Capítulo

11

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A la mañana siguiente y mientras tomaba sólo un jugo junto a Aurora antes de irse a sus labores y le comentaba lo que sería su semana, Minerva hizo acto de presencia un tanto desanimada, tanto que ni siquiera quería hablar.

—Buenos días Minerva —saludó Aurora alcanzándole un yogurt—. No te sentimos llegar anoche, ¿Cómo te fue?

—Sí, cuenta, cuenta —insistió Ariadna.

—Lo siento chicas —contestó con desánimo mirando el yogurt en sus manos—. El idiota piensa que soy una pervertida que tiene disfraz de paloma y quiere que cambie muchas cosas de mi obra, según él no está mal pero es muy cursi, fue una mala noche, muy decepcionante, lo siento no quiero hablar, nos vemos en la noche, adiós.

Y sin darles tregua a sus hermanas, salió de la cocina para comenzar su rutina.

Las gemelas al verla salir se miraron y se encogieron de hombros, Aurora negó resignada y se apresuró a terminar de arreglarse al igual que Ariadna la que tenía un poco más de tiempo y se había levantado en su sexy pijama, se metió a la ducha, al terminar se secó un poco su cabello alisándolo, le caía un poco más abajo de su busto pero prefirió hacerse una cola a la nuca y dejar caer un poco más de su ya largo flequillo a un lado de la cara, pensó que tenía que ir al salón antes de irse para que Flavio su estilista la transformara y la mandara muy guapa al viejo mundo, luego se arregló con un jean azul marino que le ceñía las curvas de su cuerpo, una blusa ceñida también de mangas cortas de color rojo cuyo “discreto escote” según ella le hacía ver muy bien sus atributos, calzó unas zapatillas negras de tacón medio y cogiendo un bolso de cuero negro también, hizo el traspaso de todas sus pertenencias del bolso que había llevado a Cucamonga, incluyendo el cadáver de su móvil al que iba a buscarle reemplazo. Con cuidado metió al bolso el estuche de su portátil el cual le cabía a la perfección y maquillándose un poco para disimular la hinchazón y lo rojo de los ojos a la vez que se perfumaba, bajó al garaje para saludar a su Rav, chequeó que estuviera bien y luego salió hacia el instituto para comenzar sus clases de idiomas.

Al llegar se estacionó y antes de salir inhaló y exhaló, no la tenía nerviosa las clases que iba a recibir sino el interactuar con personas desconocidas pero a su vez conocidas de la ciudad, sabiendo que la cancelación de su boda ya podía ser noticia y no tenía idea de cómo enfrentarse a la vergüenza que Lucas la había expuesto, sólo le restaba rogarle a Dios y a todos los santos que ese asunto pasara de ella porque no deseaba hablarlo ni mucho menos dar explicaciones, las razones por la cual se había cancelado su boda se las guardaría ella aunque temió que Lucas ya hubiese hablado de más y debía tener las palabras justas para defenderse, no iba a permitir que la señalaran y que él quedara como la víctima en todo. Sacudió la cabeza antes sus pensamientos, se armó de valor y salió de su auto, decididamente se adentró al instituto e intentaría concentrarse solamente en las dichosas clases que le habían impuesto.

Al entrar al lugar pidió la información necesaria y después de registrarse y verificar su información en la base de datos, le indicaron el aula en donde tendría que estar los próximos cuatro días, después de saludar a algunas personas que ya estaban allí buscó sentarse en un lugar un poco apartado. Se sintió de nuevo en la universidad y exhalando resignada procedió a sacar su portátil y conectarse.

Aprovechando que el maestro aún no aparecía, revisó su email de nuevo, Sharon le había contestado al igual que Frank pero no deseaba verlos ni comenzar a pelear para arruinar más su día, también había uno de su amiga y ese si

iba a leerlo pero al momento le entró la nostalgia, no había pensado en recibir email de Lucas pero se decepcionó al ver que cumplía su palabra de no querer saber nada de ella, no quería reconocerlo pero extrañaba sus emails, sacudió la cabeza y se dio un pequeño coscorrón en la misma, si él no quería saber nada de ella, ella haría exactamente lo mismo, se enfocó en un email de Jackie y lo leyó:

 

De: Jacqueline Garber

Para: Ariadna Warren

Asunto: Amiga ¿Cómo estás?

Fecha: Junio 10 2013 08:35 a.m.

 

Amiga ¿Cómo estás? ¿Qué pasó al fin con tu móvil? Te he llamado allá ¿Cómo va tu primer día de clases? Ya supe que no vas a venir al museo debido a eso ¿Quieres que almorcemos juntas para platicar? Luego me avisas, bye.

 

Jacqueline Garber

Asistente del Dpto. de escultura, pintura y conservación.

Museum of History and Art.

Ontario, California

 

Ariadna sonrió, su amiga Jackie la animaba a su manera, enseguida le contestó:

 

De: Ariadna Warren

Para: Jacqueline Garber

Asunto: Re. Amiga ¿Cómo estás?

Fecha: Junio 10 2013 08:57 a.m.

 

Hola Jackie, te aviso que mi móvil al parecer se murió, debo de ir a la tienda y si no tiene arreglo voy a comprarme otro, ya estoy en el instituto y pronto iniciarán las clases, salgo a las doce, estaré conectada a la red para estudiar luego quedamos en donde comer, ¿ok?

 

Ariadna Warren

Supervisora asistente en jefe del Dpto. de escultura, pintura y conservación.

Museum of History and Art.

Ontario, California.

 

Envió el mensaje y justo en ese momento entró la maestra de italiano junto con otros alumnos que iban también a las clases.

—¡Buongiorno a tutti! —Saludó con entusiasmo la señora que aparentaba unos cincuenta y tantos, de baja estatura, piel blanca y de cabello rubio ya con algunas canas que le sobresalían—. ¿Come stai?

Mientras todos se sentaban en sus lugares Ariadna exhalaba de nuevo, aún no comenzaban las clases y ya sentía sueño.

—Sean bienvenidos al módulo de principiantes del idioma italiano —continuó—. Me llamo Giulia  Baggio y seré su maestra en esta maravillosa semana que comienza.

“Bravo” —pensó Ariadna con sarcasmo—. “Su entusiasmo me contagia”

—¿Disculpa? ¿Está ocupado este asiento? —le preguntó un hombre más o menos de la edad de su ex, nada más que un poco más guapo al notar un lugar vacío a la par de ella, Ariadna lo miró y se hizo la desentendida.

—¿Me habla a mí? —preguntó tontamente, el hombre sonrió—. Disculpe, no, no, no está ocupado —contestó volviendo la vista al frente.

Fingía interés por lo que la maestra decía para no distraerse con él, era atléticamente perfecto, vestía camiseta tipo polo verde claro y jean blanco, se sentó a la par de ella y procedió a sacar su portátil también, sin disimularlo la miraba fijamente y le sonreía, Ariadna se hacía la fuerte pero con ese cuero de cabello negro, ojos claros y piel bronceada a la par le iría peor en las clases, definitivamente le iba a ser difícil concentrarse.

—Gracias —agradeció él—. Agradezco tener muy buena compañía —se enfocó un momento en sus pechos y luego la miró de nuevo—. Así con gusto voy a aprender.

Ariadna no dejaba de ver el frente pero las palabras del hombre no le fueron indiferentes, bajó la cabeza sin mirarlo, no quería pensar en otra cosa que no fueran las benditas clases, asentó un poco y sonrió para no parecer descortés.

—Voy a pedirle a un voluntario o voluntaria que sea tan amable de entregar estas carpetas a cada uno de ustedes —continuó la maestra mientras escribía algo en el pizarrón—. Y necesito que se conecten a la red y busquen esta dirección, van a registrarse en la página, le darán un click al ícono de la bandera de Italia y como palabra clave para acceder van a escribir “DaVinci” ese será su código de acceso durante el curso.

Ariadna intentaba verse muy intelectual y centrada, cosa que no era, pero el fingir serlo no le quedaba mal y al parecer eso le atraía más a su compañero.

—Ariadna, ¿verdad? —le preguntó él.

Ella tragó en seco y sus dedos se quedaron inmóviles en el teclado, abrió sus ojos y se mordió el labio “¡Ay Dios! sabe quién soy” —pensaba queriendo que la tierra se la tragara. En ese momento una chica le dio la carpeta y ella agradecida la tomó entre sus manos, luego se dirigió a él haciendo lo mismo.

—Necesito que escriban su nombre en la primera página —dijo la maestra—. Hay muchas actividades a realizar junto con el programa de la web porque ya que son menos de veinte alumnos voy a supervisar sus trabajos carpeta por carpeta, progresos y pruebas para que puedan al final obtener su diploma en caso de que aprueben el curso en el examen final.

Ariadna sacó su bolígrafo pero al sentir la mirada de su compañero dudó en firmar la carpeta, lo haría después.

—Tranquila, no muerdo —insistió él.

Ella lo miró fijamente por fin.

—¿Me conoce? —preguntó seriamente, no iba a permitir que se burlaran de ella.

—Te he visto algunas veces y he escuchado tu nombre.

—¿Dónde?

—En el museo.

Ella frunció el ceño.

—Jóvenes por favor nada de pláticas —la maestra se dirigió a todo el grupo que balbuceaba— Vamos a comenzar la clase que el tiempo apremia, si ya se registraron en la red abran la página tres de su carpeta y comencemos con lo primordial que es el saludo, les voy a explicar paso a paso lo que harán, los ejercicios que ven en sus monitores los van a copiar y completar en el papel, les recomiendo lápiz grafito y si no tienen yo aquí se los presto, sólo levanten la mano.

Ariadna y él junto con otros la levantaron y la maestra procedió a pasar por sus asientos y entregárselos.

—Bienvenida señorita Warren —le dijo la mujer al pasar a su lado—. Es un placer contar con su presencia, espero que las clases le sean de provecho.

—Gracias, eso espero yo también —se limitó a decir.

—Me llamo Steve —le dijo el hombre cuando se quedaron solos.

Ariadna lo miró y le dio una sonrisa mal fingida, no podía mostrarse en confianza, podía ser amigo de Lucas y ella meterse en más líos.

“Benvenuto alla classe di italiano” escribió la maestra.

—Comenzaremos con lo primordial que son los saludos —continuó—. Quiero que escuchen el ejemplo de pronunciación y repitan.

—¿Nos concentramos en la clase por favor? —le pidió Ariadna a Steve de buena manera a modo de que ya no siguiera hablando, era guapo pero no podía dejarse llevar sólo por eso, necesitaba concentrarse y aprobar el dichoso curso.

Antes de que finalizara la clase, Ariadna le envió un email a su amiga y quedaron en comer juntas en el Ontario Mills, cuando estuvo lista y sintió que la clase había sido “instructiva” guardó todo mientras la maestra agregaba:

—Recuerden practicar las pronunciaciones de lo aprendido hoy, mañana voy a probarlos, les sugiero que traten de aprenderse estas palabra de memoria.

Ariadna arrugó la cara y medio torció la boca, pero no era consciente de que su compañero la había notado.

—¿No te gustó la clase? —le preguntó para volver a entablar la plática.

—Sí, si me gustó —contestó desinteresadamente.

—No lo parece.

—Eso de estudiar para pruebas es lo que no me parece, es todo.

—Si gustas podemos hacerlo juntos, ¿Te invito a comer?

—Lo siento pero ya quedé de comer con una amiga, además debo volver para las clases de francés.

—Yo también vendré a las clases de francés, que bonita coincidencia ¿no crees?

Ariadna frunció el ceño y levantó una ceja, eso no se lo creía.

—Steve, lo siento, yo no creo en coincidencias, te has mostrado muy amable y la verdad… —la chica inhaló y exhaló—. Mejor dime de una vez quién eres.

El chico sonrió y levantó su mentón.

—Sólo un compañero de clases, nada más.

—¿Un compañero que dice conocerme?

Él se encogió de hombros.

—Lo siento no tengo tiempo para bromas —le soltó la chica un poco molesta y se dirigió a la puerta.

—Oye espera, no te vayas así —él se apresuró a seguirla.

—No me sigas que no estoy de humor para perder mi tiempo. —Saliendo al pasillo buscó la salida del edificio.

—Lo siento, sólo quise ser amable como dices, la verdad eres una chica preciosa y no encontré otra manera de acercarme a ti.

—Gracias por el halago, pero no te va a servir de nada —la chica no se detenía y saliendo al parqueo buscó su auto.

—Ariadna lo siento, no quiero que tengas una mala impresión de mí, he sido muy tímido y contigo me aventuré a encontrar mi valor, desde que te conocí me sentí atraído y…

—A ver, a ver, vamos por partes. —Lo detuvo cuando llegaron a su auto—. Primero dime quien eres en realidad y de donde carambas me conoces.

—Me llamo Steve Garber y te conocí en el museo.

—¿Garber? Eres…

—Jackie es mi prima, su padre y el mío son hermanos.

Ariadna abrió los ojos y la boca, se asustó.

—Tranquila no te asustes —insistió—. Desde el sábado le escuché algo de estos cursos y vine hoy con la esperanza de encontrar un cupo, no te molestes con ella, no sabe nada de esto, yo actué por mi cuenta.

Ariadna exhaló, no sabía qué hacer.

—Permíteme asimilar esto —le dijo intentando mantener la paciencia a la vez que veía su reloj—. Por ahora no tengo tiempo de hablar más, debo atender unos asuntos con urgencia antes de volver, ¿Te molestaría que habláramos después?

—Está bien como quieras, pero al menos prométeme que tomaras un café conmigo cuando salgamos a las seis.

—Ya veré —le contestó cuando se metía a su camioneta.

—Por favor no le digas nada a Jackie, me va a matar —le pidió.

Ariadna lo miró a través de su ventana y la bajó.

—Nos vemos después. —Se limitó a decir a la vez que encendía motores y arrancaba molesta.