Capítulo
8
La sesión cultural sobre sexo no le favoreció a la chica, de igual forma intentó masturbarse pero en su mente estaba Lucas y todo lo que hacía con ella, volvió a molestarse y en vez de encontrar placer encontró recuerdos y dolor, apagó el tele y llorando sobre las almohadas volvió a desahogarse.
Al poco rato el estómago le crujió y recordó que no había cenado, apenas y se comió un pequeño trozo de jugoso asado, con puré de papas, maíz y un poco de ensalada en villa Ensenada, se esmeraba por cuidar su figura y sentirse orgullosa de la misma, las calorías y ella eran enemigas mortales por lo que cuidaba su alimentación con un régimen nutricional muy estricto sugerido por su entrenador del gimnasio. Para no dormirse y amanecer con un malestar estomacal prefirió levantarse a la cocina y ver que podía merendar. Al llegar encendió las luces y se apresuró al refrigerador, en primera instancia optó por un sándwich de jamón y queso pero al ver la nevera se percató que había un tarro de mantecado de ron con pasas, hizo un puchero, levantó una ceja y exhaló, el ice cream la tentó.
—Te odio Lucas —le dijo al mantecado como si fuera él—. Y te odio más porque me haces romper mi dieta, ¡puedes irte al demonio!
Se apresuró a buscar un pequeño tazón y una cuchara, luego volvió a la nevera y abrió el tarro sellado, no le importaba saber quien lo había comprado, quería desahogarse de cualquier manera y el delicioso ice cream era una tentación que en otro momento hubiera podido resistir. Cerró el tarro de nuevo, lo colocó donde estaba, cerró el refri y apagando las luces, se sentó en el desayunador, quería comer en la oscura soledad que la envolvía acompañada solamente de la poca claridad que entraba por la ventana.
Se perdió en sus pensamientos mientras intentaba degustar cada cucharada del mantecado, aún no podía creer lo que había pasado y como todo había cambiado tan de repente, sus recuerdos la llevaron de nuevo al momento en que conoció a Lucas realmente;
—Nos disculpan por favor… —un furioso Lucas que intentaba controlarse sujetó fuertemente a Ariadna del brazo levantándola de la mesa a la vista de todos.
—Lucas ¿Qué vas a hacer? —Alonso se puso de pie también al notar a Ariadna tan asustada como un conejo ante la reacción de Lucas.
—No te metas Alonso —sentenció enojado—. Este no es asunto tuyo.
—Lucas cuidado —le dijo Andrew seriamente al ver a su hijo transformado.
—Ariadna y yo vamos a hablar en privado, así que por favor no se metan —dijo malcriadamente.
Y sin dejar que alguien más hablara, prácticamente la llevó casi arrastrada al interior de la residencia. La metió al despacho de su tío y se encerraron, la miró con furia, contenía la respiración, Ariadna se sobaba el brazo, tenía la marca del apretón de Lucas y le dolía, tenía miedo, estaba asustada ante su reacción y a lo que pudiera hacer.
—¿Y bien? —preguntó un molesto Lucas que apretaba la mandíbula, tenía la cara roja y no precisamente por haberse quemado en el sol de la piscina.
—No era necesario esto —dijo Ariadna con sus labios temblorosos—. No era necesario que me humillaras así delante de tu familia.
—¿Humillarte? ¿Y qué demonios crees que haces tú conmigo eh? —se acercaba lentamente a ella intimidándola—. ¿No crees que ya he tenido bastante?
—No te entiendo…
—Tu trabajo, tu carrera, tus salidas de aquí para allá, tus exposiciones, tus noches esculpiendo o pintando, las sesiones a puertas cerradas en tu taller, para ti tu divertida carrera es un arcoíris pero para mí no y de todo eso ya estoy harto. ¿Me entiendes? ¡HARTO!
—Lucas ¿No puedes hablar en serio? Es mi pasión, mi vida, ya me conociste así.
—Y traté de entenderte, juro que lo hice, pero ya no puedo y esto, es la gota que derramó el vaso, ya no Ariadna, ya no, decide de una vez, ya no quiero excusas para todo, o es tu trabajo o yo, o tu viaje o la boda, decide ahora.
—Lucas no puedes pedirme eso —lo miraba incrédula.
—Decide —sentenció.
—Desde que comenzamos nuestra relación he tenido que estar en medio de mi labor y de ti, creo que he sido muy considerada hasta donde he podido, te he complacido en ciertas cosas pero veo que no te bastan y quieres más, al parecer lo único que conseguí fue malcriarte más y ahora que no obtienes tu juguete te enfureces y haces tremendo berrinche.
—¡No soy un niño! —le gritó sujetándola de ambos brazos—. No intentes jugar más, decide ahora, si me amas yo seré primero que nada, dame una respuesta ahora, ¿o soy yo o es tu trabajo? ¡Decide!
—No me pidas eso por favor…
—Ariadna he sido demasiado paciente, pero si prefieres un estúpido viaje antes que tu boda significa que no me amas y que nada te importa.
—¿Cómo puedes decirme eso? ¿Por qué me juzgas de esa manera? ¿Por qué me acusas? Lucas… por favor podemos aplazarla sólo un poco más, te he demostrado de mil formas que te amo, no puedes decirme que nada me importa, no me lastimes de esa manera.
—Eres tú la que lastima, te gusta brillar y ser el centro de atención, te encanta que te halaguen y endulcen el oído, te gusta destacarte y opacar a los demás.
Ariadna sentía que su corazón caía a pedazos, Lucas por fin expresaba lo que sentía y le dolió hasta el alma.
—¿Eso piensas de mí? —pregunto decepcionada.
—Eres egocéntrica, deja de hacerte la víctima y responde.
Ariadna no pudo evitar que la primera lágrima que lloraría, rodara por su mejilla.
—Veo que no me amas —la soltó y lanzó con fuerza a uno de los sofás—. Cuando yo sea más importante que tu trabajo entonces búscame y ya veré si decido volver contigo.
—¿Cómo?
—Vete Ariadna —sentenció con extrema frialdad—. Todo se ha terminado, ya no habrá boda, ya no quiero nada contigo.
Ariadna lo miró abriendo la boca y sin poder asimilar lo dicho por él, sus lágrimas caían sin cesar, el hombre que ella quería y con el cual iba a compartir su vida la había herido con la mayor alevosía que podía mostrar.
—Lucas… ¿No puedes hablar en serio?
—¿Me crees algún payaso para hacer bromas? ¿Crees que en este momento me siento tan feliz como para jugar?
Ariadna lo miraba fijamente negando con la cabeza.
—Te vas Ariadna —sentenció clavándole los ojos—. ¿Lo entiendes? Te vas de esta casa y de mi vida, ya no quiero hablar contigo y mucho menos verte, me perdiste, perdiste la oportunidad de convertirte en la señora Farrell, no me busques ni me llames, disfruta tu mugroso barro y tus estúpidas pinturas, vete al carajo o donde mejor te parezca, tú ya no me importas.
Ariadna tragó en seco y se sintió mareada, un nudo en la garganta le apretaba, no podía creer lo que había pasado, las palabras de Lucas le martillaban la cabeza.
—¡Silvia! —Lucas abrió la puerta y le gritó—. ¡Silvia ven acá!
—Por favor ya no hagas nada más —suplicó una Ariadna avergonzada.
—¡Silvia! —volvió a gritar con furia sin determinar a Ariadna.
—¿Qué pasa por Dios? ¿Por qué gritas así? —la chica llegó acompañada de toda la familia asustada.
—Que Ariadna se vista y se largue.
—¡¿Qué?! —preguntaron todos al mismo tiempo.
—¿Lucas qué pasó? ¿Qué hiciste? —preguntó Emma.
—Hice lo que tenía que hacer mamá, terminar con todo, ya no habrá boda así que ya no hagan más planes.
La señora fue sujetada por su marido, literalmente casi se desmaya y Silvia se apresuró a abrazar a Ariadna que no paraba de llorar.
—Lucas por favor no actúes así —le dijo Andrew seriamente.
—Lo siento papá, es mi decisión ¿Lo escucharon familia? —se dirigió a todos descaradamente—. Ya no hay boda y prohíbo que se mencione el tema, me importa un carajo que todo Ontario se entere, Ariadna Warren prefirió irse a un viaje de trabajo por Europa anteponiéndolo a su propia boda.
—Te pedí que la aplazáramos —le dijo Ariadna.
—No me interesa tu sugerencia —la miró con altanería torciéndole la boca—. La realidad es que no me amas, lo has demostrado faltando a tu palabra, me has humillado Ariadna, prácticamente me has dejado plantado frente al altar y esa ofensa un hombre no la perdona.
Todos se quedaron en silencio, Lucas se había hecho la víctima frente a su familia y Ariadna había quedado como la mala de la historia, nadie podía creer lo que pasaba.
—Silvia haz lo que te digo —ordenó de nuevo—. Que Ariadna se vista y se largue.
Y diciendo eso salió del despacho llevándose por delante a quien no se apartara de su camino.
—Por favor que alguien haga algo, es un bruto —dijo Silvia poniendo de pie a Ariadna quien se secaba las lágrimas.
—No te preocupes querida, hablaremos con él y entrará en razón —le dijo Andrew.
—Por Dios ¿cómo se atrevió a hacer eso? —dijo Emma casi llorando de la impresión.
—Es porque no le di las suficientes nalgadas cuando se las tenía que dar —contestó Andrew—. Pero ahorita me dan ganas de ir a coger un leño y dejarlo sin trasero.
—Lo que necesita es que le rompan la cara —dijo Alonso muy molesto.
—Silvia lleva a Ariadna a tu habitación y deja que descanse un momento —dijo Deborah con pesar.
—No, no voy a quedarme —reaccionó Ariadna secando sus lágrimas—. Voy a vestirme y me voy a mi casa.
—Pero querida…
—Él fue muy claro conmigo y voy a complacerlo por última vez.
—Ariadna ve a vestirte, prometo llevarte —le dijo Juan Diego.
—Yo lo haré papá —le dijo Alonso—. Pronto oscurecerá es mejor que yo lo haga.
—Qué barbaridad, venimos a quedarnos el fin semana y este mocoso nos arruina la estadía —dijo Andrew exhalando y negando con la cabeza.
—Vamos Ari —le ayudó Silvia—. Vamos a que te vistas.
Ariadna asintió y con la poca dignidad que le quedaba pasó por en medio de la familia que aún estaba en shock. Luego de terminar y de estar lista, Alonso la esperaba en la camioneta Dodge de Juan Diego, la familia la despidió pero ella no tenía cabeza ni cara para nada, Alonso le ayudó a subir y Ariadna limpiaba las lágrimas que le caían, de esa manera salieron de villa Ensenada en Cucamonga para regresar en un triste atardecer hacia Ontario.
***
—¿Ariadna? —Preguntó sorprendida Minerva al verla que sólo jugaba con el ice cream—. ¿Qué haces aquí?
La chica perdida en sus pensamientos ni siquiera se percató de la luz encendida, se encogió de hombros y torció la boca, dejó el tazón a un lado, el mantecado estaba derritiéndose y convirtiéndose en leche. Se miraba fatal, había llorado mucho y sus ojos estaban rojos e hinchados.
Minerva negó con la cabeza y puso los ojos en blanco, tomó un vaso y abriendo el refrigerador lo llenó de agua fresca y se la bebió muy sedienta, luego se acercó a su hermana y le dio un beso en lo alto de la cabeza, pero cuando se disponía a salir de la cocina por fin habló.
—Me asignaron un viaje para Francia e Italia dentro de una semana.
Minerva se giró y la miró sorprendida.
—¡Wow! Eso es maravilloso, es estupendo, quisiera estar en tu lugar.
—Es fatal —contestó llevándose las manos a la cabeza sujetándose su despeinado cabello.
—Ariadna no entiendo. —Minerva se acercó a ella y se sentó a su lado—. Dime porque te parece tan trágico.
—Debo de estar fuera por casi un mes, ¿Sabes lo que eso significa?
—Uy si, tu boda se pospondría.
—Peor Minerva, es peor, cuando se lo dije a Lucas se molestó mucho, discutimos muy fuerte y canceló todo, me dejó.
—¿Cómo? —Minerva tomó aire y luego lo soltó.
—Está harto de mis supuestas excusas —continuó—. Cree que todo en mí son excusas, me dijo que cuando fuera más importante él que mi trabajo lo buscara, me puso en jaque, o mi trabajo o él, o el viaje o la boda, no supe que responder y eso lo enfureció. Terminó conmigo, todo se acabó.
Ariadna lloró en el hombro de su hermana y Minerva la abrazó.
—Desahógate querida, cuéntame todo, tal vez pueda ayudarte.
Ariadna se calmó y asintió.
—Me hace falta sacar todo esto, sino me voy a ahogar, me siento fatal y como la peor de las mujeres, todo comenzó a media mañana…