Capítulo
1
Ontario, California, Junio 8, 2013
“Mi fantasía es recrear la famosa escena del barro en Ghost, aunque dudo que Lucas quiera complacerme, cuando lo intento parece no excitarse, ¿Qué demonios quiere? ¿Le dará asco verme llena de barro?” —pensaba Ariadna perdida en su mente mirando hacia la ventana y jugando con el tenedor y los huevos en el plato de su desayuno.
—Ariadna ¿Vas a volver a tierra? Ya deja los huevos en paz, ya se enfriaron, los revuelves demasiado. —Aurora la miró fijamente levantando las cejas.
Ariadna no pudo evitar entender otra cosa y se rió delatando su picardía.
—Ay por favor no me digas que… —Aurora exhaló.
—Perdón lo sé, entendí las cosas a mi manera, creo que el que debe de contestarte sobre los huevos es Lucas. —Ariadna se carcajeó con ganas.
—¡Ariadna! —Aurora casi se atraganta con su café.
—Está bien, voy a comer, te agradezco que te encargues de hacer los huevos, sabes el problema que tengo con ellos.
—Eso es algo que no logro entender. —Aurora mordía un pedazo de pan del plato de su hermana—. Y porque he sido testigo de eso lo creo, no sé cómo le vas a hacer para atender a tu marido.
—Ya veré como me reconcilio con los huevos o ellos se reconcilian conmigo.
—Es el colmo el efecto que produces en ellos. —Aurora intentó seguir la mentalidad de su hermana.
—Esa no es mi culpa.
Ambas se miraron y rieron.
Las gemelas Ariadna y Aurora de veintiséis años desayunaban en la isla de la cocina, eran físicamente idénticas, altas, de piel blanca e intensos ojos azules, figura escultural pero con personalidades diferentes, Ariadna era más sensual y coqueta, amante de los caballos y la equitación, en cambio Aurora más seria y reservada, amante también de los animales pero más hogareña, de igual cuerpo y facciones que para poder distinguirse y evitar bochornos de los demás Ariadna usaba el cabello borgoña y Aurora negro azulado, así cada “pretendiente” sabía a qué se atenía al intentar los cortejos ya que al menos Ariadna tenía dueño y estaba próxima a casarse. Mientras hablaban sobre el futuro y la próxima boda, ignoraban que alguien las escuchaba afuera de la cocina.
—Cambiando de tema recuerda que tenemos que practicar —le decía Aurora a la vez que degustaba su tazón de cereal—. Después no te quejes y me eches la culpa de todo.
—Haré tiempo no te preocupes —contestó Ariadna después de tomar un buen sorbo de jugo—. Además recuerda que de nada me vale hacerlo sola, Lucas también debe de hacer su tiempo a menos que me consigas un muñeco o un robot y camine con él.
—El robot lo dudo pero si quieres un muñeco…
—¡Aurora! —Ariadna sonrió—. Olvida lo que dije, serías capaz.
—Y me refiero a uno de verdad lo que eso significaría problemas. ¿Qué te parece tu Cavill?
—¡¡¡Uy me muero!!! Con él no sólo practico a él me lo llevo al altar, ¡Dios! Que hombre más perfecto, es tan… tan… pero bueno mejor pongo los pies en la tierra, voy a llamar a Lucas al medio día para ponernos de acuerdo.
—Voy a traerte el catálogo que llegó sobre las nuevas tendencias en decoraciones de bodas, te vas a morir cuando lo veas, necesito que escojas de una vez qué tipo de flores quieres, recuerda que si el tiempo apremia habrá que pagar el doble para que lleguen a tiempo.
—Lo haré, lo prometo.
—Y también sobre tu vestido, oye eres demasiado indecisa, te pasas la verdad, ya el tiempo está encima, los modelos que escogiste no están mal pero no entiendo porqué no quisiste que se confeccionara a tu gusto, tenías meses para poder hacerlo, Courtney sólo espera que te decidas entre los cinco modelos que seleccionaste para proceder a hacer los cambios que quieras, apresúrate.
—Sí, también lo haré, nuestra diseñadora debe de estar peor que tú, luego me paso por la boutique, ¿Qué te parece si tú y yo disponemos el próximo fin de semana y nos dedicamos sólo a eso?
—Magnífico, pasan los días y la presionada soy yo, eso no es justo.
—Aurora sabes que tengo una semana muy pesada.
—Es tu boda, puedes comenzar a solicitar permisos aunque sea medio día entre semana.
—No quiero abusar, recuerda que parece que no le caigo bien a Frank, mi supervisor.
—El tipo ese me vale un pito, si quieres lo pongo en su lugar.
—No gracias, más problemas no…
Ariadna notó la expresión de Aurora cuando su mirada se dirigió a la puerta de la cocina, giró su cabeza y miró entrar a Minerva, con su traje de pantalón y chaqueta negra, tacones altos, lentes oscuros sobre su cabeza y su bolso de cuero en mano.
—No se detengan, sigan hablando, perdón, buenos días —se sirvió un poco de agua y bebió.
Las gemelas se quedaron mudas al ver a su hermana mayor lista para salir.
—¿Por qué me ven así? —preguntó Minerva frunciendo el ceño.
—¿Y lo preguntas? —contestó Aurora sorprendida—. ¿Qué haces tan arreglada? ¿A dónde vas?
—¿Cómo que a donde? Obvio, a mi trabajo.
—Pues sí pero… ¿Qué no tenías libre hoy?
—Ni de chiste me quedo, me voy a ahogar, prefiero ir a trabajar, además hay muchos pendientes.
—Pero sólo es medio día —insistió Ariadna—. Deberías descansar.
Minerva las miró a las dos, torció la boca, puso los ojos en blancos, negó con la cabeza, se colocó los lentes, besó a sus hermanas y salió de la cocina.
—Nos vemos en la tarde chicas, adiós. —Fue lo único que se limitó a decir.
Las gemelas se quedaron perplejas ante la actitud de Minerva, se miraron y continuaron comiendo en silencio.
—Me preocupa, a veces no sé qué pensar —dijo Aurora volviendo a su tazón.
—¿Lo dices porque ni siquiera miró el desayuno o por su apariencia de mujer fatal?
—Por ambas cosas, además hoy se cumplen dos años de la muerte de Leonardo, es posible que vaya a visitarlo.
—¿Crees que vaya a la agencia a buscar las flores?
—Seguramente y será mejor que la espere. Me preocupa esa personalidad que tiene. ¿Cuántas veces la hemos visto reír en estos dos años?
Ariadna musitó, lo pensó y se encogió de hombros.
—Exacto —continuó Aurora—. No lo ha hecho, apenas y los curva por algo gracioso pero nada más, se deshizo de toda su ropa de color y sólo viste de negro, gris y apenas lo combina con algo blanco.
—Quiere mostrarle a todos su luto tanto por dentro como por fuera. —Ariadna terminó de beber su jugo—. Debería pensar en otros hombres.
—Ni se lo digas, capaz y te siembra algo en la cabeza, ya sabes que guarda la memoria de Leonardo como algo sagrado, yo mejor ni le muevo.
—Pero algo tenemos que hacer… bueno, yo regresaré hasta tipo seis de la tarde, no estoy segura, me gustaría acompañarla pero… —Ariadna suspiró resignada.
—No va a querer, ya lo sé, son momentos en los que prefiere estar sola, no es conveniente pero respetemos eso.
—Y a todo esto, son las siete y quince. ¿Dónde está Diana?
—Durmiendo —contestó Aurora mientras se levantaba de la mesa y ponía el plato en el lavatrastos—. Anoche se acostó tarde estudiando y tiene razón en querer dormir, además el ejercicio del ballet le absorbe la mayor parte de sus energías, Diana va a tener que decidirse, o es el ballet o es la arquitectura, se volverá loca en ambas cosas.
—Bueno ya que duerme y seguramente saldrá hasta tarde voy a dejarle una nota pegada al refrigerador. —Sacó un nota post-it de su bolso y comenzó a escribir.
—¿Y qué le escribes? —preguntó Aurora ordenando un poco la mesa.
—Que ya que es la última en desayunar que lave la vajilla y haga el almuerzo.
Ambas mujeres se rieron a carcajadas, salieron de la cocina y cada quien salió a su trabajo.