Capítulo
36
La chica había cogido el primer taxi que se le había atravesado y llegó a su hotel, al llegar a recepción se quitó los zapatos que ya no soportaba y cojeando tomó el ascensor, le valía un cuerno que todos los presentes la miraran descalza, total, no tenía que darle explicaciones a desconocidos. Se reclinó en la pared del ascensor, cubría su cara con sus manos, no podía parar de llorar, el que la creyeran una mujer fácil era una ofensa que no estaba dispuesta a dejarle pasar ni siquiera al mismo príncipe de Gales. Al llegar a su habitación y después de desahogarse un poco se desvistió y se metió a la ducha, al salir se vistió con su habitual atuendo sport y haciendo a un lado su malestar llamó para que le subieran servicio a la habitación, después de lo que había pasado no tenía hambre pero tampoco iba a acostarse con el estómago vacío. Mientras esperaba su cena y se frotaba con el gel en la rodilla después de haberse tomado la pastilla su móvil sonó, era Frank, así que exhalando y poniendo los ojos en blanco contestó.
—Sí.
—Ariadna ¿Dónde estás? Llevo ratos llamándote.
—En el hotel.
—¿Cómo?
—Te dije que quería venirme y lo hice.
El hombre resopló.
—Pudiste haber regresado a la mesa e irnos juntos, ¿no crees?
—Te lo dije al principio y no me hiciste caso.
—Ariadna lo que has hecho nos deja muy mal frente a todos...
—Me vale un pito ¿Quieres dar una explicación? Pues ve y grita que en el intento de violación que sufrí en Rouen me lastimé la rodilla y debido a ese dolor me vi en la necesidad de volver urgentemente al hotel.
—Ariadna no empieces con sarcasmos…
—Ya basta Frank, soy yo la que ya me cansé de muchas cosas, no soy un objeto que lucir, soy una persona con defectos y virtudes, con penas y alegrías que así como respeta también espera ser respetada como lo que es, ¿Les cuesta tanto entender eso?
—Ariadna no entiendo…
—Disfruta lo que queda de la fiesta y discúlpame con todos.
—Pasaré a verte en cuanto llegue.
—Ya voy a dormirme Frank, ya estoy en la cama y no quiero ser molestada.
—Está bien, mañana tenemos un encuentro aquí a las diez, van despedirnos con un breve coffee break no sólo a nosotros sino también al pintor italiano que regresa a su país.
—No cuenten conmigo.
—Ariadna ¿Pasó algo? ¿Te hizo algo ese tipo?
—No.
—¿Entonces?
—Simplemente no quiero ir ¿ok? He hecho mucho esfuerzo con mi rodilla y me duele horrible, lo que necesito es mucho reposo y quiero levantarme tarde, nos veremos cuando regreses para irnos directo al aeropuerto, quiero dejar Francia ya y no veo las horas de salir de aquí.
—Está bien, pasaré a verte cuando lleguemos a recoger todo, descansa.
—Buenas noches.
La chica cortante como siempre colgó, exhaló y se acostó llevando una almohada a su cara, pensando en el atrevimiento de Jean y del pintor gruñó y volvió a desahogarse un poco.
Después de cenar y al volver a la cama no supo qué tanto pensó ni qué tanto lloró, pero sin darse cuenta se quedó dormida.
Su sueño había sido interrumpido y tenía resaca, le dolía la cabeza, cuando despertó lo hizo por el resplandor del sol en la ventana, miró la hora que marcaba las 10:30 a.m. se giró quedando boca arriba y se estiró, prefirió pensar que su “cuento” había sido un mal sueño y que el príncipe se había convertido en rana, negó con la cabeza y recordándolo le sacó la lengua. Reaccionó y se asustó, se sentó en la cama, parecía haber tenido una especie de laguna mental y se sintió desorientada. Se levantó y se metió a la ducha.
Mientras desayunaba en su habitación recordó la experiencia sobrenatural que había tenido en la madrugada, no estaba segura de lo que había sido y no sabía qué pensar al respecto, no sabía si lo había soñado o había sido real, de lo que estaba segura era de no hablarlo con nadie y de investigar por su cuenta si el hotel gozaba de apariciones fantasmales, era lo único que le faltaba para cerrar con broche de oro su estadía en Francia, un encuentro sobrenatural que la había seducido.
“¿Qué fue todo eso?” —pensaba la chica mientras bebía su jugo de naranja—. “Eso no fue producto de mi imaginación y no estaba soñando, no lo creo, eso fue algo más que un sueño erótico ¿Pero por qué? Estoy tan molesta que en lo menos que pensé fue en sexo, no entiendo…”
Ariadna evitaba estremecerse pero de miedo y temía ser observada por algún ente del más allá, afortunadamente sólo sería esa noche pero jamás se imaginó pasar por algo así.
“¿Me estaré volviendo loca por la falta de sexo?” —se preguntó asustada haciendo un puchero, la idea le estaba dando más miedo.
La chica intentaba recordar con claridad lo que había experimentado, lo único que tenía claro era sentir una leve brisa que la envolvió y luego una tibieza extraña como si hubiera estado cerca de una calefacción, pudo sentir claramente como alguien se introducía bajo las sábanas y
comenzaba a rozar su piel, sentía que deliraba deseando despertar pero algo se lo impedía, estaba acostada boca abajo y sin saber cómo se giró boca arriba, pudo sentir como algo
o alguien le abría sutilmente las piernas sintiendo un extremo calor en su vientre y estómago, la chica se limitó a musitar o a quejarse sin poder despertar, sentía que movía la cabeza pero sin poder abrir los ojos, el calor siguió abarcándola hacia sus pechos y luego hacia su cuello,
intentó mover los brazos pero sintió que una fuerza extraña le clavó las muñecas en las almohadas evitando que pudiera moverse, se sentía paralizada, sentía que no podía respirar bien, que algo le hacía presión en su cuerpo hundiéndola aún más en el colchón, al sentir la fuerza en sus muñecas, el calor en su cuello y una extraña presión en su sexo quiso despertar pero no pudo, sentía sus piernas paralizadas, no las podía cerrar, claramente podía sentir que tocaban su clítoris estimulándola y en cada jadeo que inconscientemente daba la fuerza sobrenatural parecía tomar más fuerza. Ariadna sintió una fuerte presión en la entrada de su sexo como si quisieran penetrarla, su cuerpo experimentaba frío y calor al mismo tiempo, pero cuando la temperatura normal volvió a ella por un momento y sintió que su sábana era quitada cuando la deslizaban por su piel de un solo golpe pudo despertar, asustada se sentó en la cama y encendió la lámpara, se miró sola y el reloj marcaba las 03:15 a.m.
La prueba de lo que había pasado era muy evidente, respiraba con dificultad buscando el aire, estaba sudando y no sabía si sentir calor o frío, sentía su piel extraña, su vientre palpitaba y sintió un leve alivio en su sensible clítoris que lo sentía placenteramente estimulado, estaba húmeda y para colmo, se vio con las piernas abiertas y flexionadas y la sábana, en el suelo ¿Fue un sueño? No lo tenía claro. Tragó en seco y procedió a servirse un poco agua, se la bebió sin dudarlo, luego se levantó al baño y en efecto la prueba de su excitación estaba en su panty, frunció el ceño, su clítoris estaba extremadamente sensible pero a pesar de su excitación o estimulación sabía que no había llegado al orgasmo así como también sabía que no se había tocado. Al salir del baño se vistió con su bata de dormir y observando la ventana la miró cerrada, estaba confundida, no tenía idea de lo que había pasado y prefirió sentarse en un sillón a un lado de la cama y pensar con claridad. Tenía miedo, tenía frío, no quería estar sola pero tampoco quería ir a buscar a Frank, seguramente no hacía mucho había llegado del evento y estaría profundamente dormido, subió sus piernas al sillón y las abrazó, no supo cómo en poco rato después de pensar tanto y vencida por el cansancio se quedó dormida de nuevo y lo peor, no tenía idea de cómo había amanecido en la cama.
La puerta sonó haciéndola brincar en su silla y regresándola al presente, miró su reloj y supo que la delegación aún no había regresado, lentamente se apresuró a ver quién era.
—¿Quién? —preguntó son reservas antes de abrir.
—¿Mademoiselle Ariadna Warren?
—Sí.
—¿Parle français?
—No.
—Disculpe, sólo vengo a entregar este arreglo floral para usted.
Ariadna frunció el ceño, aún así no quería abrir la puerta.
—¿Arreglo floral? ¿Quién lo envía?
—No lo sé mademoiselle, pero aquí viene una tarjeta, las flores llegaron a través de una agencia.
La chica exhaló y abrió la puerta, el enorme y precioso arreglo de rosas rojas la dejó sin habla, era tan grande que el hombre no se miraba y tenía dificultad para cargarlas.
—Póngalas en esa mesa —le dijo la chica.
—Sólo firme aquí —le dijo el hombre—. No se preocupe, ya hasta la propina fue cancelada.
Ariadna obedeció evitando torcer la boca pero antes de firmar prefirió ver la tarjeta.
“No existen palabras para ofrecer una disculpa por mi comportamiento de la magnitud en la que lo quisiera, no puedo describir mi sentir, lo siento, me equivoqué, le prometo que no volverá a pasar, le pido me perdone y espero que podamos comenzar de nuevo.
Con afecto.
Á. Di Gennaro.”
La chica evitó resoplar pero la sangre si le hirvió de coraje, si creyó que el italiano la iba a contentar con unas simples rosas estaba equivocado.
—Devuélvalas —ordenó la chica.
—¿Excuse moi? —el hombre se sorprendió, Ariadna le devolvió el recibo sin firmar.
—Ya me escuchó, devuelvan este arreglo no lo quiero.
—Lo siento señorita pero no se puede hacer eso, los gastos fueron cancelados por anticipado y no se puede hacer un reembolso en efectivo.
—Me importa un comino, o se lleva esas flores de regreso o sencillamente las aviento por la ventana, dígame usted que prefiere.
El hombre la miró asustado sin saber qué hacer.
—Señorita no sé qué clase de problemas hayan tenido usted y su novio pero… por favor no nos haga devolver este arreglo, somos los empleados los que pagamos los platos rotos.
La chica exhaló de nuevo, necesitaba controlarse, no se sentía bien.
—Por favor —el hombre casi temblaba extendiéndole de nuevo el recibo—. ¿Firma?
De mala gana sujetó la libreta y a modo de burla puso una “equis” en donde debía de firmar, el hombre abrió los ojos al ver lo que había hecho.
—Puede decir en la agencia que a la señorita Warren no le dio la gana firmar —le dijo seriamente al ver su cara.
Le abrió la puerta y el hombre sin saber qué más hacer prefirió salir, la chica molesta azotó la puerta. Se acercó a la ventana y a lo lejos observó que venía el camión de la basura, levantó las cejas y curvó sus labios, ya sabía lo que iba a hacer, al girar su vista al otro extremo de la calle pudo divisar a alguien que le pareció conocido, exhaló de nuevo y se apresuró a traer el arreglo.
—Lo siento —se dijo a sí misma—. Este imbécil no me va a comprar de ninguna manera.
Se acercó de nuevo a la ventana y al ver al camión ya más cerca, le dio un silbido al hombre que había visto en la esquina para llamar su atención, sabía que la estaba observando a través de sus lentes oscuros aunque se hiciera el tonto creyendo leer el periódico y lo que la chica tenía en mente lo iba a disfrutar al máximo. Al verla el hombre como era obvio, ella le gritó:
—¡Hey Logan! ¡Mire lo que hago con las flores de su jefe!
Al tener al camión justo debajo de su ventana, con toda la fuerza que disponía lanzó el arreglo ante la vista de todos los curiosos, las flores cayeron justo en medio de toda la demás basura. La chica sacudió sus manos con satisfacción y regalándole una sonrisa al guardaespaldas que se había quitado los lentes al ver lo que había hecho, entró de nuevo a su habitación y tranquilamente terminó de desayunar.
A los minutos su “firework” que sonó en su móvil le anunciaba una llamada, miró el número y era desconocido, se asustó pero contestó.
—Diga.
—Así que literalmente has tenido la osadía de lanzar mis rosas a la basura por la ventana como si fueran poca cosa. ¿Te parecen flores muy comunes y sin valor?
La chica se atragantó con el jugo que bebía, era él ¿Cómo había adquirido su número? Tosía y tosía sin poder controlarse.
—Va a tener que indemnizarme señorita Warren, ¿Lo sabía? Pero más me entristece que no reconozca el valor de una rosa y su significado.
—¿Qué? —la chica logró decir con un hilo de voz, ese hombre la tuteaba y la trataba de usted y no lo entendía.
—Además supongo que fuiste tan tonta que ni siquiera reparaste en ver el interior de las rosas —expresó más molesto—. Había una pequeña caja conteniendo una joya muy fina de brillantes con un valor de… dos mil euros.
Ariadna sintió que el alma le salió del cuerpo, la temperatura le había bajado, palideció, como pudo se levantó de la silla y se dirigió a la cama, se dejó caer sin fuerzas pero manteniendo la conciencia aunque eso de “tú y usted” por parte del artista la mareara más.
—Así es señorita Warren —continuó él muy cínico—. Y sumado al costo del arreglo que lo elaboraron en tiempo record y al gusto del cliente debo decirle que me debe… dos mil cien euros exactos.
Ariadna sin querer comenzó a temblar, no podía hablar, no podía procesar lo que le estaba pasando, tremendo error había cometido en su arrebato de enojo y orgullo.
—Señor Di Gennaro… —intentó mantener la calma—. Para comenzar me gustaría saber cómo se atreve a invadir mi privacidad al obtener mi número de manera clandestina, podría denunciarlo ¿lo sabe?
—Tengo el poder para hacerlo y no le aconsejo una denuncia, la única perjudicada sería usted, aunque si quiere exponerse a un ridículo, hágalo —contestó tranquilamente.
Ariadna exhaló, cerró los ojos y mordió su labio.
—Quiero dejarle unos puntos muy claros señor “amo del universo” —le dijo la chica firmemente sintiendo que la sangre le hervía, su calor corporal había regresado—. Número uno: dígale a su gorila que deje de seguirme, odio que me vigilen, yo no le doy cuenta de mis pasos a nadie y menos a usted que es un completo desconocido, número dos: su ofensa fue imperdonable y por eso anoche le dejé bien clara mi posición y número tres: yo no le pedí ningún regalo, no logró comprarme, así que métase sus rosas y sus joyas por donde más le quepan y por ese motivo no tengo ningún compromiso con usted, no puede obligarme a pagarle.
—Tiene razón, no puedo obligarla a pagarme pero sé que su orgullo y sentido común la obligarán —dijo de lo más fresco—. En cuanto a Logan sólo sigue mis órdenes así que él no tiene porqué pagar sus infantiles arrebatos y en cuanto a lo de su posición creo que ya me rebajé lo suficiente al pedirle una disculpa cosa que nunca hago y menos con una mujer, así que le guste o no está en deuda conmigo y eso sin contar que no me estoy cobrando la bofetada que me dio ya que reconozco que me lo merecía, así que usted decide o de lo contrario aténgase a las consecuencias.
—¿Se atreve a amenazarme?
—Si lo ve de esa manera.
—Es usted un…
—Mida sus palabras señorita Warren, usted y yo aún no hemos terminado, ésta si es una advertencia —dijo firmemente colgando a la vez.
Ariadna abrió la boca ante eso y al ver su teléfono evitó sacarle la lengua como era su costumbre cuando alguien no le caía bien. Aunque no lo quería reconocer sabía que ese hombre le había sacudido sus bases, pero al mismo tiempo le temía y debía buscar la manera de saldar esa deuda y no deberle nada.
Al medio día que ya estaba lista con su equipaje Frank llegó a verla y ella evitando mostrar fastidio le abrió la puerta, él lentamente entró.
—¿Ya mejor? —preguntó seriamente cosa que a la chica le extrañó.
—Un poco, lo que quiero es irme ya —contestó entrando al baño para verificar que no olvidaba nada.
Frank observó la habitación como si la estuviera estudiando esperando encontrar alguna evidencia a su duda y al ver una pequeña tarjeta encima de un gavetero la tomó para verla, era la nota que venía con las rosas, exhaló lentamente tragando en seco, tensó la mandíbula, el asunto estaba tomando un giro que no esperaba y debía pensar con claridad.
—¿Cuánto falta para irnos? —preguntó la chica saliendo del baño.
—En media hora el autobús llegará para llevarnos al aeropuerto —contestó Frank intentando disimular.
—¿Te pasa algo? —preguntó la chica observando su cara de piedra.
—Dímelo tú —la miró fijamente.
—¿Cómo?
—Creo que ya entendí tu “malestar” de anoche —le dijo mostrándole un periódico—. Veo que tu rodilla fue la excusa perfecta.
—No te entiendo Frank ¿podrías especificar?
—Me refiero a esto —le mostró las páginas de sociales, la chica se asustó—. “La posible nueva conquista del artista” bautizaron el encabezado, ¿Te llena de orgullo esto?
Ariadna abrió los ojos asombrada, la imagen de media página la mostraba a ella en los brazos del pintor cuando bailaban, sintió que la quijada le había caído al piso, no sabía que decir.
—Permíteme te traduzco —continuó el hombre con sarcasmo—. “La gala de la fiesta en el museo de bellas artes de la ciudad fue cita para estrechar lazos fraternos entre América y Europa, así también como de grandes personalidades del arte incluyendo al distinguido invitado de honor Ángelo Di Gennaro, artista italiano especialista en pintura renacentista que al parecer se va enamorado de Lyon por el caluroso recibimiento que tuvo. En la imagen se muestra al artista muy feliz en buena compañía que solicitó expresamente, la chica forma parte de la delegación norteamericana y parece haberse ganado el corazón del magnate. ¿Habrá una nueva historia de amor en puerta?”
Frank la miró clavándole los ojos a la vez que bruscamente cerraba el periódico y Ariadna se sintió en shock, tanto así que de nuevo sintió faltarle el aire y se sentó un momento en la orilla de la cama.
—Yo no…
—¿Y supongo que esta tarjeta tampoco es nada? —preguntó mostrándosela, Ariadna había olvidado deshacerse de ella.
—Así es, no es nada —se levantó de la cama y arrebatándosela de la mano la rompió y lanzó los pedazos en un pequeño cenicero de cristal que adornaba el mueble.
—Ten cuidado Ariadna, no juegues con fuego te vas a quemar, ese tipo no es un hombre cualquiera y no vas a tratarlo como estás acostumbrada a tratar a los demás, tiene el poder para ponerte de rodillas ante él si eso le place ¿Te cuesta tanto pensar con la cabeza y no con la entre pierna?
Ariadna lo miró seriamente, su comentario merecía una bofetada también, apretó los puños.
—Sí, no me mires así, sé que te molesta pero es la verdad. —Frank insistía en provocarla—. Hasta ahora yo te he tratado como una dama pero veo que te gusta ser tratada de otra manera.
—Frank no me ofendas.
—Entonces date tu lugar por una maldita vez en tu vida —le dijo apretando los dientes manteniendo la poca paciencia que tenía—. Para hombres como él les es muy fácil tener a cuanta mujer quieren pero sólo para pasar el rato, cuando ya obtuvieron lo que quisieron simplemente las desechan, después se olvidan de ellas, así son los hombres como él, así que tú decides si quieres ser la aventura de un rato que satisfaga el capricho de un niño mimado acostumbrado a chasquear los dedos o darte tu lugar como una mujer decente que espera ser tratada como una dama.
Ariadna le sostuvo la mirada, sus palabras le habían calado hasta lo más profundo y en su orgullo odiaba reconocerlo pero sabía que Frank tenía razón, se giró hacía la ventana tragando en seco, no iba a llorar delante de él.
—Stephanía me lo presentó, creí que era un hombre diferente pero me equivoqué —confesó resignada.
—¿Y por qué parece que se ha encaprichado contigo? ¿Te hizo algo anoche?
—No le di ningún motivo para que me creyera una cualquiera pero lo hizo, me ofendió, me valió su posición y le di una bofetada, fue por eso que sin pensarlo me vine al hotel, necesitaba estar sola y desahogarme.
Frank exhaló, bajó la cabeza y haciendo el periódico a un lado intentó sujetar los hombros de la chica pero temía que lo rechazara y de eso ya estaba harto.
—Bueno pues la próxima vez que lo intente me valdrá un cuerno su posición también y seré yo el que le rompa su perfecta cara, dime qué fue lo que te hizo.
—Nada, no vale la pena.
Frank exhaló.
—Ten todo listo —dijo dirigiéndose a la puerta—. En un rato más bajaremos.
La chica seguía mirando por la ventana y no pudo evitar que una lágrima se escapara sintiendo un nudo en la garganta, su estado de ánimo estaba por el suelo, nunca se había sentido tan humillada, el viaje a Europa sería una experiencia que jamás olvidaría.