esperaba, al menos a Francia yo no regreso, me llevo un sabor amargo de aquí.
Por las mejillas de la chica corrían sus lágrimas y por las de Aurora también, deseaban verse y abrazarse con fuerza, se necesitaban, Aurora sintió a su hermana muy mal y no iba a empañar más su viaje comentándole sobre una visita que había tenido en la casa casi al anochecer sobre un asunto sumamente delicado, bastante mal escuchaba a su hermana como para empeorarle las cosas, decidió ocultarle esa situación al menos hasta que la chica estuviera mejor, tampoco quería ensombrecer más la estadía de su hermana en el extranjero. Ariadna se desahogó contándole punto por punto lo sucedido en el museo y Aurora deseaba abrazar a su hermana y a la vez, saber quien había sido su atacante para patearlo a él y a sus pelotas hasta cansarse.
Frank por su parte se acostó después de revisar sus correos, se sentía cansado y aprovechando también el descanso de la chica y su tiempo libre de trabajo se dispuso a dormir un rato. Se acostó boca abajo y dejándose llevar por Morfeo cerró los ojos y se durmió si darse cuenta, sintió dormir plácidamente y en fracción de tiempo al momento escuchó que tocaron su puerta, abrió los ojos de golpe porque desorientado pensó que era muy tarde, pero al enfocarse notó que las cortinas estaban corridas y evitaba la filtración de la claridad de la ventana, se levantó al escuchar la insistencia de los toques y antes de refunfuñar el que estropearan su descanso se apresuró a abrir.
—¿Quién? —preguntó con evidente molestia.
—Frank soy yo —contestó la chica al otro lado, él al escucharla no dudó en abrir.
—Ariadna —le dio gusto verla.
—Disculpa que te moleste, ¿Estabas dormido? —se notaba tímida e insegura.
—No, no, bueno sólo descansaba nada más, no me molestas, pasa y dime que tienes.
La chica se adentró a la habitación y Frank no creía lo que le estaba pasando, su semblante molesto estaba siendo sustituido por una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Qué te sucede? ¿Te llamó el policía?
—No, no me ha llamado, lo que pasa es que… —le chica se apoyó en el tocador.
—¿Qué te pasa? dime —insistió el hombre.
Ariadna evitaba temblar pero no podía disimular y sin saber cómo olvidó sus molestias y lo abrazó con fuerza, Frank abrió los ojos al máximo al igual que la boca no podía creer lo que estaba pasando pero se sentía en las nubes.
—Lo siento Frank, discúlpame que abuse de ti y te abrace pero tengo miedo, mucho miedo, quiero irme de aquí, vámonos por favor.
—Ariadna querida —le correspondió el abrazo con mucho gusto—. No me molestas al contrario, me agrada que me hayas venido a buscar, abusa de mi todo lo que quieras pero ¿por qué quieres irte?
—No me siento segura aquí, tengo miedo, siento que todo me acecha, me vigila, lo que me pasó me llena de pánico y ya me cansé de jugar a la mujer fuerte y orgullosa, la realidad es que necesito a alguien a mi lado, alguien que me proteja, que me cuide, necesito saber que le importo a alguien y que estando con esa persona no me pasará nada.
—¿Y qué papel juego yo en todo eso? —preguntó él fingiendo ignorar la respuesta.
Ariadna levantó la cara y lo miró de la manera en la que Frank siempre había soñado que lo mirara, el hombre sentía su corazón desbocado, aprovechó acariciar la cara de la chica.
—Creo que tú eres la persona correcta —contestó y él evitaba un ataque cardíaco al sentir la alegría de su corazón bombear con fuerza en su pecho—. Creo que tú… sientes el suficiente cariño por mí como para cuidarme y protegerme, no quiero separarme de ti, reconozco que si hubiera seguido bailando contigo nada me hubiera pasado, fui una tonta, estando contigo estaba segura.
Frank sentía que de pronto sus sueños iban a volverse realidad, pero necesitaba comprobar algo.
—Ariadna me halaga que pienses así pero no quiero que me veas como un padre —fingió un poco de indignación—. ¿Te das cuenta que bien podría serlo? ¿Tienes clara nuestra diferencia de edad?
—Lo sé Frank, son sólo veinte años y no te veo como una figura paterna —contestó suavemente jugando con los botones de su camisa—. Sino como un hombre maduro, hecho y derecho, con la suficiente experiencia adquirida y la estabilidad de una vida asegurada, sin ganas de perder el tiempo, así mismo también con la suficiente seriedad como para querer…
—Dilo —susurró en éxtasis.
—Una relación seria.
Frank llenó su pecho de aire y se sintió henchido de orgullo, miró a la chica como el hombre más devoto y enamorado a la vez que acariciaba sus mejillas y sin dudar se confesó.
—Ariadna querida, no tienes idea de lo que tus palabras significan para mí y debo decirte que no sólo se trata de cariño, desde que te vi la primera vez me atrajiste como nunca nadie lo había hecho ni siquiera mi ex mujer, sentí algo dentro de mí que me hacía volver a vivir, esa esperanza creí había terminado con mi divorcio, pero tú…
—¿Yo qué? —insistió queriendo saber todo de una vez.
—Tú me hiciste sentir hombre de nuevo.
—¿De verdad? —la chica sonrió y Frank sentía que el sol salía para él.
—Te lo juro —acariciaba su cara con deleite—. Desde que te conocí rogué porque esta diosa me mirara y se dignara tener tratos con un simple mortal como yo.
—¿Diosa? —la chica se ruborizó.
—Sí, eso eres para mí, una diosa, Ariadna, eres mi musa y mi razón de respirar cada día, desde el primer instante en que te vi me enamoré de ti, eso fue lo que pasó, no podía negarlo, desde que te conocí no he dejado de soñar contigo y con este momento.
—Frank… —ella volvió a abrazarlo y él descansó su mentón en lo alto de la cabeza de la chica, el perfume de su cabello lo embriagaba—. Creo que he sido una tonta y me arrepiento no haberte visto desde el principio, nunca he podido ver lo que era mejor para mí, hasta ahora.
—Agradezco que hayas recapacitado y me veas ahora, eso lo es todo para mí, si me lo permites voy a amarte, a protegerte, a adorarte, a llenarte de mimos y regalos, a poner el mundo a tus pies, a hacerte sentir lo que eres, una diosa, una divinidad, mi musa, mi inspiración, mi Ariadna.
La chica lo miró sintiéndose muy afortunada, el calor de sus brazos la llenaba de esa protección y calidez que necesitaba.
—En ese caso voy a corresponderte de la manera en la que quieras y en la que lo mereces.
Frank sintió que una comitiva celestial bajaba con arpas y flautas del cielo para hacerlo sentir favorecido. La chica rodeó su cuello con sus brazos y lo besó suavemente, por fin Frank se deleitaba sintiendo los labios que le habían quitado el sueño, rodeó su cintura y la pegó a su cuerpo, sus bocas comenzaron a beberse, a saborearse, se besaron hasta perder el aliento y encontrarlo de nuevo, Frank le hizo sentir a Ariadna, la erección que la saludaba.
—Siénteme, siente lo que desea hacerte feliz. —La miró deseoso y la atrajo más a él para frotarle su miembro en un insinuante movimiento, Ariadna se saboreó.
—Te pido que me des paciencia —le dijo la chica intentando respirar—. El sexo oral yo…
—Te daré toda la paciencia que necesites —contestó sin dudar—. No te exijo nada, sólo que me dejes hacerte mía, como lo he soñado desde que te conocí.
—¿No crees que es muy rápido? —preguntó un poco apenada.
—No, no lo creo, nos conocemos lo suficiente, te conozco y me conoces, has sabido lo que siento por ti, mis sentimientos no te han sido ocultos aunque he intentando disimular, sé que necesitas a un verdadero hombre a tu lado, uno que realmente te valore, te ame incondicionalmente y te haga completamente feliz, quiero hacerlo Ariadna, déjame hacerlo, déjame demostrártelo.
La chica sonrió, estaba tan deseosa que sin saber cómo asentó, retrocedió para apoyarse de nuevo en el tocador y con la mirada dijo todo.
—Está bien Frank, de nada sirve perder más tiempo, hazme olvidar lo que me pasó, quita de mi cuerpo ese mal sabor y lléname de caricias y ternura.
El hombre no podía creer la suerte que le había favorecido, tragó en seco y ya no sabía si reír y llorar debido a la felicidad que sentía, se acercó a la chica y se colocó en medio de sus piernas, llevó sus manos al cierre del jean que ella usaba y sin dudarlo quitó el botón y lo bajó.
—Dime que no estoy soñando —susurró a la vez que sus dedos buscaban la intimidad de ella—. Dime que todo esto es verdad.
—Claro que es verdad Frank, soy Ariadna y estoy aquí, dispuesta a entregarme a ti como lo has querido, sé que nadie más me hará tan feliz como tú.
Frank volvió a besarla con fuerza e hizo que sus piernas lo rodearan, quitó su camiseta y por fin la miró sólo con el sostén, se deleitó observando la forma de sus pechos y tocándolos los masajeaba suavemente.
—No tienes idea de cómo he soñado con este momento cariño —dijo con voz ronca a la vez que se saboreaba—. Por fin voy a hacerte mía, serás completamente mía, mi Ariadna, sólo mía.
Buscó sus labios de nuevo y quitó el sostén, bajó su boca a los pechos y los saboreó como quería, los pezones de la chica estaban suaves pero a medida que la excitación crecía los mismos se tensaban. Frank la llevó con él poniéndola de pie y con toda la maestría, bajó el jean de la chica y la giró para que le diera la espalda, bajó besando su espalda a la vez que bajaba todo el jean. Ariadna se libró de él cuando sintió que Frank le besaba y mordía suavemente una de las nalgas, sacó sus pies del mismo y sacando más el trasero incitándolo, él volvió a subir y al ver el panty de encajes tipo hilo rozó su miembro con ese trasero, gimió y se saboreo, rodeó a la chica de la cintura y mientras una mano acariciaba uno de sus pechos ya la otra se había hecho paso a través del panty y ya jugaba con su intimidad, Ariadna abrió las piernas y se dejó llevar, Frank acariciaba su clítoris y sus labios íntimos, sintió como sus dedos fueron más allá y los introdujo al sentir su lubricación, Ariadna sentía un delicioso placer y sin poder evitarlo comenzó a gemir también.
—Sí Frank, así, más… —rogaba intentando mantener sus sentidos.
El hombre obedeció mejor que cualquier vibrador y Ariadna sentía que la locura comenzaba a invadirla.
—Deliciosa mi diosa, eres divina —susurraba jadeante en su oído—. Estaba seguro que mis ruegos serían escuchados y que llegaría el día en que te entregarías a mí por tu propio gusto, gracias mi amor, has hecho que mi paciencia tenga los frutos que esperaba, ha valido la pena tanta espera.
Ella se separó de él y con su seducción le quitó la camisa de botones con toda la paciencia del mundo mientras lo llevaba a la cama, antes de llegar se la quitó. Luego bajó las manos para sentir esa erección a través del pantalón y la chica se mordió los labios al sentirla, lo masajeó suavemente.
—¿Te duele? —le preguntó ella con timidez.
—No, para nada —contestó Frank sintiendo un enorme placer en su cuerpo que hacía mucho no experimentaba, su amigo crecía más y más al estímulo de ella.
—Me alegra que estés mejor —se saboreó, Frank la miraba fijamente idiotizado.
Sin duda el hombre estaba muy bien equipado y Ariadna por fin iba a constatar el calibre de su arma, Frank se dejaba hacer todo, parecía un cachorro en manos de su dueña, parecía un títere en manos del titiritero, parecía un pedazo de barro en las manos del experto, parecía un lienzo en blanco en las manos del maestro, Ariadna desabrochó el cinturón y metió aún más la mano para sentirlo plenamente a través del bóxer y sin reparar en su expresión pasó la lengua por sus labios, se dejó caer en la cama llevándoselo a él, pero Frank prefirió observarla mientras ella se acostaba, la tenía casi desnuda, sus pechos eran exquisitos, su cintura preciosa, sus caderas moldeadas y sus piernas perfectas, pronto iba a saber que su paraíso también era perfecto, la miraba con lujuria a la vez que se quitaba el cinturón lanzándolo al suelo, Ariadna disfrutaba el panorama que el hombre lentamente le ofrecía y cuando él se quitó también el pantalón quedándose en su bóxer la chica se saboreó más al ver el tamaño del miembro que amenazaba con explotar, estaba deseosa por tenerlo adentro de ella y sentir la potencia con la que la iba a embestir. Sin más preámbulos ella abrió las piernas e incitó a Frank a tocarla, el panty negro lo tenía idiotizado, él se hincó y sin dudarlo obedeció, con el índice subía y bajaba y sólo con ese roce Ariadna se retorcía, hizo círculos encima del panty y la chica ya no soportaba las descargas de placer que el hombre le daba sólo con hacer eso, hizo a un lado el panty y acarició las hendiduras de los labios íntimos de la chica, sentir su suavidad y lubricación lo tenía a ebullición, sin duda ella estaba lista.
—Por favor Frank, penétrame —le rogó—. Quiero sentirte dentro de mí.
—Todavía no —dijo él con la mirada más oscura que podía mostrar—. Voy a disfrutarte, a tocarte, a besarte, a lamerte, a succionarte y a hacerte el sexo oral hasta que estalles de esa forma. Mis dedos y mi lengua te llevarán al clímax, voy a deleitarme en probarte y beberme todo de ti, después te voy a llevar de nuevo a otro orgasmo cuando te embista con fuerza una y otra vez, rogarás por más, lo gozarás y no querrás terminar, no querrás que nuestra sesión de placer termine, voy a demostrarte lo que es ser un hombre de verdad y después serás tú la que me muestre a la fiera que eres, una vez complacida vas a complacerme también como sólo tú lo sabes hacer, sé que tu pasión va a volverme loco de placer, vas a hacer de mí lo que quieras y cómo lo quieras, estoy más que seguro que lo que ya iniciamos lo vamos a disfrutar por mucho, mucho tiempo más.
—¿Como tu amante? —preguntó curiosa. Frank negó muy sonriente.
—No, no como una amante cualquiera, no serás mi “amiga de ocasiones” eso no es para ti, tú eres mucho más, lo harás como una prometida, como una mujer con un dueño absoluto, voy a hacerte mi esposa Ariadna y tu brillante anillo de compromiso lo llevarás desde aquí.
La chica sonreía y se saboreaba con todo lo que el hombre le había dicho, estaba más que dispuesta a ser la protagonista, no le parecía mala la idea de convertirse en la “señora Sutherland” amiga, amante o esposa sabía que ese placer que iba a experimentar en el momento no lo iba a olvidar y estaba ansiosa por probarlo de una vez, sentir los dedos de Frank dentro de ella la hacía gemir, retorcerse y sentir que ya no podía más, sin duda Frank le daría más placer del que había imaginado o experimentado, pero… el sonido de la puerta los desconcentró.
Frank reaccionó de un solo golpe como si hubiera estado en algún trance, estaba desorientado, miró la habitación tal y como estaba cuando se acostó y no entendió nada, el insistente toque lo hizo volver a la realidad, había tenido un sueño erótico con Ariadna, uno de los tantos que tenía desde que la conoció pero este último había sido demasiado real, tanto que pudo sentir la evidencia del mismo cuando se sentó en la cama.
—Frank ¿estás allí? —le dijo un hombre al otro lado, Frank reconoció la voz.
Sin decir nada y sujetándose la cabeza que comenzaba a dolerle se encaminó a abrir la puerta.
—¿Qué pasa Charles? —dijo más adormitado que consciente cuando abrió.
—Perdón, no creí que estuvieras dormido.
—Descansaba, la verdad me siento cansado y más mentalmente.
—Discúlpame por despertarte entonces, entiendo lo de tu cansancio, sólo pasaba a decirte que en hora y media el autobús estará listo para llevarnos a Lyon.
—¿Hora y media? ¿Pues qué hora es? —preguntó sorprendido.
—Son exactamente las tres y media —contestó mirando su reloj.
—Dios, me dormí de verdad, voy a avisarle a Ariadna.
—No te preocupes, ya Catherine le avisó, al parecer ella si estaba despierta, seguramente ahora ya está arreglando su equipaje, haz tú lo mismo, nos veremos a las cinco en el lobby para estar listos.
—Está bien, voy arreglarme y a comer algo, Ariadna y yo sólo desayunamos.
—Creo que ella estaba comiendo pero bueno, vayan a comer —le sugirió el hombre alejándose a su habitación—. Lo importante es estar puntual a la hora.
—Sí, si gracias.
Frank entró de nuevo y reclinándose en la puerta notó la erección que tenía, exhaló resignado y se metió al baño, con el sueño que tuvo había eyaculado.
Cuando salió de la ducha y se vistió, arregló su equipaje y dejándolo listo salió de su habitación para dirigirse a la de Ariadna, necesitaba verla después de haber soñado que la tenía, en sus fantasías parcialmente la había conocido y estaba dispuesto hasta vender su alma para que ese mismo momento llegara de la manera en la que lo había soñado. Tocó la puerta con ansiedad, necesitaba estar un momento cerca de ella.
—¿Quién? —preguntó la chica.
—Ariadna soy yo, Frank.
El hombre sonreía como tonto esperando que la chica le abriera la puerta pero cuando la abrieron, la sonrisa se le borró cuando una camarera alta y delgada fue lo primero que miró, se extrañó.
—Creí que estabas sola —le dijo él seriamente al pasar a la habitación y ver las maletas abiertas, la chica tenía el cabello mojado y verla así hacía que difícilmente quitara sus ojos de ella.
—Llevo rato arreglando mis maletas y Marie me está ayudando —le dijo sin mirarlo afanada con sus cosas.
—Ya veo —inspeccionó el lugar disimuladamente—. Como también veo que ya comiste —se acercó a la mesa y miró los platos vacíos.
—Sí así es, pedí servició a la habitación, tenía hambre.
—Me hubieras ido a buscar para comer juntos —la miró fijamente, ella era ajena a esa mirada.
—Supuse que estabas dormido, lo siento, yo me dormí profundamente un momento y comiendo estaba cuando vino Catherine a buscarme para decirme que salimos en poco tiempo.
Frank exhaló, definitivamente esa era su realidad, esa que tenía en frente era la Ariadna que conocía y no con la que había soñado.
—Excuse moi mademoiselle —interrumpió Marie saliendo del baño—. Se le olvidaba su hermoso vestido.
La mujer había salido del baño con el vestido rojo de organza entre sus brazos, Ariadna lo miró y le hizo cara de fuchi, levantó una ceja, frunció el ceño y lo ignoró de nuevo, lo odiaba.
—No, no se me olvidaba —le dijo guardando todo en su neceser—. No pensaba llevarlo.
—Pero Ariadna ese vestido te queda precioso —le dijo Frank—. Además no fue nada barato, no deberías…
—Me vale un pito su precio —lo interrumpió—. Me recuerda una espantosa experiencia que no tengo la intención de tener en mi mente, fue una estupidez habérmelo puesto, fue una mala elección haberlo comprado, me trajo mala suerte.
—Pero…
—Puedes quedártelo Marie, te lo regalo —se dirigió a la camarera—. Es un vestido fino que espero tengas la oportunidad de estrenar, llévatelo es tuyo.
La mujer sonrió de oreja a oreja, ella y Ariadna se habían entendido y no podía ocultar su felicidad.
—Oh mademoiselle… —no tenía las palabras para agradecer.
—Toma —le dijo la chica extendiéndole también la cartera estilo sobre—. Te la regalo también, espero te sirva.
—Merci, merci —la mujer estaba feliz, poco le faltaba brincar, nunca se imaginó el regalo tan fino que recibiría—. Merci mademoiselle.
Ariadna se sintió bien por su buena obra del día. Frank no entendía nada y exhaló, se sentó en una de las sillas de la mesa.
—Deberías de ir a comer algo Frank —le sugirió Ariadna con la frialdad que la caracterizaba sin dejar de arreglar sus cosas—. Sirve que de una vez que cancelas las habitaciones y todo lo demás, ya pronto vendrán por el equipaje, no quiero hacer esperar al grupo, quiero irme ya.
El hombre la miró boquiabierto sin un argumento más que agregar, definitivamente no había encontrado a la Ariadna de su sueño, esa no existía en la realidad, la que tenía en frente era la verdadera Ariadna, la fría, la orgullosa, la indiferente que siempre había conocido, seriamente se levantó de la silla y sin decir nada se dirigió a la puerta, se sintió decepcionado.