Capítulo

15

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A media tarde cuando Ariadna ya había salido del spa más relajada con su masaje y esperaba que le llegara la hora de lavarse el cabello para quitarse los residuos del tinte borgoña y disfrutaba a la vez del pedicure que le estaban haciendo su móvil sonó, era Minerva así que sin dudar contestó.

—Mina ¿Cómo estás? ¿Cómo te va? ¿Qué tal Chicago?

—Hola Ari, pues bien dentro de lo que cabe.

—¿Ya te conoció la editorial? ¿Qué tal tu asesor?

—Si ya me conocieron, ya hablé con la directora del sello y bueno hay algunas cositas pendientes todavía y él pues… no me quejo, sus atenciones me abruman.

—Saluda a la diosa Minerva de mi parte. —Flavio se acercó a la cara de Ariadna para que Minerva lo escuchara.

—Sí, claro —dijo Ariadna sonriendo—. ¿Lo escuchaste Mina?

—Como no, dile que le mando besos y abrazos.

—Dice Minerva que te manda besos y abrazos —le dijo al estilista que no se cansaba de dar vueltas por el salón.

—¡Igual yo, muacksssss! —exclamó feliz lanzándole un beso.

—Bueno ya lo escuchaste —dijo Ariadna a su hermana.

—Se me pasó por alto que estuvieras en la clínica estética de Flavio —le dijo Minerva—. Pero obvio, es natural.

—Mina te escucho apagada, ¿Te sientes mal?

—Es sólo melancolía, por tu viaje, ya sabes, me hubiera gustado despedirte personalmente.

—Tranquila hermanita, sólo será poco menos de un mes, volveré no te preocupes, tú concéntrate en lo tuyo, en tu libro y en tu asesor. ¿Ya lo probaste? —Ariadna sonreía pícaramente.

—Ari nunca vas cambiar…

—Anda dime, ¿Cómo es?

—Ariadna ¿Cómo se te ocurre pensar que ya lo probé?

—Ay no es difícil y más estando bajo el mismo techo.

—Pero no estamos solos, su hermana vive con él.

—¿Y eso qué? Aprovechen cuando no esté o mándenla a comprar chicles. —Ariadna no paraba de reír—. Dime, dime ¿Al menos hubo acercamiento? ¿Roces? ¿No lo has besado? Minerva ¡por Dios! sólo necesitas cinco minutos para probar a ese cuero.

Minerva se ruborizaba al recordar lo que había pasado con él y su George Michael, pero no iba a entrar en detalles y menos con Ariadna, esos sería darle cuerda a su hermana.

—Ari… nuestro trato es sólo profesional, además no te llamo para hablar de él sino de ti, por favor cuídate mucho, disfruta tu viaje, toma muchas fotos de esos lugares tan bellos y me las mandas, ¿Ok? No te olvides del email o los mensaje de texto, por favor mantente en contacto.

—Claro Mina no te preocupes, aprovecharé mis noches de soledad en el hotel para comunicarme con ustedes, intentaré hacerlo a diario no te preocupes, obvio tendrá que ser por la red, recuerda la diferencia horaria, pero estaré en contacto, igual tú, ¿Cuándo vuelves?

—El lunes si no hay inconvenientes ya estaré en Ontario.

—Bueno hermanita así quedamos entonces, te deseo un feliz regreso también y por favor… prueba ese hombre. —Ariadna no lo sugería, lo ordenaba.

—Ari…

—En serio Minerva por Dios, poco te falta vestir los hábitos, no entiendo cómo puedes soportar…

—Ari tranquila, no todas somos como tú.

—Bueno luego me cuentas, al menos mientras esté yo en Europa quiero buenas noticias de tu parte ¿ok? Y las quiero con lujo de detalles, cuídate y te dejo, se me está pasando el lavado del cabello y ya me urge, besitos, bye.

—Está bien, prometo darte noticias sean buenas o malas, disfruta tu sesión de belleza, te quiero mucho, cuídate, feliz viaje.

—Yo también te quiero mucho, arrivederci, au revoir. —Ariadna se estrenaba con los idiomas.

—Adiós presumida. —Minerva sonrió al escucharla.

La sesión de la chica en la clínica estética de su amigo fue un éxito, una nueva Ariadna transformada salió para el mundo, se paró frente a la clínica observando a la ciudad, inhaló y exhaló, recordó las palabras de Lucas: “Eres tú la que lastima, te gusta brillar y ser el centro de atención, te encanta que te halaguen y endulcen el oído, te gusta destacarte y opacar a los demás”

—Tienes razón estúpido —dijo firmemente con cada pisada decidida que daba para llegar a su camioneta—. A insectos como tú son los que se merecen pisotear, ¿Crees que te lastimo? Ahora me vas a conocer y verás cómo me place lastimarte, ¿crees que me gusta brillar y ser el centro de atención? claro que voy a brillar y ser el centro de atención, ¿crees que me encanta que me halaguen y me endulcen el oído? ¿crees que me gusta destacarme y opacar a los demás? ¿pues sabes qué? por gusanos como tú lo haré, ¡vete al demonio Lucas! —abrió la puerta, metió las bolsas de sus compras y antes de arrancar encendió el reproductor para escuchar su himno nacional, Katy Perry y su “Firework” comenzó a sonar y Ariadna a cantar alto el coro junto con ella:

“Cause baby you're a firework
      Come on, show 'em what you're worth
Make 'em go "Oh, oh, oh"
As you shoot across the sky”

 

Y muy feliz salió del parqueo cantando a la vez que manejaba, había asignado la canción como ringtone de sus llamadas.

Se encontró con Aurora en un supermercado, su gemela la había llamado para que la acompañara a comprar algunas cosas que hacían falta para la despensa, así que rápidamente se dividieron para comprar ya que el tiempo las apremiaba para poder llegar a tiempo al cine.

—Aurora sólo a ti se te ocurre hacer esto y hoy precisamente. —Refunfuñaba Ariadna mientras arreglaba su cabello muy coquetamente cuando entraban al supermercado, sin duda todas las miradas masculinas eran para las gemelas.

—Lo siento pero mañana lo tengo muy ocupado y además tú ya no vas a estar, no puedo contar con Diana porque no tiene hora de salida.

—Está bien, ya que vine a presumir mi obra de arte al supermercado y todos estos lujuriosos no dejan de mirarnos dime que vas a comprar.

—Mira para salir más rápido tú ve por las frutas y verduras y yo por lo demás. —Cogió una cesta del super y le dio otra a su hermana—. Esta es la lista, cuando una de las dos acabe llama a la otra y nos encontramos en la caja para cancelar todo, ¿ok?

—Ok. —Ariadna resopló poniendo los ojos en blanco, tomó la lista y se fue a la sección de frutas y verduras.

—¡Hagamos todo en menos de veinte minutos! —le dijo Aurora mientras se alejaba.

—Sí, sí, hmmmm… —Ariadna miraba la lista para memorizarla—. Manzanas, naranjas, fresas, bananos, zanahorias, tomates, lechuga, cebollín, pepinos…

Al llegar se apresuró a coger las frutas en bolsas plásticas y luego las verduras, poco le importaba el peso de las mismas aunque no abusaba por no tener que cargar tanto peso en la canasta. Al llegar a la sección de los pepinos se detuvo para estudiarlos, los tomaba entre sus manos, estudiaba el tamaño, el color, el grosor y sin reparar en sus pecaminosos pensamientos su mente como siempre tomó otro giro, al verlos su imaginación voló y fue más allá, recordó la primera que vez que practicó ponerle un preservativo a uno, era adolescente e inexperta pero el tamaño y la dureza del mismo la animaba mucho a aprender, recordando eso Ariadna sonrió, sin querer comenzó a acariciar uno de los pepinos y lo estudió detalladamente, bien podía medir unos veintidós centímetros de largo por unos ocho de ancho y la chica se emocionó “wow” —pensó mordiéndose el labio y sonriendo pícaramente—. No está mal, nada mal.

—Dios, creo que necesito ayuda —dijo en voz alta llevándose el pepino a su sien y cerrando los ojos, sin percatarse que un chico muy atractivo estaba cerca de ella haciendo compras también.

—¿Tienes problemas con el pepino? —preguntó él muy amablemente, Ariadna brincó asustada haciendo que el pepino se le cayera de las manos, estaba apenada.

—Ah… no… no, gracias estoy bien —intentó contestar en su condición, ella pensando otras cosas y la visión que tenía enfrente la sacudió aún más, se apresuró a inclinarse para recogerlo pero el chico lo hizo también haciendo que se rozaran las manos.

—Perdón —dijo el chico muy sonriente tomando junto con ella el pepino—. No fue mi intensión asustarte.

—No, no me asustaste es sólo que… estaba distraída. —Ariadna no sabía a quién ver, si al rostro angelical del chico o a la mano que le ayudaba sosteniendo juntos el enorme pepino.

—Creo que este pepino está verde aún,  sabrá amargo si lo comes —insistió él.

—¿Te parece? —preguntó ella desinteresadamente.

—Tiene buen tamaño pero no creo que tenga buen sabor.

Ariadna asentaba tontamente fingiendo atención a la clase de nutrición, lo dicho por el chico lo interpretaba de otra manera.

—Mira de nada sirve que sean grandes, si al llevártelo a la boca no van a saber bien.

Ariadna lo miró fijamente y se llevó un dedo a su cuello para rozarlo, ese tic le aparecía cuando tenía ansiedad.

—No había pensado en eso —contestó—. Gracias a Dios… los que hasta ahora he probado han estado bien.

—No te guíes por el tamaño, ¿Te gustan grandes?

“¡Ay Dios!” —pensaba la chica—. “Quiero desaparecer de aquí.”

—Mmmmm… —musitó apretando la mandíbula—. Pues… la verdad…

—Mira —interrumpió él mostrándole uno—. Este es un poco más pequeño, no tan grueso pero no está mal, mira el color de su piel, te aseguro que este está en su punto y está delicioso, podrás comértelo y degustarlo con gusto, ni siquiera te darás cuenta cuando acabes con él.

Ariadna intentaba disimular el sudor que comenzaba a aparecer en su sien y cuello, no estaba en clase, la perversión de su mente era el colmo, todo lo estaba interpretando mal, una semana sin sexo la tenía a ebullición y sentía lubricar su ropa interior, el chico guapo, el pepino, la tenue luz y sus fantasías desbordadas la podían llevar a cometer una locura.

—¿Te gustaría probarlo? —insistió el chico, Ariadna ya no aguantaba.

—Sí claro, con gusto, me encanta —contestó reaccionando mordiéndose la lengua.

—Voy a ponerte unos cuantos en la bolsa.

—¿Cómo es que sabes de pepinos? —preguntó curiosa.

—Mi papá es nutriólogo —contestó muy sonriente.

—Con razón…

—Bueno creo con estos son suficientes —le dijo entregándole la bolsa—. Espero haberte ayudado.

“No como yo quería” —pensó.

—Sí, sí, claro, muchas gracias, siempre es bueno aprender.

En ese momento sonó Katy Perry en su móvil:

—Hola.

—Ariadna, ¿Ya acabaste? —preguntó Aurora.

—Sí, sí claro, ya voy para allá, espérame —colgó y luego se dirigió al chico—. Bueno tengo que irme, muchas gracias por la ayuda.

—Toma, ésta es la tarjeta de mi papá cuando quieras lo buscas y le dices que vas de parte mía, podría darte descuentos.

—Muchas gracias que amable. —Ariadna miró la tarjeta levantando una ceja—. Voy a tenerlo en cuenta.

—Te la doy porque veo que tienes una figura envidiable y supongo que cuidas tu alimentación, me llamo Derek Wise y somos parte de un equipo de nutrición de calidad, cuando quieras puedo mostrarte.

—Gracias Derek, me llamo Ariadna, mucho gusto pero ahora debo irme, un placer conocerte y gracias de nuevo por la ayuda, adiós.

Ariadna se alejó de prisa para encontrarse con su hermana, el logo en la esquina de la tarjeta le era conocido y las iniciales “HBL” era igual a un pin que el chico portaba en la camiseta que andaba también, pero prefirió omitirlos y concentrarse en lo que realmente le interesaba en el momento; ir al cine y deleitarse con su hombre de acero.

Rápidamente las chicas regresaron a su casa y como afortunadamente Ariadna ya había comprado las entradas on line, tenían el tiempo justo para ducharse, arreglarse y correr al AMC Ontario Mills 30, Diana había llegado a la casa antes que ellas y ya estaba casi lista. Cuando terminaron las chicas Warren salieron todas juntas en la camioneta de Ariadna, iban felices, era viernes por la noche y el hombre de acero las esperaba. Al llegar Ariadna y Diana se bajaron para entrar mientras Aurora le hacía el favor a su hermana de estacionar la camioneta. Ariadna fue directo a la taquilla para registrar la compra, mientras que Diana hacía la fila para comprar las deseadas golosinas, cuando Ariadna terminó se detuvo un momento en uno de los cuadros en cartelera para admirar a su amor, suspiraba y suspiraba sin cansarse, mientras los demás chicos la miraban a ella, ella era totalmente ajena a todas esas miradas que poco le interesaban y se concentraba sólo en su hombre de acero, en ese momento sólo era ella y él. La imagen del cuadro mostraba el perfecto pecho de Superman mirando hacia abajo, así que mientras ella lo acariciaba él parecía mirarla y Ariadna se imaginaba eso, se imaginaba esos perfectos ojos azules mirándola sólo a ella y ella perdiéndose en ese azul cristalino a la vez que se deleitaba tocar ese pectoral en el que deseaba perderse y sentirlo sólo de ella, se había desconectado totalmente del bullicio de la sala y en esos segundos sólo existía ella y su Cavill.

El sonido de su móvil la sacó de sus fantasías y haciendo pucheros contestó sin ver quien llamaba.

—Diga.

—Ari preciosa te aviso que no podré llegar a tiempo —decía Flavio del otro lado—. No al menos a la hora, aún estoy en la estética atascado con algunas cosas, pero ya conseguí una entrada para la próxima tanda.

—Oh Flavio es una lástima que no estemos en la misma sala y a la misma hora.

—Lo sé cariño, la movie no será lo mismo sin mí —decía en su modestia, Ariadna sonrió—. Pero de que la veo hoy la veo, después de mando un email contándote mi impresión, lo que más cosita me da es que no voy a poder despedirte como se debe mi reina, ¿me perdonas?

—Oh Flavio mi amor, eres un amor ¿lo sabías? Voy a extrañarte, prometo traerte algo del viejo mundo, serás al primero que visite cuando regrese.

—Gracias mi reina, si yo soy tu amor tú eres mi diosa y si puedes encontrarme un papucho como nuestro hombre de acero pues con gusto me lo traes ¿ok? y te dejo mi reina, estoy con unos papeles que quiero dejar listos antes de salir para el cine, te deseo un feliz viaje y te mando mi fuerte abrazo y muchos besitos, bye.

—Yo también te mando los míos, te quiero mucho y haré lo posible por complacerte aunque si encuentro uno igual a él me lo quedo yo sin pensarlo —la chica sonreía—. Cuídate mucho y nos vemos a mi regreso, au revoir, bisous.

—Si encuentras uno igual tendremos que compartirlo —sonreía Flavio también—. Arrivederci mia bella ragazza, muackssss!!!!

Ambos colgaron la llamada, al momento llegó Aurora y se apresuraron a reunirse con Diana que ya estaba haciendo el pedido de las golosinas, al momento el móvil de Ariadna volvió a sonar y era Alonso para decirle que apenas habían encontrado entradas él y Silvia pero que sería en otra sala por lo que le pidió que se vieran cuando la película terminara, a lo que Ariadna accedió. Las chicas se apresuraron a hacer la fila para entrar a su sala, estaban emocionadas y sólo esperaban disfrutar al máximo el momento, en ese momento su móvil volvió a sonar y era Jackie para decirle lo mismo, ella y Steve habían encontrado lugar en otra sala por lo que se encontrarían al terminar la película. Al entrar rápidamente buscaron sus asientos y muy felices se acomodaron con las bandejas de sus golosinas esperando que pronto apagaran las luces y entre palomitas, sodas, nachos, M&M’s y una que otra mirada a las chicas Warren por parte de algunos hombres, ellas disfrutaban su momento ajenas a los ojos sobre su humanidad esperando atentamente lo único que les interesaba, ver y disfrutar por fin al hombre de acero.